No se en cuál momento exacto del relato madrileño abandoné el post anterior...y, lo reconozco, tampoco quiero saberlo.
La vida, y nuestros sentimientos, cambian por segundos. De pronto la euforia que me acompañaba se ha esfumado y no por eso voy a considerarme bipolar: hoy mismo, en dos blogs amigos se anunciaban muertes y hace unos minutos, por televisión, acabo de ver una película argentina realmente triste. En ella hay un grupo de gente que, desde Buenos Aires y Madrid, suelta globos cargados de deseos cada 31 de diciembre, con la ilusoria pretensión de que se encuentren en algún lugar del universo.
No lo hacen, por supuesto.
Es que, por mejor intención que le pongamos, por más gas que utilicemos para inflar nuestros deseos, hay encuentros realmente imposibles... Lacan dixit. Un domingo en otra ciudad nunca es domingo. Cuando estás en tu casa, los domingos conservan siempre su calidad de fiesta familiar; aunque no quieras enterarte, aunque pretendas negarlo. Invitas amigos, sales a comer fuera, te inventas un programa diferente, algún festivo y por lo general intrascendente programa de domingo.
Este domingo me encuentra solo en una ciudad por la que me puedo mover con la tranquilidad conque podría moverme en casa de un amigo muy cercano: relajadamente, sin miedos, con absoluta libertad, aunque sin usarle los chanclos y los calcetines al dueño de casa ni atreverme a abrir los cajones de su mesa de trabajo para curiosear dentro. Estoy decidido a ver Piaf esa misma tarde, a las 19.30. Es para mí la única función posible y no pudo perdérmela, así que me acerco al teatro para comprar una entrada. Podría haberlo hecho por teléfono o por Internet, pero prefiero la gestión directa: me permitirá conocer mejor el espacio, elegir dónde quiero sentarme. Una equivocación: la taquilla no abre hasta las cinco de la tarde. Voy a desayunar cerca del Parque del Retiro, a un Café dell'Arte de la calle de Alcalá. Ella es, junto a Serrano, Lagasca y la Gran Vía, una de mis favoritas. El café es buenísimo: de marca italiana y hecho por expertos. Para ser coherente pido también un sandwich tostado de mozzarella, tomate y jamón dulce. Italiano lo llaman ellos y está tan bueno como el café. Me siento en la terraza, al sol, comprobando que el de Madrid no escuece tanto como el de Barcelona. ¿Se hace necesario aclarar que no pretendo hacer con esto una competición solar entre dos ciudades demasiado afectas a las competiciones? Es poco más que un comentario epidérmico, sin mayor trascendencia. Como no tengo diario, bloc ni libro en los que escudarme, me ocupo en saborear lo que he pedido mientras miro la gente que pasa a mi lado: estoy sentado a pasos de una esquina de mucho tránsito, rodado y humano, y el movimiento, incesante, variopinto, jamás llega a ser caótico, atropellado, molesto. La gente está viviendo su mañana de domingo; una jornada poco particular, como tantas otras de su vida. Pasan con perros, con niños, con sombreros y gorras, con plantas, paquetes y periódicos. Un tipo muy acicalado lleva entre sus manos un pequeño ramo de flores muy grandes: dalias o crisantemos de colores brillantes. Lo exhibe delante de su cuerpo, como un Rey Mago doméstico, entregado a su papel de portador de mirra o de incienso. Hay alguien que será ¿sorprendido? por aquella ofrenda: ¿madre, hermana, amante, amigo? No me decido por ninguna opción, y cuando giro la cabeza para tratar de descubrir en las formas dorsales del portante al posible destinatario del regalo, mi mirada se cruza con la de una mujer morena que está escribiendo en otra mesa. Me acerco para pedirle una hoja de su bloc en espiral: he salido sin papel en blanco y quisiera anotar algunas cosas para que no se me pierdan para siempre en medio de Madrid. Apenas han pasado unos segundos y ya me encuentro sentado a su lado, enterándome de que soy un mediador, no un líder, y que mi labor sobre la tierra es la de servir como puente transmisor entre lo nuevo y lo viejo, entre el pasado y el futuro.
