viernes, diciembre 30, 2011

PARA SEGUIR AQUÍ


Mi farmacéutico, que es un tipo joven, amable, simpático y con una cara de rasgos muy marcados, de luminosa intensidad, me dijo el otro día:
-Todos los que dicen creer en estas fiestas son buenos durante los pocos días que ellas duran. Los incrédulos como tú y yo somos buenos durante todo el año.
Un año "nuevo" por delante y el panorama que se nos presenta no parece demasiado optimista.
Por supuesto no lo era cuando salí corriendo de Argentina para que las tres A (¿Amenaza, Atropello, Asesinato?) o cualquier otro grupo igualmente siniestro (o diestro, que en aquellos días todo era muy confuso) no pasara por encima de mi pobre cuerpo veinteañero sin siquiera detenerse para ver el estropicio producido.
Ni cuando, apenas cumplidos los diecinueve años, tuve que presentarme a una revisión para la mili, por aquellos tiempos obligatoria. Reconozco que para mí nunca fue menos sexi la exhibición de centenares de jóvenes desnudos formando unas colas que, a juzgar por las caras, parecían conducir de forma directa al infierno.
Tampoco puedo decir que fuera muy optimista mi entrada a los 25: "un cuarto de siglo", me decía, "y todavía no se que va a ser de mí en los próximos años."
Ese siglo, el primero de los míos, ha seguido trancurriendo sin detenerse ni un segundo y yo creci con él, mucho y casi sin darme cuenta.
Aquí estoy, sin embargo, ya en el segundo: vivito y todavía coleando.
¿Como una lagartija color esmeralda de la antigua isla de Formentera? ¿Como un picaflor vibrante en el mediodía estrepitosamente silencioso de Curuzú Cuatiá, Corrientes? ¿Como un perro salvaje, corriendo contento en medio de su jauría amiga por la desolada Costanera Sur de Buenos Aires?
Vivito, coleando y aún con ganas. El corazón herido convalesce con lentitud, a pesar de que, como dijera Borges de manera perfecta: "sólo una cosa no hay: es el olvido".
Seguimos pues... Seguimos.
Memoriosos, doloridos, sangrantes; sin saber muy bien por qué, seguimos.
Tal vez porque la ciudad donde nací todavía me espera y aún hay allí rastros notables de la lejana infancia, o porque y sus calles de aceras desastradas me cuentan valiosas historias antiguas que, a fuerza de vivir el estrepitoso día a día, olvidé casi sin darme cuenta durante el cambiante, a veces accidentado, trayecto de mi vida.
Seguimos, sigo. Porque durante los próximos doce meses quizás podré encontrarme con un libro, una película, una imagen, una persona que pulse nuevamente mis emociones escondidas, obligándome a sonreir con ternura o haciendo que una vez más llore de alegría.
Pero ahora mismo, hoy, 30 del 12, a horas del alejamiento definitivo de este año maltrecho, aunque sólo sea para exorcisar los muchos miedos, para alejar de nuestras vidas esa mala gente poderosa que amenaza nuestra felicidad por dura avaricia, por pura ambición desmedida, para mantener a distancia a los mediocres, envidiosos, resentidos y malvados sin razón valedera, pintemos nuevamente de rosa vibrante nuestras oscurecidas fantasías.

¡Feliz 2012 para todos aquellos que en realidad se lo merezcan!
(Y, como cada año de los últimos, el mismo regalo: La vie en rose, esta vez en versión callejera, discotequera y de concierto)

Ilustra: Autorretrato, 30 de diciembre de 2011.




viernes, diciembre 23, 2011

ÁNGELES Y EXTRAÑOS



“Be not inhospitable to strangers, lest they be angels in disguise.”
La leyenda aparece escrita en un muro de Shakespeare and Company, la librería que durante más de medio siglo estuvo dirigida por un estadounidense llamado George Whitman, hijo de un Walt Whitman que no era precisamente poeta, sino profesor de física.
Este George tan acogedor, tan hospitalario, se ha muerto hace unos días, poco antes de cumplir los noventa y ocho años. Espero que haya hecho este, su último viaje sin retorno, dejándose guiar por alguno de esos ángeles extraños a los que recibió amablemente, a pesar de encontrarlos por casualidad y camuflados como desangelados extranjeros.

Ahora, sumergido por completo en el paisaje festivo navideño, me pregunto dónde estarán nuestros ángeles extraviados, los que nos devolverán todo lo perdido. Pero, aunque la poderosa señora Merkel pareciera dominar al mundo con su cara magullada, de tristeza sin retorno, nuestro cielo no es el de Berlín, ese cielo encapotado, gris, plomizo y, según Win Wenders, plumosamente atiborrado de angelicales alas. Por esto resulta más que extraño ver de pronto -en una televisión en la que suele primar la agresión y el desvarío, donde las estrellas suelen ser los mafiosillos nacionales y los sádicos asesinos en serie de las reiterativas series de importación, todos con su habitual atrezzo de amputaciones y cadáveres- a seres de apariencia normal convertidos por obra y gracia de unas fechas precisas en volátiles embajadores de los diversos Olimpos posibles.
No se trata de una novedad de la temporada 2011, a punto de acabar. Esta es, como cada año, una época poblada de ángeles de distinto sexo, de obesos papás noel con y sin barba, de seres evanescentes dotados de doméstico perfil humano. Repetitivos personajes de ficción, protagonistas de películas con bajo presupuesto para ser proyectadas los fines de semana a la hora de la siesta, estos extraños personajes de alas transparentes se acercan a la tierra para desfacer entuertos, aligerar conflictos, reparar familias rotas y enterrar sin remordimiento los amores deshechos. Una vez acabada la tarea, y casi siempre con previo aviso en forma de tarjeta postal sobre la chimenea, se evaporan sin dejar rastro en medio mismo de una populosa calle neoyorkina o alzan vuelo en mitad de un semidesierto pueblo de provincias.

Blanche Du Bois, la frágil, estremecida, desubicada protagonista de Un tranvía llamado deseo, también prefería creer en la angélica bondad de los extraños. Tal vez porque sus seres más cercanos carecían de esa comprensiva piedad que ella, tan carente de todo sentido común, tan sobrada de fantasiosa sensibilidad, necesitaba más que ninguna otra cosa en ese momento preciso de su azarosa vida.
Al final de la historia, ¿podemos suponer siquiera que son angélicos desconocidos los que la transportan, ya sedada, al último infierno abarrotado donde con toda seguridad acabará sus días?
También había ángeles en Teorema de Pier Paolo Pasolini, pero aquellos, aquel en realidad, materializado en la por entonces joven, espléndida carnadura del siempre ambiguo Terence Stamp, no tenía demasiada piedad con los mortales: utilizaba con desparpajo todo lo que se le brindaba -sexualidad incluída- para luego dejar a sus eventuales anfitriones abandonados en medio de la nada; sin presente posible y con incierto futuro, sumidos en un enorme desamparo y sin meta precisa alguna, arrojados como inútiles objetos de descarte a una suerte desgraciada, caótica, suicida... La película, prohibida en varios países, entre ellos Argentina, logró sin embargo un premio importante de la Oficina Católica Internacional del Cine. Ingenuos, demasiado jóvenes, mis amigos y yo nos preguntábamos cómo esto había sido posible.
Hoy entiendo que, más pragmáticos que místicos, los señores asotanados de la OCIC habían descubierto el infierno de la modernidad; una nueva forma de castigo para los seres apasionados que pretendían poseer a un ángel que, ya se sabe, nunca tiene voz ni sentimientos propios: sólo obedece las órdenes mayestáticas e insoslayables que le llegan desde el cielo.


Imagen: Cielo sobre Berlín, de Win Wenders.

viernes, diciembre 16, 2011

Corazón, Corazón...


