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Revuelves papeles viejos, viejas fotografías, y al hacerlo, inconsciente y torpemente, pones en movimiento una película retrospectiva, siempre parcial y arbitraria, de tu vida.
Cuando protestando y a regañadientes decides no esquivar el bulto que te ha caído encima -a pesar de tus muchos traslados, de tus casi incontables mudanzas, todavía no has aprendido a ubicar sin riesgos los incómodos trastos del pasado- los habitantes de ese segmento postergado de tu vida reaparecen con la fuerza que les dio una larga espera, quieta y silenciosa, en esa especie de limbo sin destino adonde los tenías confinados.
Pasa que te ves en una fotografía antigua con un perfil que ya no tienes y para escapar de la evidencia sin mancharte demasiado las manos, te pones de inmediato a hojear una inocente revista de decoración que compras cada mes como parte de tu particular rutina doméstica. Al parecer es día de reencuentros: esparcidas por un lujoso piso de la alejada Buenos Aires, ves obras de un amigo al que no habías vuelto a nombrar desde su muerte y, para terminar la jornada con puntos suspensivos y un subrayado continuará al día siguiente, poco antes de acostarte recibes un email donde otro amigo en standby te envía sus itálicas elucubraciones sobre la muerte y la eutanasia.
Contestas, por supuesto, aunque al hacerlo descubres tu presente; moldeas, sin quererlo, un posible futuro.
Maticemos...como gustan decir por aquí.
Estoy en mi cuarto de trabajo -¿despacho, taller, escritorio?- y afuera el día es gris, muy frío.
Invierno en Barcelona.
A través de la cristalera que da a la calle Mallorca -nunca pensé que mi destino estaría tan unido a las islas baleares- veo el bello, sólido, señorial y sin fiorituras, edificio años cuarenta del hotel de enfrente, montado en lo que en otro tiempo fueran unas amplias y desangeladas oficinas estatales.
Hay plantas en mi balcón y también dentro; la casa está tranquila: Jorge trabaja en su despacho, a diez metros del mío, y Adrián acaba de salir hacia el gimnasio. Nos veremos allí en una hora para compartir nuestra clase semanal de yoga.
Acabo de recuperar una butaca thonet que teníamos arrumbada. Después de décadas de alejamiento (hasta mi escapada de Buenos Aires solíamos timbear cada semana con Pablo Suárez, Noemí Raimundo, Hugo Monzón, Santiago Giacobbe o algunos otros menos fervorosos) he rescatado nuevamente el póker como excusa para encuentros amigables. Y, más afectos a los sillones, faltaba una silla cómoda, que ahora, previo bricolage reparador, ya tenemos.
Federico, el felino, se niega a salir de su almohadón. No hay sol para calentar su cuerpo, y él, tan maduro como astuto, no se arriesga a desagradables enfriamientos.
No estoy hablando de la eutanasia, lo sé, sin embargo, a raíz de tu nota estoy pensando en ella. La descripción anterior relata un instante preciso en un momento asaz idílico de mi vida. Pasajero, fugaz, impermanente, como lo son todos siempre.
¿De qué vale pensar en la muerte, esa desgraciada inevitable, si ella está pensándonos constantemente, si no nos olvida ni un mínimo instante?
Supongo que los que deciden acabar con su vida sin esperar que la siempre inesperada parca se decida a actuar, ya no ven un paisaje apetecible, ya no habitan un cuerpo que responde a sus deseos ni alientan una esperanza que los empuja a seguir.
Beatriz de Moura, la editora, y el escritor Salvador Pániker, entre otros muchos, adhieren a una asociación por el derecho a la eutanasia.
Cualquier libertad sobre el propio cuerpo me parece inobjetable, quizás por eso mismo nunca he querido firmar según qué compromisos. Ya llegará el momento de hacerlo, supongo; ya habrá alguien, amante y amado, que decida por mí si yo no pudiera acometer semejante empresa cuando se haga necesario.
Mientras tanto, y puesto que nadie nos pidió opinión alguna antes de encendernos la vida, permitamos, sin cortes, prohibiciones ni censuras, que cada uno elija el final, pocas veces feliz, de su película.
Te quiere, Dante.
Foto doméstica no digital. Preparándome para una fiesta de disfraz en casa de amigos. Ibiza, fines del siglo pasado.