"Sin embargo", me dice, "no te confundas. Lo único que existe es el aquí y ahora". Es mexicana, hija de judíos franceses y se enorgullece de haber vivido por todo el mundo, deteniéndose particularmente en sus felices 24 años neoyorkinos, sus tres no tan felices en Barcelona y los varios que vivió en la India, dedicada al estudio de las enseñanzas y prácticas budistas. Le dejo una tarjeta de otoño-invierno para que se comunique conmigo. Se llama Sara, según me dijo, y no se si algún día volveré a tener noticias suyas. Mientras me explica su concepción de un nuevo mundo, suena el teléfono y Nuria me dice si nos encontramos un poco más tarde para comer juntos. Nos citamos en la Puerta del Sol y camino hasta allí alegremente, con alas en los pies, como un Hermes sin acento. Tanta ligereza se debe, estoy casi seguro, al perfume que me puse antes de salir: un Hermés de su línea verde. Este sí con acento en la segunda E, espléndida mezcla de maderas nobles con aromas cítricos, ácidamente frutales.
Nuria insiste en mostrarme el Casino de Madrid por dentro. Parapetado tras un mostrador que imagino de mármol, nos espera un tipo joven y relativamente guapo, de uniforme (¿verde?) a la inglesa y con la piel y el pelo notablemente grasos. No quiere que veamos nada de lo que hay dentro y aunque Nuria insiste en mostrarme los salones con la excusa de que soy un turista extranjero interesado en verlos, el portero uniformado es inflexible y repite no, no y no, como si de una cupletista antigua se tratara.
-Vamos -digo yo- porque si no me entrarán ganas de decirle que un lugar con tantas pretensiones debería cuidar mejor la limpieza, sobre todo en los caminos de alfombra de sus escaleras.
Al pan, pan, y al vino, vino. A la simpatía simpatía y a la necedad lo que le corresponde.
Desde allí, riéndonos, nos vamos hacia el Palacio de Oriente, con sus jardines bien cuidados y sus estatuas reales, que según me cuenta Nuria, estaban ubicadas en las alturas mismas del monumental edificio, hasta que una de las coronadas reinas tuvo un sueño en el que los conviados de piedra caían sobre su cabeza y, entre atónita y aterrada, decidió situarlas más a ras de tierra, bien por debajo de donde dormía.
Mientras los parasoles de las tabernas cercanas despiden nubes de agua fresca sobre nuestras cabezas, coros de jóvenes cristianos refrescan sus creencias cantando himnos litúrgicos junto a los canteros florecidos. Inspirados y hambrientos, nos zampamos dos buenos platos de ensalada verde copiosamente regados con claras bien frías, mientras yo decido que la narración de este corto viaje a la Capital del Reino se alargará un poco más de lo que en un primer momento había pensado.
¡Hasta la próxima, amigos!
Fotos de Dante Bertini: Viena dreams, elefante Barceló, Piaf, espaldas
Hacia finales de marzo recibí una carta suya. Estaba concentrado en El
Escorial y me pedía que nos encontráramos en Galapagar. Él me estaría
esperando en s...
Hace 1 día
40 comentarios:
Madrid tiene un encanto especial. Los domingos se viste con aromas de historias que vivieron en épocas de cierto aire romántico. Sus edificios, los observo con detalle, siempre que me acerco a esas calles que tú mencionas. Arquitectura creativa, majestuosa y con "caliu". Aroma a antiguo, a solera e historia. Pero como en casa, no hay nada..y no solo me refiero a la casa donde vives, sino a tu ciudad o pueblo, como bien tu dices.
