viernes, marzo 06, 2009

Mysteries of life, love and sex

"A vecccessss iegan cartasss", cantaba Raphael , munido de tacón aguja y morritos mimosos, y uno suponía que aquellas misivas desconocidas jamás podían ser inocuas.
En estos tiempos virtuales, sin sobres de papel ni carteros insistentes, nos llega un e-mail-amigo con archivo adjunto y al abrirlo algo explota en nuestros ojos, en nuestros oídos, en nuestra cabeza.
Lo cuento porque hace poco más de diez días mi recobrada amiga Marta B. me mandó uno de estos mails-bomba. El subject decía: para que lo gocéis, pero nunca pude hacerlo porque mi máquina se negaba a abrir el prometedor archivo. El martes pasado, cuando comimos en casa de los 144 Living Art, la misma Marta me preguntó si había recibido aquel regalo. Conté lo que había sucedido y arrastrados por los comentarios más que elogiosos, elogiosísimos, de nuestra amiga común, decidimos entrar a You Tube para ver de qué se trataba. El regalo que nos llenaría de gozo resultó ser un grupo musical, Antony and the Johnsons, que se dice neoyorkino y nuclea a intérpretes de diversos países. Antony canta como Nina Simone en sus mejores épocas: sensible, relajada, desgarradamente. Si a la incomparable Billie Holiday llegó a notársele el dolor en las venas, a Antony, como a la Simone, se le intuyen todos los rasguños y costurones que lleva en el corazón. Y como si esto fuera poco, que decían los vendedores de baratijas en los metros porteños, estos chicos no son nada tontos para elegir compositores y canciones: igual se marcan un Badalamenti con textos de David Lynch que ralentizan un clásico de discoteca como el mil veces versionado Sobreviviré de Gloria Gaynor, himno inmarcesible de todos los gays bailones de nuestra galaxia.
Como las sorpresas nunca llegan solas, al volver a entrar en Youtube para ver sus otros videos, descubrí cómo las letras aparentemente ingenuas de sus canciones han servido de disparador creativo para muchos adolescentes masculinos de distintos países.
Gris es toda teoría y verde el árbol de oro de la vida, decía el gran Goethe, así que mejor pulsan sobre los links internos de este post y sacan sus propias y seguramente muy, más, valiosas conclusiones...
Fotografía de Josef Astor para la cubierta de ST

Posdata: no todo ha de ser adioses. Este blog da una esperanzada bienvenida a la librería Bertrand, recién inaugurada en Barcelona. Es grande, nutrida, luminosa y prometen una cafetería junto al estimulante jardín trasero, con cerezos, hiedras y plantas tropicales. La simpatía, me ha dicho uno de sus directores, es parte esencial de la política de empresa.

martes, marzo 03, 2009

Jane Birkin, estrella de la semana

Cuando le hicieron esta foto (¿alguien sabe quién?) las calles de París festejaban un mayo que cambiaría las siguientes décadas del mundo. Recién llegada a la Ciudad Luz y ya con un matrimonio roto a sus espaldas, Jane conocería a su Tarzán particular, Serge Gainsbourg, y él, rey de la jungla rockera-intelectual parisina, se prendaría de su cara de muñeca carnal, de su cuerpo flexible y desmadrado de veinteañera sin remilgos. Esta semana, el jueves para ser más preciso, presenta en el Auditorio de Barcelona su nuevo disco: Enfants d'hiver. Lleva en sus maletas más de seis décadas de vida muy vivida. Que los dioses te sean propicios, mi muy estimada Jane. Te lo mereces.
Posdata: aquí arriba, el célebre bolso Jane Birkin de Hermes. En toda su larga trayectoria empresarial, este (no) es el único producto que la prestigiosa firma francesa bautizó con el nombre de una estrella...
Posdata 2: ante el comentario de Isabel Núñez, que llama a este mismo bolso Kelly, corro hasta el local recién abierto de Hermes en Paseo de Gracia, a dos calles de donde vivo. No está mal ocuparse de cosas aparentemente superficiales cuando el mundo que conocíamos se desploma sin que nadie nos de explicaciones válidas. Además de atenderme con unos ojos verdes deslumbrantes y rociarme con dos o tres de sus exquisitos perfumes, en la tienda de Hermes me aclaran que hay un Kelly y hay un Birkin, el último algo más blando, con más capacidad y dos asas o manijas en vez de una, como el que ilustra el post.

lunes, marzo 02, 2009

Ciudades y perversiones

El hombre construye las ciudades, las ciudades forman al hombre.
Lo dijo el arquitecto británico Richard Rogers en una entrevista para el diario La Vanguardia y yo lo leí hoy a la mañana, mientras desayunaba en la Crustó de Valencia y Balmes, una panadería-cafetería de look cosmopolita siempre atiborrada de productos exquisitos y que queda enfrente mismo a otra de mis islas de placer: La Compañía Francesa del Oriente y de la China, desafortunadamente, con fecha de cierre definitivo asegurada. Tengo que hacerme a la idea: dentro de poco tiempo ya no podré entrar a esa preciosa tienda con orgulloso aire de museo que durante años fue un lugar de visita casi cotidiana para mí. Ya no podré detenerme a admirar algún cuenco artesanal amorosamente moldeado o una tetera blanca de loza con peces azules pintados a mano; siempre parecidos, siempre diferentes. Tampoco podré llevarme a casa por muy poco dinero algún pequeño rallador de gengibre fabricado con cañas de bambú, una alcancía de cerámica con forma de gallo, de rana o de cerdo o una pequeña jaula para grillos cantantes, tan delicada como enternecedora. Conocí esta tienda en París a finales de los setenta y casi no pude creerla: en ella tenían todo aquello que podía gustarme, desde cuadernos con tapa dura en negro y rojo, hasta pinceles de todos los tamaños o plaquetas sólidas de tinta para caligrafía, desde chaquetas en lana de estricto corte oriental y cuidada elaboración francesa, hasta relojes de pulsera con La internacional como fondo sonoro y la efigie imponente de Mao en vibrantes colores de cómic. Tuve suerte: a poco de mudarme a Barcelona abrieron una sucursal a cien metros de mi nueva casa, y con el correr de los años, muchos, logré inclusive una rebaja especial de cliente sobre los precios marcados.
-No puedes quejarte -me dice alguno cuando escucha que lo hago- Se cierra esa pequeña tienda, pero al mismo tiempo se abren modernas sucursales de Ives Saint Laurent, Valentino, Hermés, Gucci y Carolina Herrera. ¡Qué estupidez! Podría asegurar que no iré cada día a pasearme por ellas. Para mí son poco más que escaparates del lujo inaccesible; prisiones diurnas para los esclavos de la moda que se ven condenadas a albergar por la noche a un oscuro, desmembrado y creciente ejército de homeless que ya ni perros tienen. Tal vez debería ser más integrado y consolarme con la nueva y serpenteante montaña rusa que han edificado sobre las castigadas, cada día más deforestadas, laderas del Tibidabo. Según pude saber hoy mismo, también por intermedio del mismo diario dominical, esta feria es "el lugar de diversión por excelencia de los habitantes de Barcelona". ¡La alegría desenfrenada estaba ahí nomás, a tres estaciones de metro, y yo sin enterarme! Acompañado de algunos amigos, muy despistados todos ellos, en vez de distraerme con el vértigo, esta semana he perdido el tiempo escuchando durante hora y media a Román Gubern y Elisabeth Roudinesco, que, lejos de divertirnos con espejos deformantes y caídas bruscas, se entusiasmaron explicando a unas pocas decenas de personas quietas, silenciosas y atentas, los rebuscados mecanismos de la perversión. Dos días antes había colgado mis dibujos-objeto en el Auditorium municipal de una ciudad cercana y dos días después me uní a un grupo de gente que pretende saber algo más sobre la inmigración, sus motivos y consecuencias. Anoche mismo, rodeado de buena comida y algunos amigos extranjeros, leí en voz alta poemas de Lorca y Neruda traducidos al italiano. Una experiencia fascinante, aunque en ningún momento nos hizo revolvernos, gritar ni lanzar carcajadas. ¿Seremos, acaso, sapos de otro pozo? ¿O será, simplemente, que hasta el concepto de diversión es relativo? Y para terminar, una última pregunta:
Si el hombre destruye las ciudades, ¿esas ciudades destruídas deformarán al hombre?
photo DBertini: escaparate de Diesel; Madame Roudinesco entre nous.

