martes, junio 26, 2012

Programa Doble

Barcelona anuncia otro Festival de Cine Gay y Lésbico, el número 17. 
Uno más siete: ocho, la cifra de lo eterno. Larga vida para este magnífico festival de cine alternativo.
Fuera de programa, aunque no fuera de tema, la televisión por cable nos ofrece estos días dos espléndidos documentales:
Chris and Don, a love story, cuenta los 33 años de relación amorosa entre Christopher Isherwood (1904/1986) -autor de las novelas Goodbye Berlin y A single man, base de dos películas tan especiales e icónicas como Cabaret y Un hombre soltero- y Don Bachardy (1934), dibujante retratista que, ¡aleluya!, aún vive y trabaja en Santa Monica, California.



El segundo documental, Rise Up and Shout, nos acerca a otra forma de solidaridad, tan necesaria como creativa.




Si pueden, no se los pierdan. 

lunes, junio 18, 2012

Louise Hay, ¿puede sanar tu vida?



Nuestra mente es como un ordenador. Si te ponen delante un aparato de última generación, el mejor posible, y no sabes qué hacer con él, resulta pura chatarra, pero si aprendes a usarlo... ¡puedes lograr cosas maravillosas!
Louise Hay, curadora estadounidense.

En los 80/90 del siglo pasado, los libros de esta mujer se vendían en los supermercados. Yo la leí en Ibiza, cuando mis pulmones maltrechos me decían que se hacía necesario abandonar con urgencia el tabaco. Me ahogaba al subir escaleras, me ahogaba si me dormía boca arriba, me ahogaba en cualquier espacio cerrado. A un vicio adquirido con bastante esfuerzo -los primeros cigarrillos de la adolescencia me resultaban asquerosos- tuve que ponerle el doble de trabajo en el momento que decidí abandonarlo. Hacía más sesiones de yoga y saunas diarios, pero al salir de las clases o al abandonar aquel agradable espacio con aromas y vapores relajantes, me apresuraba a encender un Camel o un Marlboro, ¡puaj!, vaya a saber por qué necesidad inconsciente de castigo. Me lo habían vendido en la infancia como un amigo leal, que siempre, y no importaban las circunstancias en las que me encontrara, estaría a mi lado. Sin embargo nadie me había dicho el altísimo precio que tendría que pagar por su turbia, polucionante, hedionda, asesina compañía. 
Cuando finalmente logré dejarlo, convencido de que estaba conviviendo con un enemigo que, disfrazado de amante compañero, en realidad deseaba destruirme, padecí una serie de síntomas atroces que varios médicos alopáticos -fumadores ellos- intentaban solapar empujándome a una posible nueva esclavitud -el diozepan, el Valium-  y que sólo la homeopatía, los masajes terapéuticos, las flores del Bach británico y los consejos prácticos, aparentemente ingenuos, de esta señora ya octogenaria lograron disipar. 
25 años después y luego de dos meses de antibióticos, antiestamínicos, antitusivos, inhalaciones de Rilaz y un sinfín de análísis y radiografías que me decían "Usted está bien, ¿de qué se queja?", vuelvo a la rubia y bienintencionada Louise como quien vuelve al primer amor. Al menos hasta que decida regresar, para siempre y físicamente, a mi lejano Sur, esa utopía.


ilustra: Retrato de (otra) Louise (Bourgeois) (París, Francia, 25 de diciembre de 1911- Nueva York, Estados Unidos, 31 de mayo de 2010 , por Robert Mapplethorpe.





miércoles, junio 13, 2012

Encuentro fortuito

Arriesgándome, sin pensarlo demasiado, escribo "fortuito" y, repentinamente temeroso, corro a buscar en el diccionario virtual la definición que nos da la esplendorosa RAE.
No me equivoco.
Fortuito: que sucede de forma casual, inesperada.
De eso se trata.
Paseaba yo mis brutales zozobras junianas por la calle Consejo de Ciento a la altura de Aribau o Muntaner -ahora mismo no podría precisarlo y tampoco importa- cuando decidí volver a viejas costumbres que creía olvidadas. Se trataba de entrar a un típico local de libros de segunda mano con olor a humedades varias y ponerme a rebuscar entre los invisibles ejércitos de ácaros, escondidos y alertas entre las pilas desparejas, en delicado equilibrio, de los innumerables volúmenes amarilleados por todo ese tiempo pasado en soledad, sin amo ni lectores.
Supongo que era un intento, más que vano, de revivir una antigua, inocente, alquímica ilusión: la que en otras épocas me hacía descubrir oro entre aquellos restos desahuciados de miles de naufragios literarios. Antes de traspasar el umbral, me detengo en él, inquieto. Esta vez las madalenas proustianas tienen olor a pis de gato, a perros de paja húmeda, a amargas lágrimas de Petra von Kant.
Pero qué importa. Mi vida, nuestras vidas, no huelen mejor en estos momentos. El paraíso de nuestras fantasías abrió sus compuertas y un montón de mierda depositada a interés fijo ha caído sobre nuestras cabezas.

