sábado, julio 27, 2013

Elba Picó, un adiós compartido.

 
Nostalgia de Elba Picó
Lázaro Covadlo

(Artículo publicado en EL MUNDO DE CATALUNYA el viernes 26 de julio de 2013)

No hacen ni dos semanas que falleció Elba Picó. No he leído muchos comentarios en la prensa sobre la muerte de esta extraordinaria ...cantante, pero nuestro paisano, Dante Bertini (de Elba y mío), artista multifacético —narrador, escenógrafo, diseñador gráfico y artista plástico (ganador, en 1993, del Premio La Sonrisa Vertical, de la editorial Tusquets)— colgó en Facebook una excelente caricatura, precedida por un corto epígrafe: «¡Chau querida!». Es el estilo de Bertini.
A Elba la fui a ver y oír cantar quizá media docena de veces. Sé que el día que le preguntaron qué podía haber en el espíritu catalán que lo liga con el tango, ella respondió que tal vez muchos catalanes se sientan ligados a todo lo que representan esas canciones del Río de la Plata: el desarraigo, el abandono, el dolor de la existencia, la soledad frente al mundo. Agregó que todo aquello está envuelto en una cadencia sensual, como es la música del tango. Ése era el estilo de Elba Picó.
Hubo otros espíritus creativos que vivieron y murieron en Barcelona, pienso, por ejemplo, en Osvaldo Lamborghini, escritor maldito; en el sorprendente artista plástico Alberto Greco, o en el hiperlúcido Horacio Vázquez Rial, que me honró con su amistad, y aunque falleció en Madrid vivió por más de dos décadas en nuestra ciudad. Al pensar en ellos extraigo la conclusión de que la vida de ciertos artistas puede llegar a ser una obra más grande que lo que estos han llevado al papel, el lienzo o el pentagrama.
Elba nació en el barrio porteño de La Paternal (yo también). Desde niña asistió a clases de danza, piano, canto y expresión corporal. Cuando se decidió por el canto, al principio se interesó por las músicas del folclore argentino, pero al final fue el tango el género al que dedicó su trayectoria artística. Profesionalmente debutó en esa especie de templo tanguero que fue El Viejo Almacén, en 1972. En 1974 el compositor y pianista Héctor Stamponi la invitó a integrar su conjunto y actuó con él en otro sitio emblemático de Buenos Aires: Caño 14.
En 1973, en una breve visita a Barcelona, se dio a conocer en algunos locales y grabó el long play Cien años de tangos. En 1976 se estableció definitivamente en Barcelona y formó, junto a Jorge Sarraute y Esteban (Rabito) Vélez el grupo Tango a tres, con el que grabó el disco La última curda. En 1996 se reencontró en Barcelona con Héctor Stamponi, actuando en el local Los Tarantos. Canta en L'Auditori de la Caixa de Palma de Mallorca, en 2000. Seguidamente, junto a Horacio Ferrer canta en el Teatreneu de Barcelona: Ferrer & Picó, 2000. En el Queen Elisabeth Hall de Londres, en 2002 presentó el espectáculo Tangos de puerto a puerto y cantó en el Fórum Universal de las Culturas, de Barcelona, en 2004. En el espectáculo inspirado en la obra de Borges, realizado con música de Jorge Sarraute.
Puso finalmente su voz a la canción que da título al disco de Marcelo Mercadante y el Quinteto Porteño: Justamente, un tema en homenaje a las Madres de la Plaza de Mayo con letra de Pablo Marchetti.
El último tango que le oí cantar fue Nostalgia, escrito en 1936 por el enorme poeta Enrique Cadícamo. Se nos fue el 12 de julio, a sus 71 años, y muchos la recordaremos con gran cariño. Me hago eco de las palabras de Dante Bertini: «Chau, querida».
www.covadlo.com

jueves, julio 04, 2013

Mujeres que escriben


...cuando digo "yo ya no leo" muchos incrédulos se sonríen, como si fuera obvio que estoy haciendo un chiste que debería divertirlos por lo absurdo. Y sin embargo es verdad: ya no leo. Creo que he leído bastante cuando tuve ganas de hacerlo, pero ahora, en este momento preciso de mi vida, leer no me causa ningún placer; sólo me produce sueño. A las treinta líneas de cualquier maravillosa novela moderna, aupada por los medios como si de un descubrimiento científico imprescindible se tratara, me convierto en el River Phoenix de Gus Van Sant y caigo en la oscuridad del sueño narcoléptico más profundo, aunque una lámpara potente me taladre la cara e intente meterse bajo mis párpados para sacarme de aquel profundo pozo de placer autista.
Sin embargo, cada tanto, igual que un milico retirado, mortalmente aburrido por la falta de guerras, sangre y explosiones, intento volver a ese viejo amor, a ese viejo vicio, como quien, harto de respirar sin bloqueos ni sofocos, se propone volver a fumar una cajetilla de cigarrillos al día, cuando en realidad ya ni siquiera está enganchado al tabaco.
Será por esto que entro a un pequeño, nuevo y exitoso local de venta de libros de segunda mano que queda en el camino a mi médico de cabecera. Charlo un rato con la dueña, simpática y comunicativa, ella misma asombrada con el éxito de su empresa, y después, casi por compromiso, me pongo a husmear por los estantes, convenientemente señalados con el tema de los volúmenes que contienen.
Novela negra, policiales... sí, tal vez sea el momento de volver a los policiales. Cuando era muy joven me produjeron muchos momentos de placer oscuro. James Hadley Chase, Ross Macdonald, Patrick Quentin, Dashiell Hammett, James M. Cain,  Raymond Chandler y la gran Patricia Highsmith.  De los otros nada, de ella sólo un volumen de RBA ediciones:"Ripley en peligro". Nunca leí esta novela, la última de la serie Ripley. Busco el título original, "Ripley under water", y me encuentro con el nombre de la traductora: Isabel Núñez. Compañera de blogs, amiga de otros amigos, vecina de Barcelona, defensora de árboles y etnias, amante de los gatos, los pájaros, las primaveras, murió, para mi de forma repentina y brutal, algunos meses atrás.
Gracias por el mensaje, Isabel, pero yo no te había olvidado.