miércoles, enero 30, 2008

El valle de Elah

oh sí, lo confieso: estoy super adherido a esto de los blogs... como un colgado a su droga, como un ludópata a su bingo, como un teleadicto a su telemierda, como un enamorado a su objeto amado, odiado, envilecido, despreciado, glorificado y enaltecido... y es que la calle está peor, y el mundo en sí, il mooondoooo, Jimmy Fontana says, se ha puesto de lo más difícil, tan duro como un campo de batalla... y entonces te dices (yo me digo): mejor arréglate con lo poco que tienes, pide sólo para tus adentros, porque si pides algo para afuera lo más probable es que te digan ¡No! o ni siquiera te escuchen...
llegado a este punto, te sientas nuevamente frente a la máquina todopoderosa y ni te preguntas qué quieres contar: va saliendo solo... es que hay un montón de cosas esperando ser dichas por todos los rincones... y eso que de la Política has decidido pasar, es tan opaca, tan sucia, tan ajena; y de la Religión y los Curas ya has dicho todo lo que debías y un poco más en su momento, ¿recuerdas?, cuando todavía creías en ellos, cuando pensabas que en sus manos podía estar la palanca para el cambio... como ahora ya no escuchas sus monsergas ni temes sus anatemas ni siquiera pretendes rebatirlos: que cada uno haga su camino y a ti te encontré en la calle... y vas al cine también, de pantalla en pantalla, porque allí pagas la entrada, y te sientas, y si quieres te comunicas con la historia que te cuentan, y si no, te quedas quietecito como un idiota, con los ojos bien abiertos y la mente en otra cosa, que para eso tu cabeza va sobre tus hombros y no sobre los hombros de otros, y te encuentras con gente, sí, buena gente amistosa y simpática, y aún sabiendo que las posibilidades de entenderte están limitadas por las diferentes necesidades, intentas pasártelo bien y hay momentos en que inclusive lo consigues...
¡Ah sí! Ya que hablé de cine, recomiendo sin más El valle de Elah. Tiene unas interpretaciones modélicas (Tommy Lee Jones, Charlize Theron y Susan Sarandon) y nos habla sobre la violencia desde el único lugar posible: el de la profunda y desenmascaradora reflexión.
Aclaración Urgente (y posterior) : "No trabajo en la peli", dice Jack, "sólo ilustro este post con mi cara de ¿qué está diciendo este tipo?".
retrato de jack nicholson por alastair thain

viernes, enero 25, 2008

Psicoanálisis y escritura

Con el mismo nombre de este post, Mesa Redonda en el Aula de Escritores del Ateneo Barcelonés. Fue ayer, a partir de las siete y media de la tarde. Participé con una ponencia junto a las escritoras Isabel Núñez e Imma Monsó. Moderó el psiquiatra y psicoanalista Manuel Baldiz. A pedido de algunos amigos que no pudieron asistir por problemas horarios, transcribo a continuación el texto que escribí para ese encuentro. Es algo largo. lo sé. Podéis pasar de él sin que me ofenda. O leer el post anterior: ¿Quién ha dicho perros?

Dialogando virtualmente con Manuel Baldiz acerca de esta charla, coloquio o mesa redonda -juro que no sé cómo llamarla y ni siquiera sé si esto importa demasiado-, aparecieron algunos temas de especial interés para nuestro estimado moderador, ya que mostraban coincidencias, paralelismos y/o puntos de contacto entre nuestras profesiones.
Afortunadamente para mí, ninguno de estos temas hacía hincapié en lo conflictivo que puede resultar escribir fuera de la tierra que nos vio nacer, algo que ronda constantemente -en forma de charla, coloquio o mesa redonda- a todos los escritores nacidos fuera de Cataluña.
Los puntos que interesaban a Manuel Baldiz, eran:
El 1º: La influencia (o no) del análisis personal del escritor en su manera de escribir, y también de la teoría psicoanalítica en la escritura en general,
El 2º: Un interrogante que Baldiz mismo considera algo tópico y de compleja resolución: ¿puede un autor escribir desligándose de los condicionantes de su propia biografía, de todos sus fantasmas?
El 3º: ¿Tienen razón los que dicen que la novela ya está “muerta”? Siendo algo que curiosamente se afirma también respecto del psicoanálisis, ¿es que psicoanalistas y escritores podemos considerarnos como parte del mundo de los muertos?