En las mesas abarrotadas de las librerías de viejo nunca faltan unos cuantos clásicos inmortales; tampoco muchos títulos contemporáneos que intentaron serlo e inclusive estuvieron a un paso de lograrlo durante algunas, en general pocas, semanas.
No me dejo atrapar por lo ya conocido y voy directamente a las mesas de los saldos finales, las de "todos por un euro/tres por dos". Los desechados del desecho. Espero encontrar algo que me atrape, un libro del que después pueda enorgullecerme y repetir, ufano, aquello de "no busco, encuentro".
Tengo suerte, supongo. Allí, verde entre un montón de grises desvaídos, estaba el libro, una plaquette en realidad, de una para mí desconocida Florencia Pérez de Ayala. Poemas perdidos. Una docena de poesías sin nombre y una breve reseña biográfica donde se nos cuenta que la poeta nació en Montevideo, Uruguay, en 1979 y murió "de forma trágica" (?) en el año 2008. Ninguna foto, ninguna reseña sobre ella y/o su obra en Google. Sigo buscando y tampoco encuentro noticia alguna sobre los editores. Vuelvo esa misma tarde a la librería para preguntar sobre la tablette y su procedencia:
-No sabría decirle. Llegan publicaciones y libros casi cada día.

Tal vez me deje llevar por el misterio y la escasa información, por el nombre con resonancias literarias y  cinematográficas.
Y tal vez estas sólo sean coartadas. Las explicaciones bastardas que le doy, pobre de mí, a una emoción sin nombre.

"Rosa es una rosa es una rosa es una rosa"
y cielo es un cielo es un cielo es un cielo
...al que tu me llevas para mi desvelo.



martes, junio 05, 2012

publicidad ARGENTinA (UNA FORMA DE haSER)











Y el gran Premio de Publicidad Televisiva en el 
Festival del Sol de Bilbao (junio 2012):

viernes, junio 01, 2012

La Ninfa Inconstante


"Idiota", pensó, "pájaro idiota". Se había acercado a la cotorra -en realidad una ninfa australiana de brillante plumaje gris y erguido penacho amarillo- con la intención de cogerla, pensando que allí, en medio del tránsito acelerado y compacto de la rambla barcelonesa, el pobre pájaro estaría aterrado y no tendría ninguna posibilidad de sobrevivir. Contradiciendo sus pensamientos, el ave escapó de la posible ayuda y se posó en el techo de una camioneta que se había detenido momentáneamente por el cambio de luz en el semáforo.
Decidido a no dejarse intimidar por la primera derrota, el tipo volvió a acercarse con el brazo estirado, mientras decía "venga pajarito, venga", sin preocuparse por los demás viandantes que, metidos en sus mundos particulares, ni siquiera se enteraban de la escena que se desarrollaba frente a sus ojos.
"Venga, pajarito, venga", y la ninfa emplumada, constante, reincidente, evasiva, volvió a levantar vuelo hasta posarse en otro coche, que arrancó llevándosela vaya a saber dónde. La vio alejarse, la cabeza erguida y el pecho firme, como si fuera ella la que en realidad conducía el automóvil.
"¡Estúpida!", pensó, enfadado por la frustración de su intento salvacionista, pero nada más pensarlo se dio cuenta que  el idiota era él, pretendiendo un cuidado que al ave -con toda seguridad recién escapada de su jaula, gozando alegremente de esa libertad recién conquistada- le parecía como mínimo prescindible.
"La libertad es riesgosa" -se dijo, deseoso de sacar algún provecho, aunque sólo fuera literario, a su derrota- "y la aclimatación cómoda, aunque mortalmente aburrida."

(Que seas feliz, muchach@...)