miércoles, octubre 31, 2007

Helmut Newton, tres años después

La trama es perfecta. Y si resulta no serlo da igual, basta conque lo parezca. Ayer mismo Jorge Chapuis y yo recordábamos -contándoselo a un amigo fotógrafo- una exposición que habíamos visto en París un invierno de hace muchos años. Helmut Newton exponía dos versiones de una misma pasarela. Fotos de enorme tamaño, más grandes que el real, de unas modelos bellísimas, el cuerpo oculto tras sus ropas de alta costura y, a un lado, la misma toma con ellas desnudas sobre sus zapatos de tacón. Con aquellos retratos a flor de piel, Newton, voyeur apasionado del cuerpo femenino, obsesivo admirador de la belleza, desvestía sus fantasías poniendo al descubierto algunas de las nuestras. ¿La mujer como objeto? No, en realidad como crisálida. Un ser enigmático, prácticamente desconocido hasta para ella misma; una bella durmiente despertando de su largo sueño para iniciar un largo proceso de conocimiento y transformación. Hoy paseo por el blog de mi estimado "perdedor" y me encuentro, algo escondidos a una primera mirada superficial, varios videos con fotos de Newton. Me llamó la atención esta coincidencia de intereses, si bien no es la primera notable entre bloggeros afines. Sabía que Newton, hombre de mirada perversa y humores desbordantes, era como yo un nativo de Escorpio, así que busqué -en Google por supuesto- la fecha exacta de su nacimiento. Casi todo lo existente, salvo la maldad gratuita y la destrucción porque sí, tiene utilidad en este mundo. La astrología, tan denostada por algunos, puede ayudarnos a recordar cumpleaños. El autor de tantos retratos exquisitos, de tanto desnudo inquietante, hubiera cumplido años hoy. Lástima que la parca envidiosa (o el Señor celoso, que diría el tango) haya puesto punto final a su biografía en enero del 2004. Nos queda su obra, sí, pero él no está para gozar, como sin ninguna duda lo hacía, de esas visiones estremecedoras, fantasmales, corporizadas para todos nosotros por obra y gracia de un talento sin prejuicios ni racanería.

Posdatas:
presentación en la ACEC,
canción triste de las calles porteñas
y un libro finalmente editado

sábado, octubre 27, 2007

Woody Allen ¿o Allien?

Viernes a la mañana. Hojeo un diario de mucha tirada que no suelo comprar, en una de las cafeterías donde desayuno casi cada día. Encuentro una larga crónica -poquito menos de media página- en contra de la última película de Woody Allen: Cassandra's Dream. Ya había leído comentarios similares en ocasión de su pre-estreno en el último Festival de Cannes. Hablaban del estupor -vaya- de todos los asistentes a la exhibición; de la más que notable desilusión -mira- de los periodistas especializados y demás gente del gremio, descontentos con esta historia, a la que encontraban repetitiva, anodina, falsa, vulgar. Hasta se aventuraban a decir que siendo esta película tan mala, poco se podía esperar de la siguiente, esa de título incierto (Vicky Cristina Barcelona) que rodó en esta ciudad. Recién había terminado de leer la nota en la que finalmente su autor -en plan alucinación selenita- se preguntaba si no habría sido otro Allen (un Allien, digo yo) quien dirigió este film recién estrenado, cuando recibo el llamado de una amiga y vecina proponiéndome ir a verla esa misma noche. Le cuento lo de la crítica demoledora del diario, aunque aclarándole que pensaba verla igual porque el periodista había hecho una lista de sus WoodyAllens más odiadas y la encabezaba con Stardust memories e Interiors, dos joyitas-homenaje, una a Ocho y medio de Fellini y la otra a casi cualquiera de las más interiores de Ingmar Bergman. En fin: cine Boliche, primera función de la noche. Había una buena cantidad de gente que, como nosotros, obvió la crítica flamígera del periódico. Nuestro grupo (cu4tro) salió más que satisfecho. Podría ubicarla junto a Match Point, aunque, si me apuran, en un peldaño más arriba. Una película seria, meticulosa, incisiva, tanto que por momentos resulta dolorosamente triste. Es como si con los años Allen hubiera adquirido piel y carne de esponja, sensibilidad de ángel. De la misma manera en que se impregnó de Cole Porter, Gerswing, Billie Hollyday o/y Capra para idear Manhattan, o recreó la Dolce Vita del siglo veintiuno en la espléndida y tampoco muy apreciada Celebrity, aquí parece inspirado por los fantasmagóricos espíritus de Patricia Highsmith, Hitchcock y los grandes directores del New Cinema Inglés de los años sesenta. Si esperan reírse con los chistes del neurótico judío neoyorkino, no vayan. Hay que estar muy atento para descubrir al Allen de siempre, mundano, socarrón, irónico, en dos o tres momentos muy específicos del diálogo. Woody ha decidido que tiene edad suficiente como para no jugar más con ciertas cosas.