jueves, febrero 26, 2009

¡Animales!

¿Se puede administrar justicia cuando se tiene poca o ninguna sensibilidad?
Bermejo: referido al pelo, rubio rojizo, más claro que el pelirrojo.
Del latín vermiculus (gusanillo, cochinilla, que se usaba para producir el color grana o bermellón).
¿Se referirá al color de la vergüenza?




Ber-mejo y dopo morire...




Hoy mismo, en La Contra del diario La Vanguardia, André Bonnaure, cocinero especialista en foie gras, declaraba que "el pato es docilísimo: un animal fácil, generoso, bueno. Le das de comer, ¡y ya te toma por su papá y te adora! Yo amo a los patos."

¿Un amor desinteresado? Nada más lejos de la verdad: "Han sido tantos miles de patos, pobres... He cocinado sus muslos, sus alas, sus pechugas (magret), sus lenguas, sus tripas, sus cuellecitos... Y, sobre todo, sus ricos foie gras. ¡Divina víscera (el hígado de pato), cuánta felicidad procuras!"

¡Vaya amor de padre! Un consejo: si por casualidad el señor Bonnaure dice amarlos, denunciénlo a la policía y exijan de inmediato su alejamiento preventivo. Por mí, Monsieur André, puede usted meterse su amor en el buche, con o sin embudo, y si le crece el hígado...¡comáselo! Es que sólo con ver cómo sus productores alimentan a estos pobres animales para lograr un foie gras más "apetitoso", dan ganas de cambiar nuestra supuestamente humana por cualquier otra especie:

Gracias a Ana Sáez por esta imagen de El Roto.

lunes, febrero 23, 2009

¡Ganamos! (La estrella de la semana)

El 13 de enero, martes además, pedía desde este blog (Milk, la buena leche) un Oscar para Sean Penn por su composición, encarnación podríamos llamarla, de Harvey Milk, el militante gay de San Francisco asesinado a tiros durante los años setenta del siglo pasado. Anoche la Academia de Hollywood concedió ese merecido premio a este hombre, y al hacerlo premió también una película de temática comprometida y candente. ¡Aramos!, exclamaba la mosca (¿o el mosquito?)aposentada sobre el lomo del buey. Permitan que esta vez me una a la irracionalidad habitual de los forofos del fútbol y sienta que de alguna manera sesgada, tangencial, una parte mínima de esa estatuilla también la hemos ganado los que en algún momento de nuestra vida decidimos enfrentar la vida más abiertamente, sin (tantos) ocultamientos ni mentiras.

viernes, febrero 20, 2009

My name is Dante (2)

Tal vez porque ya había otro Dante en la casa y se trataba del padre de familia -un auténtico carácter, un italiano de verdad- mi parentela en su totalidad prefería llamarme Quique. En la escuela fui siempre Bertini, un alumno distraído que ponía cara de no estarlo nunca y por eso se salvaba de pasar al frente cada día. Durante mis años de estudiante tuve algunos profesores realmente especiales: la de Castellano, María Esther Cometta, el de Historia, un atildado y algo rijoso señor Pujol y...¿cómo se llamaba la espectacular rubia con apellido polaco que nos daba clases de artes plásticas durante el primer curso de bachillerato? Sin embargo no voy a contar nada sobre ellos porque después algún llanero solitario con pocos escrúpulos relata esas anécdotas como si fueran suyas. Fue en mi barrio, y recién cuando logré tener amigos que fumaban, donde comenzaron a llamarme Quique Bertini. En el día a día yo era Quique a secas, por supuesto, salvo cuando nos peleábamos por alguna tontería y pasaba a convertirme en un vulgar hijo de puta o en un maricón de mierda más. Mi apellido acompañaba al sobrenombre solamente cuando se me nombraba estando ausente o en caso de presentaciones más o menos formales. Para que quede claro, aquí van dos ejemplos:
-Rodolfo, vení. Te quiero presentar a Quique Bertini.
O:
-¿Sabés lo que le pasó anoche a Quique Bertini?
Yo nunca me quejaba de haber perdido mi nombre con itálica alcurnia literaria a cambio de un sonsonete mántrico de nivel bastante bajo, pero apenas llegar a Madrid me di cuenta de que la gente no se llamaba Mecha, Cholo, Pichi o Chuchi. Tampoco Quique, por supuesto, y mucho menos Gorda, Amor, Queridito, Escuerzo o Flaca. Se hacia necesario volver al nombre que constaba en el pasaporte, el mismo que, a juzgar por los comentarios de algunas empleadas públicas, dependientas de tiendas de ropa y cajeras de supermercados, "molaba maso cantiduvi". Durante muchos años de peregrinaje europeo mi nombre resultaba muy original, de uso poco frecuente. "En Italia no", dirá más de uno. Pues están equivocados. No hay muchos Dantes en Italia, tal vez por la misma razón que no abundan los Napoleones en Francia o los Quijotes en España. Las cosas empezaron a cambiar cuando "el flaco" Spinetta, un famoso músico pop argentino, bautizó como Dante a uno de sus hijos. Años después llegó Martín Hache, la película argentina donde el español Eusebio Ponsela interpreta a un actor de teatro que se llama Dante, y casi al mismo tiempo, a fines del siglo pasado, Pierce Brosnan tuvo un sinfín de problemas en Un pueblo llamado Dante's Peak. Además de que siguen naciendo Dantitos aquí y en Argentina, hace nada aparecieron un cómic, un club y una cala con el nombre del tano Alighieri. Esta última, a juzgar por las fotos y el epígrafe conque se publicita, poseídos y desnudos, podría estar en algún lugar de la actual, supersiliconada, isla de Ibiza. Para rizar un poco más el rizo -aunque no sé que tendrá que ver el peluquero Llongueras con la historia de mi nombre- el mismo día que decidía escribir este post en dos actos -ya sé, ya sé, ¡es sólo una casualidad!- pasaron por televisión una bienintencionada película para las sobremesas donde el testosterónico Don (Miami Vice) Johnson, interpretaba con su habitual lascivia a un algo parco adiestrador de caballos llamado Dante Longpre.
En fin, que estoy pensando seriamente volver a ser el Quique Bertini que fui alguna vez.
Posdata: Lucía, que había hecho un comentario sobre el parecido de mi foto adolescente con la más célebre escultura de Rodin, me envía este artículo de El País que yo no había leído. En él, publicado el día 21 de este mes con ocasión de la muestra de esculturas del artista francés en el Paseo del Prado, se dice:
Originalmente, iba a ser una pequeña pieza de 71 centímetros. Una figura de Dante que meditaba sobre el desarrollo de su Divina comedia. En 1880, el escultor Auguste Rodin recibió el encargo de realizar una puerta para el Museo de Artes Decorativas de París y decidió inspirarse en el poema. El proyecto, La puerta del infierno, nunca llegó a materializarse en vida del artista. Pero esa pequeña escultura, llamada en un principio El poeta, adquirió vida propia hasta convertirse en El pensador, la obra más conocida de Rodin. El propio escultor explicaba en 1904 cómo evolucionó el proyecto que culminó en esta obra: "En días ya lejanos ideaba La puerta del infierno. Frente a la puerta, sentado en una roca, Dante, absorto en una meditación profunda, concebía el plan de su poema. Detrás de él están Ugolino, Francesca, Paolo, todos los personajes de La Divina Comedia". Cuando el proyecto se malogró -la puerta no se fundió hasta 1926-, el artista pensó que ese Dante, separado del conjunto, no tenía sentido: "Siguiendo mi primera inspiración, ideé otro pensador, un hombre desnudo, sentado sobre una roca y retorciendo los pies. Con el puño contra los dientes, está pensando. El pensamiento fecundo se elabora lentamente en su cerebro. No es en absoluto un soñador, es un creador. Hice mi propia estatua". Hélène Marraud, comisaria de la exposición, resume la imponencia de un cuerpo en tensión que "parece haberse convertido en cerebro".
Sólo queda agregar ¡Cáspita! y agradecer a Lucía por ser como es.

