El protagonista abre la puerta y se encuentra con una invasión de sapos. Entonces, mirando a cámara con su invariable cara de extrañamiento, se pregunta:
-¿Qué coño es esto?
En el inglés original suena otra cosa, pero estoy viendo la versión subtitulada y por tanto leo.
Hundido en mi asiento, luchando con los cabezazos que me arrastran al sueño desde los primeros quince minutos de película, yo ya no me pregunto ni siquiera eso. Tengo una respuesta tanto o más válida y, perdón Zbelnu, igualmente falocrática:
- ¿Qué coño es esto? ¡Un auténtico coñazo!
Cuando era muy joven solía ir al cine los sábados. Era una fiesta completa, una salida que justificaba atravesar con indolencia todo el resto de la aburrida, reiterativa, mediocre, nada creativa semana escolar. La película no importaba demasiado: salías con amigos, salías como diversión, salías con ganas.
Este sábado, dejándome arrastrar por tres personas muy apreciadas, intenté rememorar aquellos tiempos donde tanto la sala cinematográfica como la película proyectada eran poco más que excusas. Por esto y sólo por esto me atreví con
El Rito, un filme que desde el vamos no me merecía la más mínima confianza. No soy amante de las películas de terror ni fui de los que en su momento se apasionaron con
El exorcista y su festival de vómitos coloreados, masturbaciones icónicas,insultos blasfemos y cabezas girando sobre su eje, así que poco podía esperar de una revisión del mismo tema a la que supuse, al menos, con aplicaciones digitales de última generación.
Salí de la sala subterránea de los Icaria con el ánimo por el subsuelo. La industria del cine suele ser muy cruel con los actores, sobre todo si se trata de esos que en otras épocas se apellidaban "de carácter". Como no son guapos de calendario, carne bien montada para publicidades de cosméticos o calzoncillos, tienen poca prensa y ganan mucho menos que los que pueden mostrar formas excitantes o facciones bien hechas, aunque esa buena factura esté firmada por algún cirujano plástico e incluya muchos gramos de silicona incorporada.
¿Necesita Anthony Hopkins el dinero que le da esta película o acaso le hace falta verse en una pantalla aunque todo lo que lo rodea sea tan burdo, barato y mal hecho como en este filme?
Me da igual. Ni pienso contestarme. Hay preguntas que no necesitan respuesta; mueren en sí mismas.
Si tienen necesidad de consumir basura y no les alcanza con el container de la esquina ni logran saciarse con los titulares de los diarios anunciando una nueva guerra cuando todavía no nos habíamos repuesto de los tsunamis y las fugas radioactivas, pueden ver este festival de lugares comunes donde el mal no se encarna jamás en los mercaderes de
cuerpos y armas, ni en los que avasallan, ultrajan, eliminan a los seres más frágiles, ni en esos otros, ¿los mismos tal vez?, que se quedan con nuestro dinero y encima pretenden cobrarnos por el trámite.
Aquí el Demonio, Lucifer, Baal, la maldad misma, está teñida de sexualidad, como si la única manera de joder al prójimo fuera, exclusiva y precisamente, joderlos en el sentido más español y cotidiano de esa palabra.
Además - o para más INRI, que este lugar común le va de rechupete al tema- los productores pensaron que tanta estupidez era demasiado despilfarro para los siete euros cincuenta de la entrada, por lo que no ahorraron en sapos ni crucifijos, estos últimos muy fáciles de conseguir en Roma, aunque sí lo hicieron en cásting y maquillaje. Los endemoniados son -salvo Mr. Hopkins, por supuesto- muy malos actores que no saben representar una posesión convincente y el equipo de efectos especiales encargado de representar los síntomas y estigmas de los poseídos prefirió no recurrir otra vez al blandiblup y la sopa de guisantes, con lo cual ni siquiera logran darnos un poquitín de asco.
Aunque de esto último yo voy más que sobrado con las últimas noticias bélicas.
Ilustra: foto terrorífica de la agencia Reuters encontrada en la red: un hombre encuentra a su hermano muerto tras una incursión aérea.
