martes, septiembre 27, 2016

FLORENCE FOSTER JENKINS, cantante.





Supe de la existencia de la siempre estridente, y en estos momentos también cinematográfica, Florence Foster Jenkins, gracias, y es un decir, a mi único amigo auténticamente pelirrojo, el desde hace años ausente de mi vida, físicamente desvanecido, Manuel Román.
Por aquella época, los años sesenta del siglo pasado, vivíamos juntos en un pequeño departamento del borgiano barrio de San Telmo, en la mismísima ciudad de Buenos Aires. Éramos una extraña pareja, muy cariñosa, amable, comprensiva, colaboradora... pero sin derecho ni impulso alguno al sexo compartido. 
Manuel, atildado, un poco tímido, bastante obsesivo. procuraba triunfar como disc jockey cuando este oficio no era tan rentable ni glamuroso, pero, además de pinchar discos en bares y discotecas, producía un programa unipersonal en la Radio Municipal de Buenos Aires.Todos los que trabajaban en aquella emisora de programación exquisita, sin publicidad alguna y siempre al borde de la quiebra, lo hacían por puro placer, sin cobrar ni uno solo de los siempre fluctuantes y desvalorizados pesos argentinos. Aquella encantadora emisora era un refugio de seres especiales con buenas intenciones que intentaban compatibilizar sus democráticos deseos de comunicar con otros más íntimos y personales, entre los que sin ninguna duda estaba el de ser reconocidos en el estricto, cerrado, aristocratizante ámbito cultural porteño.
Trato de acordarme del nombre de su programa, tan especial, tan único como mi siempre recordado amigo Manuel, pero ahora mismo no logro hacerlo. Tampoco voy a esforzarme: quizás más adelante salga solo. 
Muchas veces nuestras horas de trabajo en casa coincidían. Mientras yo dibujaba por encargo, él probaba los discos que pondría en su espacio de apenas media hora. En muy pocas ocasiones me pedía opinión, en muchas otras yo le preguntaba de qué se trataba o lanzaba un comentario sobre lo que estaba escuchando. 


La Jenkins, horrible cantante con la audición distorsionada, fue durante varias semanas el plato fuerte de su programa. Finalmente, como suele suceder con casi todo, la gorgojeante Florence volvió a hundirse en los superpoblados anaqueles de los casos no resueltos, aunque, por lo visto en estos días, tampoco cerrados de forma definitiva. Era previsible que en el reverdecer actual del frikismo, en este reluciente, swaroskiano reino de las Kardashian y las Belenes, alguien mostrara interés por un personaje tan perversamente carismático como Florence Foster Jenkins.
Un día de estos veré la película. Tiene suficientes anzuelos para atrapar a un pez como yo, de especie cinéfila. Mientras tanto, sin salir de esta playa donde me encuentro, arrojaré al mar este post con forma de botella. Albergo la esperanza de que su mensaje apenas encriptado llegue hasta mi amigo, el auténticamente pelirrojo, y volvamos a vernos.  

martes, septiembre 20, 2016

LA PLAYA AL MEDIODÍA, poema





El cielo, clarísimo,
brilla como el sol,
sin molestarse en demandar
salvoconductos ni permisos.
Sobre la arena clara
los cuerpos desnudos juegan a encontrarse
evitando el contacto,
como si las pieles ardieran,
y las manos, aferradas a cualquier objeto veraniego,
(un bote de crema bronceadora, un encendedor, un libro)
tuvieran cuchillos escondidos,
acerados, peligrosos filos
camuflándose, cautos, entre los anillos.
Las cortinas de algodón blanco
bailando al son del viento
no oyen la música banal que suena,
monocorde,
bajo el techo cañizo del chiringo.

Todo está en su sitio,
respetando sin alardes ni exabruptos
alguna de las formas posibles de ordenar el mundo.

Debería sentirme ligeramente alegre
(o al menos no estar triste)
pero mis ojos obstinados, recurrentes,
se empeñan en endulzar con lágrimas marinas
los ácidos zarpazos de la melancolía.


Foto -Cantabria 2015- y texto de Dante Bertini. 

LA PLAYA AL MEDIODÍA, poema





El cielo, clarísimo,
brilla como el sol,
sin molestarse en demandar
salvoconductos ni permisos.
Sobre la arena clara
los cuerpos desnudos juegan a encontrarse
evitando el contacto,
como si las pieles ardieran,
y las manos, aferradas a cualquier objeto veraniego,
(un bote de crema bronceadora, un encendedor, un libro)
tuvieran cuchillos escondidos,
acerados, peligrosos filos
camuflándose, cautos, entre los anillos.
Las cortinas de algodón blanco
bailando al son del viento
no oyen la música banal que suena,
monocorde,
bajo el techo cañizo del chiringo.

Todo está en su sitio,
respetando sin alardes ni exabruptos
alguna de las formas posibles de ordenar el mundo.