martes, febrero 17, 2009

My name is Dante (1)

Nací en una ciudad donde los nombres supuestamente "normales" no existían. Poblada por inmigrantes de todo el mundo, nadie se extrañaba frente a una Ruth, un Osvaldo, un Walter, una Gertrudis o un Claudio Patricio. Mi nombre sin embargo siempre provocaba algo de asombro y, aunque con mínimos matices, el mismo comentario.
Si cierro los ojos todavía puedo ver las caras de muchas señoras "de cierta edad", maquilladas en plan interpretar Giselle o El lago de los cisnes, acercándose peligrosamente a la mía para decirme con un tono de profunda delectación y en voz muy baja, como si estuvieran develando algún secreto de alcoba que sólo ellas conocían:
-¡Aaaaah, sí! Dante...¡Como el del infierno!
Yo era un chico tímido que deseaba agradar a todo el mundo, así que solamente me era dado sonreír, mientras asentía con otro sí, suspirado y apenas audible.
Las Odettes-Odiles envejecidas, ya sin capacidad para pirueta alguna, eran muy sensibles a mi forma de ser:
-¡Qué amor de chico!
Ni siquiera se daban cuenta de que el amoroso chico se quedaba trastocado por aquello que escuchaba como una premonición catastrofista. Por suerte mis padres se ocuparon de aclarar el porqué de aquella frase apenas tuve posibilidad de entender sus explicaciones. Mamá decía:
-¡Es un nombre precioso! Tu papá se llama igual, aunque la gente lo llama siempre por el apellido.
No era suficiente. Daba igual estar acompañado por mi progenitor si mi destino más probable era asarme como un churrasco durante toda la eternidad.
-Dante Alighieri fue el más grande poeta italiano. El creador de nuestra lengua.
Esta última línea de diálogo, fundamental en el desarrollo de mi personalidad, pertenece a mi padre. He preferido traducirla a un idioma más legible que el suyo, plagado de errores de construcción y lleno de palabras en auténtico, aunque muy personal, cocoliche.
Con los años conocí muchas cosas más respecto a aquel personaje delgado y enjuto que, además de haber escrito La divina Comedia, descendió a los infiernos con su fantasmal amigo Virgilio y hasta se atrevió a pasear por el paraíso, amando con mucha ilusión y sin demasiada esperanza a una, según él, inigualable Beatrice Portinari. A pesar de que en la infancia me llamaban Quique -seguramente para diferenciarme del otro Dante de la casa- el signore Alighieri siempre me resultó familiar, tal vez porque llevaba en la cabeza un gorro muy parecido al que nuestra Patria Argentina lucía en algunas monedas y en todas las ilustraciones de los libros de estudio. Allá me enseñaron a llamarlo frigio, sin embargo al llegar a Cataluña me enteré que con algunos pequeños cambios en el diseño podía convertirse en una barretina... (continuará)

sábado, febrero 14, 2009

¡Amor, Amor, Amor!

Un todavía vivito (y pescando) Patrick Dewaere y el aún no tan robusto Gerard Depardieu les desean en mi nombre un Feliz Día de San Valentín. Quizás les parezca extraño, pero no encontré ninguna imagen más afable para ilustrar esta entrada. Ellos al menos están juntos, dedicados a la misma tarea y vestidos exactamente igual. Según monsieur Chapuis, si dos personas se visten de la misma manera es porque entre ambos existe un lazo sentimental muy profundo. Y para terminar este brevísimo post, un ruego/deseo: no desperdicien el día leyendo blogs y dedíquense con febril entrega al ¡Amor, Amor, Amor!
posdata: en este día de Cupidos desatados, Zbelnu me deja como regalo un fragmento de Some like it hot, protagonizado por dos auténticos ángeles...

martes, febrero 10, 2009

¡Perfopoesía!