12 comentarios:
Mi querido Dante, me llena tanto leerte. "Hay preguntas que no necesitan respuesta; mueren en sí mismas", lo adoro, junto con toda la reflexión. No he visto la película, aunque ciertamente no pienso verla... el cine, el buen cine y el mal cine tiene mucha repercusión en mi estado anímico.
El otro día vi "El mercader de Venecia" y entré en conflicto,amar a Al Pacino... pero nada más, no sé si me gusta esa obra de Shakespeare, pues me encanta la importancia que se le da a la mujer en la obra (el papel de Porcia) o despreciarla por el antisemitismo que proyecta... la vi el otro día y me deprimió (eso y que el chico italiano con el que iba a salir no me llamó... nota mental) pero hay cosas que no se mezclan.
Un beso.
Ja,ja,ja,si me hubieras preguntado antes... Una seria candidata a la tienda de los horrores, desde luego.
A mí, sin embargo, "El exorcista" sí que me gustó, no precisamente por el demonio, sino por el juego que establece con la crisis vital y de fe del pobre Karras. Creo que la película va más de eso que de otra cosa: sobre la crisis vital.
Abrazos.
Leonard las horas:
a mí me alegra verte por aquí, te lo aseguro.
No mezclar amores italianos con mercaderes venecianos se hace difícil, pero no amar a Al Pacino en el Mercader es casi imposible.
Esta peli es tan mala que apenas distraen algunos interiores supuestamente vaticanos, con sus magníficas escalinatas y columnas de mármol. Se ven en la red por menos dinero.
Te abrazo y te visito.
Que tengas un día feliz.
Alfred(o):
si te preguntara cada vez sólo vería la que te gustan a tí y si bien coincidimos mucho no se si coincidimos siempre.
He vuelto a ver la de Friedkin muchos años después y le encontré más gracia que antes; prestando atención al trasfondo, como tú dices.
De miedo, nada, ni antes ni ahora. Tengo mis propios demonios y no son esos.
Un abrazo!
Seré breve. Diría que no te ha gustado.
En mi caso, y leyendo tus comentarios coincido, no son las posesiones demoniacas una de las cosas que me producen horror. Ni los muertos. Bastante tenemos que con el terror que causan los muy vivos.
Alma:
dices bien y creo que me hice entender con el comentario.
No es que me haya parecido mala, creo que es muy mala. Tu último comentario podría firmarlo como mío.
Un abrazo
No vi la pelicula, pero tengo toda la conviccion de que la creatividad no va de la mano con querer crear ingresos de taquilla incluyendo un gran actor en el reparto.
El mundo adolesce de sensibilidad y rescatando tu frase: " ni en los que avasallan, ultrajan, eliminan a los seres más frágiles, ni en esos otros, ¿los mismos tal vez?, que se quedan con nuestro dinero y encima pretenden cobrarnos por el trámite. "
Los seres fragiles o sensibles son los que tienen la capacidad de crear y los que hoy tienen prensa son los que tienen la capacidad de dominar y destruir.
Un beso
Vanina,
no se si ponerme entre los seres frágiles, posiblemente lo sea, pero estos día no salgo de la estupefacción.
Del mal cine a una horrible pesadilla, Japón, y de allí a los bombardeos...
Los malos al poder!!!
un abrazo
Dante, ¡vamos... mejor quedarse en casa!. Si la llego a ver será en vídeo y online. Le dan una publicidad espectacular abanderada por Mr. Anthony. Supongo que para venderla más.
Un placer leerte.
Naia
Naia:
lo único rescatable, y es decir mucho, sería Hopkins, pero es tan malo todo lo demás...
Un placer que me visites
abrazos
El horror de la vida (Gadafi en Libia y los aliados -con la muerte-; el tsunami que despertó a las centrales nucleares en Japón) no es peor que el de las películas malas, mucho más si son de terror.
Frank,
la mía sin embargo no deja de ser una posición cómoda: puedo y veo cine, en una sala y/o en mi casa, y hasta puedo permitirme criticarlo porque las bombas no estallan bajo mis pies...
Te saludo, amigo.
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