jueves, mayo 31, 2007

emergency poncho

Atacado por un virus primaveral de orden y limpieza (el mónica's simplex friendly), revuelvo cajones rebosantes de papelería variada. Como si de publicidad subliminal se tratara, tropiezo con la etiqueta de este otro diseño de refuge wear (ver post anterior) de claras connotaciones gauchescas, aunque producido en China por una empresa vasca con sede en Santa Ana de Bolueta.
¡Aleluya las colinas! Ya podemos sortear todo tipo de emergencias sin preocuparnos por los posibles resultados colaterales.

martes, mayo 29, 2007

refuge wear

Siguiendo los sanísimos consejos de la petite v, ayer por la tarde corrí hasta la esquina deportiva de Decatlon y Balmes a comprarme un traje de la diseñadora transvanguardista Lucy Orta. No son baratos, desde ya les digo, aunque vale la pena tener alguno en épocas tan inciertas como estas. El que suscribe, hombre afortunado, encontró uno que le iba bastante bien de sisa y tenía una rebaja considerable sobre el precio de salida. Fechado en 1994, parece que a muchísima gente le da un cierto yoquesé la cifra que aparece en el apartado suma cuando se contabilizan los años transcurridos desde la edición-hechura. Por suerte yo no tengo esa manía. Será porque mi madre política siempre pensó que el trece era su cifra de la buena fortuna y una noche de excesos y confesiones, a fines del siglo pasado, en una pequeña cala de Ibiza, en medio de una Fiesta de la Luna Nueva con Camiseta Mojada y Daikiris de ron jamaiquino, presos ambos de una desorientación cósmica, producto a su vez de un psicodélico viaje astral con escala en Saturno y aterrizaje forzoso en el chiringuito "GG" (glamour gay) de la playa de Es Cavallet (nadie se podrá quejar de toda la información que estoy dándole), logró convencerme de que era mucho mejor tenerlo como amigo, al trece, digo, dado que cada mes de cada año tiene algún día llamado así y a pesar de sus malos antecedentes a nadie se le ha ocurrido borrarlo del puesto que siempre ha ocupado entre el doce y el catorce.
Para simplificar: me compré el Pink Flamingo Refuge Wear de Lucy Orta 1994 en cómodas cuotas mensuales pagaderas a partir del próximo septiembre.
-¿Se lo envuelvo para regalo?-, me preguntó la vendedora con una sonrisa de lo más Kemphor.
Le dije que no era necesario, que prefería llevármelo puesto.
Más que aliviada, la simpática mujer me dió una serie de consejos para el cuidado del titanio cementado y yo salí de la tienda tan ufano como si me hubiera comprado unas gafas Armani de última generación.
No puedo decir que sea cómodo. Tengo alguna dificultad para doblar en las esquinas y la gente se enfada cuando rasguño sus piernas con los cantos algo afilados de los dobladillos inferiores. Lo bueno es que desde que me lo puse dejé de tragarme el polvo y oír el ruido de las obras que rodean mi barrio, mi manzana, mi casa, ya no escucho el escape libre de las motos tuneadas ni el claxon fácil de los conductores ansiosos, y, ¡auténtico gran alivio!, ni siquiera me entero de cómo los políticos se reparten a su gusto y sin el más mínimo pudor los pocos votos que han logrado extraer a sus electores, conciudadanos, súbditos.
ilustración : diseño de Lucy Orta

domingo, mayo 27, 2007

acentos

Hace unos días colgué en otro de mis blogs, amorimás, un post que se llama "pérdidas". Cada vez que entro para ver qué dicen los amigos en sus comentarios, pienso que sin el acento mi texto hablaría de otras cosas y la ilustración daría pié a extrañas interpretaciones. Doy gracias al idioma, a mi idioma, que me permite aproximarme a las cosas con la ilusión de que estoy nombrando aquello que quiero nombrar. Y el inconsciente que haga su trabajo. Para eso está, el muy artero.
ilustración : anónima, extraída de la web