"Estoy descorazonada", me comunica una vecina a la que encuentro de forma casual en la farmacia más cercana a mi casa. La imagino con un agujero atroz en el pecho, una especie de ventana escaparate no acristalada que, sin moverme ni un milímetro de donde estoy, me permitiría ver los estantes llenos de potingues que tiene a sus espaldas. Casi al mismo tiempo supongo que mi vértigo nauseoso sería insoportable si en el momento mismo de nuestro encuentro, el buraco (contundente y sonora palabra que los porteños usábamos como sinónimo de agujero en nuestra jerga más doméstica) no hubiera estado escrupulosamente cubierto por la ropa de abrigo que la protege, diría que con exceso, del frio y húmedo invierno barcelonés.
Para evadirme de una situación incómoda para la que no tengo respuestas, paseo la mirada por los escaparates rebosantes de publicidades farmacéuticas, me acerco con los ojos hasta los muros del hotel de enfrente, divago sobre su siempre -y mayusculo para recalcar el adverbio SIEMPRE- iluminado chaflán de la calle Balmes, aterrizo durante algunos segundos sobre los balcones y ventanas de los edificios próximos y vuelvo a meterme de cabeza, y nunca mejor dicho, en la farmacia donde empezaba el cuento.
Ninguno de los lugares visitados se ve tan descorazonado como mi vecinal doña Luisa, puedo asegurarlo. Hasta podría decirse que están, más que surtidos, excedidos de corazones de todo tipo. Luminosos, intermitentes, de purpurina y de plástico, de cartón pintado o telgopor-poliespán coloreado a soplete, han desplazado a las estrellas de Belén con cola de cometa y a las imágenes bonachonas de esos vejetes extranjeros barbudos y canosos, esmerados repartidores de regalos, carbones y bienaventuranzas.
¿Publicidad de Anne Igartiburu o influencia solapada aunque muy directa del I Love neoyorkino de Milton Glaser?
Da igual de donde venga el invento: podemos asegurar que a pesar de casos muy concretos como el de mi descorazonada vecina, en Barcelona estamos sobrados de ese órgano tan vital y latente.
Sería interesante que para una próxima campaña navideña, alguien cualquiera, yo mismo tal vez, se inventara un símbolo identificable con el alma, para compensar, aunque sea virtualmente, la presencia de tanto transeúnte cercano desprovisto de todo rastro de ella.

Collage de Bertini, Barcelona 011

lunes, diciembre 05, 2011

De los Afortunados Infortunios

Los comercios barceloneses que todavía no han cerrado sus puertas para siempre jamás, cuelgan otra vez los trajinados farolillos de colores, las lucecitas intermitentes de origen chino y esa infinidad de símbolos paganos que suelen usarse para conmemorar unas fiestas que alguna vez fueron religiosas. Por estos días, junto a la cantidad algo menguada del dinero que "cada español gastará en los festejos navideños", algún desaprensivo de los altos estratos gubernamentales lanzó una consigna que de inmediato recogieron los medios más obtusos, aliados eventuales de algunos otros que suelen proclamarse ecologistas: los abetos navideños de moda "vuelven a ser los naturales". Esto quiere decir que una enorme cantidad de árboles -cerca de ochocienos mil- todos más altos que yo, y bastante más robustos, han sido talados por el pie para después ser clavados en una maceta con cemento y un símil superficial de hierba y hojarasca que oculta con verdor de anilina la total ausencia de raíces.
¿Pueden unas fiestas ser realmente felices cuando se desarrollan al lado de un muerto reciente?
Un amigo me dice que estos pensamientos tristes acarrean desgracia. Puede ser, le digo. Ya he pasado por diferentes técnicas -casi todas bastante efectivas- para ahuyentar miedos, depresiones, complejos e insatisfacciones o para aprender al menos a emparchar con cierta elegancia haute couture las heridas que nos dejan los destierros, los imprevisibles desarreglos sentimentales, los diversos abandonos, fracasos y pérdidas sin remedio.
Freud y Lacan no se equivocan, pero requieren tiempo, paciencia y auténtica profundidad en la mirada compartida; también suficiente inteligencia como para entender que conocernos no nos traerá necesariamente la felicidad. Las flores de Bach, Louise Hays, la jardinería, el bricolage, las medicinas alternativas, la meditación o el sushi pueden darnos paz en ciertos momentos de desesperación, calmar algunos síntomas tan molestos como recurrentes, aunque no podemos pedirles que curen de forma definitiva la esencia variable, cambiante, transitoria, perecedera de la vida.
No soy pesimista, es sólo que no puedo hacerme el distraído cuando escucho que cada día hay más desocupados, desalojos, pobreza. Me duelen con intensidad algunas cosas personales, injustas, arbitrarias, inesperadas, pero no duelen menos aquellas que rozan, amenazantes, los días futuros de toda la humanidad.
Noviembre fue un mes sin alegría y diciembre empezó con algunos desagradables episodios que pusieron a prueba el estado de mis nervios. De algunos de estos episodios, con toda seguridad los más hirientes, prefiero no hablar. Tendría que dar nombres y hacerlo sería regalar inmerecida publicidad a un puñado de seres mediocres que usan como única razón para sus actos mezquinos, enquistadas frustraciones y retorcidos rencores.
De los otros -absurdos accidentes domésticos, molestos sin llegar a ser dañinos- vale citar el más gracioso, casi un gag de película cómica: hace dos días me quedé encerrado en la cocina -¡vaya mala suerte!- un momento antes de la hora del almuerzo. Lo había preparado mientras hablaba por teléfono con Argentina y este detalle afortunado, no demasiado usual, tener un aparato telefónico junto a los fogones, me salvó de recurrir a unos gritos de socorro que tal vez nadie hubiera oído. Fue también de buena suerte poder llamar a una pareja de amigos que tienen una copia de mis llaves. Mientras uno de ellos llegaba de su casa a la mía, intenté por todos los medios a mi alcance abrir la endemoniada puerta. Imposible. Hubiera necesitado un destornillador y una pinza que no tenía. Mientras iba rompiendo cucharas de madera y mellando cuchillos de acero inoxidable, comía bocados del plato que me había servido un momento antes de quedarme con el maldito picaporte de bronce en la mano. El encierro no me había quitado el hambre. Cuando ya estuve afuera se me dio por pensar que también fue muy afortunado que el estúpido accidente no ocurriera en el cuarto de baño o en el pequeño lavadero donde apenas cabe una persona de pie.
"Desgracia con suerte", decía mi madre, muy afecta a esos recursos. Sin embargo, quizás sea verdad que mis pensamientos oscuros atraen cosas negativas.
Prometo cambiar.
Prometo olvidarme de todos los obreros ecuatorianos hipotecados de por vida por unas casas de precio abusivo en las que nunca vivirán.
Prometo también no volver a pensar en el fracking, esa nueva técnica para la extracción de petróleo, tan efectiva como destructora para los pocos restos aún no contaminados de nuestro demediado medio ambiente...

A propósito: ¿quién será tapa del "Hola" navideño?

Fotografía de Elliot Erwitt

miércoles, noviembre 30, 2011

Pasión de vivir, La otra cara del amor, The Music Lovers: adiós a Ken Russell


Apenas podíamos mirarnos. Acurrucados en nuestros asientos, las piernas apretadas contra el pecho o retorcidas una sobre otra como en una trenza criolla, llorábamos como si unos segundos antes hubiésemos perdido a un ser querido: intensa, silenciosa, desconsoladamente. El fondo sonoro de la Sinfonía Patética agregaba dramatismo a nuestros sentimientos, que, sin necesidad de corroboración alguna, estábamos seguros de compartir.
Todo nuestro Buenos Aires se había lanzado al estreno de aquella película barroca, delirante, llegada a las carteleras argentinas con gran despliegue publicitario y unos cuantos recortes nada ingenuos en su metraje original y aupada a partes iguales por el escándalo, los abucheos y las infaltables, ¿acaso también inevitables?, censuras papistas (siempre necesitada de carne para sus brasas redentoras) y por los elogios quizás desmesurados de la prensa alternativa más sofisticada.
Aquella noche en aquel cine, uno de los más grandes y lujosos de la calle Lavalle, estaban muchos de los conspicuos representantes de la "bella gente" porteña. Artistas de vanguardia y psicoanalistas de nueva horneada, estrellas consagradas del show business bonaerense y actores y actrices jóvenes, adoradores del Actors Studio, Antonin Artaud, Becket o Ionesco y el método Grotowski, se mezclaban en un caldo espeso, susurrante y ansioso, con varios puñados de jóvenes gays de plumaje colorido, vestuario a la última y ocupación desconocida.
Nuestro grupo -Armandito, Daniel Melgarejo y su nada simpático novio Hugo A. (un artista plástico con mucha teoría y ninguna obra), la eléctrica y adorable Silvia Alvarez de Toledo y yo- sentíamos que nadie, salvo nosotros, se merecía presenciar aquella historia cargada de arte apasionado y amores conflictivos, tan románticos como desoladores. Esos personajes éramos nosotros, esos sentimientos eran los nuestros, y aunque la época fuera otra y el despliegue de lujo lo más alejado a la realidad de nuestras vidas de pobres jovencitos bohemios, hijos descarriados de una clase media siempre amenazada, podíamos entender -más que ninguno de aquellos otros, a los que suponíamos snobs pretensiosos, habitués del Teatro Colón, las doctrinas rompedoras de los antipsiquíatras Lang y Cooper y los carísimos consultorios psicoanáliticos freudianos- el goce doloroso de la creación artística y los vaivenes de las almas hipersensibles, arrastradas a los abismos de la desesperación autodestructiva, a los infiernos más temidos, por sus oscuros, siempre inalcanzables, objetos de deseo.
El desmedido y talentoso Ken Russell, que ha muerto en estos días con notable exceso de peso y 84 años de nada, no sabía que al contar la muerte de "su" atormentado y bisexual Tchaikovsky -casi un suicidio, apurado con un vaso de agua cargado de peste- estaba presagiando una década antes la muerte prematura y atroz de muchos de los allí presentes. El SIDA, una bestia sin piedad ni límites, un allien de diseño al que la ironía, no necesariamente consciente, de sus descubridores de habla inglesa bautizó con la palabra "ayudas", destruiría mucho de esos cuerpos jóvenes de orgullosa belleza, muchas de esas cabezas talentosas y creativas, mucha de esa imaginación en ciernes, llevándose al hacerlo a algunos de mis más queridos, sensibles, divertidos y siempre añorados compañeros de juegos.



jueves, noviembre 17, 2011

MASCOTAS ACOTADAS


"EN CATALUÑA HAY DOS MILLONES DE MASCOTAS SIN CONTROL"
El titular catástrofe de un diario que se dice populista -ocultando con ese eufemismo su carácter cercano al sensacionalismo a la inglesa- hacía pensar en una invasión monstruosa de seres peligrosos, en un oscuro cónclave de engendros malignos dispuestos a convertirse en ejército, bandada, manada o jauría ansiosa de sangre humana; una pavorosa secta de especímenes raros dispuestos a reivindicar sus derechos después de toda una existencia de domesticado pacifismo.