Me parece de especial importancia empezar por este último punto. Sobretodo para tranquilizar a los que están escuchándonos. Podrían pensar que sin proponérselo han adquirido ese Sexto Sentido que permite ver a los finados de cuerpo presente e inclusive socializar con ellos. Si la novela está muerta debe ser un negocio al menos tan próspero como el de las pompas fúnebres. ¿O es que las editoriales editan por puro fervor literario, por mero y trasnochado romanticismo?
Del total de títulos editados en España durante el año 2006, cerca de 57.000, casi la tercera parte corresponde a textos literarios o a volúmenes que se ocupan de su estudio y crítica.
¿Y el psicoanálisis? ¿Es que también el psicoanálisis está muerto o en vías de extinción? No puedo responder a esta pregunta. Seguramente lo harían mejor las agendas de los psicoanalistas aquí presentes. Por mi parte, y viendo el sonido y la furia conque casi todos estamos obligados a enfrentarnos cada día, minuto a minuto, en nuestra vida cotidiana, sería de rogar que el psicoanálisis siga vivo, que sigamos teniendo gente interesada en paliar algunos molestos síntomas, con algo más que cápsulas, grageas y bisturís.

Gracias a la lista de la librería Xoroi, poco antes de escribir este texto me enteré de la existencia de un medicamento muy de moda. Si mis piernas se movieran sin aparente necesidad, preferiría, antes de ensayar la ingesta más o menos controlada de Rivotril, salir a comprarme una antigua máquina de coser a pedal para sustituir al ordenador, subirme a una cinta rodante o flanear alegremente por algunas de las ciudades que me gustan.

Los otros dos ítems que proponía Manuel, deberían, supongo, poder resumirse en uno.
Tuve tres cortas experiencias psicoanalíticas en mi vida, la primera a mis enfervorizados, quijotescos, apasionados, a la distancia tiernos, diecinueve años.
Dos o tres años después, arrastrado por las nuevas corrientes terapéuticas llegadas de Londres, -no sólo nos mandaban canciones de los Rolling y los Beatles o minifaldas de Mary Quant- hice otra corta experiencia con una novia psicoanalista del inglés David Cooper, presunto inventor de la antipsiquiatría.
Todo fue relativamente bien hasta que un día ella me dijo que no debía confundirla con su novio inglés:
-Soy de la escuela freudiana. No espere de mí terapias alternativas-, y para que no quedaran dudas al respecto me invitó a recostarme en el diván.
Aquello me desilusionó bastante. Yo esperaba que saliéramos a caminar libremente por los parques y, como quien no quiere la cosa, ayudados tal vez por alguna sustancia alucinógena, ella, la novia porteña de Cooper, se atreviera a develarme la verdad de la vida.
La última experiencia analítica, por hallarse muy cercana en el tiempo pero aún más en el espacio, prefiero pasarla por alto.
Los pocos libros que tengo publicados, todos los que escribí hasta el momento, son frutos de la edad madura.
Podría decir que nací como escritor, me permití creer que podía serlo, poco antes de llegar a los cincuenta años. O sea que entre mi primer encuentro con un encantador analista freudiano argentino en la ciudad de Buenos Aires y mi primer libro escrito en un piso del Eixample en la Barcelona post-olímpica, pasaron nada menos que tres décadas. Tres décadas en las que jamás me había planteado convertirme en "escritor profesional". Tampoco hoy me planteo semejante cosa, pero como más de una vez he leído esta escueta descripción acompañando mi nombre, se hace necesario aclarar que no soy el responsable.
Fui, y esto sí puedo atribuírmelo, un lector muy precoz, pre-sicoanalítico.
Cuando agoté las clásicas lecturas infantiles de la segunda mitad del siglo pasado -Defoe, Dumas, Verne, Louise May Alcott, Mark Twain- me lancé a leer a Sartre y Camus. Lo hice apenas cumplidos los trece años y aconsejado por una profesora de lengua castellana que me consideraba suficientemente maduro como para emprender semejante tarea sin embarrancarme para siempre en la autodestrucción. Casi se equivoca, por supuesto. Dicen que el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones, aunque nadie nos aclara que estas peligrosas bondades, estas buenas intenciones, también pueden ser ajenas.
A estos, mis años "existencialistas", de cabellera revuelta y jerséis oscuros de cuello vuelto, siguieron otros muchos años en los que devoraba ansiosamente todo lo que caía en mis manos.
Este todo incluye también obras literarias, de gente tan dispar como Steinbeck, Pavese y Leon Tolstoi; Simone de Beauvoir y Francoise Sagan; Neruda, Lautreamont, Rimbaud, Oliverio Girondo y Alfonsina Storni, el teatro de "William" Shakespeare y el de Tennesssee "William(s)", el de O´Neill y el de Ionesco, ambos llamados Eugene.
Tanta literatura sin freno ni guía me arrojó a los brazos de las juventudes comunistas, que, disfrazadas de un literario marxismo leninismo, me prohibieron leer a Madame Flaubert por considerarlo burgués y decadente.
Nunca pude soportar la censura y aún menos ejercida por los que se llaman a sí mismos "progresistas".
Semejante decepción en mis convicciones político-sociales, unida a algunas otras de carácter erótico-amoroso, me hundieron en un nihilismo desesperanzado y solitario del que sólo me rescataban mis amigos de siempre: el cine y la lectura.
Más o menos por esta época, la misma en que comencé a interesarme por Freud y sus discípulos, tuve la suerte de leer al extravagante y prácticamente desconocido escritor Witold Gombrowitz. Lo hice aconsejado por un joven librero porteño convertido con los años en un reconocido sicoanalista lacaniano. En medio de una improvisada charla literaria nocturna en la librería donde trabajaba, Germán Leopoldo García extrajo de un estante semi oculto, un ejemplar amarillento de la primera edición, fechada en 1947, de Ferdidurke. Y uso el verbo extraer de forma muy deliberada, ya que el amigo que me acompañaba y yo tuvimos la sensación de haber presenciado un pase de prestidigitador, un abracadabrante truco de magia.
Devoré una y otra vez aquella particular novela, la asombrosa narración de ese misterioso polaco "anclado" durante años en una Buenos Aires que lo negaba como autor al mismo tiempo que traducía y publicaba sus escritos. Gombrowitz ganó mi razón con su aparente locura. Encontré que toda aquella invención de estructura lógica y aspecto surreal, ofrecía una coartada plausible a la forma en que yo había vivido hasta aquel momento, y, algo quizá mucho más importante, a la manera en que quería vivir en el futuro. Usando sus propias palabras, las iniciales del prólogo a esa primera edición argentina:
Los dos problemas capitales de Ferdidurke son: el de la Inmadurez y el de la Forma. Es un hecho que los hombres están obligados a ocultar su inmadurez, pues sólo se presta a la exteriorización lo que ya está maduro en nosotros. Ferdidurke plantea esta pregunta: ¿no veis que vuestra madurez exterior es una ficción y que todo lo que podéis expresar no corresponde a vuestra realidad íntima? Mientras fingís ser maduros, vivís, en realidad, en un mundo bien distinto. Si no lográis juntar de algún modo más estrecho esos dos mundos, la cultura será siempre para vosotros un instrumento de engaño.
Gombrowitz
, siempre crítico con toda forma de identidad colectiva, defendía la inmadurez, la no profesionalidad, ese libre albedrío que yo siempre he asociado con la tan seductora como displicente Pantera Rosa, un personaje que, lejos de SER definitiva y tozudamente "algo", recorriendo un camino que supone único y prefijado, se permite IR SIENDO, mientras transita ese terreno desconocido que la vida va desplegando frente a sí.
En este mundo de imágenes, espejo “Lewiscarolliano” del mundo real, el ambiguo felino de color rosado acepta hacer uso de esa natural flexibilidad que el budismo zen y el fantasma publicitario de Bruce Lee atribuyen al agua o al aire.
En definitiva: gracias a un polaco exiliado, a la librería Fausto de la porteña calle Corrientes, a un estudiante de psicología que trabajaba en ella, al dibujante Fritz Freleng y a la música de Henry Mancini, logré aceptarme como un ser moderno, un producto de mi época. Ningún libro, sin embargo, ninguna teoría política o filosófica, ningún film estadounidense, sueco o francés, respondía de forma creíble y certera a una pregunta siempre presente durante aquella época de mi vida. Y aquí -redoble de tambores- vuelve a entrar en escena mi primer analista. Aunque decirlo así es un tanto egocéntrico, bastante narcisista. En realidad fui yo quien se introdujo en su consulta para ¿atormentarlo?, exigiendo una revelación definitiva, CONCLUYENTE, para esa pregunta que podía tener todas las respuestas o no tener ninguna.

