viernes, septiembre 03, 2010

el mareo, los días, el adiós



Compro flores en el pequeño quiosco de la esquina; dentífrico, bebidas, tarjetas telefónicas, chocolates o analgésicos en el maxiquiosco que está justo enfrente del edificio donde vivo; buenos fiambres, quesos, pan árabe, alguna mermelada y miel en el almacén de la calle Thames con Güemes; pan, tartas y facturas en varias de las panaderías de la zona. Mi ropa sucia la lava una familia china que, cuando voy a buscarla, me ofrece rociarla con perfume de rosas. Todos los despachantes me saludan como si me conocieran desde siempre y algunos hasta aconsejan masajes y ungüentos cuando me ven renguear ligeramente a causa de un movimiento desafortunado que pretendía, y logró, evitar una caída en plena calle. Las aceras de Buenos Aires obligan a caminar con la mirada baja, la testuz inclinada hacia las desparejas, muchas veces ausentes baldosas.
Me pregunto si está sera una manera encubierta, sumamente retorcida, de tener a los porteños, tan afectos a la crítica rebelde, ocupados en cuidar el paso como si fueran secundarios de la Metrópolis de Fritz Lang o esforzados soldados rasos en formación y no simples ciudadanos de una gran urbe populosa y vibrante. Reconozco que por momentos resulta una empresa difícil -casi imposible para los que somos visitantes eventuales- pasearse con relajada despreocupación si al mismo tiempo estás esquivando baches de distinta calaña y contenido, sobre todo porque las calles están llenas de hallazgos sorprendentes, dignos de ser mirados con cercanía y de frente, sin molestas, innecesarias subordinaciones.

¡Tango, al fin! Al día siguiente de una sesión nocturna de jazz en el Virasoro de Palermo, me invitaron al Bien Porteño de la calle Rivadavia. La noche del sábado, después de un mes y medio en Buenos Aires, fui a uno de los muchos bailongos de la ciudad. Por veinte pesos, cuatro euros de nada, puedes tomar una clase de una hora con un risueño, afable, encantador flaco de coleta que te guía por los primeros y balbuceantes pasos de esta danza concentrada y romántica, tan sensual como literaria.
En este local céntrico las parejas se arman por puro capricho personal, sin distinción de edades, contexturas físicas o sexos. Hombres y mujeres eligen con total desprejuicio sus parejas de baile en un ambiente relajado, amistoso y sin humos molestos de tabaco, una insana polución desterrada por completo de todos los lugares públicos de Buenos Aires.
Divertido, feliz, aunque con las lágrimas bordeándome los ojos, asistí conmovido a este ritual pagano en el que dos cuerpos, conductor y conducido, se entregan al firulete y la improvisación a partir de unos pocos pasos bien aprendidos.
Después de décadas de ocultamientos, mentiras y persecuciones, las diferencias ganan la calle, se abrazan sin complejos en los salones de tango.
Mientras descansaba de mis primeros balbuceos tanguísticos en brazos de un veinteañero encantador, informal partenaire sin engolamientos ni prejuicios, me preguntaba por qué entre las tandas de tres o cuatro tangos había una pequeña interrupción de música foránea. Se lo pregunté a Sergio Cabrera, tierno anfitrión y apasionado bailarín del tres por cuatro. Al contestarme desveló otra de mis incertidumbres: los compases de jazz, cumbia o pop son la excusa elegante para separarse de ese partenaire ocasional que por alguna razón ya no te interesa.
Dios está en los detalles, es evidente.

Ayer fue hoy ayer, dice Andrés Calamaro en una de sus canciones.
En dos días más estaré lejos de esta ciudad fascinante: la misma, aunque muy cambiada, donde nací hace un montón de años. Cosas de la vida... También yo he cambiado mucho y espero que el tiempo me dé más tiempo para seguir haciéndolo.
Este no ha sido todo el viaje, sólo algunas de sus anécdotas. Me quedan mil cosas por contar. Algunas, por discreción, por pudor, no llegarán nunca al blog; otras esperan una necesaria sedimentación que supongo le darán los días posteriores al regreso, marcados por la alegría del reencuentro.
Tanto, seguramente, como por la melancólica sensación de haberme alejado, demasiado y sin verdaderas ganas, de algunas, varias en realidad, cosas, lugares y personas que mucho quiero.

21 comentarios:

Beatriz dijo...

Desprendes melancolía en tu texto. Eso forma parte de todas las despedidas. Buenas o no. Pero esa ciudad tan contradictoria, inundada de afectos y de paisajes que nos pertenecieron es, para los que un día debimos alejarnos de sus límites (no por elección propia)a veces incómoda para los que como tú y yo y muchos hemos cambiado-¿para bien o para mal?. Es como colocarnos un hermoso vestido que nos agrada muchísimo pero que no nos queda bien. Esa duda me quedará siempre. Al menos a mí.
A pesar de ello mi país y su gente son maravillosa.
Buen regreso.
Yo partiré pronto. Te esperamos.