Supongo que estos medios intentan atraer la mirada de su público habitual y también la de otros que, tal cual yo, ni siquiera se acercan a esta publicación, pero son suficientemente curiosos, rápidos y gozan de la suficiente buena vista como para leer los titulares con el rabillo del ojo al pasar frente algún quiosco que los tenga en exhibición.
Me imaginé a centenares, miles de mascotas arrojadas a la calle por dueños que no podían pagar los emolumentos que, con toda seguridad, les obligarían a desembolsar por tener esos controles en regla. ¿Qué pasearían a partir de ahora todos esos jubilados que sacan a sus perros, tan viejos como ellos, tan pobres como ellos, si se veían obligados a esconder o deshacerse de sus animales por no poder afrontar los gastos que ese ordenado control exigiría?

¡Vaya mierda! Los defensores de la tortura animal contraatacan ahora con una amenaza nada soterrada, anunciada a viva voz, con catastrófico titular, y lo hacen en nombre de unos peligros que no existen o existen en proporciones tan bajas que ni siquiera deberían ser tenidos en cuenta. ¿O sólo será una nociva cortina de humo más para distraer la atención de un sinfín de problemas un pelín más graves, entre los que la debacle de Grecia e Italia y las amenazas nada veladas al futuro español, son sólo una mínima parte de ellos?



Todas las imágenes son de Elliot Erwitt

martes, noviembre 08, 2011

Cachito Cumple Cinco


Mañana, 9 de noviembre, Cachito cumple cinco años.
Hijo tardío, -casi nieto en realidad, aunque no me atrevo a llamarlo así porque para hacerlo debería encontrarle un papá que no fuera yo y eso es imposible- casi desde el primer día viene sorprendiéndome con su precoz autonomía. Trato de educarlo, le dicto cosas que supongo me pertenecen, y él, casi de inmediato y sin pedir permiso, las convierte en su propia palabra. Una palabra que yo siempre supuse poco segura, inestable, balbuceante, pero con la que ha logrado muy pocos enemigos, un montón de amigos eventuales y algunos seguidores cariñosos y pacientes que, supongo, están esperando que este niño-bollo, sin fermento ni levadura, crezca de una buena vez, deje de decir pavadas y descubra algún secreto universal que tenía guardado entre sus harinosos pañales.
Producto sin intermediarios, made in Bertini, el pequeño pedazo de pan sigue siéndolo, porque finalmente, ¿que son cinco años sino la cuarta parte de nada?
Nunca hubiera imaginado que esta creación desprolija -bonita y descriptiva palabra argentina que aquí nadie usa-, fruto de la tozudez de una madrina inesperada, que ahora mismo, como muchos otros, se ha alejado de mi vida (aunque en este caso, y afortunadamente, no de la vida misma) idea-regalo de una agitada compañera de juegos y delirios que en aquel otro nueve de noviembre de hace cinco años decidió que para festejar el día de mi cumpleaños yo debía fabricarme alguna cosa como esta, extraño artilugio virtual donde volcar deseos y experiencias, fantasías y realizaciones, gustos y desagrados. O sea, todo aquello que supuestamente conocía.
Jamás se me ocurrió pensar, lorquianamente, "Así que pasen cinco años..." Pero es casi lógico: tampoco nunca pensé que llegaría a la edad que tengo. Romanticón idiota, pequeño burgués de ciudad con sus necesidades primarias bien cubiertas, me inventaba muertes prematuras para darle alguna razón a mis lamentos.
Hoy, mirando hacia atrás sin ira, con toda la nostalgia, la ternura, la tristeza, la piedad y el desconsuelo que nos da el recordar lo ya vivido, agradezco a los dioses que no hayan escuchado mis pueriles deseos, permitiéndome vivir hasta este nueve de noviembre de 2011...
El mismo año en que corroboro que este intrascendente cachito de pan, siga o no siga su andadura, ya se ha convertido en un cacho importante de mi vida.

miércoles, noviembre 02, 2011

(in) CERTIDUMBRES


...definitivamente: no me gustó Contagio. La encontré indecisa, ladina, bienpagá, amenazante, casi estúpida.
Kate Winslet donando su manta algo raída, y más que sucia, como compañera de último suspiro a un compañero de "internación" tiritante y tan moribundo como ella, resulta entre cursi a lo Lilian Gish y apabullante a lo Carmen Sevilla.
¿Son malos los internautas y buenos los laboratorios y las multinacionales? ¿Contagian los cerditos chinos de la misma manera en que los juguetes fabricados por los orientales pueden asfixiar a los niños occidentales con sus componentes fácilmente desprendibles?
Dudo. No me gusta. Me crea tanta desconfianza como los discursos democráticos de Botín o Berlusconi.
Al día siguiente veo The Road, otra de catástrofe. Impactante caracterización de Vigo Mortensen, espeluznantes escenarios naturales fotografiados con mano maestra por Javier Aguirresarrobe, pero...
¿tenía que ser una Coca Cola de envase herrumbrado el regalo del padre a su hijo?
Así como encuentran frutas enlatadas, cheetos y otra comida basura, ¿no podrían haber descubierto una buena provisión de confituras caseras?
Dudo. No me gusta. Me crea tanta desconfianza como las previsiones económicas de banqueros y multimillonarios, como esos políticos que, aún en el gobierno, prometen lo que harán en el futuro si decidimos votarlos el 20 de noviembre.

miércoles, octubre 26, 2011

Pina Win, Evita Wins


Veo Pina, la última película de Win Wenders. Está rodada en 3D, un artilugio tecnológico resucitado del baúl de los recuerdos cincuenteros para que los insatisfechos de siempre crean ver algo más que danza, más que sentimientos, más que destreza y trabajo, más que arte puro en absoluto estado de gracia.
Esta mujer descarnada, de puro nervio y hueso, no sólo tenía ideas, además sabía muy bien lo que era un espectáculo teatral. Win Wenders, el del amigo americano, el cielo sobre Berlín y alguna otra película de cuyo nombre prefiero olvidarme, a veces, por momentos, posee ese profundo conocimiento de la Bausch o al menos se deja llevar por él. En este film Wenders se olvida bastante de si mismo, de sus habituales escarceos con "lo poético", para adentrarse en el mundo de la protagonista, Pina : un paisaje nada fácil, en absoluto celestial, poblado por seres inquietos, ansiosos, magullados, alejados de todo gesto o intento angélico.
¿O acaso podríamos confundir a esos partenaires estáticos que apenas sostienen a su pareja -vacía de voluntad, hueca, entregada al abandono de sí misma- con aquellos seres alados del cielo berlinés? Sin embargo, puestos los pies sobre esta tierra hostil, la mirada del director alemán sabe descubrir, y descubrirse, la ternura infinita de la compatriota, su capacidad para rescatar el susurro de una leve caricia entre el ensordecedor fragor de la batalla.
Más allá del prescindible 3D, resulta brillante la idea de mostrarnos las coreografías de Pina Bausch bailadas al mismo tiempo por los jóvenes bailarines de la compañía actual y algunos de los intérpretes que las estrenaron y, milagro de la danza y el trabajo duro, serio, sostenido, aún hoy siguen haciéndolo con la delicadeza, la fuerza, la entrega, la precisión del primer día.
"Danzad, danzad, si no lo hacéis estamos perdidos", decía Pina Bausch, como si la danza fuera un exorcismo que puede librarnos de todas las desgracias humanas o tal vez un gesto mágico capaz de liberarnos de esas desolaciones del alma, de esos castigos de un cuerpo que, al no encontrar destino en otros cuerpos, se vuelve ciego, hundiéndose en la desesperación, la locura y el estremecimiento.