Aquí termina, debería terminar, este espiche, perorata, alocución, ponencia.
Llámese como se llame, podría seguir con ella hasta el fin de mis días. Supongo que ustedes no se quedarían para verlo, aunque nunca se sabe: a los seres humanos nos gusta ser imprevisibles. Pasa que, como se trataba de hablar de psicoanálisis y de la incidencia que éste tiene en nuestras vidas, me he dejado llevar más o menos libremente por la asociación libre, un método usado por un buen montón de gente, desde Sigmund Freud a Jack Kerouac.
Al terminar de escribirlo, por esas cosas del azar, que aún cuando no perfuma está siempre presente, apareció ante mí una cita de Michel Houellebecq, ese escritor llamado en realidad Michel Thomas. Dice así:
El humor no nos salva; no sirve prácticamente para nada. Uno puede enfrentarse a los acontecimientos de la vida con humor durante años, a veces muchos años, y en algunos casos puede mantener una actitud humorística casi hasta el final; pero la vida siempre nos rompe el corazón. Por mucho valor, sangre fría y humor que uno acumule a lo largo de su vida, siempre acaba con el corazón destrozado. Y entonces uno deja de reírse. A fin de cuentas ya sólo quedan la soledad, el frío y el silencio. A fin de cuentas, sólo queda la muerte.
Me ha hecho pensar, lo reconozco. Todo lo escrito por mí para este encuentro –y esta palabra, encuentro, me parece la más apropiada para lo que estamos haciendo aquí y ahora- tiene un tono de broma que Thomas Houellebecq encontraría inútil.
La duda abría ante mí sus temibles agujeros negros.
No tenía tiempo para escribir otra cosa. En realidad, tampoco quería hacerlo.
Apenas unos segundos después logré tranquilizarme.
No estaba de acuerdo con Michel Houellebecq Thomas.
Es tan importante no burlarse de las cosas serias como tomarse con buen humor casi todo.
Total, al fin de cuentas, sólo queda la muerte.
Ilustración anónima encontrada en la red (gracias, vanessa)

jueves, enero 24, 2008

¿Quién ha dicho perros?

