Madrid no me asombra... La conozco bien. Tanto, que cuando la visito encuentro muchos más recuerdos que tienen como escenario esa ciudad que aquellos que suelo rememorar a la distancia. Pero prefiero no empezar por el pasado. ¿Debería decir que en este viaje tuvimos mucha suerte o es que la imperial y astuta Madrid pretendió engatusarnos? No sería nada extraño. ¿Acaso no se los llama gatos a los nacidos por allí? Por fortuna o por puro encantamiento, la realidad es que tuvimos días de sol y clima primaveral, lo más opuesto a la lluvia casi continuada de la semana cinematográfica en la pequeña Lleida. La capital del Reino no se portó así de bien cuando llegué por primera vez, hace más de tres décadas. Por aquel entonces todo era gris, pesaroso, empacado, frío. Las paredes estaban más limpias que ahora. Por aquellos años no lucían el emborronamiento actual, de carteles pegoteados y grafittis superpuestos: parecía que las hubieran limpiado con lágrimas de santo y helados sudores de mártir. Rezumaban dolor, olían a tristeza. Ahora podría decirse que están vivas, aunque muestren una nueva forma de lucha en la vieja contienda entre apocalípticos y conservacionistas. De mis primeros días en Madrid recuerdo el oso y el madroño, los sombríos serenos nocturnos, mis pies siempre húmedos y el tono que usaban los tenderos para preguntarte ¿qué pasa? o ¿qué hay?; un exabrupto inesperado, ya que yo no pretendía narrarle ningún suceso sino simplemente comprar una barra de pan o un poco de verdura. En el café Gijón me encontré una tarde con Norman Brisky, recién llegado de París o Londres; otro refugiado. Sucedió a finales de los setenta y él quería volver a Buenos Aires: extrañaba el idioma de la gente, su barrio, el lunfardo y el tango. Los dos éramos muchísimo más jóvenes, para qué ocultarlo. Recién volví a verlo la semana pasada en Lleida, esta vez proyectado sobre una pantalla. Hacía un pequeño papel, casi un cameo, en la coproducción que abrió la Mostra: Negro Buenos Aires. Camiseta de tirantes, "musculosa" que decíamos en Argentina, y un discurso de borracho o de loco enardecido, enfrentándose a la gente de otro bar tradicional, ahora porteño. Tampoco en ese lugar se lo veía contento.
Una de las razones de este viaje era zambullirme en el Prado para ver la exposición de Bacon: un pintor maldito, maricón, drogadicto, extranjero. No hubieran colgado sus obras hace unos cuantos años, cuando todavía vivía y usaba sus ojos como si fueran lupas y los pinceles con la fría y sangrienta acometida de un bisturí de cirujano. La primera vez que entré a las salas del Prado me enamoré de Velázquez, un pintor que en nuestra república sureña se usaba para ilustrar en blanco y negro los libros de historia. También pude comprobar que Goya, el Bosco y Fra Angélico no me habían engañado. Eran realmente geniales. Ahora, al bajar del ascensor para hacerle una visita a la Margarita de Austria vestida en gris y rosa, un ritual privado, mis ojos se encontraron con una enorme pintura que no conocía: La degollación de San Juan Bautista, de Bartholomaeus Strobel. ¡Aleluya, Aleluya! Todavía hay espacio para el asombro, y no debemos agradecérselo a los gesticulantes divos de la política internacional, posando en las primeras páginas de los periódicos como si de unos demasiado maduros Jackson Five se tratara.
Dos días después de mi regreso a casa sigo, más que cansado, exhausto. En Barcelona no acostumbro caminar ocho o nueve horas diarias. Tampoco veo en una misma tarde la Suite Vollard de Picasso, los collages originales de Max Ernst y una exposición antológica de Eulalia Valldosera. Si no les molesta, me voy a la cama.