Al día siguiente y por una invitación afortunada, voy al pase previo de La sombra de Evita, un "documental histórico" dirigido por Xavier Gassió, sobre la figura y la vida de la cada día más moderna Eva Duarte de Perón. Centrada en su exitosa visita oficial a España -"Cuando quiera llenar de nuevo la plaza, me avisa", cuentan que le dijo en algún momento al por ella poco apreciado General Franco- el film resulta esclarecedor en muchos aspectos y contiene algunos documentos gráficos tan reveladores como poco conocidos. Entre tanta joya documental hábil y cuidadosamente guardada, encontré un detalle mínimo que encuentro define la personalidad de esta mujer fascinante, tan sensible como arrolladora: al bajar del avión que la trajo a España, con toda la tiesa corte del Generalísimo formada para cumplir con la ceremonia oficial de recepción, Evita se detiene para dar la mano a la azafata que espera al pie de la escalerilla. Con ese gesto cotidiano echaba por tierra todo el protocolo reverencial previsto, de auténtica jefa de estado, mostrando una vez más que su lugar no estaba al lado de aquellos personajes sombríos, defensores acérrimos de unas estructuras que ella se había propuesto conmover.
Sin duda alguna, La sombra de Evita ilumina algo más la imagen de esta mujer deslumbrante que en solo 33 años de vida cambió la historia de un país, convirtiéndose en uno de los mitos insoslayables del siglo veinte.
Quizás sea interesante ver que hacen los artistas jóvenes argentinos con ella, convertida ahora en personaje de un dibujo animado que narra, también, su historia.

sábado, octubre 22, 2011

¿Conocés a Blajaquis?


La pregunta me la hizo Jorge Zentner ayer, en el mismo email donde, parco, escurridizo, bien educado, agradecía su inclusión en transAtlánticos.
Copiando su estilo evasivo, algo agotado yo por la última marea de esquelas y presentaciones, ni siquiera me entretuve en contestarle. A cambio hice lo que hubiera hecho cualquier jovencito de hoy con una "máquina" al alcance de la mano: tecleé el nombre en el buscador para saber de qué mierda me estaba hablando.
Apareció este tipo, mezcla rara de vaya a saber cuántas cosas a las que yo no quiero ni puedo ni sé ponerle nombre.



Sepan ustedes, más laboriosos, perdonar la fiaca que me invade (tango, tango...)
Si les interesa el tema, si les resulta interesante el personaje, búsquenlo por la red: la entrevista sigue y sigue y casi no tiene desperdicio...

Posdata: aquí al costado les dejo la posibilidad de hojear o leer transAtlánticos, el libro.

sábado, octubre 15, 2011

el 19 a las 19


Para abrir boca, para entretenerlos, para poner música de fondo a vuestra lectura minuciosa de los cincuenta apellidos presentes en la cubierta, para acompañarlos hasta el 19 a las 19 horas, en que los acompañados seremos nosotros, aunque también como sencillo homenaje a mis grandes fracasos y esperanzado acompañamiento de mis pequeños triunfos, les dejo dos canciones.
La primera tiene letra de uno de los autores presentes en el libro, Raúl Núñez.
La otra no.



martes, octubre 11, 2011

un martes tras otro



Nunca me gustó estar, sentirme enfermo. Y no hablo de enfermedades graves, fatales, de dudosa resolución, sino de esos desarreglos físicos que nos obligan a guardar reposo, a consumir medicamentos y a dormir más de lo habitual. Siempre me pareció que eran una estúpida pérdida de tiempo, un suplantación molesta de la vida normal, un encierro obligado, involuntario; un agujero sin solución en tu agenda anual de actividades.
"Desde el lunes tal de tal hasta el lunes tal de cual, guardé cama por una indisposición que, a pesar de su ligereza, no me permitió desarrollar mi vida habitual..."
Guardar cama, decían mis parientes. Estar encamado, se decía en España hasta hace unos pocos años atrás, causando entre estupor y risa a los argentinos que, recién llegados, todavía conservaban la sana costumbre de encamarse acompañados y con la esperanzada intención de probar sus fuerzas en trajinadas contiendas, generalmente gratificantes.
Cuando estás enfermo, o indispuesto (no es necesario exagerar con los síntomas que te aquejan) te parece que ya nunca volverás a la normalidad...
Mientras, entre tu "nada que hacer" y tu "el cuerpo no me permite hacer casi nada", paseas por la red en busca de consuelo.
Allí está Robbie W, un tipo que se parece a tus amigos de Buenos Aires, canalla y tierno a la vez, tan egocéntrico como entregado, tan cariñoso como castigador. Hace unos años, paseando por un FNAC parisino, lo encontré, enorme, luminoso y virtual, cantando como nadie temas del clan Sinatra, ese mítico Rat Pack de muchachos tan malos y enamoradizos como él. Salí del local con el vídeo entre mis manos y el corazón saltando de alegría. Me gusta mucho este tipo ambiguo, asimétrico y moderno. Se nota que ha tocado varios límites y finalmente decidió no traspasar la frontera, quedarse de este lado. Fiel a sí mismo, pero con nosotros.













Autorretrato por Bertini

martes, octubre 04, 2011

Nick Cave, el otro


Hay un Nick Cave blanco y sombrío, voz cantante de unas malas semillas musicales, australiano de origen, primo hermano físico de Benjamin Biolay y pariente sonoro muy cercano de Tom Waits, Leonard Cohen, Marianne Faithfull, Lou Reed, Patty Smith y, me atrevo con esto, del menos centelleante de los Bowie posibles.



Hay un Nick Cave negro y colorido, autor de trajes sonoros de aire tribal que convierten al cuerpo que los lleva en una excusa necesaria para el movimiento, en un mecanismo imprescindible para ese susurro, a veces casi imperceptible, de los diversos materiales usados para construirlos.
Trajes habitáculo para cubrir cuerpos que, con modesta arrogancia, desean llamar la atención sin ser vistos. Cuerpos peana para exhibir esculturas blandas de amoroso canibalismo cultural y artístico.




Cada uno como otro del otro.


Chau. Hasta un día de estos. Los dejo con ellos.

lunes, septiembre 26, 2011

misterios, muertes, cajas cerradas


Cuando se estrenó Belle de Jour, en el cada día más alejado Siglo Veinte, los críticos y especialistas de cine se preguntaban sobre el contenido de la pequeña caja que el actor Pierre Clementi (1942/1999), en un personaje cargado de sadismo, voluptuoso y vil como él mismo, mostraba con gesto amenazante a la atemorizada, aunque sin duda muy gozosa, Catherine Deneuve.
¿Qué demonios había allí adentro? Todos pretendían tener la verdad, conocer el secreto, y el tema, un detalle más en una película cargada de imágenes ambiguas, inquietantes, daba para llenar columnas y columnas de periódicos y atraer abundante público a sesudas mesas redondas, entre cinéfilas y psicoanalíticas.
Reconozco que nunca me preocupó demasiado el contenido de la pequeña caja, subyugado hasta la náusea por las manos morbosas, enfermizas, corrupt(or)as del por aquel entonces joven actor francés. Ahora mismo veo a Clementi, que pasado mañana hubiera cumplido 69 años, como un desperdiciado y económico conde Drácula, ya que no hubiera necesitado maquillaje, vestuario ni atrezzo alguno para hacer creíble su papel de maitre del vampirismo universal.
(...Horas después de colgar el post, Alfredo e Isabel aclaran mi confundida memoria: gracias por ello. Preferí otorgar la propiedad de la misteriosa caja a Clementi cuando en realidad su dueño era un señor algo obeso que preferí olvidar. Supongo que mi memoria, selectiva y sobrecargada, algo estrecha para aceptar según qué humillaciones, prefirió las uñas largas del actor francés a los pliegues sebosos del para mí desconocido actor oriental...)
Agobiado con un calor que a pesar de lo que dice el calendario se niega a abandonar la escena, impactado por los vaivenes de la cada día más crí(p)tica economía mundial, aburrido hasta lo indescriptible por unos políticos carentes de cualquier propuesta medianamente honesta y/o esperanzadora y bastante más que indignado, enardecido por los que exigen libertad para seguir torturando animales en nombre de una supuesta cultura que no todos compartimos, buceo por la red buscando imágenes, músicas, historias que me saquen de esta inopia que empiezo a suponer virósica y, rodando, rodando como Santa ¿Eulalia? dentro del tonel, me encuentro a la última chica mala del pop:



(lo dice ella, lo aúlla en realidad: tú lo sabes, no soy buena) domesticada al fin, vestida de absoluto, riguroso luto, en medio mismo de un cementerio decadente y rodeada de otros deudos que la observan compungidos.
Mientras su voz en off nos cuenta una historia vulgar, mil veces contada:
He left no time to regret
Kept his dick wet
With his same old safe bet
Me and my head high
And my tears dry
Get on without my guy
You went back to what you knew
So far removed from all that we went through
And I tread a troubled track
My odds are stacked
I'll go back to black
We only said good-bye with words
I died a hundred times
You go back to her
And I go back to...

la vemos arrojar con gesto indolente algunas flores blancas sobre una caja cuadrada que contiene...¿qué demonios contendrá esta caja?
Yo tengo respuestas; más que algunas, varias, pero quizás entre todos ustedes, los que a veces me leen, alguno conozca "La Precisa", que decíamos en mi barrio.