viernes, mayo 25, 2007

un elefante en la cristalería

No se trata del Hombre Elefante de David Lynch, con aquellas deformidades físicas difíciles de soportar; un producto monstruoso de la naturaleza para el que los únicos ámbitos posibles parecían ser los laboratorios de investigación científica o un menos prestigiado, aunque más popular, tenderete de feria.
Los protagonistas de esta película son adolescentes americanos de clase media relativamente acomodada, estudiantes de un centro educativo amplio, limpio y aparentemente bien organizado.
Sin embargo se supone que hay que contar una historia de tintes dramáticos, sangrienta y sensacionalista: la matanza de Columbine, de la que se cumplieron 8 años el día 20 de abril pasado. Será el ojo de la cámara, sin narradores en off ni explicaciones accesorias de ningún tipo la que se ocupe de hacerlo. Hay diálogos, sí, pero en ningún momento se escuchan frases trascendentes o diálogos que intenten desenmarañar la psicología de los personajes. La cámara es poco más que una mirada sin conciencia que sigue muy de cerca a los protagonistas involuntarios de esta nueva tragedia americana, desencadenada por motivos aún más difusos que los de la obra de Dreiser. Convertida en un testigo tan curioso como invisible, la cámara de Gus Van Sant no tiene las pretensiones de un dios inaccesible dispuesto a repartir premios y castigos, bendiciones y culpas. Desde la misma dimensión humana de sus protagonistas, con la casi tangible proximidad de un semejante, los sigue por interminables pasillos, recorre aulas, comedores y bibliotecas y hasta se atreve a entrar en sus casas, en sus habitaciones privadas, en su intimidad, para mostrarnos que aquí no hay fenómenos de feria con apariencia monstruosa ni desdoblamientos de personalidad al estilo del Doctor Jeckill y Mister Hyde, sí tal vez tortuosos espíritus sin piedad, productos insensibles de una sociedad equivocada.
BSO : the cars
coup d'oeil : el toro de osborne sobre la t-shirt amarilla

domingo, mayo 20, 2007

de doctores y melancolías























Hoy ví por el canal Cosmopolitan algunos minutos de una nueva versión de Doctor Zhivago. Está fechada en el 2002 y en ella Keira Knightley demuestra tener más morros que la anterior Lara, esa actriz, también inglesa, llamada Julie Christie. Cuando estrenaron la larga película de David Lean en Argentina ya era el siglo pasado y el que escribe estaba más preocupado por Bergman y sus dudas metafísicas que por los amores de aquel abnegado House de las estepas rusas. Era muy jovencito yo. Tanto como para creer que las posibilidades de una vida útil ya habían acabado para mí y sólo restaba hundirse en el oprobio, la decadencia y la muerte. De allí lo del interés por aquel Ingmar sueco con sus dioses y demonios. Una amiga vitalista de algo menos de setenta años, Bebita Ferreira, mujer de exquisita cultura, mente abierta y dulcísimo trato, me obligó a ver la macropelícula de Lean. Era amiga del director, había asistido a su estreno neoyorkino y estaba convencida de que en aquel film había una lección de vida que su "Dante, mi amor", debía aprender. A pesar de ser un jovencito "airado", un típico "contestario" de la época, yo estaba fascinado por aquella mujer que hablaba un montón de idiomas extranjeros con la misma soltura de su lengua materna, conocía todos los movimientos y pensadores más avanzados y se preocupaba por mirar cómo caminaba la gente para poder dividirlos, por la flexibilidad o la rigidez de sus caderas, en "divinos" y "sexofóbicos". En esta segunda categoría tenía ubicada a Julie Christie, porque según ella "nadie que tenga la mandibula inferior tan rígida puede ser una buena amante". Me molestaba aquella opinión porque todos veíamos a la Julie como un "sex simbol" desprejuiciado y "swinging". "No se equivoque mi amor", insistía mi amiga, "la pobrecita es un típico producto de la educación inglesa, y si se lo digo es porque yo sufrí en carne propia esa educación castradora. Pero hágame caso: a pesar de ese lamentable error de casting, usted no puede perderse esta película". Por supuesto que fuí a verla, aunque a regañadientes. ¿No era una película esencialmente anticomunista? Me equivocaba otra vez. Pasaron varios años, y ya algo liberado de las influencias de mis compañeros bolcheviques del colegio, descubrí que el pobre Boris Pasternak, autor del libro original y Premio Nobel en 1958, se había muerto bastante triste, dos años después de que el gobierno de su país no le permitiera recoger este prestigioso premio, tan sueco como Bergman (¡vaya coincidencia!), por considerarlo fruto de una hábil maniobra política de la CIA estadounidense. En suma: un capítulo más, y de más que relativa importancia, en la larga y copiosa historia de la "guerra fría". Lo privado frente a lo público; las pequeñas historias íntimas enfrentándose a la arrasadora realidad social. Precisamente de cosas como esta habla la película que yo me negaba a ver. ¿A qué viene todo esto? No lo sé realmente, pero por estas fechas cumplía años mi queridísima amiga Bebita Ferreyra y en cada aniversario algún hecho tan casual como el pase de un nuevo o viejo film por televisión, hace que yo, habitualmente tan desmemoriado para los cumpleaños, la recuerde con especial melancolía y mucho, muchísimo agradecimiento.
BSO : Maurice Jarre
Photo : retrato de Boris Pasternak