jueves, octubre 25, 2007

Una patada en nuestra cara


Por aquí nada parece andar sobre ruedas, salvo los conflictos. La foto muestra el frente de un edificio en el Paseo de Gracia de Barcelona. La enorme lona con el anuncio publicitario cubre las obras de restauración y limpieza que se están llevando a cabo en él. Al mismo tiempo trata de convencernos, con la doble imagen de Thierry Henry y una frase en catalán, que cada persona oculta dos diferentes. Ángel y demonio, bueno y malo, positivo y negativo, pacífico y violento. Esa supuesta dualidad humana. La historia del metro de Barcelona y la agresión a la adolescente ecuatoriana, insultada, manoseada y finalmente pateada en la cara por un sujeto despreciable que ni siquiera la conocía, me hace pensar que en algunos casos ese dos se multiplica por cien. Y ahora no tengo ganas de ponerme a escribir doscientos insultos diferentes para definir a ese personaje de desgraciado presente y, con toda seguridad y la ayuda de mis más profundos deseos, un todavía más patético destino.
photo : Dante Bertini

lunes, octubre 22, 2007

Una sonrisa suspendida

Es raro. Después del último viaje a París me quedé sin palabras. ¿O debería decir sin escritura? Colgué varios posts con fotos de esa ciudad tan luminosa, me encontré con amigos, fui a ver Eastern Promises de David Cronenberg -una gran película con unos minutos finales para la tijera o el olvido y un Viggo Mortensen merecedor de, al menos, una nominación al Oscar-, volví a encontrarme con amigos, no pude trabajar en nada, me sentí cansadísimo, me encontré con otros amigos, seguí sin poder trabajar en casi nada, me encontré nuevamente con amigos, tomé cafés, devoré cosas que engordan y todo esto sintiéndome de lo más extraño, sin decidirme a trabajar y viendo más y más amigos. Viajar nuevamente a París fue como abrir el cajón que guarda esas fotos de otra época que nunca nos atreveremos a tirar pero tampoco deseamos volver a ver, al menos "por el momento". Un momento muy largo, diría Silvina Bullrich. Sí, Silvina. Un largo momento suave, algo melancólico, acunado por La bohéme de Aznavour o My Way de Sinatra, por un aria de Puccini en la voz de la Callas y, cuando atardece, por cualquier pieza corta de Satie repetida hasta el agotamiento. Y después de ese momento tan dulce llegará el siguiente. Entonces será Chabela Vargas con guitarra dolorida e intención quebrada; o Bola de nieve, con piano y sin aliento; o Cole Porter, tan amante de París, deletreado por la en muchos sentidos inmensa Ella Fitzgerald. Toda música antigua, de otras épocas. Sin embargo no he puesto a la Piaf o a Barbara. No podría soportarlo.
Y danzando sobre la nada, la última sonrisa de mi madre antes de subirse al avión en Barajas, de regreso a Buenos Aires: tristísima, húmeda, desgarradora. Una sonrisa que después de tantos años sigue allí, como la del gato de Cheshire; colgada del espacio, atravesando paisajes y circunstancias. Hasta ahora mismo tampoco he podido escribir, y esto nunca me ha parecido una ocupación pesada, un puro y duro trabajo. Entonces me digo: "vamos a ser sinceros", y he llegado a la conclusión de que no puedo aguantar las pérdidas, los abandonos, las ausencias. Resulta que un amigo de otras épocas se muere en Ibiza. Me lo comunican dos fantasmas del pasado que encuentro por casualidad en el aeropuerto parisino. Cargados de bolsas de Dior y Versacce, sueltan la noticia sin más, como si estuvieran comunicándome el casamiento de Borja Thyssen o la separación de Cecilia y Monsieur Sarkosy.
Suena el Requiem de Verdi, alguna sonata de Schubert, el otoño porteño de Piazzolla. También las campanas aquellas, las mismas que un día, tal vez no muy lejano, sonarán por mí.
Y por favor: nadie debe preocuparse. No estoy triste.
photo : Michael Stipe (R.E.M.)

