domingo, enero 31, 2010

Naturaleza Impermanente

En mi casa hay una mesa algo especial.
No lo es por el tamaño, ya que, sentadas, apenas caben cinco personas
De un art deco tardío en madera de roble oscuro, tampoco me atrevería a llamarla una mesa de estilo... aunque lo tiene.
La salvé de unos dueños insensibles que pensaban arrojarla a un container rebosante de escombros.
Desde ese momento es una mesa en constante mutación. Impermanente. Cambia según los días, los humores y las apetencias de los habitantes de la casa.
Igual que estos, depende también de las estaciones, de la economía, del mercado, de los ¿caprichosos? productos estacionales de todo aquello que llamamos naturaleza.
No es sólo la mesa en la que comemos cuando hay invitados en la casa. Es también el escaparate donde, casi sin darme cuenta, expongo de forma habitual mis estados de ánimo.

Todas las fotografías son de Dante Bertini (2008-2009).

Posdata: por si a alguien le interesa -a mí, lo reconozco, me causó muchísimo placer- podéis leer (y oír) aquí al lado, en el link de José Manuel Contreras y su Rincón Literario, el comentario que ha hecho de mi web y mis blogs en su programa de la Cadena Ser.

martes, enero 26, 2010

aprobado con "Nine"


Tal vez porque a pesar de toda su fanfarria visual, de los personajes extravagantes usados como parte maleable del atrezzo, de su aire de circo ambulante y su música pegadiza de provinciano parque de diversiones, los filmes de Fellini suelen moverse en los oscuros, menos espectaculares paisajes del inconsciente, esta película-homenaje no gustará a muchos admiradores del autor de La Strada, Roma y La nave va. Demasiadas estrellas, demasiado despliegue promocional, demasiadas canciones, excesivas plumas.
Cuando realizó una versión muy libre del  clásico Satiricón, el exuberante director italiano había sembrado el plató de carteles que ponían "¡No olvides que estás filmando una comedia!". Se negaba a caer una vez más en su habitual manera, entre melancólica y operística, de ver/mostrar el mundo.
Pienso que como él, un segundo antes antes de sacar su entrada, los posibles espectadores de Nine deberían meterse en la cabeza una idea, básica para poder disfrutar minímamente de las dos horas que dura esta película: "estoy por ver un musical basado en una obra teatral de éxito, que a su vez está inspirada en un filme histórico, producto de un autor imprescindible".
Egocéntrico, vanidoso, excesivo, según lo describen aquellos que lo conocieron, casi podría asegurar que Fellini hubiera quedado satisfecho, aunque con críticas, burlas y abundancia de resquemores, con esta película tan hollywoodense, rebosante de estrellas oscarizadas y al mismo tiempo duramente castigada por las críticas.
Obra maestra del cine, elucubración desbocada sobre las dudas y temores de un creador que se supone en crisis, fantasmagórico retrato del mundo evanescente de esas celebrities que no existirían sin la fotografía como soporte archivador de enormes egos y prescindibles pequeñeces púbicas, Otto e mezzo es tan clásica como Romeo y Julieta o el Ulises de Joyce. Cincuenta años después de su aparición, aclamada por los críticos y ninguneada por el gran público, ¿no es más que lógica una revisión del mito?
Es indudable que Rob Marshall no es Federico Fellini ni Bob Fosse, pero tampoco el mundo actual se parece demasiado a aquél que estos, con incisiva pero a la vez preci(o)sa mirada de caricaturistas, se ocuparon de retratar una vez tras otra.