martes, mayo 15, 2007

era esto?


Después de un día de migrañas no esperas nada bueno. O lo esperas, pero ni siquiera te atreves a desearlo. Te levantas temiendo lo peor, entonces sales de entre las sábanas arrugadas de esta noche inquieta, pesadillesca, de forma muy lenta y sosegada; sin alharacas, sin pretender hacerte el jovencito ese que todavía puede saltar alegremente de la misma cama que lo recibió varias horas atrás envuelto en sus achaques y dolores, negado pá la vida.
Y esta misma mañana tienes un cita que alguno podría llamar "de negocios": vas hablar de precios y trabajos, aunque resulta que tu interlocutor, que empezó siendo cliente, se ha ido convirtiendo poco a poco en un amigo. Pero mientras desayunas y cuelgas la colada y cepillas a tu gato, todo al mismo tiempo, suena el teléfono y una amiga te pide que tomes un café con ella, que necesita hablar contigo, así que sales un rato antes y la encuentras; y luego llega Jorge, y Ana con su perro Rasputín, y Marta con buenas noticias, y Matías con su portafolio para las entrevistas... La mesa de negocios se ha convertido en una distendida mesa de amigos y hasta el señor Hidalgo, que siempre está ocupado, se une un ratito a la fiesta. El marco no es nada despreciable: hay un sol que no achicharra, el cielo está azul y transparente, los árboles se ven muy verdes, mucha gente bella pasa por la calle y alguna hasta se aposenta cerca. Los chicos del café como siempre: cariñosos y abiertos. Me acerco hasta el quiosco de revistas y me encuentro el Ludwig de Visconti en su versión completa de cuatro horas emparejado con el Napoleón de Abel Gance en versión Scorsese, las dos por unos más que módicos diez euros.
Vuelvo a casa después del mediodía. La máquina de ordenar me espera. Trabajo sin descanso hasta que cae la tarde. La cabeza no me duele.
Tanto darle vueltas a la remanida palabrita y a veces la felicidad es algo tan sencillo y leve como todo esto.