El diario La Vanguardia de hoy da cuenta de una noticia muy desagradable.
En un refugio de perros abandonados de Lleida, la Lérida castellana, han aparecido dos ejemplares muertos de forma violenta. En realidad habría que decir ejecutados, ya que uno de ellos estaba estrangulado con la cuerda que lo ataba y otro había sido apaleado hasta la muerte.
Se me hace imposible hacer literatura con todo esto.
Perro, perra, animal, bestia, bicho, fiera, son palabras que se han usado y se usan despectivamente. Entre los sinónimos de animal podemos encontrar alimaña, irracional, torpe, grosero, ignorante, zopenco, mentecato, lerdo, negado, bruto.
O sea: no tengo palabras para definir a este/os desgraciado/s asesinos. Posiblemente sean gente como nosotros, que se mueven sobre sus dos piernas, miran por un par de ojos y hasta son capaces de articular palabras.
No me cago en sus muertos. No sirve de nada.
Quisiera que la naturaleza entera caiga sobre ellos.
Quisiera que mis pensamientos hieran, dañen, produzcan tanto dolor como sea posible.
Quisiera que en el momento de su muerte, deseándola más temprano que tarde, no tengan a su lado ni un perro que les ladre.
Photo : Dana, por Héctor Zampaglione

domingo, enero 20, 2008

problemas de comunicación

El día 30 de diciembre dejé caer mi móvil, o celular, dentro de un cubo, o balde, con agua y detergente. Detergente sí, no lavandina o lejía.
Jorge Ch., que tiene una especial predisposición para la enfermería de urgencia, corrió con mi celular o móvil hacia el cuarto de baño, servicio, aseo, o, meridional y simplemente, baño, y cogiendo, tomando, agarrando o asiendo el celular o móvil con una mano, tomó, asió, agarró o empuñó en la otra el secador capilar, de pelo o cabello, y luego, o después, de encenderlo o prenderlo, dirigió su chorro de aire caliente hacia el celular o móvil mojado.
-A lo mejor, tal vez, quizá, si logramos secarlo, pueda seguir funcionando... o andando.
No fue así. El primer día se quedó absolutamente mudo, ciego y sordo, como los tres monitos célebres. Había ahogado a mi guapo, lindo, bárbaro, estupendo, servicial Motorola, en un vulgar cubo, o balde, de agua con detergente. Decidí que, perdido por perdido, no estaría mal probar una solución más contundente. Lo puse sobre el calefactor o estufa eléctrica y esperé un rato a su lado para ver si reaccionaba. No lo hizo. El segundo día, después de pasarme horas y horas intentando que Orange me solucionara el problema de una forma práctica, como podría ser permitirme que retire un nuevo celular móvil en una tienda negocio boutique de las/los mucha/os que tiene en Barcelona, volví mi vista hacia el ahogado y decidí encenderlo, prenderlo, ponerlo en funcionamiento nuevamente. Andó, o anduvo, como si nada hubiera pasado, sólo que un pequeño letrero luminoso decía que la batería, o cargador, era inadecuada/o.
Me gustaría comprobar mediante los lectores habituales de este blog si lo que cuento es comprensible. Ninguno de los muchísimos contestadores robóticos, gestores comerciales o empleados rasos -con nombre, apellido y muy variadas nacionalidades- que tuvieron la deferencia de atenderme, por teléfono o personalmente, durante los dos o tres días que duró esta recherche del celular perdu, parecía comprender lo que les explicaba. Aunque nadie pueda asegurarme que esto sea una solución a futuros problemas de comunicación, con el nuevo año me he pasado a otra compañía que me ofreció un nuevo Motorola sumergible.
photo : anónima, de la red.

viernes, enero 18, 2008

Annie Lennox, estrella de la semana

Quizás la estrella de esta semana haya sido Matilde Horne y su sonrisa de casi cien años (ver post anterior). Sin embargo, sin que yo lo buscara, reapareció por aquí un video de 1990 al que sigo encontrando muy especial diecisiete años después. La canción fue escrita por uno de mis autores preferidos, Cole Porter, y se incluyó en un álbum, Red, Hot and Blue, que, además de ser un tributo al compositor estadounidense en el centenario de su nacimiento, pretendía recaudar fondos para la lucha contra el SIDA.
http://it.youtube.com/watch?v=ON0qcXzuUYU
El corto, donde se narra con ternura y nostalgia la dolorosa pérdida de un hermano (¿el de la misma Annie?) a partir de filmaciones domésticas, fue dirigido por Ed Lachman. De regalo un vídeo más, por si alguien tiene dudas sobre la calidad interpretativa de esta particular ratoncita.
Y para los infatigables, AN en versión minimal: piano, gafas oscuras y una pregunta bastante habitual: ¿Why?
El retrato de Annie Lennox es del fotógrafo Alastair Thain

