viernes, agosto 29, 2008

vidas de sueño

Según me contó ella misma, mi amiga Milda se llamaba así porque su padre era un anarquista que deseaba imponer en el mundo el esperanto, ese idioma universal que nunca llegó a serlo. También me dijo que su nombre se podía traducir como reposado, plácido, suave. Ella no lo era en absoluto. Alta, de huesos grandes, cabeza imponente, una voz fuerte, decididamente colocada en un tono alto y claro, y una risa franca que solía soltar sin freno alguno en los momentos más inesperados, no puede decirse que produjera un efecto relajante. Tampoco me atrevo a describirla como una mujer hermosa a pesar de que podía resultar muy seductora, y su presencia, envuelta siempre en colores netos, definidos, jamás pasaba desapercibida. Creo que esto se debía en gran parte a su más que notable aunque casi controlada torpeza, producto de una miopía que la obligaba a usar gafas de cristal grueso -culo de botella, solíamos decir en Argentina-, que ella, por coquetería, prefería oscuros. A Milda le gustaban casi por igual la filosofía y la política, y a pesar de sus tan categóricas como inflexibles opiniones sobre cualquier tema, no solía enfadarse con facilidad. Acostumbrábamos encontrarnos para ir al cine, hablar de bueyes perdidos en algún café cualquiera de aspecto vienés o hacer cursos intensivos de francés en las luminosas aulas de l'Alliance Française de la calle Córdoba porteña. Un día llegó a nuestra cita visiblemente preocupada. Había soñado que Eva Perón, muerta hacía años, la encontraba fregando de rodillas las escaleras de la Casa Rosada y, después de acariciarle suavemente la cabeza, la ayudaba a ponerse en pie y la invitaba a sus habitaciones privadas. Allí "la Señora" Eva Duarte, Santa Evita, la popular "madre de los descamisados", abría sus innumerables y bien nutridos armarios y dejaba que mi amiga cogiera toda la ropa que pudiera interesarle. El sueño terminaba allí, felizmente, sin embargo para Milda resultaba intranquilizador. "Me tiene sometida", decía. "Y ni siquiera soy peronista". Hoy la recuerdo porque la noche pasada soñé con Rock Hudson. Visto de cerca parecía bastante menos alto y corpulento que en las películas, pero ya se sabe que en los sueños esas precisiones no suelen ser muy determinantes. Lo cierto es que el galán preferido de Doris Day venía a mi casa y se paseaba por ella como si siempre hubiera vivido allí. Hablaba mucho, de manera ininteligible, y me trataba con excesiva confianza, como si fuera mi dueño, mi pareja, mi tutor o encargado. En ningún momento me dijo nada particular ni me hizo regalos de ningún tipo. Esto último tiene sentido: supongo que su ropa me hubiera quedado demasiado grande. Tampoco pasó nada especial. Todo el asunto terminaba allí, en la visita misma. ¿Por qué entonces me sentí algo estúpido al recordar el sueño? Quizás por verme como mi amiga Milda: dominado por un figurón de Hollywood del que ni siquiera era fan. Esta mañana, mientras hacía algunos odiosos trámites de Hacienda, pensé otra vez en el asunto y saqué algunas conclusiones. Hace pocos días volví a engancharme con Far From Heaven (Lejos del cielo), el exquisito melodrama de Todd Haynes con Julianne Mooore, Dennis Quaid y un casting de secundarios tan cuidado como la ambientación, el vestuario, la música (Elmer Bernstein) y cada uno de los planos, en una recreación revisionista, nada melancólica, de los dramones clásicos de Douglas Sirk. La historia transcurre en 1957 en una ciudad de Connecticut, cuando la palabra gay todavía no se había convertido en un suave sinónimo de otras mucho más insultantes y a la gente de color se la llamaba negra torciendo la boca en un gesto despectivo. Hudson es un actor emblemático de esa época -Gigante y Escrito en el viento son de 1956, Adiós a las armas de 1957- con una imagen pública impecable y una vida privada mucho más tumultuosa y melodramática que las de los personajes que interpretaba en la pantalla.
Algunas veces la Asociación Libre se cansa de tanto papeleo innecesario y sintetiza sus archivos sin dar ningún preaviso al usuario.
¿Qué más puedo decirles? Dejo que los demás cabos los aten ustedes, si es que tienen ganas de hacerlo.