Muchos de mis visitantes, sabedores de mi habitual modestia, se sentirán profundamente conmovidos por esta desembozada promoción.
-¿Cómo se atreve a publicitarse así, por toda la cara?
Pido perdón y de inmediato me explico. Pasa que mi contrato con Nike Godess, Sony Poetry e Inca Cola está a punto de expirar. ¡Necesito urgentemente una renovación! La crisis aprieta y hace más de medio año que dejé de recibir los suculentos dividendos aportados en otra época por mi último libro de poemas, amorimás, desgraciadamente agotado. Si el público no abarrota la pequeña, adorable Aula de Escritores de ACEC, dudo que este sensible cacho de pan siga siendo un fichaje interesante para sus promotores, mecenas, sponsors.
Solamente por este jueves y en la función de las 19.30 horas, la entrada es libre y gratuita.
No se venderán camisetas.
Posdata: Darth Tater me conmina a comentar la perfomance (presentación, diríamos en castellano) Lo haré con pocas palabras: sala llena, muchas caras amigas, lectura amable, aplausos cálidos, sostenidos, y alguna emoción inesperada. Misión cumplida.

viernes, febrero 06, 2009

una Caja dentro de otra

Telecinco estrena un nuevo reality show. Lleva por título La caja y, según dicen sus gacetillas publicitarias, se trata de la exhibición televisiva de una serie de "terapias psicológicas personalizadas". En la primera entrega -que para mí será también la última- un familiar (padre, suegro, abuelo) de cuatro de los muertos en el último accidente de Spanair-Barajas, decide prestarse al experimento como primer "paciente" del grupo de seis psicólogos que se supone supervisan este largo y repetitivo programa.
El invento no es nuevo. Cualquiera de los talks shows de la misma cadena tiene como meta hacer que sus nada desprevenidos invitados sufran, insulten, mientan, exageren, confiesen viejas culpas o pidan perdón por ellas, todo esto, de ser posible, entre abundantes lágrimas y sollozos. En La caja consiguen lo mismo y mucho más, aunque, quizás simplemente por abaratar costos, en este programa han decidido eliminar a todos esos desagradables "periodistas" entrevistadores, habitualmente encargados de guisar las carroñas ajenas hasta convertirlas en alimento de masas, dejando sólo una voz que, de no ser femenina, podríamos suponer como la del mismísimo Dios. El engendro, extraído de los anales de la ciencia ficción más premonitoriamente catastrofista (ver La naranja mecánica, Blade Runner, Brazil o las novelas Un mundo feliz, de Aldous Huxley y 1984, de George Orwell, a quien ya plagiaron, girándole el sentido, desde la idea hasta el nombre de Gran Hermano) ha provocado la ira, justa, por cierto, de diversas sociedades y grupos de psicólogos y psicoanalistas, que acusan al programa de intrusismo y se alarman por la manipuladora frivolización de métodos y conceptos inherentes a su profesión.
Ya sea porque no son espectadores habituales de televisión o porque prefieren que las respuestas lleguen directamente de los implicados en el asunto, muchos de ellos se preguntan cómo es posible que haya personas dispuestas a ejercer de cobayas para experimentos que podrían ser más dañinos que beneficiosos para su ya, por lo mostrado y visto en la pantalla, algo maltrecha salud mental.
No creo que sea necesario esperar respuesta alguna de los participantes en el programa. Hay mucha gente necesitada de dinero, ocupación, reconocimiento, fama. Además de eventuales perversiones exhibicionistas, destaparse "frente a toda España" podría hacer bastante más accesible cualquiera de esas metas.
Vivimos tratando de esquivar una crisis que no es solamente económica y que, al margen de caídas y repuntes eventuales, parece propia de nuestra condición humana. Cierta vez, refiriéndose a un famoso personaje histórico y con su ironía habitual, Jorge Luis Borges dijo: ¡Pobrecito! Le tocó una época muy difícil, como a casi todos los hombres.
A finales de los años sesenta, cuando muchos soñábamos con el poder de las flores, Sidney Pollack adaptó para el cine una sombría y dolorosa novela del autor estadounidense Horace McCoy: ¿Acaso no matan a los caballos? (en España: Danzad, danzad, malditos)
Se las recomiendo. En ella podemos ver que, salvo algunos notables inventos tecnológicos, hay muy poco realmente nuevo bajo nuestro impasible y dorado astro rey.

miércoles, febrero 04, 2009

dudando con La Duda

Veo La Duda, Doubt, y quizás por influencia del título y de su temática, no me atrevo a decir si me ha gustado o no. Como a Meryl Streep en su personaje de la película, la duda ajena me hace dudar también a mí y no me satisface nada. Por el contrario, una de estas noches volví a devorar, por el canal CTK y en versión original subtitulada, Ocho y medio (1963), de Federico Fellini. No había vuelto a ella desde la primera vez que logré verla, y en aquella ocasión lo hice acurrucado entre las crujientes butacas de un casi siempre vacío superpullman, temeroso de ser descubierto por los acomodadores del Gran Cine Roca, la sala estrella de mi barrio bonaerense. Me "colaba", sí, lo confieso. Todos los de mi grupo entrábamos de rondón, subrepticiamente, sin pagar ni un centavo, en aquel precioso cine de estética art decó. No me culpo. Por aquel entonces yo era casi un niño y debía ingeniármelas para poder entrar a las salas donde se proyectaban las películas que me interesaban, habitualmente prohibidas para menores de 18 años. Tal vez el castigo para aquel crimen juvenil haya sido convertirme en un adicto a las pantallas, condenarme a no poder vivir ya nunca más sin las películas.
Y volviendo al subject de este post, debo decir que con usted no tengo dudas, maese Fellini, y eso a pesar de que siempre me despierta un montón de preguntas. ¿Cómo se puede, en medio de una producción tan complicada, voluptuosa y exquisitamente recargada de personajes, vestuarios, ambientaciones y atrezzos, seguir haciendo cine con la misma libertad de un niño que se entretiene con su juguete preferido, bien lejos de la mirada de los adultos? ¿Cómo se puede sacar tanto y tan extraordinario material de una supuesta falta de ideas? ¿Cuál es el secreto para ser un artista de semejante hondura y originalidad, sin abandonar en ningún momento la gozosa, intensa vitalidad que se desprende de su trabajo y de su vida?
Veo La Duda, Doubt, y sigo preguntándome si esta historia de curas y monjas traspasa los límites de ese conventual colegio para transformarse en un conflicto que debiera incumbirme. Me entretiene su factura clásica, el relativo suspenso de una narración inteligentemente pensada para atrapar al público, su desfile de ajustadas, aunque al mismo tiempo histriónicas y oscarizables interpretaciones, sin embargo, después de haber visto nuevamente la "vieja" película de Don Federico, me resulta dudoso que esta Doubt sea en realidad posterior a ella, más nueva, recién estrenada.
En la foto: Sandra Milo (Carla) y Marcello Mastroianni (Guido),
en una escena de Otto e mezzo.