miércoles, enero 16, 2008

el Cedro de Matilde Horne

Sinceramente, no sé cómo empezar a contarles esta historia. Tal vez por el final, cuando durante la tarde de ayer recibí la llamada de un amigo vallisoletano y discutimos sobre mi apoyo y su rechazo al canon para los soportes digitales. Hoy, como si todos los vientos estuvieran soplando para el mismo lado, me llega un comunicado de Cedro que muestra el tema desde varios ángulos diferentes, tantos como escritores y periodistas han decidido tratarlo en los últimos meses para diversos medios de comunicación. Cedro no es sólo un árbol, por si no lo saben. Son también las siglas del Centro Español de Derechos Reprográficos, la asociación que se ocupa de proteger los derechos autorales de los creadores españoles. Hace varios años, cuando me enteré que mi ya octogenaria amiga Matilde Horne, traductora de Tolkien, Ray Bradbury, Ursula K. LeGuin, Stanislav Lem, Angela Carter, Brian Aldiss, Christopher Priest y Doris Lessing, había sufrido un accidente en su apartamento de Ibiza, lo cual hacía imposible que siguiera trabajando y por tanto la hundía económicamente hasta límites realmente preocupantes, comenté el asunto en la asociación de escritores a la que pertenezco (ACEC). A pesar de todo el trabajo realizado, Matilde, como muchos otros exiliados, no tenía derecho a una jubilación. "Tenemos que hacer algo por ella", me dijo la siempre sensible secretaria de la asociación, Pilar Brea. "Es socia nuestra, pero no sé si tiene papeles de residencia permanente y dudo que tenga posibilidades de jubilarse", me lamentaba yo, convencido de que con tantos impedimentos legales de por medio cualquier ayuda oficial sería imposible. "¿No me dices que es la traductora de El señor de los anillos? Un libro que ha vendido miles y miles de ejemplares... Sólo por eso debería estar cubierta frente a estas eventualidades. Hablaré hoy mismo con la gente de CEDRO". Lo hizo y desde aquel momento ellos decidieron ocuparse de la suerte de esta mujer inteligente y encantadora, pequeña como una cría de pájaro, sonriente como una gioconda, dulce y delicada como una geisha. Un tiempo después vinieron las tratativas de la asociación de traductores y el acuerdo con los editores de sus libros. Ahora Matilde, con 94 años, vive bien, sin apuros económicos, protegida y cuidada. Creo que aunque sólo sea por cosas como esta importa que paguemos derechos reprográficos. Si no protegemos a nuestros creadores, a nuestros artistas, más temprano que tarde nos quedaremos sin ellos, y entonces, como dice una vieja canción sudamericana: ¡Ay, qué gran tristeza!
Para los que puedan estar interesados en conocer otros comentarios sobre el tan discutido canon:
- Vicente Molina Foix:
El canon cerrado y sus enemigos (El País, 8 de enero del 2008)
- Javier Marías:
Tiempos saqueadores (El País Semanal, 6 de enero del 2008)
http://www.larazon.es/8573/noticia/2/Y_un_rbano)
- Vicente Molina Foix:
Manteca y canon (El País, 21 de diciembre del 2007)
- Arcadi Espada:
Canon (El Mundo, 21 de marzo del 2007)

retrato de Matilde : Vicent Marí, El País.

domingo, enero 13, 2008

wag the dog

Tal vez deba agradecer a mi estado post-gripal haberme enterado de la existencia de esta película. Ahora sólo queda hacerme con ella para verla en mejor estado del que lo hice el sábado por la tarde, a la hora de la siesta. Comida, más que sobria, escueta, acorde con mi "pasesca" convalescencia, y un segundo después esa no decisión -dado mi estado de decaimiento no había otra elección posible- que llevé a cabo sin demora y con absoluta entrega: tirarme en el sofá para tragarme como postre cualquier cosa que pasaran por el canal Hollywood. Esa cosa de ayer a la tarde resultó ser Wag the dog (1997), un film espléndido que, vaya a saber por qué, no sólo nunca había visto sino que desconocía en absoluto. Distribuída en España como Cortinas de humo y en Argentina como Mentiras que matan, tiene guión de David Mamet (!) y Hilary Henkin, música de Mark Knopfler y dirección de Barry Levinson, un hombre inquieto que también se ha desempeñado como actor, guionista y productor en diversas películas (Tootsie, Quiz Show, Sleepers, Donnie Brasco). En Wag the dog, Robert De Niro, Dustin Hoffman, Anne Heche, Woody Harrelson y Denis Leary interpretan a una serie de mafiosos, freakies y descerebrados que deberán encargarse de distraer la atención de sus conciudadanos con temas de hondo calado sentimental y patrótico para hacerlos olvidar que su presidente ha sido acusado, a tan sólo 2 semanas de las elecciones, de acosar sexualmente a una joven becaria. ¿Os suena? Frente a un guión tan entretenido, lleno de hallazgos y sorpresas, y unos diálogos que no desperdician una sola posibilidad de ser brillantes, te preguntas si la huelga de guionistas no habrá comenzado hace ya muchísimo tiempo.
Una auténtica perla es el fondo sonoro del escandaloso desliz presidencial: el chansonnier francés Maurice Chevalier canta Thank heaven for little girls -un himno de la incorrección política- tal cual lo hiciera en la adaptación cinematográfica de la "joyeux" comedia musical Gigi (Vincent Minelli, 1958).
Ahora mismo me pasaré por la casa de los 39 escalones para ver qué opinión tienen de ella.
Photo : Elliot Herwitt