Rendido admirador de ambos, Marshall no se atreve a romper los límites del obsecuente, y por otra parte muy apreciable, respeto a los mayores. Si lo hubiera hecho, si hubiera tenido el talento necesario para hacerlo, posiblemente estaríamos ante otra obra maestra del cine universal o, al menos, ante otro inolvidable musical cinematográfico, bastante más próximo a los de Stanley Donen y Gene Kelly, a Cabaret, Sweet Charity (basado también en un filme de Fellini) Pennies from Heaven o la primera Fama, por nombrar sólo algunos de los que ahora mismo recuerdo. Entonces, se preguntarán muchos de ustedes, si no es importante, genial ni recordable como estas otras películas, ¿vale la pena verla?
Soy un amante de los, las musicales, y todos sabemos que en eso del amor, la ceguera prima. Lo pasé muy bien en mi butaca durante casi todo el metraje (quizás le sobren unos quince o veinte minutos) y estoy convencido que volveré a ver algunas escenas de este filme otras muchas veces. Chicago, también dirigida por Marshall -con unos de los repartos más abominables posibles, en el que quizás sólo brillen Christine (Ally McBeal) Baranski y Queen Latifa-, figura entre las películas de mi no demasiado nutrida cedeteca solamente porque sus números musicales recuerdan, por no decir copian, a los del admirable Bob Fosse.
Ahora, gracias a Nine, recuperé mi antigua estima por el siempre erizado Daniel Day-Lewis -cómodo y creíble en su difícil personificación de Guido-Marcello-Federico- y pude aceptar la profesionalidad de una por lo general sobrevalorada Penélope Cruz, inobjetable aquí en su papel de amante vulgar, menos calculadora y arribista, más inestable y apasionada que en el original de la perversa Sandra Milo.
Memorioso de imágenes, soy consciente de la cotidianeidad doméstica, de la cercanía televisiva de todas estas actrices actuales. Marion Cotillard es preciosa sin rozar siquiera la turbia, enigmática belleza de Anouk Aimée (una sofisticada, grave, nada naive versión de Giullieta Massina en el Otto e mezzo felliniano), y Nicole Kidman, aunque hieratizada por el botox y las cirugías, nunca logrará ser tan helada como la escultórica Anita Eckberg. ¿Por qué no se le habrá regalado este papel a alguna de esas diosas redondeadas de las actuales pasarelas de Victoria's Secret? También allí las hay australianas, por si esta  producción exigía un reparto tan cosmopolita, o globalizado, como los habituales de Fellini, donde solían mezclarse actores, y sobre todo actrices, provenientes de distintos lugares del planeta.
Película con abundantes estrellas femeninas, Kate Hudson -casi un clon modelo 2000 de su mamá, Goldie Hawn- aprovecha esta ocasión al límite, mientras la para mí desconocida Fergie recrea una Sarracena sin obesidades ni extravíos, más acorde con la era del gym, las dietas y el consumo habitual de píldoras psicoestabilizadoras. Entre las más veteranas, Sofía Loren luce su fama de mito inalcanzable, de esfinge imponente algo demolida por las arenas del tiempo, mientras la inglesa Judi Dench pasea con altiva gallardía una peluca infame que la acerca peligrosamente a otra diseñadora de cine: Edna Mode, de Los increíbles.


Si todo esto les parece poco, es mejor que gasten su dinero con La cinta blanca o Up in the Air, dos películas serias, sin bailes ni canciones, o se pongan gafas de la tercera dimensión y vayan a ver el Avatar de James Cameron, con su abuso de elfos verdes y efectos espAciales.
Es que estoy pasando un momento de agudizada sensibilidad y prefiero no hacerme responsable de quejas ni reclamaciones.
Un detalle al margen, de puro egotismo. Cada vez que en la pantalla nombraban al productor de Guido Contini, un tal Dante (Ricky Tognazzi, hijo del inolvidable Ugo), me daban ganas de levantar la mano.
Igual que en el colegio, vamos.

ilustran: Sandra Milo y Marcello Mastroianni en una escena de Ocho y medio; Day-Lewis y Kate Hudson en Nine; retrato de Anouk Aimée por William Klein (1961) y Sandra Milo en la fimación de Ocho y medio, con Fellini a la cámara.

sábado, enero 23, 2010

La Chica Muerta


Brittany Murphy nació el 10 de noviembre de 1977 en Atlanta (Georgia), aunque poco después su madre, una tal Sharon sin más, se trasladó con ella al próspero y liberal estado de New Jersey. ¿Les dice algo todo esto? ¿Y si agrego que la tal Brittany murió a fines del último diciembre en circunstancias poco claras? Casi podría asegurar que Alfredo y Liliana están moviendo la cabeza afirmativamente, pero ¿y todos los demás?
En su momento me impresionó encontrar el anuncio con su foto en los periódicos, sin embargo se me hacía difícil decir dónde había visto antes esa cara de bebota sexi con ojos expresivos y ojeras pronunciadas. Por esos días, además, este blog estaba tan rebosante de necrológicas que agregar otra hubiera sido demasiado morboso.
Una famosa que no pudo ser realmente célebre, me dije, y pasé página sin ahondar en mis pesquisas.
Ayer por la noche, mientras esperaba a un amigo de Inglaterra que nunca llegó -¡No olvidéis que viajo el viernes!,  nos dijo por teléfono este lunes, sin aclarar que se trataba del viernes de la próxima semana-, me puse a ver por Imagenio una película del 2006 de la que no tenía siquiera noticia. La anunciaban como un thriller y a mí "las policiales" me entretienen casi tanto como los musicales de Hollywood o las irónicas, amargas comedias de Woody Allen.