POSDATA FELIZ: gracias a Alma me entero que el Círculo de Lectores ha reeditado uno de mis libros en una nueva colección para sus socios. Podéis verlo en: http://www.circulo.es/Colecciones/2008/052008/00106.aspx?tipo=INICIO&volver=/Colecciones/Default.aspx

lunes, agosto 25, 2008

Mamma Mia!

En los últimos años el barrio donde vivo se ha vuelto más abiertamente cosmopolita. Gracias a este cambio he logrado extrañar algo menos la forma social ibicenca, tan dada a las mezclas, fusiones e impurezas. En su momento, hace ya un considerable montón de años, Ibiza logró que no añorara mi natal Buenos Aires, una ciudad acostumbrada a entender los acentos extranjeros sin fruncir el ceño, asimilando las costumbres foráneas de manera natural, casi sin darse cuenta. "Argentina es un crisol de razas", nos enseñaban con orgullo desde el primer año de escuela. Entonces nosotros mirábamos a nuestro alrededor y comprendíamos que las diferencias tan notables entre los rasgos del gallego Cubillas y los del chino Fujiyama respondían a razones alejadas de nuestro infantil entendimiento. Joven tierra de inmigrantes, nuestros padres y abuelos hablaban castellano mezclando palabras, e ideas, emigradas de otras tierras. Comprábamos las lechugas a un asturiano, el pan a un genovés y los botones y cremalleras a un ruso blanco de religión judía. Mientras en casa de mis amigos más cercanos se comía fabada, nishes de queso o lacón con grelos, en la mía abundaban las pastas de todo tipo y las milanesas con puré de papas. "Escalopas de ternera con puré de patatas", decimos aquí, mostrando muy poca afección a la retórica extranjerizante. Hace pocos días pedí en el Pampero de Plaza Letamendi una milanesa napolitana, y el camarero, un filósofo burlón, me hizo notar la incongruencia. Dos gentilicios tan dispares conviviendo en el mismo platos suenan por tierras españolas a auténtico disparate. Para nosotros, los vetustos porteños del siglo pasado, eran el doméstico menú de cada día. Cuando llegué a Madrid, allá por los setenta y tantos, me resultaba extraño que todo el mundo hablara más o menos igual. También me sorprendía que la gente mayor, al dirigirse a mí, pronunciara lentamente las palabras, algo que acostumbraban hacer cuando se enfrentaban a otras personas de países extranjeros. A los rioplatenses recién llegados, todos hijos o nietos de europeos, ni se nos había ocurrido pensar que podríamos ser considerados ajenos a esta tierra. Quizá por eso me siento feliz cuando al pasar por algún comercio del barrio escucho que me gritan "Ciao, Dante" o al cruzarme con el dueño de la maison des roses este me pregunta: "¿Ca va bian?". Aunque pueda parecer una impostura, tal mélange de idiomas me hace sentir en familia, rodeado de los Blanc, Sanguinetti, Mottaz y Abelleira de mi infancia.
Pero, ¿cómo habré llegado hasta aquí? Estoy preso de la Asociación Libre de Ideas, un colegiado del cual, una vez afiliado, no puedes darte nunca más de baja. En realidad mi primera intención era recomendarles Mamma Mia!, la película, sobre todo después de haber leído varias críticas despreciativas y/o ninguneantes. A lo sumo, y en estos contados casos con piadosa altanería, llegan a perdonarle la existencia. "¡Cómo una buena película puede ser divertida, fresca, alegre!", se dirán los expertos. "Podemos aceptar a un murciélago como animal de arte y ensayo, sobre todo si viene disfrazado de Caballero Oscuro y suelta frases dramáticas de raíz shakespeariana, pero una comedia con final feliz, rodada en paisajes idílicos, a pleno sol y con la presencia constante de una música pegadiza y vintage, nunca contará con nuestro beneplácito".
No escuchen estos cantos de sirena. Se trata de chicas amargadas, ya que carecen de las piernas necesarias para moverse al ritmo de los ABBA. Yo me lo pasé verdaderamente bien desde la primera escena, cuando una canción nos anticipa que vamos a ver un cuento con hadas y ángeles de carne y hueso o, lo que es lo mismo, una historia de gente persiguiendo sueños supuestamente imposibles, luchando como humanamente puede por verlos convertidos en realidad. ¿Seré un tipo especialmente afortunado? Conocí mucha gente tan animosa como esta a lo largo de mi vida. Aunque los finales siempre son igualmente tristes, podemos, gracias al artístico milagro del cine, apretar una pausa imaginaria y quedarnos durante un buen rato gozando de este espectáculo pagano, vital, desenfadado. Creo que debería proyectarse en estadios donde poder verla de pie, donde pudiéramos cantarla y bailarla junto a todos los otros espectadores satisfechos que encontremos a nuestro lado. Hay días, como estos últimos pasados, en los que la realidad nos muestra su perfil más crudo. Dos horas de ligera felicidad es más de lo que se puede pedir por seis o siete euros. Y Meryl Streep, siempre al borde de una antipática genialidad, logra hacer creíble todo lo que toca.
Posdatas:
(1) gracias Gisella por recomendarla antes que yo.
(2) El caballero oscuro también me gustó, oscuramente. Y a pesar de Mrs Maggie Gyllenhaal, un auténtico error de casting.
(3) En un mismo día, hoy, miércoles 27, dos homenajes "poéticos": Alma me envía la grabación, con su voz, del Eros desencadenado; Zbelnu me dedica parte de su exquisito último post, après-Ibiza. Emocionadas gracias.