sábado, mayo 12, 2007

Chou out

Chou vivía muy feliz en su país oriental, pero un día conoció a un extranjero que entre tango y mates la alzó de Pekín.
Chou aprendió otro idioma, otras costumbres.
Su boca, pequeña como una cereza, resultaba poco sensual en su nuevo país.
El Doctor Amílcar Aníbal Thordo-Bistourí, eminente cirujano plástico, tuvo a bien recomponerla de acuerdo a los cánones glamourosos actuales.
Ahora Chou se llama Chuchi y trabaja de azafata en un programa de televisión.
No sabemos si seguirá siendo feliz, pero al menos sonríe unas cuantas horas al día.
photo : retrato de Chuchi por Dante Bertini

miércoles, mayo 09, 2007

escribo, luego no existo

Quiero decir que para escribir se necesita No Ser, al menos socialmente.
Se hace necesario estar con uno mismo, con sus palabras, con sus ideas. Acompañarse sólo de Memoria, Imaginario, Concentración y Ganas, unas cuatrillizas de lo más exigentes que no dejan tiempo para cosas ajenas a sus intereses (tienen primas, hermanas y primas hermanas, pero por suerte no siempre acuden a la cita juntas)
Escribo y mientras lo hago no existo para un montón de cosas cotidianas que me hacen inmensamente feliz.
Pero es que el goce exige su tributo de sufrimiento, y si ser feliz es maravilloso, gozar es el colmo de la plenitud.
ilustración : fernando vicente
BSO : jessye norman, arias ; collateral bso; michel legrand antologique

miércoles, mayo 02, 2007

el Zorro, con ese...


Conocí a un paracaidista murciano que andaba dando saltos al vacío por la ya saturada Ibiza de los tardíos ochenta.
"¿De dónde eres?", le pregunté.
"De Huerva", me respondió.
"¿De Huerva?, dije yo extrañado.
"No, hombre. De Huerva. Con ele", dijo mi interlocutor con más que evidente orgullo. Diferencia de acentos y pronunciaciones.
El otro día, viendo el noticiero del mediodía en Antena 3 desde mi muy confortable sofá de Habitat, me quedé dormido entre los sucesos de sangre y los deportes de hierba. Desperté con los gritos de una mujer que juraba vengar a sus familiares muertos. No era una nueva invasión de los ultracuerpos ni un apéndice sobre conflictos bélicos del telediario. Se trataba de la telenovela de sobremesa Zorro, una espectacular producción colombiana que abre insospechados caminos en lo que a melodramas se refiere. ¿Por qué? Porque los personajes principales, sean padres, hijos o entenados, gozan todos por igual de una belleza notable, además de, y aquí viene lo realmente revolucionario, mostrar edades sospechosamente cercanas. Milagro de la nueva medicina holística, del extracto de vayasaberqué o de la cirugía estética más avanzada, es indudable que un mundo como el de Sorro - a pesar de los variados, tan cálidos como expresivos acentos latinoamericanos, nadie parece preocupado por pronunciar esa Zeta tan castiZa del título- es de un resultón muy apreciable. Las edades provectas sólo aparecen en algún personaje malvado, marginal, en el cura que se lo sabe todo o en alguna criada negra que, por razones de raza, también queda fuera de los cánones protagonistas. Las niñas lucen todas un escote en plan bandeja de Santa Olalla, y aunque algún amargado pueda decir que son guapas porque han pasado por el quirófano, después de algunos visionados de nuestro Cambio radical se hace más que evidente el aserto de aquel viejo refrán de los dones naturales y la universidad salmantina.

Y hay más. Todo lo bueno de esta novela viene de a pares, sean ojos, músculos, labios o pectorales, y el argumento, sembrado de pasión, sexo y lágrimas, está plagado de referencias literarias, cinematográficas y hasta mitológicas. Maravilloso ejemplo de posmodernidad, ejemplar producto de las artes preapocalípticas, el Zorro (con ese) se hace acreedora a una visión desprejuiciada y valiente; a unos espectadores inquietos, curiosos, poseedores de un buen par de ojos.
photo : Marlene Favela x Dante Bertini