A veces, tenemos encuentros, que probablemente solo tienen que ocurrir en ese momento. ¡Pero nunca se sabe! Las personas nos vamos cruzando en los caminos de la existencia, ofreciendo y recibiendo, aprendizajes de todo tipo.Hay que ser como el bambú, flexible y firme en la vida.
Ha sido un placer leerte, una vez más.
Te dejo un abrazo aromatizado a jazmin,
Achuchones a Fede..
Naia
Gracias por la postal, Dante, un Domingo muy particular.
Leyéndo tus crónicas de ésta mi ciudad me entran ganas y tó de reconciliarme con ella... jajajaja.
Exagero un poco, claro, imagino que todos mantenemos una esquizo particular con el lugar que habitamos, verdad? A veces parece propio (por ejemplo una mañana de domingo calmo como el tuyo) y otras tan ajeno como Saturno...
Pero lo que sí me da rabia es haberme perdido el encontrarme contigo en la Feria, cachis!! El viernes por la mañana fue mi feriado particular con una cita que me sigue ilusionando como una cría con coletas... en la que siempre procuro que haya poca gente y menos niños (jeje), sólo libros, pardiez!! Y tu antología firmada hubiera sido un punto... sin dejar de lado la oportunidad de saludarte.
Saludos, Dante!
A diferencia de la película, no es un domingo cualquiera.
Abrazos.
Naia:
como casa no hay nada?
a veces me lo pregunto, y siendo como soy, casolano y aferrado a mis rituales, no tendría una respuesta única.
Posiblemente por eso de ser flexible como el junco o el bambú: una necesidad, a la que podría llamar genética, de mi existencia.
Nardos para tí, tan madrileños.
Adriano,
Alfredo:
que si o que no, particular o cualquiera, fue un domingo diferente a mis domingos barceloneses...sin drama, guerras ni lágrimas, para mi suerte.
abrazos!
Margot:
si supieras lo que pienso y digo de Barcelona, lo que pensé y dije de todos los lugares donde he vivido...
Es como un amor pasión a los inicios y un matrimonio que lleva años de casado. Hay que saber lo arbitraria que puede ser nuestra visión cuando estamos de paso. Casi tanto como la que vamos logrando con el paso de los días.
Otra vez será, espero.
El libro sigue allí, en la caseta 198, hasta el fin de la Feria. Y los otros están en la de Tusquets, no demasiado lejos.
Un saludo afectuoso, Margot.
No te consolará saberlo, lo sé, pero a mí nunca me han gustado los domingos; ni los solazmente caseros, ni tampoco los aventureros.
Una giornata molto particolare.
Madrid ha sido para mí una vía de escape, que últimamente no ha podido utilizar.
La descripción de tu ave es un in crescendo fabuloso.
Pero como pongas el listón cada vez más alto...
yo tambien estaba en Madrid el domingo. Pase el dia en una propiedad en la moraleja con piscina. Que lindo lugar!
y despues mi hija me arratro a rock in rio a ver Hanna Montana
A pesar del poco interes que despertaba el cartel , me lo pase barbaro con la chiquita
Un beso
Raúl:
los domingos no me gustaban nada en Argentina y la última vez que estuve pude comprobarlo: tiene que ver con esa ciudad, con ese país, con viejos e intrincados lazos que no alcanzo a desanudar. Desde que no vivo allí son un día como cualquier otro. ¿Sonreímos?
Sabes que siempre te leo aunque no comente. Viajo contigo, me muevo contigo. Eres las piernas que necesitaría para ser más libre.
Muchas gracias,
Raissa.
Hola Dante,
Gracias por tu mención, me ha encantado tu blog. Espero que vuelvas a visitarnos cuando pases por Madrid... cada día en el Hub se cuece algo diferente!
Un saludito,
Emma
Raissa:
gracias a tí, por viajar conmigo.
Fernando:
creo que la ciudad está espléndida y es muy acogedora, sin embargo mi viaje, corto y sencillo, está al alcance de cualquiera que decida hacerlo; te lo aseguro.