Y como no hay dos sin tres y una trashumante Mary Poppins me envía dos días después este magnífico regalo, lo comparto con ustedes. En Cuerpo, en estos momentos bastante maltrecho, y en Alma, dolorida pero aún entera.

martes, septiembre 20, 2011

temores, miedos, todas esas cosas...


...gira que gira la basura espacial... hasta allí hemos llegado, convirtiendo toda nuestra herencia cultural en este futuro legado arqueológico de basuras y residuos, en un LP hediondo con música de catástrofe... un trozo de satélite de ciento cincuenta kilos puede caer sobre tu, nuestra cabeza, y los bustos parlantes lo anuncian así, alejados de toda preocupación, con una sonrisa clásica de telediario... se supone que no tocará tu cuerpo: la posibilidad es de una entre 3000 personas, pero como tal vez no tienes algo mejor en qué pensar se te ocurre calcular cuántos espectadores hay en un estadio de fútbol, cuánta gente pasa por un punto preciso de las ramblas durante una cierta cantidad, escasa, de tiempo, entonces la probabilidad no te parece tan lejana y ya te imaginas aplastado contra el suelo: un gesto pictórico sobre la baldosas dibujadas de Gaudí, tus pulpas formando parte de un dibujo sangriento que cambiará, tiñéndola, la gris, beige, verdosa monotonía de su muy transitada superficie...da igual te dices, de algo hay que morir, y entonces piensas en las veces que te han asustado, amenazado, coartado con este tipo de noticias: la gripe asiática, el mosquito tigre, la bomba de neutrones, las enfermedades venéreas, la invasión de los piojos escolarizados, las vacas locas, los pepinos radioactivos, la debacle económica mundial... y el sida, por supuesto... no todas fueron falsas alarmas y lo demostraron llevándose a un montón de amigos, por tanto continúas prestando atención a las noticias, sigues divagando sobre la posibilidad de que alguna vez te toque a ti, superviviente... ¿qué cuánto tiempo le dedicas a ese ejercicio malsano? nadie debe preocuparse: sólo unos escasos segundos de tu día, ya que después tienes que ocuparte del gato Federico que pide su cepillado diario, de tu estómago que demanda comida, de tus blogs y tus faces, de tu trabajo cotidiano y tus placeres esporádicos... y a veces, no muchas, tienes la suerte de asistir al acto de entrega de los premios Terenci Moix -sí, el escritor catalán ya fallecido, ese mismo tipo que alguna vez te entregara un premio vertical y erótico-, y encontrarte allí, entre cristales, azulejos y piedras modernistas, con algún que otro amigo, con varios conocidos, con la presencia imponente de un mito del periodismo, Jean Daniel, creador y director de Le Nouvel Observateur, con la voz magnífica y el porte aniñado de Miguel Poveda, con el discurso irreverente de la fotógrafa Colita, con la anécdota divertida de Carles Santos y la música fragmentada de Mauricio, de Olvido... y finalmente, aunque no deberías decirlo, con todas las notables ausencias de tu vida...










Fotos: Miguel Poveda, Colita con Ana María Matutes y Teresa Gimpera, Jean Daniel, el poeta Adonis y su intérprete susurrante, la violinista Olvido, el escenario vacío; todas por Bertini

domingo, septiembre 18, 2011

Un cielo de color metálico


La plata, así, en letra pequeña, es el dinero de los argentinos; un sinónimo culto de esa guita porteña que ahora se muestra en todo el mundo tan esquiva y fluctuante, tan ligera y mobile como una voluble dama -más verde que verdiana- de gran ópera clásica.
La Plata, en este caso con notables, enfatizadas mayúsculas, nombra a la amplia ciudad capital de la provincia de Buenos Aires, entre dueña y tocaya de ese río color de león, (poético eufemismo para enmascarar su condición fangosa, tan alejada de las familiares transparencias mediterráneas) que resulta ser el mismo río de sueñera y de barro por donde llegaron los barcos ¿fundadores? de la mítica, eterna patria borgeana.
Cuna y refugio de algunos amores, de muchos familiares y amigos, La Plata con mayúsculas esconde entre sus pliegues marmóreos tesoros como este que encontré hoy mismo, hace apenas unos minutos, mientras buscaba los cortos animados del sudafricano William Kentridge.
Joya, que no taxi, dirían los vendedores argentinos de autos usados. Melodiosa y sencilla, búdica sin bar, ideal para una tarde lluviosa, casi otoñal, en la todavía veraniega Barcelona, esta muchacha se llama Fer López Camelo y cubre con esponjosa cadencia mi provisional, al menos esto espero, ausencia de palabras. Que la disfruten tanto como yo.




jueves, septiembre 08, 2011

Pantano florido



Un tipo muy joven de apellido Pantano, hijo de un subcomisario de la policía bonaerense argentina, mató a tiros a un adolescente de 17 años cuando este salió en defensa de una joven amiga a la que el tal Pantano intentaba atracar.
El muerto, un chico "de buena familia", muy apreciado por todos sus conocidos, era estudiante de cine e hijo de una prestigiosa filósofa argentina. Se llamaba Ezequiel, un nombre que en hebreo significa Dios fortalece y remite a un antiguo sacerdote judío de Babilonia, famoso por sus profecías.
Después de cometer el asesinato, el joven Pantano se refugió en su casa y por temor a ser reconocido cambió de identidad. En el nuevo documento se apellidó Flores.
Un tan tardío como inútil intento de escapar de ese pantano familiar que al final, supongo, lo tragó para siempre.

Fotografía de Letizia Battaglia

viernes, septiembre 02, 2011

Poco o mucho té


Ese tipo tiene poco té, dicen los japoneses amantes de esta infusión cuando alguien es desvaído, ignorante, poco sutil, nada refinado, zafio, iletrado o simplemente tonto.
Por el contrario, si resulta que el sujeto está demasiado metido en sí mismo, es poco afecto a conectarse con todo aquello que sienta ajeno a sus intereses personales, afirman que está excedido de té.
Hoy, recién levantado de la cama, me preparé un té rojo para, como cada día, sentarme frente al ordenador, abrir el correo, contestar algunos emails, desechar otros y hacer el solitario al que adjudico propiedades de despertador de mis neuronas.
Distraído con el plumbago florecido del balcón de mi estudio -en Argentina lo llaman jazmín del cielo por el color luminoso, realmente celestial, de sus flores- volqué un poco de ese té golosamente endulzado con miel y apenas aclarado con una nube de leche de soja, sobre la mesa sobrecargada -aunque siempre con cierto orden que José Luis Giménez Frontín encontraba admirable- de papeles, libros de consulta, chirimbolos variados y diversos objetos de uso cotidiano.
Mi dosis de té diario (tres o cuatro vasos altos, de los de refresco o agua) debe estar muy equilibrada: en vez de desentenderme del enchastre o castigarme por la torpeza de mi gesto, decidí que era una buena oportunidad para ordenar, limpiar, poner al día la mesa desde donde trabajo, y también me entretengo, con el ordenador.
La anécdota no importa demasiado, lo sé, pero me hizo pensar que hoy debía hablarles de este libro tan breve como fundamental: El libro del té de Okakura Kakuzo. En diferentes ediciones siempre estuvo en mi casa, cerca de la mano y los ojos, salvo en los momentos, varios, en que lo presté y no me fue devuelto, o aquella otra vez en que descubrí que unas polillas, tal vez gourmets, no necesariamente japonesas, habían devorado gran parte de sus, supongo, aromáticas y revitalizantes hojas.
Y, con mis disculpas, dejo esto aquí. Bulle el agua en la pava eléctrica, llamándome con insistentes silbidos de repartidor de barrio. Quiere recordarme que había decidido tomar otro gran vaso de té; esta vez un ahumado, fragante y chino Lapsang Souchong.

"Un extranjero se sorprenderá de que hagamos tanto ruido por tan poca cosa. ¡Qué tormenta en una taza de té!, dirá.




















Pero si consideramos cuán pequeña es la taza del goce humano, qué deprisa se llena a rebosar de lágrimas, con qué facilidad la vaciamos hasta las heces en nuestra inextinguible sed de infinito, no nos reprocharemos el hecho de dar tanta importancia a una simple taza de té. La humanidad ha hecho cosas peores. Hemos realizado demasiados sacrificios en el culto a Baco e incluso hemos transfigurado la sangrienta figura de Marte. ¿Por qué no consagrarnos a la reina de las camelias, deleitándonos con la cálida corriente de simpatía que fluye de su altar?" Okakura Kakuzo, El libro del té.