miércoles, octubre 17, 2007

Post-París

resaca de París: me puede.
cuelgo un poema en otro blog para los que quieren letras y no fotos:
http://amorimas.blogspot.com/
ésta, la foto, es de Duane Michals.

lunes, octubre 15, 2007

¡blogactionday!

un pequeño paréntesis para unirme a este día, al que también podéis adherir todos vosotros entrando aquí

domingo, octubre 14, 2007

París callejero (y cinco)


la Tour se pone de fiesta y Johnny Halliday las gafas de Aflelou

el último día, un regalo de París: vernisage Soutine

caluroso octubre, primaveral otoño
Fauchon se viste de rosa bombón
y las grandes tiendas imitan a Christo

paredes vegetales de Patrick Blanc en el nouveau Nouvel
mientras, monsieur Chapuis pasa revista a la tropa de vélib-velo

photos : (c) Dante Bertini

sábado, octubre 13, 2007

París l'autre (y cu4tro), l'ombre de la lumière









un pasaje al infierno: accidente en la calle, una clocharde grouchoniana, la muerte y sus representaciones y un disparo amenazador sobre el cristal.
photos : (c) Dante Bertini

viernes, octubre 12, 2007

París in-ex-terior (y tres)


un alma sonriente al costado de su puente

un anticipo del mur vert del Branly en pleno centro

Orphée en casa de su maitresse Florence

copas de cristal en el Petit Palais

foto (prohibida) en el Branly
el restaurante del Hotel Lutetia (hummmmm)
photos : (c) dante bertini

jueves, octubre 11, 2007

escapar(a)te(s) de París (y dos)

rugbier argentino en la tienda del Musée du quai Branly

y ropa de noche para mujer en una tienda cercana al hotel Capucines, Boulevard Haussman,

una florería muy floral a un costado del Beaubourg y espejos de
tocador para damas y caballeros, también en el barrio de la Madeleine,

el local de los perfumes Jean Patou, cerca de la Place Vendôme,


























y las piernas de la minuciosa y guapísima diseñadora inglesa Helen Amy Murray junto a una de sus obras, en la Galerie Arums de la rue de Lille.
photos : (c) dante bertini

miércoles, octubre 10, 2007

ayer París, hoy Barcelona (y uno)


qué puedo decirles de París? sobre todo cuando me piden silencio... (estación Madeleine del metro)

la Tour desde el nouveau Nouvel













las galerías lafayette, y expo courbet en el grand palais













y el gallo con el carrousel en Tuileries
photos : (c) Dante Bertini

martes, octubre 02, 2007

Las cenizas de Manuel Puig. Tercera entrega.