Hasta mañana, Viernes Santo. Con toda seguridad recordaré a mi padre... ya lo estoy haciendo. Él me llevaba de la mano a recorrer iglesias y volvíamos a casa con una palma fresca para mi madre, casi siempre en la cocina, casi siempre trabajando. También es probable que esta noche los angelitos de mis sueños luzcan los rostros de un montón de amigos que ya no viven en Madrid. Ni en ninguna otra parte.
Una de las razones de este viaje era zambullirme en el Prado para ver la exposición de Bacon: un pintor maldito, maricón, drogadicto, extranjero. No hubieran colgado sus obras hace unos cuantos años, cuando todavía vivía y usaba sus ojos como si fueran lupas y los pinceles con la fría y sangrienta acometida de un bisturí de cirujano. La primera vez que entré a las salas del Prado me enamoré de Velázquez, un pintor que en nuestra república sureña se usaba para ilustrar en blanco y negro los libros de historia. También pude comprobar que Goya, el Bosco y Fra Angélico no me habían engañado. Eran realmente geniales. Ahora, al bajar del ascensor para hacerle una visita a la Margarita de Austria vestida en gris y rosa, un ritual privado, mis ojos se encontraron con una enorme pintura que no conocía: La degollación de San Juan Bautista, de Bartholomaeus Strobel. ¡Aleluya, Aleluya! Todavía hay espacio para el asombro, y no debemos agradecérselo a los gesticulantes divos de la política internacional, posando en las primeras páginas de los periódicos como si de unos demasiado maduros Jackson Five se tratara.
Dos días después de mi regreso a casa sigo, más que cansado, exhausto. En Barcelona no acostumbro caminar ocho o nueve horas diarias. Tampoco veo en una misma tarde la Suite Vollard de Picasso, los collages originales de Max Ernst y una exposición antológica de Eulalia Valldosera. Si no les molesta, me voy a la cama.
Hasta mañana, Viernes Santo. Con toda seguridad recordaré a mi padre... ya lo estoy haciendo. Él me llevaba de la mano a recorrer iglesias y volvíamos a casa con una palma fresca para mi madre, casi siempre en la cocina, casi siempre trabajando. También es probable que esta noche los angelitos de mis sueños luzcan los rostros de un montón de amigos que ya no viven en Madrid. Ni en ninguna otra parte.
Todas las fotografías son de Dante Bertini
23 comentarios:
Me emocionas con algunas de tus pinceladas. Pero agradezco que la humedad de tus pies sea ya un recuerdo y que lo que sientas ahora sea cansancio en tus piernas por tu maraviloso recorrido por Madrid.
Bonito homenaje a tus padres. Esas fotografías que de vez en cuando se nos aparecen casi sin querer y que sin embargo nos son tan necesarias -Besos y buenos sueños.
Beatriz,
gracias...supongo que andas por aquí cerca, una de las afortunadas que no ha tenido que moverse para aprovechar el puente...
Creo que estos días estaremos muy tranquilos por aquí, con la ciudad para nosotros. Besos
Es un placer pasear contigo emocional y emocionadamente por Madrid.
Noemí:
para mí es un gran placer que tú me acompañes...un abrazo
Como siempres pasear por tus entradas es como mirar uno de esos frescos de los que has disfrutado. Te leo y recuerdo mi último viaje a Madrid, maravilloso y descubridor. Te leo y también recuerdo a mi padre y me emociona. Te leo y deseo levantarme y besar a mi madre y a eso voy.
Te sigo leyendo en las segundas partes que según dicen o lo digo yo, siempre fueron buenas.
Beso
madrid y yo te agradecemos tus comentarios
Ernesto A.
al fin regresaste a Madrid! qué suerte de tiempo, me alegro mucho,
como siempre me gustan especialmente tu collage de imágenes
intensas semanas de viajes cinematográficos y geofráficos
besos
Alma,
siempre me repito.
Eres exquisita.
Gracias por venir a pasear conmigo.
Un abrazo
Ernesto,
por qué anónimo si ya sé quién eres?
Vanessa:
esta vez mi collage incluye situaciones de peligro...no siempre te miran bien cuando sacas fotos...pero había imágenes impresionantes y gente encantadora.