The Dead Girl resultó una auténtica sorpresa, provocada en cierta medida por la ligereza conque suelen distribuir los géneros los encargados de hacerlo. Catalogar a este filme de thriller es como decir que Hamlet es una historia "de capa y espada".
Hay una muerte violenta, sí, sin duda, hay un asesino en serie, también, pero sobre todo hay un guión inteligente, una dirección con estilo -ambos de Karen Moncrieff-, excelente fotografía y un trabajo de cásting perfecto, sin fisuras. Pónganse el cinturón de seguridad y lean el reparto: Toni Collette, Marcia Gay Harden, Rose Byrne, James Franco, Josh Brolin, Giovanni Ribisi, Kerry Washington, Mary Steenburgen, Mary Beth Hurt, Piper (ay! Laurie y -la vida y el cine suelen coincidir en estas cosas- Brittany Murphy como la muchacha muerta del título.
No voy a decirles demasiado porque todo lo que diga puede ser utilizado en contra de vosotros mismos. Obra pequeña, de bajo presupuesto, sin otras pretensiones que las exclusivamente artísticas, The Dead Girl sorprende y emociona. ¿Tienen algo mejor para una noche de sábado con ausencia de programas especiales?
Yo me voy a ver Nine en compañía de algunos amigos, un buen trozo de ilusión y mi habitual desconfianza. Un día de estos les cuento cómo fue la noche.

jueves, enero 21, 2010

...8 y medio...Nueve...¿bailamos?


Federico Fellini baila, látigo en mano,
durante el rodaje de 8 y medio (1963)
Fotografía de Tazio Secchiaroli




lunes, enero 18, 2010

Ojos Ocupados








...trato de mirar hacia otro lado y siempre los encuentro allí, amontonados de forma caótica, como sacos desechados de patatas; pudriéndose frente a mis ojos, lenta, inexorablemente, igual que bolsas de basura bajo el sol del verano.
¿Así que esto era el apocalipsis?
Intento no verlos y sobrevuelo página a página las primeras hojas del diario sin detener la mirada en ninguna imagen precisa. Sin anunciarse ni pedir permiso, ellas se cuelan por algún rabillo de los ojos jugándome una mala pasada: una mujer agoniza al lado de su hija muerta, un brazo joven y oscuro adornado con una pulsera de cuentas baratas sobresale de una montaña de escombros. Ya no sostendrá ninguna cosa más. Ya no acariciará nunca más a nadie.
¿Así que esto es el horror?
No hay que viajar tan lejos, me digo. Mantente en tu centro; no pretendas volar más allá de tu barrio, del lugar donde vives.
Decidido, salto hasta el suplemento de hojas coloreadas, entre naranja y rosa, del diario La Vanguardia.
El responsable catalán de medio ambiente (¡vaya ironía!), firma los permisos necesarios para que una zona natural quemada hace unos meses -según todos los indicios, intencionalmente y con cinco bomberos dentro- se transforme en una mina de bauxita a cielo abierto. El paisaje verde, otra vez más, se convertirá en desierto, la tranquilidad en ruido, la fauna en cadáveres.
¿Cómo se llama  a esto? ¿Infamia, corrupción, ignominia, vulgar canallada?
Me lanzo a la calle. Es época de rebajas y los comercios rematan casi todos sus productos a mitad de precio. No necesito nada. Quiero distraer los ojos, olvidar la catástrofe.
En los escaparates de Vinçon ofrecen taburetes rústicos de madera a ciento y pico de euros. Son tocones de árbol de un grosor parecido a los que cortaron por las calles del barrio. No quiero pensar que puedan ser los mismos. Quizás ni siquiera se trate de asientos especiales, desde los cuales poder presenciar cómodamente la destrucción sistemática de nuestro medio ambiente.
Me acerco a la librería Bertrand. Winesburg Ohio, un viejo (1919), espléndido volumen de cuentos de Sherwood Anderson, resulta elegido por los libreros de Cataluña como "Libro del Año 2009" y agota tres ediciones en muy poco tiempo. Buena noticia. No creo que la edición de Alianza que tengo por algún lado (circa 1970) haya agotado ni una primera tirada.
Llega la noche antes de tiempo y decido meterme en la cama con una gran taza de Kukicha Tea, el gato Federico calentándome los pies y una buena película que ya haya visto un montón de veces. Estoy seguro de no querer nada nuevo: es una manera de aventar el insomnio. Un musical despertaría mi algo abandonada vena danzarina...Mejor un melodrama romántico antiguo con un toque kistch. Me decido por Now, voyager (1942), La extraña pasajera en su traducción castellana, y todas mis buena intenciones naufragan junto a las inseguridades de la viajera Charlotte Vale. La devoro hasta el último segundo, por supuesto. El título original, vaya épocas, está extraído de un poema de Walt Whitman, y entre otras modernidades acercaba a un público potencialmente femenino la psicoterapia, las relaciones sexuales libres, la liberación de las ataduras familiares y, como regalo pírrico, el nefasto cigarrillo, convertido en símbolo del charming mundano.
De entre los diálogos elegantes, precisos, notablemente literarios sin resultar cargantes, elijo la línea final para cerrar con un aliento de resignada esperanza este post tan invernal como desilusionado.
Mientras entorna ligeramente sus ojos tan extraños, siempre al límite de todos los desbordes, una madura, reposada Bette "Charlotte" Davis, dice al hombre que está junto a ella:
-No pidamos más la luna: tenemos las estrellas.
Qué lejos queda mayo del 68...