Manuel Puig se trasladó a Méjico cuando terminaban los ochenta, con intenciones de radicarse definitivamente en tierras aztecas. Aquella década había traído al mundo, entre otros regalos igualmente desgraciados, la popularización de la heroína, el virus del SIDA y la entronización globalizada de la violencia urbana. Enamorado desde su más tierna infancia del cine “americano” de los años cuarenta y cincuenta, rebosante de estrellas arquetípicas, refinado glamour e inocente sentimentalismo, el escritor llegaba escapando de su último refugio: un Brasil hundido en la miseria y cada día más azotado por el desorden y la delincuencia callejera. Cuernavaca le ofrecía un dorado retiro a la antigua. Bellísimo entorno, clima benigno y unos pocos y escogidos vecinos con abultadas cuentas bancarias e interesantes, y no menos voluminosas, biografías. Allí había vivido hasta su muerte (marzo de 1980), otra apasionada devota del glamour cosmopolita: la artista polaca Tamara de Lempicka. Definida con cierto velado menosprecio como “pintora Art Déco” por los críticos especializados, esta bella mujer, sofisticada y mundana, fue autora de un buen número de retratos elegantes y sugestivos, cargados siempre, como ella misma, de perversa sensualidad. (Casi como un regalo, la editora de Tusquets, Beatriz de Moura, conocedora de mi afección por la obra de Tamara de Lempicka, usó un fragmento de "Adán y Eva" para la portada de "El hombre de sus sueños".)
Eclipsada por la aparición del “primer movimiento pictórico moderno auténticamente estadounidense”, el más intelectual y ascético expresionismo abstracto, la pintora decidió abandonar el trepidante Nueva York para refugiarse en las más sosegadas tierras aztecas.
Al contrario de la Lempicka, Manuel Puig se instala en Cuernavaca cuando está pasando por su mejor momento profesional. La madurez había aquietado muchas ansiedades, permitiéndole gozar sin complejos de su cada día más creciente popularidad, y el éxito de El beso de la mujer araña le abría al fin las puertas de Hollywood, donde lo esperaban varios proyectos de indudable interés.
Para que todo aquel sueño fuera perfecto, de comedia cinematográfica con final feliz, Manuel Puig compró una mansión de lujo algo venida a menos en la calle Orquídea número 210 del distrito residencial Las Delicias, un exclusivo y protegido barrio de las colinas de Cuernavaca. La casa, tan imponente y anacrónica como la de Gloria “Norma Desmond” Swanson en Sunset Boulevard, se encontraba en medio de un terreno de 3000 metros, rodeado de buganvillas floridas, altas rejas con portones de hierro y gruesos e inexpugnables muros de piedra.
El costo de la propiedad, que incluyó diversas reformas y una nueva piscina diseñada especialmente por un arquitecto joven de notable belleza, fue de 750.000 dólares. Por primera vez el escritor iba a vivir como aquello que siempre había soñado ser: una auténtica estrella. Desgraciadamente, esta situación de privilegio duró apenas unos meses. El 22 de julio de 1990, Manuel Puig moría a causa de lo que algunos allegados describieron como “estúpida negligencia médica”. Algo muy parecido a lo que había sucedido tres años antes con otro artista homosexual sin tapujos: el hierático y revulsivo Andy Warhol.
La cuestión es que una vez muerto Manuel, su madre, Malé, y Carlos, el hijo menor de ésta, decidieron que los restos del escritor retornaran a su país de origen, Argentina. Las complicaciones que presentaba el traslado del cuerpo eran tantas que finalmente parientes y amigos optaron por cremarlo. La urna que contenía las cenizas fue entregada a Malé, quien la ubicó sobre un estante de caoba del penumbroso estudio de su casa de la calle Charcas, el mismo que utilizaba Manuel para escribir sus novelas durante sus estadías porteñas. Cerca de la urna la devota madre puso una fotografía del escritor a los treinta años: en ella aparecía con gesto serio y concentrado frente a uno de sus primeros manuscritos.
Sin embargo, cuando Carlos Monsiváis, conocido ensayista y crítico de cine mexicano, amigo íntimo de Manuel Puig, comentó que estaba contento porque finalmente las cenizas del escritor reposaban en su país, Manuel y Javier, dos jóvenes profesionales mexicanos que compartían con Puig charlas, aficiones y largas veladas de melodramas cinematográficos y a los que el escritor, además de bautizarlos como “Rebecca” y “Jazmine”, llamaba cariñosamente “mis hijas”, lo miraron con sorna y, entre serios y divertidos, dijeron: “Las cenizas de la mamá están donde deben estar, donde ella hubiera querido quedarse”, mientras señalaban con furtivas miradas una espléndida caja de madera que se destacaba entre decenas de otras de cartón o plástico con cintas de video dentro.
Éramos cinco personas alrededor de una mesa del desaparecido café “La puñalada” del Paseo de Gracia, cuando la escritora argentina Tununa Mercado, de fugaz paso por Barcelona, nos hizo conocer esta última anécdota. Según confesó aquel caluroso día de 1993, había conocido la existencia de las dos urnas diferentes por boca del mismo Carlos Monsiváis. Cuando pregunté qué tipo de cenizas viajaron a Buenos Aires, Tununa fijó sus oscuros y brillantes ojos de pájaro en los míos y me contestó que en la espléndida casa de Cuernavaca había, además de una ostentosa chimenea, varios adictos al tabaco...
Muchos años después busqué una corroboración de esta cenicienta historia en “Manuel Puig y la mujer araña”, biografía del escritor argentino escrita por la estadounidense Suzanne Jill Levine y editada por Seix Barral en su colección Los tres mundos. Al margen de algunas interpretaciones demasiado subjetivas y de la inclusión de varios desenfadados amigos que yo supongo póstumos del biografiado, brindando sus opiniones como si lo hubieran tratado desde la misma cuna, el libro está exhaustivamente documentado y muestra al escritor en todas las tan contradictorias como carismáticas facetas de su personalidad. Sin embargo en ningún momento se habla de las segundas cenizas del escritor, aquellas que supuestamente quedaron en la casa de Cuernavaca, custodiadas por las dos extravagantes hijas putativas de Manuel Puig, acompañadas por todas esas películas que tanto él había amado. THE END
(Me voy por unos días a París de Francia. Os dejo lectura suficiente como para que no me olvidéis. Besos.)