domingo, febrero 01, 2009

estrellas del pasado, hoy

Carlos S., el de la mano en la barbilla, fue el que me envió esta foto desde su casa de Murcia. La encontró entre otras muchas de la misma época cuando estaba preparando su última mudanza. Es que hasta hace un mes o dos vivía, rodeado de campo, árboles y perros, en Old Harlow, un pequeño pueblo muy cerca de Londres. Del tipo moreno de gafas, Adolfo T., no tengo noticias recientes. Las ultimas las recibí en vivo y en directo, durante uno de mis viajes cortos a París, ciudad en la que él supo vivir muy feliz los últimos treinta años. El tercero, primero por la izquierda, soy, o era, el que escribe este post. El local se llamaba 676 porque estaba situado en ese número de la calle Suipacha, en el centro mismo de la mismísima Ciudad de Buenos Aires. Si pudiera reconstruir aquel día minuto a minuto creo que empezaría a preocuparme, pero sin embargo no me cuesta nada recordar que estábamos esperando la aparición en "escena" de la cantante italiana Ornella Vanoni, famosa por esta melancólica balada, que, muchísimos años después, vuelve a cantar para todos nosotros en una presentación teatral de su gira 2005 junto a Gino Paoli.
fotografía de Nacho Corvalán

miércoles, enero 28, 2009

perplejidades

Mientras tomo un desayuno en el Farga de Diagonal-Córcega, engullo también, aunque de muy mala manera, algunas noticias de La Vanguardia. Como suelo empezar mi lectura abriendo los diarios por cualquier parte, lo primero que había llamado mi atención en el de hoy fue un primer plano fotográfico de la cara amistosa de John Updike, el creador del celebérrimo "conejo" Angstrom. "Una nueva novela", pensé. Pero no; se había muerto de un cáncer de pulmón a los 76 años. "Vaya...", diría alguno de esos inexpresivos que no quieren demostrar de forma abierta su absoluta falta de interés por el tema y/o el sujeto. "Un agudo cronista del desencanto vital de la América de clase media", repiten, algo más informados, los que escriben sus necrológicas. Supongo que la frase podría definir algún momento preciso de casi cualquier escritor estadounidense con cierta enjundia, desde Truman Capote a Kurt Vonnegut, desde la siempre vigente Carson McCullers al antipático marido de Marilyn Monroe, el sin embargo talentoso Arthur Miller. Como el relato de una muerte es siempre triste y además mi psicoanalista se asombra por mi propensión a las necrológicas, paso página y leo:
"La elite mundial acude perpleja a su cita anual en Suiza." Podrían haberse quedado en casa, se me ocurre pensar, mientras me los imagino, poooooor people, atrincherados tras trajes de corte impecable... o abandonando unos coches tan cómodos y relucientes como sus zapatos... o bajando de sus costosísimos aviones particulares, aunque eso sí: impregnados en todo momento por ese sentimiento, la perplejidad, que los diccionarios definen como "duda o confusión del que no sabe qué hacer o pensar en determinada situación". Para aquellos que ni aún con esta ayuda puedan hacerse una idea de lo que el vocablo perplejo significa, digamos que es similar a la cara del presidente Zapatero cuando, en el muy amañado cuestionario televisivo del lunes, un atrevido muchachote del norte le preguntó si estaba al tanto de que España proveía armas en cantidades más que notables a los mismos grupos y países que luego pretendía(mos) pacíficos. Por suerte nuestro José Luis -él suele tutear a todo el mundo, así que yo me atrevo a llamarlo por su nombre de pila- ha ido adquiriendo suficientes tablas, y sin cambiar demasiado su, por otro lado habitual, expresión de perplejidad, nos tranquilizó declarando con bastante firmeza en la voz y el presunto aval de ciertos documentos supuestamente guardados en algún cajón de su despacho, que las armas españolas jamás se usaban para herir ni matar a nadie. Suena increíble, pero no hay por qué sospechar de sus palabras. Existe gente muy extraña en este mundo; gente capaz de coleccionar las cosas más inauditas, más inesperadas. Misiles, por ejemplo. ¿No encontraremos entre estos coleccionistas de extravagancias, al menos unos cuantos interesados en hacerse cargo de esos pobres animalitos que, siempre según el diario La Vanguardia, están condenados a desaparecer en muy corto tiempo? "Alerta por el declive del pingüino emperador", anunciaba el titular del diario barcelonés, parafraseando el nombre de una interesante, muy dialogada película canadiense. Y ya puestos a hablar de películas -algunos de ustedes conocen mi fascinación por la mal llamada asociación libre (¡como si nuestro inconsciente pudiera permitir(se) algo semejante!)-, les cuento que el viernes de la semana pasada vi Revolutionary Road, la película de Sam Mendes basada en una cáustica, ya cincuentona novela de Richard Yates, otro "agudo cronista del desencanto vital de la América de clase media". Después de lo escrito, me cuesta confesar mi personal perplejidad en caso de un hipotético nombramiento como jurado del Oscar a la mejor interpretación masculina. El maldito Leonardo Di Caprio ha hecho tambalear mi certeza por la que suponía una estatuilla incuestionable: la de Sean Penn en su magnética recreación del líder gay californiano Harvey Milk. Sin embargo ni siquiera necesito preocuparme por mi futura perplejidad ante ese presunto dilema. La oscura, revulsiva, sensible, inteligente, magnífica película de Sam Mendes, con su mujer, la ahora menos redondeada aunque siempre voluptuosa Kate Winslet en el prota(a)gónico femenino, no ha logrado ni una sola nominación para sus no menos adjetivables actores principales. A estas alturas, ya no tan perplejo, me atrevo a preguntar: ¿qué esperaban sus productores? ¡Si es que este film no defiende de forma clara y tajante los valores más incuestionables de la sociedad occidental! ¡Si es que en ningún momento apuesta por la defensa de las minusvalías espirituales ni aboga a favor de los preceptos más sagrados e intocables de nuestra cultura! Los fans del binomio di Caprio- Winslet esperaban satisfacerse con una tórrida continuación de Titanic. ¡Pero es que ésta ni siquiera termina románticamente bien! ¿No se dan cuenta que con productos de este tipo nunca lograremos salir de nuestra cada día más creciente perplejidad?