viernes, enero 11, 2008

chismes y cuchicheos

La resaca de la pasa no me deja en paz. Mi cuerpo quiere dormir, estar tirado, holgazanear, dormir, estar tirado, no hacer nada, volver a tirarse, dormir un rato más y, muy de tanto en tanto, acercarse al ordenador para ver si algún mensaje requiere respuesta inmediata.
Mi cabecita, mientras tanto, teje y desteje historias, se queda con un tema que hasta hoy mismo parecía no preocuparle nada, paladea los entresijos más rebuscados de mis sueños. En medio de la pasa -que se niega a pasar de una buena vez, la muy guarra- he tenido tres visitas médicas (3), un chequeo general, análisis completos de sangre y un desayuno también completo -café con leche, dos cruasanes y zumo de naranja- en un Farggi de Paseo de Gracia. Entiendo que este desayuno puede ser poco indicado para una convalescencia de pasa, pero es que esta mañana, después del trámite "jeringuilla en ayunas", necesitaba una gratificación algo insana, bien alejada de las prescripciones médicas. Mañana lloraré, que diría la pobre Susan Hayward, pero hoy, ¡quién me quita lo bailado! Algún listillo, presto a corregirme, dirá: "querrás decir lo saboreado". Va a ser que no, porque después del desayuno me vine a casa, me senté al ordenador y busqué el último video de Gossip. Allí estaba la chica redondeada, Beth Ditto, mostrándonos sus preferencias sin preocuparse por el qué dirán. ¡Transamérica, Transamérica! Muy cerca de su espacio en Youtube aunque con veintitrés años de separación por medio, el bueno de George Michael trataba de parecer un semental sin mácula, disputado servidor de dos patronas. Imposible creérselo, sobre todo cuando en otro video vemos su inquieto culito respingón sirviendo de peana para ese REVENGE (se necesita estar atento para verlo) que, casi con seguridad, tenía un destinatario muy preciso. De cualquier manera, ¿a mí qué me importa? Con resaca o sin resaca el George me hizo bailar su Careless Whisper durante un buen rato. Para ser más exacto: seis veces, a algo menos de cinco minutos por vez... ¡casi media hora! Mucho macho o mucho menos: ¡Bendito seas, Georgie!

miércoles, enero 09, 2008

Marianne Faithfull, estrella de esta semana

Fiel a Tope, tan quebradiza como inquebrantable, esta dulce y sensual musa del Swinging London cumplió sesenta y un años el último 29 de diciembre. Si bien ha perdido algunas batallas es evidente que continúa dando guerra: ahora gana premios con su interpretación de una abuela descarriada en la película Irina Palm, recientemente estrenada en España. Tiene en su haber adictivas relaciones con Mick Jagger Stones y con muchas otras drogas de semejante peligrosidad. Tal vez por ello fue la primera persona que dijo "fuck" frente a una cámara de cine. Alguna vez, hace muchos veranos, se paseó por las calles de Ibiza vestida de blanco de pies a cabeza. Por allí andaba también -jugando a ser su negativo, montada en una bicicleta que la llevaría de forma prematura a la muerte- una Nico enlutada por su propia vida.
Podemos verla muy joven y con un presentador excepcional:
http://es.youtube.com/watch?v=44qEgxRn1AU&feature=related
o algo más madura, la voz quebrada y el corazón vagabundo:
http://es.youtube.com/watch?v=eWT23s94Eqo&feature=related
Personajes como ella nos demuestran que puede haber vida, y mucha, después de los sesenta.