Marypop:
¡cuánto esplendor burgués, afortunada!
Yo ni siquiera me mojé los pies en la fuente de Neptuno...besos
Emma:
gracias.
Los tengo muy presentes y espero que mis lectores también.
un saludo
Entre el post anterior y éste, me has llevado de paseo contigo. Muy agradable, disfrutable.
Aquí hace mucho frío y todavía no comienza el invierno. El sol primaveral de Madrid debe ser soñado.
Un abrazo y gracias por el paseo.
Viví unos cuantos años en Madrid y echo de menos la sonrisa de mis amigos (y quiero aclarar que no "pretendo hacer con esto una competición...)
Gracias por tu crónica.
Abrazos.
(en mi comentario de la entrada anterior confundí (estoy ya malito de la vista) a la señora de la foto sepia con un retrato de Quim Monsó en el que está ataviado con peluca, carmín y pendientes. No recuerdo ahora el nombre del fotógraf@. )
Liliana:
estamos en plena crisis meteorológica, otra más, con Galicia y Asturias inundadas en parte y cambios de temperatura imprevistos, así que no puedo decirte si hace calor o frio porque seguramente cambiará en cualquier momento.
En Madrid hizo calor, aquí llueve.
Un beso y gracias por pasar.
Hoy estuve con Graciela Borges, ese mito.
Caruano,
también yo extrañé amigos de Madrid que ya no están. Una tristeza. Ahora hay otros, es verdad, pero quizás sigan faltando aquellos de otras épocas, talentosos y cercanos.
La confusión es lógica: la foto es premeditadamente confusa.
Mi culpa, no la de tus ojos.
Abrazos
Madrid no existe. Por eso es tan bonito (y tan absurdo) lo que contaís los que pretendéis haberlo visitado. Quiero decir que no existe "ya".
Un saludo
Beatriz sigue fiel a su Dante allá por donde anduviere.
Un beso
Echo tanto de menos Madrid! me encanta, gracias mi querido Dante.
Beatriz:
gracias por el "seguimiento".
Al menos nuestros nombres son históricamente inseparables.
Besos
Emma:
está espléndido, esperándote.
Un abrazo de su parte y otro del mío
Lansky:
vaya, casi te traspapelas!
Debe ser una maldición de esos madriles a los que quieres negar existencia y que, tan cambiados como nosotros mismos, siguen allí, donde siempre.
Saludos
Bueno, menos mal que me vine preparada para un paseo intenso. El disgusto del domingo en mi caso (como en el de tantos)tiene que ver con la proximidad del lunes y su vuelta a la rutina. Y con que siempre tengo algo pendiente del trabajo para hacer en casa (soy docente, y lo intocable para mí es el sábado...).
En fin, que me has dejado un poco triste con eso de los encuentros imposibles. Tiendo a inflar demasiado los globos de mis deseos. Sin embargo intento creerme eso que dice tu mujer morena: lo único que existe es el aquí y el ahora. Es importante para la supervivencia.
Qué bien que hueles. Me ducho y te sigo.
Un abrazo.
Espero que por fin pudieras ver PIAF, en eso no coincidimos, yo hubiera comprado las entradas por internet, aunque coincido en que lo mejor de un viaje es sentarte en una terraza, tomarse un café y contemplar la vida.
Un abrazo
Pues si que estás viajero, tú :)
Jo, esos libros que yo tengo igualitos y firmados por ti, que ilu!!
Pero el penúltimo y el ultimo que son??
Me interesan...
Perdona mis ausencias, pero estoy sin estar en mí,te leo pero no estoy muy esplendida para comentar siempre.
Besitos, Cacho y disfruta!!
Diana:
gastaré mis últimas monedas si es necesario en otro frasco de ese caro y exquisito perfume que tuvieron a bien regalarme: me hace feliz, me llena de optimismo...y dura una barbaridad.