pintura : autorretrato de Tamara de Lempicka
photo : retrato de Tamara por Camuzzi

lunes, octubre 01, 2007

Las cenizas de Manuel Puig. Segunda entrega.

Acostumbrado a los escritores de mirada velada y ceño adusto que aparecían en las solapas de los libros -los perfiles recortándose sobre la típica biblioteca desbordante de volúmenes, la pipa o el cigarrillo echando humo desde alguna de sus manos- aquel tipo de edad y estatura medias, vestido con traje claro de lino, el pelo engominado y la sonrisa amplia y sensual, casi “gardeliana”, me pareció simplemente un impostor, algún oscuro actor secundario en paro que, vaya a saber por qué oscuros intereses, había decidido hacerse pasar por un conocido literato argentino. Recién me convencí de estar frente al auténtico Manuel Puig cuando lo oí narrar con lujo de detalles y dulce acento de ningún lugar su fugaz aventura amorosa con un pescadero bien dotado del Trastevere romano. Finalmente los amigos que lo habían presentado no estaban engañándome: aquel era, sin ninguna duda, el autor de “La traición de Rita Hayworth”, esa novela de lenguaje descarnado e ironía apenas encubierta que había desnudado los tics y fantasmas de la pequeña burguesía argentina, revolucionando el mundillo intelectual bonaerense e intranquilizando a las autoridades militares que gobernaban el país. ( El DVD de Boquitas pintadas que tengo en mi poder disculpa posibles fallos por provenir de la única copia rescatada de la limpieza moralizadora que llevaron a cabo los militares golpistas de marzo de 1976.)
Lejos de los tópicos estilísticos prefijados para un look intelectual, aquel día, en esa fiesta privada con medio centenar de invitados, el escritor se nos mostraba como un ser angelical del escuadrón Luzbel, capaz de contar anécdotas comiquísimas de su paso por Cinecittá para poco después bailarse un merengue con la Felisa P. al estilo clásico, fusionando la gracia y sensualidad de un nativo caribeño con la elegancia contenida y precisa del siempre impecable Fred Astaire.
Después de aquella noche memorable, con boquitas pintadas y caderas ondulantes, volvimos a coincidir una media docena de veces en otras tantas reuniones de amigos comunes. Nuestro único encuentro a solas se produjo por casualidad en pleno centro de Buenos Aires. Mientras yo buscaba un libro cualquiera en una librería de Corrientes y Suipacha, él se despedía sin demasiada nostalgia de una ciudad a la que, según me confesó, no pensaba volver por largo tiempo. Para mí, que nunca había viajado más allá del cercano Uruguay, resultaba doloroso que alguien tan apreciable eligiera nuevamente el camino del exilio. Cuando le pregunté por qué se marchaba otra vez del país, se tomó el trabajo de explicarme, aunque de forma algo ausente, como si se tratara de un discurso demasiado repetido, la intranquilidad que le producía la situación política que estábamos atravesando, con la presencia constante, siempre represora, de la brutal policía bonaerense. Mientras hablaba, sus ojos oscuros, brillantes como escarabajos, comenzaron a entristecerse, pero de pronto cambió radicalmente el tono y volvió a iluminar la mirada con esa picardía ambigua, algo infantil, presente en muchas de sus fotos.
“Y además, muñeco, qué quieres que te diga: en México encontré un hombre que tiene todo lo que yo necesito”. (
Fin de la segunda entrega / Continuará y fin)
photo : retrato de Manuel Puig, de autor desconocido.