Ilustran: retrato de Sherwood Anderson con su segunda mujer, Elizabeth Prall, por Imogen Cunningham.
Foto publicitaria de Now, voyager.

viernes, enero 15, 2010

H¡AY!TÍ


arriba, el cielo: paisaje de Héctor, pintor haitiano
abajo, las tinieblas: pintura de Jean Michel Basquiat (1960-1988),
artista neoyorquino descendiente de haitianos

martes, enero 12, 2010

¿damos gracias a la democracia?


Borges, Jorge Luis, escritor argentino al que supuestamente nunca se le otorgó un Nobel porque sus ideas distaban de ser progresistas (!), dijo alguna vez que la democracia era un abuso de las estadísticas.
Muchos intelectuales "izquierdistas" de la época se rasgaron con sus propias uñas los jerseys con coderas, para, a renglón seguido, arrojar al fuego sus pipas de madera oscura y sus gruesas gafas con armazón de pasta negra. Eran gestos -tan simbólicos como vanos- que ni siquiera pretendían exorcisar semejante pensamiento demoníaco, ya que cualquier sacrificio resultaba ínfimo ante el tamaño de la ofensa.
"¡Ese ciego de mierda, oligarca y maricón, ha vuelto a soltar una cretinada de las suyas!", exclamaban los habitués a las improvisadas tertulias de los cafés del centro. Muchos de ellos no lo habían leído nunca. Sentían que con el Songoro Cosongo de Nicolás Guillén y alguna que otra Oda Elemental de Pablo Neruda, cubrían con holgura sus poco habituales necesidades poéticas.
Visionario, o solamente bien informado, Borges se adelantaba una vez más a sus contemporáneos. Hoy todo se mueve a base de encuestas y rattings, simples variaciones formales (por lo general televisivas) de las estadísticas. Los concursos dicen depender del voto de los espectadores, y los noticieros, en lugar de explicarnos el porqué de algunos conflictos, preguntan al público su opinión sobre ellos.
Pongo un ejemplo: ¿Apoya usted la retirada de los crucifijos de los colegios? Los responsables aseguran haber contabilizado 14.000 respuestas:  entre ellas, el 17 por ciento respondió con un sí, mientras un apabullante 83 por ciento dijo que no estaba de acuerdo.
¿Se supone entonces que tendremos crucifijos instaurados en las aulas porque unas diez mil personas con tiempo, dinero, teléfono y ganas, así lo quieren? Y las otras cuatro mil, con casi todo lo anterior, salvo el extraño placer de ver a Jesús siempre colgando del madero, ¿deberán soportarlo frente a sus ojos aunque les desagrade?
Hoy mismo mostraban por la tevé otra encuesta parecida:
¿Usted cree que las fuertes nevadas de los últimos días podrían haberse gestionado mejor?
Lejos de contestar(les), yo me pregunto: ¿A quién pretenden echarle culpas por las consecuencias, bastante lógicas, de esta fuerte nevada invernal? ¿A las autoridades competentes? ¿Al clima? ¿A Dios? De ganar aquellos que consideran esta gestión deficiente, ¿darán mejores soluciones para el próximo invierno?
Empiezo a pensar que el problema mayor de estas consultas democráticas es que las minorías, aunque en cifras no lo sean tanto, siguen estando absolutamente marginadas. De allí que un libro sin rótulo de best-seller importa tan poco como un programa televisivo que sólo consigue dos millones de espectadores, y Belén Esteban, esa dichosa desgraciada con tabique biónico y mirada huidiza, tenga más difusión que cualquier pensador, científico o artista de cierta importancia.
¿O será que tal vez, ocupados con las democratizantes estadísticas, hemos dejado extinguir a toda esa especie de seres creativos, extraños, peculiares, minoritarios, con algún interés particular pero muy poco rating?
Ilustra : retrato de J.L.Borges por Diane Arbus