Ilustran: Jazmines del cielo en el balcón y Las teteras peregrinan a su fuente, fotos de Bertini.

jueves, agosto 25, 2011

Poetas Argentinos de/en Barcelona


Terminó la cosecha, comenzó la impresión.
Este libro, con toda seguridad "imperfecto", entrará a máquinas en estos días. Retrasado por las vacaciones y a pesar de los agoreros de siempre -"los argentinos son unos negados incapaces de hacer nada, unos fracasados e ineptos", (en realidad sólo dos esquivos personajes que pretendían certezas imposibles en un vano intento de cubrir las propias inseguridades)-, el proyecto transAtlánticos está a un paso de convertirse en libro.
Como compilador novato -nunca es tarde cuando el deseo es fuerte-, agradezco a los otros cuarenta y nueve poetas por su obra, no menos que por su cálida prontitud en la respuesta. Todos los demás merecidos agradecimientos están en el libro.
Esperamos hacerlo digital a la mayor brevedad posible para que todos los que lo deseen puedan disfrutar de él.

Los dejo con Loquillo, cantando el poema de uno de los autores de transAtlánticos, Raúl Núñez, musicado por Gabriel Sopeña.

sábado, agosto 20, 2011

Bailar, con B de Bob (Fosse)


No hay buenas noticias, queridos míos, salvo que Doris (Mary Ann Kappelhoff) Day, esa chica con aspecto de ruda granjera germana, enérgica y precisa bailarina, cantante de voz blanca y perfecta dicción, insólita actriz de Hitchcock, compañera cinematográfica de Frank Sinatra, James Cagney, Cary Grant, James Stewart y del su también amigo, Rock Hudson, defensora activa de los derechos de los animales, a meses de cumplir los 88 años y con más de seiscientos cincuenta canciones grabadas durante su larga y brillante carrera, sacará un nuevo disco - My Heart- en los próximos meses.
Como siempre, el arte nos salva de la (auto)destrucción.
Agosto laborioso y viajero, los dejo en compañía de Bob Fosse, otro muchacho de múltiples habilidades que decidió acabar con su vida y su brillante, creativa carrera, a fuerza de cigarrillos (seis paquetes diarios), pastillas y excesivo trabajo.
El emparejamiento de Bob y Doris no es tan arbitrario como parece: el musical-homenaje sobre la obra de Fosse comienza con una de las canciones que la cantante incluirá en su nuevo álbum: Life is Just a Bowl of Cherries. Una definición que quizás contentaría a los azorados, patidifusos Monty Python.
A tener en cuenta la primera frase de esta canción: "people are queer". Leída hoy mismo, con las huestes sacralizadoras sueltas, resulta como mínimo inquietante.
¡A bailar se ha dicho!










martes, agosto 16, 2011

TR3S PELÍCULAS TR3S




Hace calor. Si tienen modorra y muy poco que hacer, además de un buen sofá, aire acondicionado, bebidas refrescantes y ganas de darse un paseo por historias contundentes, emotivas, bien filmadas, aquí les dejo estas tres sugerencias, todas estrenadas en los lejanísimos setenta. En su momento produjeron un montón considerable de emociones, algunas quejas de los bien pensantes, un puñado de excelentes críticas y diversos desagrados pastorales.
Lindsay Anderson, Philippe de Broca y Bernardo Bertolucci, sus directores, son tres nombres importantes de la historia del cine, pero además transitan por ellas Jeanne Moreau, Malcolm McDowell, Jean Louis Trintignant, Dominique Sanda, Stefania Sandrelli, Alan Price, George Delarue, Vittorio Storaro, Alberto Moravia actores, músicos, fotógrafos y escritores maravillosos en su mejor momento.
Yo no volví a verlas, pero me atrevo a decirles que lo intenten. Hablan de conflictos sociales y humanos aún no resueltos y lo hacen con la inteligencia lúcida y creativa de aquellos años ilusionados.
¡Suerte! Me voy unos días...pero volveré.

sábado, agosto 13, 2011

puntos en suspensión...


...hacer sonar palabrotas en tu cabeza no es la mejor manera de ahuyentar a los fantasmas que te acechan a cada instante, esos mismos fantasmas que amenazan con arrojarte por el balcón cuando riegas tus macetas, que distraen tu atención con un sinfín de tonterías -sonidos, presencias, imágenes antiguas, rememoraciones edulcoradas que poco tienen que ver con esa realidad que de cualquier manera siempre es inventada: una fantasía más de tus deseos...
...distraen tu atención los fantasmas, decía, para que no mires la luz del semáforo antes de atravesar la calle; o manipulan los cuchillos más afilados de tu cocina, intentando que en lugar de cortar al medio un tomate, tan rojo como nunca podría ser tu sangre, lo claves de un solo golpe en tu corazón...
...y vas al teatro para entretener tus horas y te emocionas hasta las lágrimas con la historia que se teje en tu cabeza, mucho más, en primerísima y personal instancia, que con aquella que te cuenta Arthur Miller, un escritor cercano, antipático, seco, relativamente amistoso, en absoluto enemigo; muchacho alto, gafas de superhéroe miope con armazón de pasta, intelectual comprometido, pedrusco en los zapatos de una sociedad muy bien calzada, que se casó por y para las revistas -cuánta Life hubo en nuestras vidas- con una mujer-símbolo del siglo pasado: Marilyn Monroe, una depresiva de ternura sexy, una minusválida que buscaba en él, al menos eso es lo que nos cuentan las leyendas mediáticas, un pene bastón, una polla remedio, una pija incisiva que cortara de un solo golpe las raíces de su desventura, y, al mismo tiempo, e inclusive unos cuantos minutos antes, una cabeza refugio que la salvara de su irreversible (y esto se demostró después, cuando la escena final con barbitúricos, cama deshecha y sabana arrugada, dejó claras las cosas), quizás innata, propensión a la autodestrucción y la locura...


Mira si al final de la historia resulta que no hay otra lectura sino esta lineal, sin encubrimientos ni conspiraciones, y Amy Wine-house somos todos: borrachos de desesperación, atrapados en nuestros desgraciados síntomas y drogados de ensimismamiento.
¿Y si también fuéramos Janis Joplin, y Kurt Cobain, y el pobre tipo "anónimo" -nadie lo es en realidad para su familia y sus amigos- que salta sin necesidad de fotógrafo dándole la orden, desde la terraza de la pedregosa y misteriosa Pedrera para estrellarse contra los catacumbas epidérmicas de un deconstruído emblema turístico que recauda millones de euros y muy pocas, casi ninguna sonrisa. Un edificio escenográfico, dramático, oscuro. El escenario perfecto para cualquier tipo de crimen, muy parecido al que montaste en tu cabeza, aunque este lo hayas levantado sin cimientos sólidos, por pura necesidad, por puro, maduro y letal aburrimiento.
Antes de morir, prefiero la muerte.
Arrepiéntete por lo que has hecho, pecador, y no por lo que puedes hacer y no haces
. Frases de mingitorio, de chasis de autobús antiguo, de gurú de feria.
Aprendiendo a vivir se va la vida. Palabras. Palabras. Palabras. Escritas con la tinta alterable de nuestra infancia, azul de eureka, diluíble en lágrimas, manchón y cuenta nueva.
¿Qué decirle al corazón, que no escucha ni habla, para acallar sus gritos de atención?
Te arrojas en tus propios brazos. Acaricias tu dolor como si fuera una mascota moribunda.
Te sumerges para no ahogarte. Te enciendes como un fósforo para no convertirte en cenizas.

sábado, agosto 06, 2011

Tomar Sol



Millones de personas se lanzan a las playas buscando cambiar(se) a fuerza de sudores y amontonamientos el color de la piel: blanco despigmentado de ordenador, televisión y luz eléctrica por un más que dorado e imperial Obama.
Mientras tanto, al mismo tiempo, unos pocos cientos que quizás no tengan siquiera la posibilidad de hacer vacaciones, se lanzan a las calles munidos de pancartas, manos limpias y huesos resistentes para que los pongan moraditos a golpes y patadas.
Unos toman sol, los otros pretenden tomarla pero no los dejan. Imagino que los que dan órdenes impías para reprimir a los segundos se encuentran, es un decir, entre los primeros, aunque sus cuerpos aceitados descansen en reposeras de mejor diseño, relajadamente aposentados en playas más privadas y refrescándose en remotas calas exclusivas de transparentes aguas o en espléndidas, aturquesadas piscinas propias.
El mundo, mi mundo, se resquebraja. El planeta resistirá nuestras tropelías, supongo, aunque día sí y día no pretenda, y consiga, quitarnos de encima como si fuera un perro lanudo que sale del agua. Yo, atado a la mesa de trabajo por propia decisión y sin buscar nada especial, encuentro a un viejo amigo, Julio Sosa, tan virtual como la mayoría de los que tengo en facebook. Uruguayo, varonil a la antigua, con dicción impecable y dramatismo preciso, siempre ha sido para mí un cantante casi perfecto.