No sé si leíste La Isla de Huxley. Allí había un pájaro que repetía esa consigna constantemente: aquí y ahora, para que nadie viviera fuera de tiempo.
Bueno, venga, vamos! Abrazo
Emma,
debería haber usado el femenino. Madrid está espléndida, esperándote.
Alma:
¡Piaf! la vi, por supuesto...cuando termine el cuento verás que no me equivoqué, que fue una feliz corazonada hacerlo como lo hice.
Lokita:
yo viajo y tú desapareces...
No hay reproches: se que estás allí, como siempre, mejor que siempre.
Los libros son un cómic con texto mío y la traducción al alemán de las salvajes...besotes!
En días laborales nos sentimos como que no somos;el estrés,el trabajo,la rutina,etc.Después llega el domingo y viene el parón de todo lo que nos mata y nos sentimos desolados precisamente porque todo está detenido a relentí,esperando de nuevo los trabajos y los días.Joder,menuda contradicción.
Un abrazo.
He disfrutado un montón con esta,tu segunda, crónica de los madriles.Te comentaría muchas de las cosas que dices.
Me quedo con una.Un domingo en otra ciudad nunca es domingo.
Saludicos.
FranciscoM:
no se si habían andado antes por aquí, aunque te conozco de ver tus comentarios y alguna vez te visité, supongo.
Después de casi cuatro años de bloggear se pierden perspectivas.
Habría que vivir sin calendario o dejándose llevar por uno íntimo, propio. Algunas veces es posible.
Abrazos desde el sábado
Carmen:
un domingo en otra ciudad es un día distinto. Todos los días lo son en otra ciudad. Si no hubiera que trasladarse, siempre un engorro, sería la solución de muchas cosas.
Saludos para tí también
y gracias
Yo siempre prefiero un domingo en cualquier parte menos donde estoy viviendo en esos momentos. Y es que la familiaridad de este día, que yo prohibiría por decreto, me ataca el sistema nervioso y emotivo.
Ahora mismo, si tuviera que elegir, preferiría estar desayunando un café con leche, medialunas y periódico,en alguna terraza aledaña al Parque Centenario.
Un saludo
PD: Leyéndote, no he podido reprimir poner un cd de Edith Piaf. Cuando se termine, lo voy a cambiar por otro de Gainsbourg.
Es sencillamente preciosa esta entrada, pero sobre todo ese final imposible... a mí también se me han erizado los vellos al leer esa coincidencia...
Te leo siempre...
María desde Madrid
Guido:
yo elegiría una esquina de Rivadavia, cerca también de aquel Parque, donde tomaba vermú con platitos y sin familia, con diario o revista, añorando un amigo con el que hablar largo y tendido. Tenía mucho menos de veinte y para mi desgracia eso ya no se puede reconstruir.
Que la Piaf te acompañe. Un abrazo
María de Madrid:
gracias por ese "preciosa" refiriéndote a la entrada.
Para mí fue una emoción muy fuerte. Creo que nunca tuve tan claro lo del escalofrío recorriendo mi espalda.
Una coincidencia asombrosa de verdad. Y muy emocionante.
Bienvenida!
Madrid me gusta pero siempre de visita no se si para vivir ahi, pero es verdad que la zona del Palacio Real y los Jardines, El Retiro y toda esa zona es tan elegante y tan VERDE que dan gaans de pasear a pleno sol en pleno verano...siempre da la sensacion de que esta fresco por ahi....
la ultima foto son las estautas vivientes del Palacio????? Vaya espaldas tienen estos Dioses....
Besitos amore!!!!!
Gise:
cada vez que voy me lo pregunto...si pudiera vivir en los barrios y las calles que me gustan, viviría allí?
Creo que si tuviera algo para hacer sería feliz en esa ciudad que conozco bastante bien.
Mucha espalda y pocas nueces: no es oro todo lo que muscula!
Un beso
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