Debería sentirme ligeramente alegre
(o al menos no estar triste)
pero mis ojos obstinados, recurrentes,
se empeñan en endulzar con lágrimas marinas
los ácidos zarpazos de la melancolía.


Foto -Cantabria 2015- y texto de Dante Bertini. 

LA PLAYA AL MEDIODÍA, poema





El cielo, clarísimo,
brilla como el sol,
sin molestarse en demandar
salvoconductos ni permisos.
Sobre la arena clara
los cuerpos desnudos juegan a encontrarse
evitando el contacto,
como si las pieles ardieran,
y las manos,
aferradas a cualquier objeto veraniego
(un bote de crema bronceadora, un encendedor, un libro)
tuvieran cuchillos escondidos,
acerados, peligrosos filos
camuflándose, cautos, entre los anillos.
Las cortinas de algodón blanco
bailando al son del viento
no oyen la música banal que suena,
monocorde,
bajo el techo cañizo del chiringo.
Todo está en su sitio,
respetando sin alardes ni exabruptos
alguna de las formas posibles de ordenar el mundo.

Debería sentirme ligeramente alegre
(o al menos no estar triste)
pero mis ojos obstinados, recurrentes,
se empeñan en endulzar con lágrimas marinas
los ácidos zarpazos de la melancolía.


Foto (Cantabria 2015) y texto de Dante Bertini. 

viernes, septiembre 09, 2016

LOS ÚLTIMOS DEL VERANO



DEL POTRO, tenista argentino


FREDDIE MERCURY, cantante y showman británico nacido en Zanzíbar


WILLIE DEVILLE, músico y cantante estadounidense

FERNANDO FERNÁN GÓMEZ, cineasta, actor, dramaturgo español nacido en Perú 
y con nacionalidad argentina

LUIS EDUARDO AUTE, artista español nacido en Filipinas

viernes, septiembre 02, 2016

Carlos Borsani en la memoria.


¿Casualidad? Estos días de soporífero, poco creativo verano, reviso papeles.
Entre ellos aparece este, un viejo programa porteño, anterior a la estampida disgregadora producida por el atropello sangriento del golpe militar argentino de 1976, llamado por sus ejecutores, con cínico eufemismo, "proceso".
Y lo pongo en minúscula para no destacarlo aquí, en mi blog, con una importancia que salte a los ojos lectores y enturbie con su poso de rabia y dolor el recuerdo de este encuentro teatral ambicioso y el nombre de uno de sus principales propulsores: Carlos Borsani. 
De él quería hablar, para que no se (me) olvide la fecha de su onomástica. Hoy Carlos habría cumplido 77 años...si no hubiera muerto hace más de cuatro en Madrid, la ciudad donde vivía desde su exilio de Argentina. 
*ver más en:
http://cachodepan.blogspot.com.es/2012/02/voy-escribir-las-paredes-con-tu-nombre.html
Como yo y algunos más, logró salvarse a tiempo de aquella auténtica caza de brujas, con tormentos y hogueras incluidas, en la que con casi absoluta seguridad varios de nosotros teníamos plaza asegurada. No éramos militantes de organizaciones políticas, pero vivíamos de una manera considerada incorrecta, subversiva, para la mentalidad entre estrecha e hipócrita de los hacedores de aquel infausto golpe. Una forma de vida ligeramente marginal que en aquel momento te hacía seguro acreedor a una "boleta", argentinismo que podríamos traducir como "te pasaba factura a corto o largo plazo".
Sólo a "los Borsani", Carlos y su hermano menor, Joe, se les podía ocurrir llevar adelante una empresa tan ambiciosa y arriesgada como la del Café Concert del Duque de Bedford en aquella ciudad con ambiciones europeas, aunque algo perdida en la mitad considerada inferior del planeta tierra.
Martha Minujin, Manuel Mujica Lainez, Jorge Luis Borges, Martha Lynch, César Tiempo, Paco Urondo, Florencio Escardó, Beatriz Guido, el humorista Landrú, Armandito Fernández, fueron algunos de los autores de las letras de las canciones que se oyeron por primera vez en el espectáculo que inauguró el local: "¿Quién teme a los juglares?". La música había sido compuesta por Palito Ortega, Horacio Malvicino. Jorge López Ruiz, y el mismo Joe Borsani, alma mater de Los tíos queridos. Estos eran parte fundamental de la troupe escénica, junto a Moris, uno de los líderes del joven rock argentino, la bailarina y performer Marcia Moreto, la cantante de boleros Ana María y la actriz Enriqueta Bullrich. 
Delia Cancela y Pablo Mesejean se encargaron del espléndido vestuario y yo, muy joven y bastante inseguro, hice las ilustraciones que presentaban el espectáculo.

El proyecto fue duro como una pesadilla y duró tanto como un sueño. Cosas del teatro, según dicen. 
Yo lo recuerdo con alegría. Con la misma que siempre me produce recordar a Carl(it)os Borsani, que hoy hubiera cumplido 77 años.