Gise =) dijo...

Bailaste tango y todo??? si es que no te privas de nada!!!!!! La melancolia que da el irse y alejarse de nuestra getne de alla, la apasigua un poco la alegria de saber que nuestra gente de aca nos esepra para volver a nuestra vida cotidiana pero salpicada de recuerdos cercanos...
Yo cada vez que vuelvo me acuerdo de FAcundo Cabral y de su "no soy de aqui ni soy de lla, notengo edad ni porvenir y ser feliz es mi color de identidad..."

TE espero con los brazos y las orejas abiertas para recibirte!!!!!
Besukones!!!!

Marina Judith Landau dijo...

Dante, qué alegría tan grande que hayas bailado tango y en ese tipo de boliches que son encantadores, con una onda de aquellas...
Entiendo tu melancolía, pero pensá que pronto vas a volver y así será.
Estoy ansiosa por leer en el tiempo todo lo que vas a compartirnos en tu blog, que será lo que vos quieras, claro, y sé que me va a encantar.
Un abrazo grande grande, y mi mejor energía para que ese pie se cure por completo.

Dante Bertini dijo...

Beatriz,
Gise,
Marina:
mis últimas horas aquí.
"Todo tiene un final, todo se acaba..."
Y todo empieza también.
Hacia allí voy, vamos; con la tristeza de la separación y la compañía de los recuerdos.
Abrazos

Belnu dijo...

Bienvenido! Ya sé que te quedará la nostalgia, pero seguro que ha sido inspirador

Noemí Pastor dijo...

¡Maldita sea! Espero no morirme antes de ver Buenos Aires. Se me ocurre que tenerte allí de cicerone sería lo mejor que me podría suceder.
Feliz regreso, caro.

Dante Bertini dijo...

Belnu:
consuelo de nuestras desdichas, la inspiración...
Menos da una piedra, sin duda.
Un abrazo, nos vemos.


Noemí,
creo, como tú, que si lo sería...
Aunque esta ciudad te lleva de la mano, cariñosamente.
Abrazos

pepa mas gisbert dijo...

No se si Dios está en los detalles, pero sin duda tu si los pones en tus crónicas. Detalle a detalle voy conociendo lo que es tu Buenos Aires actual.

mary pops dijo...

dale un beso a mi casa, la grande y a la chica: la esquina de ladrillos de thames y guatemala, al lado del Esplendor.

un beso Dante y feliz vuelo

Kashtanka dijo...

Me encanta esa canción de Bajofondo!! Gracias por recordármela.

Dante Bertini dijo...

Alma,
Maypop,
Kashtan:

estoy sin palabras, sin alma, en vuelo.
Gracias.
He visto tus casas, Mary.

39escalones dijo...

Está claro que no hay que perderse Buenos Aires... Disfruta de esas horas, amigo, disfruta del regreso, pero no olvides dejar un rastro de migas de pan para no tardar tanto en volver (sin la frente marchita).
Abrazos.

Marina Judith Landau dijo...

Aquí estaremos, Dante, para compartir todo lo que quieras compartir, incluso esa tristeza.
Un abrazo grande grande.

Anónimo dijo...

Conozco muy bien la nostalgia de alejarse, sin necesariamente querer, del lugar que te vio nacer y donde aprendiste tus primeras cosas, por eso es que lei tu post con lagrimas en las ojos. Bellisimo texto!
Que tengas un excelente viaje de regreso--Recibe un gran abrazo...
Lilian
(Desde Baltimore)

Dante Bertini dijo...

Alfredo,
gracias por las migas;
Marina,
como iempre, es un lujo tenerte cerca;
Lilian,
un abrazo no menos emocionado.

Os quiero.

Unknown dijo...

halaaaaaa....rociada con rosas???

idea estupenda para unas sábanas, por ejemplo

Caruano dijo...

No me gustaría morir sin haber tomado algunas clases de tango.
Feliz regreso.

Liliana Sáez dijo...

Ya debes estar en viaje o llegado a Barcelona. Fue un gustazo verte. Y verte con una sonrisa que te llena la cara, mucho más. Te sentí feliz, Dante. Lo bueno de esto, es que rescataste las raíces y que ya sabes que puedes volver cuando quieras, que Buenos Aires no te resultará extraña.
Un abrazote, se te quiere.

Dante Bertini dijo...

Fanma:
si, estos raros argentinos tienen esas cosas tan sofisticadas...

Dante Bertini dijo...

Caruano:
allí te esperan, encantados de enseñarte.
Gracias por la bienvenida!

Dante Bertini dijo...

Liliana:
fue todo un encuentro el nuestro.
Agradezco que hables por toda la Argentina: me gusta sentirme querido.
Aclimatándome, que costará un poco.
Abrazos y hasta muy pronto.