Madrid sigue matando.
La segunda parte será mejor!!! besos
Querido, querido, querido Dante...,.
He estado sólo una vez en Madrid y no me ha gustado... no puedo comparar... sin embargo, no tengo un sólo teléfono, un solo amigo en el libro de las caras,... fuera de Sabina, no conozco a un Madrileño que me haya tentado... ¡y sí un bonaerense (o como se diga) adoptado por Cataluña!!!
Diablos Cacho, Velázquez es el que inspiró a don Pablo Picasso... ¿sabes? Este último nunca se sintió igual... por lo mismo mi mente morbosa mira a Velázquez, algo sus Meninas tendrán...
p.d. diablos, Cacho, en estas vacaciones otra vez soñé en ser como tú...
Darth:
bonito esto de quererme tres veces.
Gracias. A usted también se la quiere en este sitio.
Velázquez es un enorme pintor que ha inspirado también a Francis Bacon, ahora cercano, también en El Prado.
Madrid es dura, pero no engaña: se muestra enseguida tal cual es si el visitante sabe verlo.
Premiamos una peli de tu país, dura y hermosa. Te felicito por ella. Un beso
Como gato de toda la vida, agradezco tu visión de esta ciudad tan caótica como bella.
Te fuiste tú y comenzó a llover
¿Qué te parece?
Y si me reconoces tendrás tu premio
JCA:
gracias a usted por prestármela un momento.
She:
no tendré premio, porque no sé de quién se trata.
Tengo que confesarte que me subo imaginariamente a upa de quien cuenta sus viajes y de una forma muy infantil, siento como propia la alegría ajena. Será esa certeza de saber la imposibilidad de ver a Madrid en vivo y directo alguna vez (al igual que otros infinitos lugares)y con vos y este post siento que, a mi modo, la recorro un rato.
Saludos desde un otoño que no suelta al verano, M. (de MeQuebréPeronéDerecho,quéBajón!)
Sabes cuanto disfruto de tus paseossentimentalesnostalgicos...me llenan de emocion y de alegria, soy capaz de imaginarte hace 30 años atras y a mi Madrid me gusta pero vista desde tus ojos y desde tu corazón la adoro!!!! Me encnata leerte asi de emotivo, asi de sentimental, asi de nostalgico por esos viernes santos de tu niñez!!!!
Besotes de felices pascuas!!!!!
MUAKKKKKKKKKKKKKSSSSSSSS!!!!!!
Me gusta irme a dormir luego de haber leído estas líneas que escribiste. Me alegra cuando las personas saben disfrutar su tiempo y vuelven a su casa exhaustas de haber aprovechado la vida con cosas positivas, llenas de cuadros vistos, de paseos... me quedé prendida con la parte en que comparás el Madrid de hace tres décadas y el de ahora.
Un abrazo, Dante :)
Buona Pasqua
si, Gatos, y si...engatusamos
Morgana:
vaya mala pata (y nunca mejor dicho). Te mando desde aquí un montón de buenas vibraciones y muchas caricias terapéuticas.
No digas nunca jamás: te auguro un montón de viajes felices en buena compañía.
Gise:
me repetiría si te digo lo que ya te dije en el otro comentario. Gracias y Felicidades a tí también.
Marche café para dos!
Raquel,
caminamos juntos, sin ninguna duda. A mí me fascina pasear por los rincones de tu casa, acariciar a Renata y admirar tus plantas.
Buena pascua también para ustedes.
Y un abrazo desde Barcelona.
Fanma:
gato engatusador! Un abrazo
Jo, qué bonito.
A ver si un día te pierdes un poco por Zaragoza. No es que sea una maravilla, pero tiene sus misterio.
Kisses,
Marta
entrenomadas,
¿anda el juego?
Un jueguito de palabras tonto, Marta, lo siento. Tuve la posibilidad de andar por Zaragoza el año pasado y lo perdí tontamente, ahora me cae a tiro de AVE (?) y no puedo perdérmela más.
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