sábado, enero 24, 2009

palmeras caídas, panteras en pie

Desde anoche, viernes, la ciudad donde vivo, Barcelona, está invadida por sirenas que unas veces sí y otras también, atraviesan mi calle rumbo al Hospital Clínico o hacia algún cuartel cercano de bomberos. No se trata de bellos engendros marinos con cola de pescado, sino de ambulancias que ululan fuerte y lastimeramente sin embelezar a nadie. La agitada noche de ayer ha tenido otra banda sonora, ésta de toques polifónicos aunque nada armónicos: puertas cerrándose con estruendo, ventanas abiertas por la fuerza, cristales rotos, carteles y persianas voladoras.
Hoy, a media mañana, aún convaleciente de una noche de sueño entrecortado, me llaman por teléfono desde un taxi:
-Estoy pasando por Diagonal...No sabés: ¡esto es un desastre! Hay palmeras caídas, y árboles... un coche semidestruido en medio de la calle...Es desolador, no me imaginaba que este viento pudiera ocasionar tal desbarajuste...Nunca había visto nada igual en Barcelona.
"El viento del Este barrerá al viento del Oeste". Sin que venga demasiado a cuento, recuerdo esa frase de Mao Zedong. También que alguna vez me tocó ilustrarla para el ecléctico suplemento Vida Moderna del diario La Opinión de Buenos Aires. Dibujé una pequeña taza de té. Llena a medias de la infusión caliente, desprendía un ondulante trazo de vapor que escribía en el aire la frase, entre amenazadora y premonitoria, del líder comunista chino.
No sé desde dónde llegan ahora mismo estos vientos huracanados. Tampoco perderé tiempo en averiguarlo. Me basta con dar una vuelta por los alrededores de mi casa observando los destrozos, para constatar que tampoco yo había visto nunca nada semejante en esta Ciudad Condal de clima por demás estable. Un rato después anuncian por televisión que se ha derrumbado el techo de un polideportivo en Sant Boi de Llobregat. Hay muertos y heridos, muchos de ellos niños. En el barrio de Poble Nou, un muro de ladrillo grafiteado ha caído sobre una mujer de 52 años, matándola casi al instante. Se llamaba Ramona, y su muerte, inesperada, brutal, me produce una desapacible tristeza. ¿Estaría alguien esperando su regreso? Como siempre por televisión, las noticias sobre estos huracanes a los que nadie se atreve a llamar por su nombre, se matizan con un salpicón de publicidades gastronómicas. La de un fiambre envasado -¿salmón, pavo, jamón?- pone el acento sobre el color rosado del producto. Como fondo musical, Grace Jones canta La vie en rose. Una coincidencia: ayer nomás me había detenido a fotografiar un escaparate de Women Secret que anunciaba su nueva colección de primavera con imágenes de la longilínea Pantera Rosa.
No tengo por qué ser modesto. Parece que mis deseos de año nuevo, ¿recuerdan?, han calado hondo en escaparatistas y agencias de publicidad. Millones de personas verán el anuncio, unos cuantos miles se pararán ante las adornadas vidrieras de esos negocios de ropa interior femenina. Me pregunto cuántas decenas de personas -no demasiadas, por supuesto- recibieron mi mensaje de año nuevo.
¿Tal vez habrán sido suficientes para comenzar una cadena de rosados, mimosos, inocentes, muy tiernos deseos?
Fotos de Dante Bertini
Posdata uno: Vivir, el suplemento color rosa del diario La Vanguardia, utiliza hoy, domingo, un titular tamaño catástrofe -RÁFAGA MORTAL- para informar sobre los destrozos producidos por el viento huracanado de los dos últimos días. Dos páginas más adelante, un tal Jaume V. Aroca titula Tormenta de árboles otra nota alrededor del mismo tema. ¿Tormenta de árboles? El título suena raro. ¿O acaso se podría hablar de una tormenta de muros, techos, vallas, cristales o cornisas? Tampoco podría aceptarse como disculpa que el titular esté usado en sentido metafórico. Cuando, por poner un ejemplo, se habla de "una tormenta de celos", es porque estos, los celos, son los causantes del desaguisado. Los árboles han sido sólo otras víctimas del huracán sin nombre. Además, se hace necesario aclarar que los árboles caídos POR CULPA DEL VIENTO TORMENTOSO han producido dos de los siete decesos. Pero solamente dos. Las demás muertes se debieron al derrumbe de techos y/o paredes deterioradas o directamente mal construidas. ¿Por qué entonces cargar sobre los árboles una culpa que no tienen? ¿Querrán que prescindamos definitivamente de ellos? ¿O sólo están usando al árbol para ocultarnos el enmarañado bosque de las (ir)responsabilidades? Parecen olvidar que Si un árbol cae...
Posdata dos: recibo un email donde se anuncia El corazón de África, exposición y catálogo (con una pequeña aportación mía) de la fotógrafa Alicia Núñez. (Reseña en el blog del escritor José Luis Muñoz.)

miércoles, enero 21, 2009

un poco más

Veo por Imagenio una buena película de John Sayles de la que ni siquiera tenía noticia: Casa de los babys. Un grupo de mujeres estadounidenses esperan, aposentadas en un colorido y algo descascarado hotel de México, a que las siempre burocráticas autoridades (im)pertinentes les otorguen un niño en adopción. Situaciones cotidianas, actrices espléndidas (aunque con este adjetivo no describo ni lejanamente lo acertado y sensible de sus actuaciones), un guión original, diferente, y diálogos con chispa, agudeza, sentido del humor. Aunque el cartel del film no la menciona, también anda por allí mi admirada Rita Moreno (West Side Story), tan en forma -a pesar de las décadas transcurridas desde su aparición en aquel mítico musical de Robert Wise y Jerome Robbins- que dan ganas de gritar ¡miracolo, miracolo!, como lo hacía el personaje de una vieja y tierna película de Vittorio de Sica.
Yo sigo algo lacónico, sin ganas de acercarme a la máquina, y mientras leo el libro de Isabel Núñez, Cuando un arbol cae, un amigo me llama para contarme, casi entre lágrimas, que en el patio de un edificio anexo a su casa -a dos calles de la Plaza Real, a cien metros de las Ramblas y quinientos del Excelentísimo Ayuntamiento de Barcelona-están derribando un solitario y majestuoso plátano centenario por decisión mayoritaria de los vecinos de ese inmueble vecino al suyo. El árbol ocupaba gran parte de un espacio sin uso preciso -porción importante de aquella manzana, compartida, como más que necesario patio de "aire y luz", por varias construcciones diferentes - y algunas de sus ramas llegaban hasta la altura de un quinto piso. Pero, según me cuenta mi ahora desarbolado amigo, a los habitantes del edificio, propietarios del solar donde estaba emplazado, les molestaba que por él se pasearan gatos, loros y palomas y las hojas caídas ensuciaran el suelo que casi nadie transita nunca. Quizás sea necesario aclarar que todo esto sucede en un barrio donde la mugre y el desorden suelen ser muchos más evidentes que la limpieza. Me estoy poniendo de pésimo humor, así que mejor abandono la casa de los insensibles taladores y vuelvo a la cinematográfica Casa de los babys.
Entre otras muchas notables virtudes, la película de Sayles tiene una banda sonora muy recomendable. Por no oírlos decir que sólo comunico tragedias, los dejo con la mexicana Lila Downs y su honorable versión de Un poco más... que a lo mejor nos entendemos luego.
Posdata: Gustavo Fogel me dedica un texto en su blog de cuentos. Orgulloso, abandono mi frío laconismo de este helado enero, para agradecer públicamente esa narración, poema, canción, llegada hasta mí desde un cálido y no tan lejano verano marplatense.
ilustra: Pregnant Barbie