Sin embargo hoy mismo, cosas de los links que nos llevan, curiosos, de un lugar a otro, me encuentro con Juan Carlos Baglietto, un baladista rockero que, llegada la no siempre "sensata" madurez, decide (re)visitar el tango. No es un apuesto metrosexual de revista; algo mas que maduro, le sobran algunos kilos y le faltan bastantes pelos. A pesar de esto o tal vez por ello, es de verdad maravilloso. Demuestra que se puede ser sensible sin empantanarse en la cursilería, que se puede ser hombre sin caer necesariamente en la patética y cada día más prescindible, inoperante, castradora, caricatura del macho.


jueves, agosto 04, 2011

Un premio de Serie B


No he vuelto a presentarme a concursos literarios desde que en mi primera y única experiencia como concursante gané La Sonrisa Vertical de editorial Tusquets, pero esta convocatoria me pareció interesante porque:
2. Se aceptará como Serie B cualquier texto poético que se centre en los siguientes subgéneros: Policiaco, Western, Terror, Ciencia Ficción.
No tenía nada escrito que cumpliera con esos requisitos, por tanto estaba obligado a probarme en un campo que nunca había experimentado. Acatando con gozo casi infantil los requisitos de la convocatoria, escribí especialmente un texto que envié cinco días antes del vencimiento por correo electrónico y adjuntando mis datos personales, tal cual pedían las bases.
Si bien el punto 12 dejaba bien claro que:
12. Los originales no premiados se eliminarán tras el fallo del premio y no se mantendrá correspondencia alguna sobre ellos,
supuse que sí se acusaría recibo de los envíos. Una medida necesaria, insoslayable, para tener constancia de que nuestro trabajo había sido recibido por los destinatarios. Lo cierto es que envié dos veces todo el material pedido sin recibir respuesta o comunicación alguna. Nunca sabré siquiera si mi poema llegó a manos de los responsables del concurso.
Hoy, mirando la lista de ganadores, me entero que de la anterior edición (2010) a esta el premio se ha devaluado en una tercera parte. De 1200 euros ha pasado a ofrecer solamente 800, algo que yo ni siquiera había tenido en cuenta al presentarme y que ahora, al no haberlo ganado, me interesa aún menos. Dicen haber recibido unos 200 originales. Nunca sabré si el mío estaba entre los eliminados -dolorosa palabra, muy de acuerdo con esta semana negra, silenciosa, criminal- pero, de ser así, estoy absolutamente convencido de que mi humilde texto de serie B no se merece una desaparición callada, al más puro estilo...
Bueno, mejor no lo digo, que de boca cerrada no salen deslices.
Me callo la boca y aquí se los dejo, cariñosos amigos:


Nadie, nunca, había pronosticado aquello.
No era enero ni mayo, los temibles meses del Gran Daño
y la tercera luna mostraba su cara más amable
sobre las colinas desarboladas del cuarto milenio.
Jamás ningún oráculo había hablado de muertes ajenas,
de violencias extremas asociadas al signo
que supo bautizarlo con elegante gesto y audaz caligrafía,
sin embargo,
para desmentir con hechos concretos a todos los augures,
allí estaban, mostrando sin recato su bella desnudez,
unidos por la sombra sangrienta que enmarcaba sus cuerpos,
aquellos dos seres tan amados, ahora para siempre quietos:
tendidos a su pies, ajenos a cualquier latido, perdido ya el aliento,
aceptando en silencio lo que en vida negaran,
acatando sin quejas el inviolable poder de su invisible cetro.

Dejó caer el arma que ejecutó la furia. Todo era silencio, soledad y muerte.
De pronto pudo verse, abatido y borroso, en un torpe reflejo.
Como si fuera otro, experto en mil contiendas,
oculto, camuflado tras su traje de guerra,
aulló desesperado y escapó hacia los bosques, convertido en leyenda.


EN CUALQUIER MOMENTO, UN VISITANTE A ESTE BLOG SERÁ EL NÚMERO 200.000.
SI HUBIERA UNA FORMA DE COMPROBAR SU IDENTIDAD ME GUSTARÍA REGALARLE UN DIBUJO.

domingo, julio 31, 2011

entre paréntesis


Arisco, falto de palabras, demasiado ocupado, vago, perezoso, acalorado, introspectivo -pueden poner la excusa más simpática que encuentren- resulta que no tengo ganas de soltar muchas palabras. Termino de armar, diagramar, revisar, corregir, transAtlánticos, mi nutrida antología-listín de poetas argentinos de/en Barcelona. Ha llevado su tiempo y aún faltan detalles, así que, tratando de sintetizar al máximo, de no excederme en las apreciaciones personales, les dejo algunos anuncios-consejo que pueden seguir si es que quieren hacerlo. Son todos de alimento para los ojos; inocentes y poco comprometidos, porque quizás el martes próximo -Oh, bama, Oh, bama, oh bama e, oh bama a- se nos cae encima el imperio... y yo todavía sin nada nuevo que ponerme.
Vi la Elegy de Philip Roth e Isabel Coixet por el canal CTK de Imagenio. Siempre la dejaba para otro momento, nunca decidía elegy(rla), jejé, pero esta vez me encontró desprotegido, con las autodefensas bajas y devoré sus casi dos horas de melancolía en absoluta soledad, sin cosas de picar ni humanas compañías. Las gnossiennes del siempre oportuno Satie, indisolublemente unidas en mi memoria a Louis Malle, Maurice Ronet, El fuego fatuo, ayudan a que el tono general sea gris marengo, muy propio para este verano atípico.
Al comienzo del filme la cámara se pasea por un interior amable, culto, cálido, apetecible, mientras la voz en off del protagonista, el siempre preciso Ben Kingsley, repite una frase terrible de la "malvada" Bette Davis: La vejez requiere mucha valentía. Mi cita no es textual, pero esa es la esencia del asunto. No es un film optimista, desde ya, pero vale toda la pena que nos tira a la cara.
Como si faltaran excusas para lagrimear, ayer, después del temporal que oscureció algo más Barcelona y, ¡vaya desgracia! abatió algunos de esos árboles anónimos que nadie defiende, nos lanzamos a ver Beginners...
(Mientras escribo esto, en una ventana del hotel de enfrente, una mujer madura cubierta con un albornoz rojo fuma un cigarrillo mientras mira distraída hacia la calle, cuatro pisos más abajo. Su expresión asusta. Hace temer que de un momento a otro arroje la colilla sin soltarla.)
...retorno a los Beginners. Es una película con cartel publicitario de comedia ligera, pero yo sabía bien de qué iba la cosa por un buen amigo de Inglaterra, que no la vio pero sí la leyó en los comentarios periodísticos, y además, pensé, si hay un gay de setenta largos involucrado en el asunto y un director sensible al mando de la historia, mejor llevar pañuelos.
Pues sí, alguno...o dos, por si el primero no alcanza.



Cinco actores divinos -incluyo a la madre y al perro Cosmo-Arthur, por supuesto- en una sensible e inteligente disquisición sobre las cosas del querer, la familia, la soledad y las (in)decisiones que tomamos para huir o sumergirnos hasta las cejas en todas ellas.
La vida, en suma, incluyendo, -cómo no hacerlo si se trata de ser serios- ese fracaso final e inevitable al que llamamos muerte (lo lamento, Andrés: no pude obviarla). Si pensamos que la historia, escrita y dirigida por Mike Mills, exquisito dibujante, es autobiográfica, todo adquiere un punto de proximidad mayor, de veracidad insoslayable.

Como no todo han de ser películas, también fui al teatro. Vi, vimos,Todos eran sus hijos, del flaco Arthur Miller, alguna vez marido de la carnal Marilyn Monroe. La puesta del cada día más triunfante actor, dramaturgo y director argentino Claudio Tolcachir es sobria y respetuosa del texto. Que tampoco es para reírse. Estos tipos escribían sobre los problemas de la sociedad desde una ética personal, madura, nada sectaria, no excluyente. Gente rara, molesta, a la que gracias a las supuestas "imposiciones del mercado" y a los modernos elixires de laboratorio, hemos convertido en autores de éxito.
¡Ah!, casi me olvido: el televisivo, mediático, musical Fran Perea -el heredero, Chris Keller, en la puesta de Tolcachir- es un cielo de humildad y entrega.