sábado, enero 09, 2010

Meeting 2010

Nuevo año, dicen, pero nada parece haber cambiado a mi alrededor desde que el viejo 2009 decidió desaparecer de nuestras vidas.
Mi paso de un año a otro ha sido dichoso, rodeado de amigos, comida, regalitos y doce uvas sin semilla y de hollejo muy fino, sabiamente adaptadas a las necesidades del momento. Esta vez pude comerlas todas y a su tiempo, campanada a campanada. Al llegar a la última, con un buen trozo de panettone italiano esperando en el plato, pensé:
-Querido muchacho: este año de cifra tan redonda conseguirás todo lo que quieres.
Pero ahora, alejado ya de los restos del banquete, me pregunto:
-¿Qué será lo que quiero?
¿Un pantalón nuevo de pana listada (corderoy, según decíamos en Argentina) o la solución definitiva de alguno de los interrogantes matafísicos que atormentaban mi adolescencia y aún hoy siguen sin respuesta?
¿Un trabajo que no parezca serlo, caricias en los lugares y momentos oportunos o simplemente un Jaguar deportivo color verde inglés con asientos de cuero en color arena?
¿Paz y Justicia en el mundo, un apartamento espacioso frente a Central Park o un monumental mausoleo en la Recoleta de Buenos Aires?
Creo que algunas de estas cosas están al alcance de los sueños de cualquiera, siempre y cuando su cuenta bancaria atesore el dinero suficiente para pagarlas. Las otras requieren más esfuerzo o son directamente imposibles de lograr, así que mejor me dedico a pensar en, y a escribir sobre, otras cosas.

Sábado frío, desapacible. Mi gato Federico espera que me tire en el sofá a dormir la tele, para ponerse de inmediato encima de mis piernas, acurrucado, tibio y mucho más ligero de lo imaginable dada su atigrada presencia.
La CTK anuncia Meeting with Woody Allen, y yo, poco informado, me alegro antes de tiempo. Arrinconado en un sofá parecido al mío, un WA mucho más joven que el actual aparece realmente asustado. Como no estarlo si resulta que el personaje poco agradable que fuma un puro antes sus ojos y hace preguntas que oscilan entre la estupidez y la pedantería, es nada menos que el egocéntrico Jean Luc Godard, un tipo capaz de hacer películas bastante interesantes aunque jamás divertidas. Resulta que este documental (!!!) es de 1986 y con él el "anárquico" cineasta francés ha decidido hacer un filme-monumento a su supuesta inteligencia, escamoteando el protagonismo a ese señor de gafas al que presumiblemente pretendía dedicar atención, preguntas y película. ¡Horror! De pronto me doy cuenta que casi no hay diferencias entre este medio metraje modernoso y los largos programas de tertulia de las cadenas españolas. Monsieur Godard, uno de los máximos exponentes de la nouvelle vague cinematográfica, ¿podría ser el precursor de la actual televisión basura?
Me enfado bastante, recordando con nostalgia el magnífico libro entrevista de Truffaut a Alfred Hitchcock. Por suerte en otra cadena están pasando un atroz telefime canadiense y puedo dormirme en paz, sin molestar al ronroneante Federico.

Ilustra este post un dibujo de David Levine censurado en su momento por el New York Times. 
En él aparece un Kissinger de espaldas, tatuado con el resultado de sus acciones pacificadoras por el mundo. David Levine, genial dibujante, certero caricaturista, falleció unos días antes de la llegada de este nuevo año. Otro buen alumno que no supo, o no pudo, esperar el diez.   

miércoles, enero 06, 2010

Diciendo adiós sin ira




Lhasa de Sela cantaba en estos tres idiomas canciones que ella misma escribía. Publicó tres álbumes con relativo éxito.
La llamaron estrella errante porque, hija de nómadas, ella también lo era.
Ha ¿decidido? detener su camino el primer día de este año.
Como dicen sin iracundia alguna unos iracundos amigos bonaerenses: adiós, muchacha...