sábado, enero 17, 2009

distancias y definiciones

"El horror", me dice ella, y a pesar de que en su voz no hay ninguna entonación precisa, ningún quiebre emocional, ningún temblor que denote una especial preocupación, sé muy bien de qué me está hablando.
El horror es una persona encerrada en una caja que le queda pequeña, un precipicio sin fondo evidente, una inmensa cicatriz en el estómago de tu madre, tu viejo padre en pelotas con todo su colgajo al aire, los compañeros de escuela riéndose de un abrigo verde jaspeado que tú mismo elegiste porque te parecía original y del que enseguida te arrepentirías. Es tu hermano mayor maltratando porque sí a sus novias adolescentes o torturándote de mil maneras distintas: "Antes que prestártelas prefiero tirarlas a la basura". Sí, sin ninguna duda: el horror de tu infancia es ese hermano que nunca quiso caminar contigo, aunque no fueron menos aterrorizadoras las mentiras ni menos angustiosos los silencios, golpeándote con toda su retaceada e inocultable verdad. El horror es la muerte de los otros, y es también y sobre todo, aunque casi no te atrevas a imaginarlo, la tuya propia. El horror es la burla, el escarnio, la equivocación que daña irreversiblemente a seres cercanos; los desgraciados accidentes. Puede ser el lamento de unos animalitos recién nacidos devorados por las llamas o una bicicleta asesina que, surgiendo de la nada, acaba con la alegría de esa joven mujer que vuelve de la compra. Es un coche destruído en medio de una carretera comarcal con cinco de tus amigos adolescentes dentro. Una vecina heroinómana que te inspira ternura y a la que verás destruirse minuto a minuto, día tras día, sin poder hacer nada para evitarlo. Muchas veces el horror son los demás, otras la falta de ellos; ese agujero que, imitando con precisión sus formas, parece dibujarlos sobre el paisaje cuando los necesitas, los buscas, ya no están.
El horror puede ser, es, la incomprensión; primar los intereses partidistas o grupales sobre cualquier sentimiento piadoso o solidario. La ETA pone bombas acompañándolas con carteles que anuncian la amenaza cercana escritos en euskera. Idiota el que no lo lea. O extranjero, que en algunos casos es sinónimo de prescindible, de indeseable, de enemigo. La Generalitat de Catalunya alerta sobre peligros e inconvenientes graves en algunas carreteras. Lo hace en catalán durante los espacios publicitarios de distintas radios nacionales. Idiota el que no entienda. El horror está cerca, ensañándose con unos futbolistas sudamericanos a escasos minutos de donde vivo/vivimos. "¡Vuelvan a su país!", les gritan, ahora sí en castellano. Pobres ingenuos: hijos o nietos de inmigrantes catalanes, gallegos, asturianos, habían imaginado que esta casa ajena también podía ser la suya.
Para saber qué cosa es el horror no hace falta trasladarse a ningún país lejano. Él vive a nuestro lado, agazapado y espectante.
Fotografía de Alastair Thain

martes, enero 13, 2009

Milk: la buena leche

Manifestaciones anti-israelíes atraviesan la ciudad de Barcelona. Algunos de los participantes habituales en este tipo de protesta prefieren llevar armas en vez de pancartas, aunque por suerte la mayoría de esa minoría belicosa parece conformarse con alguna piedra o cualquier otro objeto igual de contundente y arrojadizo. Mientras tanto, los ansiosos propietarios de las tiendas comerciales sobrepasan cualquier previsión gubernamental e intentan enchufarnos todo lo que les ha quedado sin vender en estanterías y almacenes, anunciando con enormes carteles descuentos de hasta un setenta por ciento. No es ningun regalo de reyes, no se ilusionen: con los precios actuales siguen ganando más del doble de lo que han invertido en la producción de sus suntuosas, poco necesarias mercancías. Y ya que estamos hablando de inversiones -soy un maestro enlazando temas muy dispares: una técnica aprendida en los zafiamente encadenados noticieros de la televisión española- acabo de ver Milk, una película que aquí han traducido como Mi nombre es Harvey Milk, no vaya a ser que los posibles espectadores pensaran que se trata de un documental sobre la producción de lácteos en el Principado de Asturias y no la historia de un gay judío estadounidense, carismático y concientizado luchador por los derechos homosexuales durante la década de los setenta del siglo pasado. De aquí lo de la bromita con las inversiones, ya que hasta hace nada la palabra invertido -al igual que palomo, comilón, sarasa, tragasables, mariposón o simple y llanamente puto- se usaba con absoluto desparpajo como aceptable sinónimo de homosexual. Es que no siempre se pudo decir abiertamente "soy homosexual" -y aún menos oficiar de tal- y seguir gozando de las mieles que la sociedad guardaba para los seres considerados "normales". Salgo del cine caliente y emocionado. Como por estos días ya se empieza a hablar de la ceremonia de los Oscar, si hubiera sido por mi côté Otro Yo del Doctor Merengue hubiera abandonado la sala en plan manifestante airado, exigiendo, además de una estatuilla para Gus Van Sant en cualquiera de las categorías posibles, otro Oscar anticipado para Sean Penn, ese actor de gesto preciso, sensibilidad desbordada y entrepierna sin complejos. Supongo que durante la última semana habréis leído más de un comentario de tipo descalificador o directamente despectivo sobre este filme honesto y, más que conmovedor, conmocionante. Sabemos bien lo alérgicos que son muchos periodistas a las obras comprometidas con algo más cercano y arriesgado que la demagógica difusión de los conflictos suficientemente distantes, cómoda y nada riesgosa posición que les permite gozar de una vida relajada, sin demasiados apremios, y con incontables, y generalmente pecuniarios, premios "de consolación". Yo que vosotros me pasaría por el forro esas opiniones ajenas y trataría de formarme una propia, viendo cuanto antes esta lúcida, documentada, muy entretenida película.
Retrato de Harvey Milk por Denise L. Eger