lunes, enero 07, 2008

Los 3 Reyes (a)Ma(r)gos



"Los reyes son los padres". Lo siento mucho pero tenía que decirlo. Me sentía obligado a acabar con tanto ocultamiento, con tanta mentira, con tanto negocio montado alrededor de una patraña. Frente a esta inesperada revelación, alguno de ustedes podrá preguntarse:
-¿Este tipo me está diciendo que soy el descendiente directo de unos auténticos monarcas? ¿Es que acaso he vivido todo este montón de años como un paria, sin enterarme de que algún día puedo optar a un trono? Si es así, si dentro de nada podré vivir en un palacio de puta madre y viajaré en avión privado y tendré mi propio yate y tres hermanos altísimos y un montón de sobrinos rubios como soles... ¿para qué preocuparme por seguir pagando la hipoteca de un piso de mierda?
Lo temo, sí, lo temo de verdad. Es que hay gente muy ansiosa. Tan ansiosa como ilusionada. Adelantándome a posibles confusiones, me veo obligado a aclarar un poco más la cosa:
-No, no. No te equivoques. Cuando digo que los Reyes son los padres no estoy diciendo que tú eres una princesa. O un príncipe, que lo mismo da. No estoy hablando de reinos reales, valga la redundancia, sino de reinos míticos, de leyenda. Estoy diciendo que los Reyes de Oriente, los Tres Reyes Magos, Melchor, Gaspar y Baltasar, son los padres.
-¿Los padres de quién? ¿Me vas a decir que hay algunos padres tan inmensamente ricos como para ser los Reyes Magos de todo el mundo?
Si por desgracia fuerais tan obtusos, me vería obligado a ahondar aún más en esta dolorosa verdad:
-No, no hay en el mundo entero padres tan ricos ni tan generosos. Olvídalo. Sólo digo que "tus" reyes magos han sido siempre "tus" padres. En cada casa de cada persona, los reyes magos son simplemente los padres, tutores o encargados de esa persona.
-Imposible. Los he visto en El Corte Inglés ayer nomás. No eran mis viejos. Por más disfrazados que estén, te aseguro que los reconocería apenas verlos.
A este ni siquiera voy a prestarle atención. Podrán llamarme blando, pringado o tikismikis, pero me sentiría fatal tirando abajo semejante cacho de ilusión. Y a los demás, aquellos que humilde y saludablemente han podido aceptar esta terrible verdad, les adelanto que dentro de nada voy a develarles otra verdad tan fundamental como la anterior.
La cigüeña no existe.
Pero mejor lo dejo para otro día. Yo me enteré de todo esto en medio mismo de una encantadora reunión familiar y estuve vomitando cocacola y sándwiches de miga hasta el día siguiente.
Buscando ilustración para este post me encontré con otra versión de lo mismo:

sábado, enero 05, 2008

Todo pasa y todo queda

Pese a su escasa, casi nula entidad, en casa de mis padres producían interminables discusiones, repetitivos y enconados enfrentamientos. A tres de los cinco comensales más o menos habituales nos gustaba encontrar ese trocito de dulzura en medio de la carne sofrita especiada con comino. Eran parte de los tropezones que agregaban sabor al conjunto, como el huevo duro, las aceitunas y todos los otros ingredientes que mi madre solía agregar a la receta básica, casi me atrevo a llamarla fundacional, de la celebérrima doña Petrona, esa maestra culinaria de varias generaciones de argentinas. Mi padre las encontraba odiosas, pero no le molestaba demasiado topar con alguna en medio de una empanada. Sin embargo no podía soportarlas en ese pastel de carne a la inglesa que en Argentina llamábamos pastel de papa con la misma arbitrariedad conque podría llamarse lana a una oveja, ya que de papas, o patatas, sólo tenía una fina capa de ellas hecha puré, cubriendo el contundente amasijo de carne picada e ingredientes variados. Pero mientras mi hermano se ponía verde de rabia e insultaba a Dios, a mi madre y a María Santísima, mi padre simplemente iba dejando las pasas -que de ellas estoy hablando- a un costado del plato, para seguir comiendo el resto tan tranquilo. Hasta hace poco tiempo, unos años apenas, a nadie se le ocurría que las pasas pudieran ser algo diferente a esas uvas desecadas, con o sin semilla, que dividían tanto a mi familia. Ahora resulta que todo el mundo habla de pasas refiriéndose a otra cosa muy distinta. Tanto médicos como presuntos, pasados o futuros pacientes, se han acostumbrado a llamar "pasa" a esos desgraciados virus de supuestas gripes que nos atacan en cualquier momento sin que podamos hacer nada para detenerlos. O sea: todo este preámbulo gastronómico parental fue para para anunciar(les): "tengo una pasa desde el mismísimo primer día de este nuevo año". Los síntomas: dolor de cabeza, catarro, estornudos, tos, malestar general, mucho sueño y una mala uva que tal vez sea también ¡otra pasa!
Deseénme una pronta mejoría y sepan disculpar mis, más que posibles, seguramente malos, malísimos, terribles humores.
Photo : retrato de Gottfried Helnwein

jueves, enero 03, 2008

El último post

El pasado día 28 estuve a punto de hacerles una broma de lo más tonta con la ingenua pretensión de convertirlos en Inocentes.
Pensaba colgar un post que dijera algo así:

Un comunicado para todos mis lectores/amigos: ha llegado el momento de poner fin a este blog. Son varias las razones que me obligan a hacerlo. La primera es la fecha. Hoy he caído en la cuenta de cuánto tiempo llevo fuera de casa y, sinceramente, creo que me he pasado un poquito de rosca. Salí de allí con un "hasta pronto, en quince días me tenéis aquí de vuelta". Era el 27 de diciembre de 1975 y ese "hasta pronto" ha durado hasta hoy mismo. Supongo que me he distraído por el camino. El tiempo se estiró como una goma elástica. Los días se escurrieron como agua entre los dedos, convirtiéndose en años, en décadas, en siglos. ¿Exagero? No demasiado, ya que llegué a Europa en el siglo veinte y ahora ya estamos atravesando el veitiuno. Me entretuve, como quien va a comprar el pan y se queda un rato hablando con amigos en el bar de la esquina:
-¡Cómo me haces esto! -dice su mujer- ¡Se me ha pasado la carne! ¡Fíjate, está hecha una suela! ¡Y las patatas del puré se disolvieron en el agua hirviendo!¡Tengo que tirarlo todo a la basura!
-Fue un cafecito, nada más-, contesta el tipo, entre acongojado y satisfecho, consciente de que aquel cafecito ha durado dos horas largas de amistosa, masculina charla.
El 27 de diciembre de 1975, durante el ya muy pasado siglo pasado, Longueira y Longueira, una compañía auténticamente gallega, me arrancaba casi por la fuerza de la República Argentina. Ese mismo mes yo había pasado quince días en México, era verano y me apetecía más quedarme en Buenos Aires que volver a salir del país. No soy un apasionado de los viajes, si bien después puedo pasármelo relativamente bien en casi cualquier lado. Con aquella experiencia en el DF y sus alrededores hubiera cubierto mis escasas ansias viajeras por un buen tiempo. Pero, un poco a mi pesar, a esas alturas del compromiso se hizo imposible echarse atrás. Subí al avión sin saber en realidad donde me estaba metiendo. No sé si algún día podré develar si esa ruta aérea torció mi destino o simplemente me obligó a transitarlo hasta sus últimas consecuencias. Un oscuro y envejecido aeropuerto de Barajas me recibía al día siguiente, fiesta de los Santos Inocentes. Afuera, con clima y luz de invierno, esperaba una ciudad desconocida. La antigua, imperial, castiza Madrid. La del oso y el madroño; la de las calles, avenidas, barrios y estatuas del Generalísimo; la de las chulapas y los chulapones; la de los serenos con llave en la esquina y el loden color musgo por todas partes. La anterior a la de hoy, más luminosa, cosmopolita y bullanguera: esta Madriz zapatera con errores ortográficos de raíz demagógica.
No voy a extenderme demasiado. Ha llegado el momento de volver. No ha pasado tanta agua bajo los puentes -la sequía es mucha- pero, con o sin Virginia Slims, "he recorrido un largo camino, muchachos". Como suele decirse en estos casos: espero que esto no sea un adiós definitivo, aunque en estos momentos todo me hace pensar que sí.

Aquí terminaba la broma. Una inocentada, decimos por aquí. Cuando puse el punto final y, como siempre, releí lo escrito, no lo encontré nada inocente. Decidí guardarlo para más adelante, cuando el almibarado discurso de las fiestas, lleno como siempre de ruido y furia, me permitiera darle otro destino. Ayer, después de colgar la estrella de la semana -una obligación a la que me ató la pequeña Vanessa, ilusionada con esta propuesta- volví a encontrar el texto entre mis borradores. Lo cuelgo con el mismo título que hubiera llevado el día de los Santos Inocentes, aunque deseando de todo corazón que no sea cierto.

miércoles, enero 02, 2008

la estrella de esta semana: Robbie Williams

No puedo decir que no supiera quién era este tipo. Imposible no enterarse de su existencia: desde que pareció en escena no deja de dar que hablar. Megalómano, fanfarrón, exhibicionista, adicto a fármacos y alcoholes varios, es dueño de un carisma tan insoslayable como su ternura gamberra y un pelín barriobajera. Sin embargo fue en una visita al FNAC de Plaza Cataluña donde me quedé prendado de sus posibilidades interpretativas. En una gran pantalla Sony descubrí a este señor cantando los temas standard de Frank Sinatra y su barra brava -the rat pack- desde el Royal Albert Hall londinense y acompañado por una orquesta sinfónica. ¡Aleluya! El swing había vuelto y yo podía llevármelo a casa. Salí del local con el video bajo el brazo y siempre que tengo ocasión lo veo con amigos algo ajenos a la música pop. Por el único placer de contemplar sus caras de asombro frente a este pequeño fenómeno de charming y comunicación.
Para los amantes de las comparaciones, el tema de Paul Anka en las versiones de Elvis Presley (el papá de todo el pop blanco, dos meses antes de su muerte)
y por el inigualable Sinatra, gran caballero de la mafia (con su letra, por si queréis aprenderla).