Foto de Miller-Monroe: Inge Morath.

miércoles, julio 27, 2011

corina, oslo, amy winehouse


-Un pez y un pájaro pueden enamorarse, pero ¿dónde construirán su nido?
Lo dice Woopy Goldberg en Corina, Corina, una comedia inocente que resulta no serlo tanto. ¿Cómo podría ser inocente siendo que plantea una relación amorosa, en realidad el lento crecimiento de ella a través del contacto cotidiano y los pequeños (des)encuentros domésticos entre una sensible mujer negra y un joven hombre viudo, blanco y con hija pequeña al que interpreta ese mafioso asesino de ojos claros que se llama Ray Liotta?
Era sábado y me había tirado a dormir alguna película digestiva de la tarde para prevenir posibles cabezazos en una reunión nocturna con comida japonesa y, supuse mal, no menos oblicuas charlas psicoanalíticas.
Me desperté para ducharme y lo hice entre escalofríos. El agua estaba en su punto justo, pero el mundo había girado algunos grados más hacia el horror y la desesperanza.
Noruega, sí, pero también Amy Winehouse: ¡pobre muchacha loca, qué poco le duró la vida! Mientras veía por la tele estropicios variados y cadáveres nórdicos afeando el plácido orden de las calles céntricas de Oslo, no podía apartar de mi cabeza la imagen de la incómoda cantante, ahora ya muerta y, para mí, con las medias rotas.
No podía imaginarla de cuerpo entero, ni siquiera pretendía hacerlo -algo me decía que la situación en que la habían encontrado no sería para nada agradable, muy poco apropiada como aperitivo de mi sushi dinner posterior- sin embargo se me aparecían una y otra vez sus piernas quietas, cubiertas con unas medias largas, calzas en realidad, de tejido grueso y dibujos de colores vivos -calaveras, estrellas, corazones, porros o jeringuillas- profusamente salpicadas de enganches, corridas y grandes agujeros.
Como nunca fue una top-model anoréxica, ni una actriz joven con problemas amorosos, ni una antigua miss en depresión aguda, ni una pobre heredera desgraciada, abundarán los tópicos lagrimeos mediáticos, aunque esta vez nadie dirá, espero, aquello tan resabido de la muñeca rota.
Mientras tanto, los que de verdad la querían, los que amaban su voz especial, ella sí rota con la desgarrada ternura de un viejo par de medias, encenderán una vela en su memoria, escucharán sus pocos discos editados, aumentarán las ganancias de la casa productora.
Pasado algún tiempo -él siempre pasa, inexorable- su imagen icónica se convertirá en póster y película, en chándal, coche o camiseta; será una ilustración más en la Guía Universal de Muchachas Descarriadas.
Y es que la cosecha de mitos malditos nunca se acaba.

Retrato de Amy en técnica mouse por Dante Bertini.

viernes, julio 22, 2011

Freud, el otro



Descubrí a este Freud otro, hosco hombre de imágenes que no de palabras, en la abarrotada cubeta de una librería parisina, hace ya un buen montón de años.
La sorpresa fue grande. Antes de abrir aquel folleto-libro algo ajado que tenía ante mis ojos, yo esperaba encontrar manchas metafóricas, abstracciones de color; a lo sumo signos, fórmulas o símbolos indescifrables. Cuando separé las manos hacia los costados, separando al mismo tiempo las páginas satinadas de aquel libro en un gesto mecánico, propio de un negligente (h)ojeador de librería, me sorprendió esa explosión de humanidad cercana, esa galería de rostros evasivos, vacilantes, intensamente humanos. No esperaba encontrarme con aquella planta tropical domesticada, tan alta como el hombre que la había pintado: arrinconada y sola como él mismo, conservando como él sus hojas muertas, su pasado mustio, acartonado, anclados los pies a un oscuro suelo de madera. Me sorprendí espiando por la ventana que da a un cultivo de basuras, o frente a aquella niña con ojos como hojas frescas o a la mujer rubia que despierta o convalesce en un hotel ¿de encuentros furtivos? mientras su partenaire la observa desde las sombras de un contraluz más cinematográfico que pictórico.
Pasaron los años y su pintura no se separó nunca más de mi. Lo vi adentrarse en la materia, olvidar la metáfora, la veladura, las supuestas elegancias estilísticas, para descubrirnos, descubriéndose, una realidad más carnal y desprovista de coartadas.



Nieto de aquel Feud que desnudó nuestro inconsciente buscando esa verdad siempre evasiva, diversa, personal, subjetiva, desvestía sin piedad los cuerpos más rotundos buscando la ternura escondida detrás de la piel fláccida y los músculos vencidos, adentrándose en la materia que envuelve y modifica nuestros sueños.
Se retrató a lo largo de su vida con el mismo impío valor no desprovisto de ternura conque retrataba al mundo. Quizás haya llegado a conocerse en profundidad, hasta la misma médula. Es posible que siempre fuera esa la verdadera meta de su largo viaje.
A partir de ayer, de las últimas horas, hay un punto final para su obra, no así para las interpretaciones que puedan, podamos, hacer sobre ella.
Gracias por haber trabajado tanto y tan bien, estimado Lucian. Es una suerte para todos que hayas heredado la estirpe curiosa, creativa, inteligente, analítica, arriesgada, de tu también imprescindible abuelo.

sábado, julio 16, 2011

de Tigras y otros animales no menos feroces


Gracias a Diego Sabanés, anoche me invitaron al cine Alexandra para el pase único y semi-privado de una película argentina.
Se llama como el pueblo donde transcurre la historia, La Tigra, Chaco, y Fernando Godfrid, uno de sus dos jóvenes directores, contestó a mi pregunta sobre las características de su obra definiéndola como "muy chiquita". No se equivocaba. Si la comparamos con Avatar o Los diez mandamientos resulta minúscula: pocos actores, en su mayoría no profesionales, escenarios auténticos y ni un solo peso gastado en deslumbrantes efectos especiales. Aunque en realidad no tiene sentido compararlas. Una posada con encanto enfrentada sin ninguna necesidad a un mayestático hotel de siete estrellas.
Se preguntarán si me gustó.
Dan ganas de quedarse por un tiempo allí; sumergido en esos paisajes de ensueño siestero, viviendo una vida real -transparente según Godfrid- entre un puñado de personajes no menos reales, sin guión ni cuento.


Otrosí. Algunos cuantos humanos anónimos -maltrechos, lesos, indignados- hartos de ciertos feroces individuos, han decidido estropearles el disfraz, despeinarles el tupé, sacarles la careta de persona; borrarles de una buena vez y a ser posible para siempre, esa sonrisa dentífrica que se dibujan en la cara cada día, después del afeitado o los afeites.
Utilizando las pocas fuerzas que les quedan, los últimos vestigios de una cada día más desesperanzada esperanza, estos cuantos, los damnificados, acechan frente a los edificios que albergan los "téjeme un maneje" de los bien trajeados y allí los esperan, los individualizan, se les acercan y los cercan, para, después de recriminarles que sean tan indiferentes, tan corruptos, tan (in)felices sin que haya verdaderas razones para que lo sean, increparlos, insultarlos, empujarlos, zamarrearlos, patearles el culo e, inclusive, si la oportunidad se tercia, lanzar algún puñetazo directo a sus rostros rastreros, sin rastros de humanidad alguna.
No, queridos míos, mis desgraciaditos anónimos, que eso no se hace.
Es que no me gusta la violencia. La detesto. Más de una vez -disfrazada de paz, de amor, de democracia o populismo- golpeó a mi puerta, y yo, ingenuo, la abrí de par en par, para comprobar unos segundos después que ahuyentaba a mi querido gato, meaba en los rincones, destruía sin razón las plantas y, por pura aprensión al color rojo, vaciaba de carpas la inocente y muy, ¡vaya!, transparente pecera.
Entiendo que los ahora golpeados se han pasado varias estaciones y ni siquiera pueden escudarse tras el desconocimiento: la Gran Historia Universal les anuncia con fecha, hora y lugar precisos -ya sea desde el Pequeño Larousse, las innumerables mediatecas o la Gran Enciclopedia Británica- los resultados, habitualmente sangrientos, de otros casos de abuso de poder parecidos a estos. Recordemos si no, aunque con notorio gesto de desagrado y ceño adusto, al Dr. Guillotine y su afilado invento para recortar pelucas.

Llegado a este punto de tarantinesco perfil, prefiero olvidarme del mundo exterior, abandonar aquí mismo esta divagación sobre los efectos imprevisibles de la Gran Crisis y pasar con evasiva, displicente actitud, a la otra pantalla casera.
Me espera una película del mismo director de la que supongo claustrofóbica, para mi insoportablemente angustiosa, Buried.
No la he visto y no la veré. Creo que este, su primer largo, es una comedia muy, más que muy divertida, con el guapo y mullido Leonardo Sbaraglia como protagonista. Por aquí al lado, muy curioso que soy, tengo una escena de ella bajada del youtub. Se las dejo, aunque yo prefiero no verla. Me gusta llegar fresco a los filmes, que no me develen el final de los chistes y, no se muy bien por qué, me parece que esta escena contiene uno tan,pero tan grueso, que puede hacernos desternillar de risa.

Los dibujos que ilustran el texto, preciosos, son del Muy Honorable maestro Grandville.