sábado, enero 10, 2009

retomar el ritmo

Es difícil ponerse a escribir después de varios días sin acercarme a la máquina. ¿Falto de ganas? Ni siquiera pretendo contestar esta pregunta. Quizás porque, como el abúlico Bartleby de Herman Melville, "Preferiría no hacerlo". Hace mucho, mucho frío, pero por suerte mi salud no se ha resentido con este clima auténticamente invernal y los amigos siguen organizando reuniones gastronómicas con cualquier excusa más o menos válida. El día 4 Héctor Z. cumplía años e invitó a su mesa a una decena de buenos amigos. Cocinó un exquisito vitello tonnato (los porteños, siempre tan afrancesadamente snobs, preferimos llamarlo Vitel Tonné), suaves y deliciosas lasañas de carne y verdura, tartas de calabaza y champiñones. Abandoné mi dieta para sumergirme en placeres vedados. Durante la agradable cena no hay enfrentamientos verbales, a pesar de que no todos tenemos la misma opinión respecto a los degraciados acontecimientos de Gaza, un tema que durante estos días está presente en cualquier encuentro de dos o más personas. El 6 a mediodía, almuerzo en casa de Teresa R. y Armando. Exceso de canelones -plato típico de estas fiestas en tierras catalanas- turrones, chocolates y postres variados. Anoche mismo, ingesta de empanadas de carne, ¡varias!, en casa de Xavier F. y Sandra R., la pantera mendocina del tango. Como pantagruélico colofón, pasta frola de manzanas. Fuimos nuevamente una decena de personas adultas. Hablamos de literatura, nacionalidades, lenguas y, ¡ay!, sexo oral y escrito. Eulalia, mujer del que fuera años atrás Jefe de Bomberos de Barcelona, cuenta anécdotas de su reciente viaje a Vietnam. Parece que batallones de hormigas -tan grandes y negras como las dalinianas- campeaban a sus anchas por camas, mesas y demás superficies transitables frente a la impasible mirada de los, siempre según Eulalia, encantadores anfitriones vietnamitas. Por si no lo recuerdan, éstos sostuvieron, y ganaron, una larga y cruenta guerra con los Estados Unidos gracias a la construcción de auténticas ciudades subterráneas. Se trataba de pasadizos excavados en la tierra donde tenían todo lo necesario, incluídas escuelas y universidades, para sobrevivir al asedio de los marines yanquis, a sus bombardeos constantes y a sus devastadoras limpiezas mediante el nada piadoso Sistema Napalm.
-Claro... -digo yo-. ¿Cómo los vietnamitas no van a ser pacientes con las hormigas si aprendieron de ellas sus métodos de supervivencia?
Un día después sigue pareciéndome un razonamiento válido.
Ahora corro a sumergirme en los vapores del sauna. Los remordimientos ladran a mi costado como perros furiosos. Temo estar demasiado pesado como para hacerles frente. ¡Y el próximo lunes por la mañana tengo cita con el dietólogo! ¿Habré tirado por la borda mis largas semanas de sacrificio? ¿Desenmascarará la balanza todos mis excesos? ¿Seré Justinianamente reprendido por ello?
(fotografía de André Kertész)

martes, enero 06, 2009

Tres x Uno

Los Reyes Magos de Oriente no me trajeron absolutamente nada. Salvo que pudiera contabilizar como regalos mágicos la creciente estupidez circundante, esa que se manifiesta, enriquece y entretiene convirtiendo en deshechos de una empobrecida modernidad edificios que alguna vez fueran, como mínimo, emblemáticos de otra época. La misma tontería que se dedica a talar árboles para convertir los paseos y plazas de antaño en duros depósitos de desagradable, inútil, mobiliario urbano: futuro material de destrucción y derribo para esas hordas de alcoholizados "jovencitos" sin ocupación más rentable que el vandalismo en todas sus vertientes. Es esa misma estupidez babosa que ha ganado los medios de comunicación audiovisuales, polucionando las ondas con su sarta de chistes fáciles, vacuos, sin ninguna gracia; con sus comentarios absolutamente vacíos de contenido intelectual, pero, eso sí, cargados de resentimiento y furia y profusamente difundidos en distintas y normalizadas lenguas. La misma sandez que, rebosante de sentimientos fascistoides y de tan profundas como ocultas motivaciones racistas, prefiere personificar al rey Balthazar con un tipo blanco con la cara tiznada antes que utilizar a un negro auténtico, que, por su condición de inmigrante, les resulta de dudosa calidad humana. Como la coherencia no suele ser una característica habitual de los idiotas, estos mismos sujetos esperan, o dicen esperar, grandes milagros del futuro residente mulato de la Casa Blanca. Son tan, pero tan imbéciles, como para seguir creyendo en mesiánicos portadores del Gran Milagro Universal Componedor de Todo.
Les pido un momentito, por favor. Antes de seguir con esta diatriba buscaré el paragüas de acero inoxidable. Lo necesito para protegerme de los insultos que me lloverán por atreverme a señalar esta notable deficiencia de neuronas en gobernantes, comunicadores y encarnadas esperanzas futuras, sean estos presidentes extranjeros o jóvenes alternativos portadores de slogans, móvil y botellón. Aunque lo más probable es que sólo me espere un gran silencio, menos visitas y una pobrísima cantidad de comentarios. El principio del fin. Todo tiene un final, todo termina, decía una canción de hace algunos años. Tal vez el futuro de un blog no sea precisamente la permanencia. Tal vez sea más inteligente sentarme a la puerta de casa para ver como se deshace el mundo, gobernado, consumido, manipulado, entretenido, por una enorme y globalizada caterva de idiotas.

lunes, diciembre 29, 2008

La Vie en Rose... Pourquoi Pas?

Hace algunos días una visita anónima me dejó de regalo
un video de Grace Jones cantando La vie en rose.
En aquel momento pensé:
MEJOR IMAGINARSE LA VIE EN ROSE...
YA SE ENCARGARÁ ELLA DE MOSTRARNOS TODOS SUS OTROS COLORES
Excesivo que soy, agiganto el tema acercándoles distintas versiones con las que teñir de rosa cada uno de los meses del año 2009.
Para este Enero, que todo y todos nos anuncian por demás oscuro,
la versión de su creadora, Edith Piaf:
http://www.youtube.com/watch?v=DUcJWaC-2Co&feature=related
Febrero y Marzo, irregulares, imprecisos, inestables,
merecen dos versiones de Grace Jones, una, posiblemente la primera, del año 1977:
La otra, de hace pocos años:
http://es.youtube.com/watch?v=modA9aa_ihA
Para mí la primavera será siempre Audrey Hepburn, así que para Abril les dejo su surrante versión de La vie en rose enfundada en el personaje de Sabrina:
http://www.youtube.com/watch?v=vydmcT9xLPw&feature=related
Hasta el 30 de Mayo, no te quites el Satchmo.
Todo el confortable y reconfortante calorcito de Louis Amstrong: http://www.youtube.com/watch?v=TbHAvBfmvFM&feature=related
El indefinible Junio pasénlo con Celine Dion.
Podrá ser un poco distante, pero canta inobjetablemente bien:
http://es.youtube.com/watch?v=en5xf_Qq4sA&feature=related
Para el que será con toda seguridad un tórrido mes de Julio,
un auténtico bochorno.
La estática, estereotipada Sara Montiel, cantando con el canalillo y las caderas: http://es.youtube.com/watch?v=vnRqP5I15nE
El aleonado Agosto se merece una auténtica fiera: Cindy Lauper http://www.youtube.com/watch?v=jNdi56FVAaQ&feature=related
Septiembre, otoñal, melancólico, nos trae a Olga María Ramos,
reina del chotis, gran dama del cuplé:
http://es.youtube.com/watch?v=kHf8o-kDzcE
Para noviembre, el mes de mi cumpleaños, les dejo a un siempre
impredecible e inmenso Jack Nicholson:
http://es.youtube.com/watch?v=Ilu-Xpnt_J4
Como todo tiene un final, cierro el año del nueve con el sorprendente dúo de una pareja imposible: k. d. lang y Tony Bennet
Y CON ESTO Y UN BIZCOCHO
¡DOY POR TERMINADO EL OCHO!