martes, febrero 14, 2017

LA SONRISA VERTICAL ES MUY HONESTA

Reencuentros, revisiones y reediciones invernales...






El escritor Juan Marsé, autor de Rabos de lagartija, Últimas tardes con Teresa, La muchacha de las bragas de oro, El amante bilingüe, Si te dicen que caí, Esa puta tan distinguida, Encerrados con un solo juguete, fue jurado del premio La Sonrisa Vertical junto a Almudena Grandes, Beatriz de Moura y el director de la que, hasta hoy, es la más reconocida colección de novela erótica en castellano, el inolvidable cineasta Luis García Berlanga. 
El último sábado en Babelia, suplemento literario del diario El País, Marsé, jurado de varios otros premios, cuenta como abandonó esa tarea por lo poco fiables que le resultaban los jurados, y por tanto los fallos, de casi todas esas convocatorias. 
Sin embargo en España no han trascendido condenas contra fallos de los jurados, como ocurrió en 2005 en Argentina. Ricardo Piglia, su agente y la editorial Planeta Argentina fueron condenados a pagar 10.000 pesos -entonces equiparables al dólar- más los correspondientes intereses, a Gustavo Nielsen, un autor que participó en 1997 en la edición del premio en la que ganó el escritor argentino, recientemente fallecido, por su conocida novela Plata Quemada. La justicia entendió que el premio (40.000 pesos) estaba pactado.   

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Juan Marsé asegura que no despotrica contra todos los premios indiscriminadamente: 
"He sido jurado del premio La Sonrisa Vertical y del Tusquets y puedo afirmar que se otorgan honestamente". 
Gracias por lo que me toca, señor Marsé. 
Aquel día un periodista me dijo: "Por fin alguien demuestra alegría cuando le dan un premio..."

Es cierto. Estaba muy feliz.



En la fotos: 1) Beatriz de Moura, editora, Terenci Moix, escritor, Luis García Berlanga, cineasta, y yo sosteniendo el premio, otra sorpresa inesperada. Sólo esperaba un cheque. 2) Almudena Grandes, Beatriz de Moura y Dante Bertini en la rueda de prensa.



jueves, febrero 09, 2017

Adán y ELLE


Un gran film, un director enorme.
El título no es casual. Si bien se centra sobre un personaje específico (parisina madura, productora de video-juegos salvajes, divorciada con hijo veinteañero, de muy buena posición económica y social; una burguesa que ya no necesita luchar por sus derechos y lleva el mando de su vida) es evidente, al menos para el que quiera leer entre líneas, que Verhoeven ha decidido retratar a las mujeres de las clases medias acomodadas en las ciudades del primer mundo. Al hacerlo nos muestra también a "sus" hombres: poco más que unos desorientados penes con nombre y, algunas veces, hasta apellido.
Con ecos (que no falsos "homenajes a") de figuras mayestáticas del cine mundial, este auténtico holandés errante no se detiene a pensar en sus posibles influencias, dejándose ganar por ellas con una elegancia parecida al desparpajo. Verhoeven permite que Buñuel, Chabrol, Hitchcock, metan mano en su narración y, también como este último, se sirve de una novela ajena que al menos aquí no ha trascendido como best seller para tirarnos a la cara algo de su sabiduría y mucho de sus intuiciones.
Un artista de 78 años este Paul Verhoeven. Nada viejo y bastante diablo.