sábado, agosto 23, 2008

Arquero Zen

Exactamente la mañana anterior, mientras se dirigía como cada día al trabajo, había leído en un diario gratuito que encontró en el asiento del autobús una nota divulgativa sobre los arqueros zen. "Estos chinos son bárbaros", pensó. En realidad quería decir(se) todo lo contrario, aunque la precisión lingüística fuera en este caso lo menos importante. Ni siquiera sabía con demasiada certeza si los tipos aquellos del arco eran verdaderos chinos de China o simplemente "japos", como los dueños de la tintorería "Tokyo Sur" de Rivadavia al 800. "Me parece que el de la foto tenía trenza", recordó. "No creo que en un país comunista los hombres puedan usar trenzas así como así". Tampoco le pareció necesario precisar la cuestión. Después de todo siempre se podía hablar de "orientales", sin especificar demasiado el país de procedencia de los tipos. Hasta podían ser "yorugas" y quedabas bien igual. Lo único que de verdad importaba era: "Ser flecha. Acertar en el centro de la diana sin siquiera proponérselo..." En la ya muy lejana mili, cuando hacían prácticas de tiro, él no acertaba nunca una. "¡Soldado Futano! ¡A pelar patatas!" Eso sí era un auténtico ¡corten! El todopoderoso Bruce Willis pasaba a ser una versión sombría de Arguiñano en un solo golpe de claqueta. La anécdota solía entristecerlo, pero ahora ni siquiera se detuvo en el recuerdo. Estaba realmente obsesionado, no podía apartar ni un segundo aquella nota periodística de su cabeza. "Los tipos estos, los chinos, nunca se preocupan por acertar el tiro. Disparan y chau. La flecha va solita a su destino. Al medio mismo de la diana." Apretó con el sobaco el bulto alargado que llevaba a un costado del cuerpo. Un verdadero acierto haberla comprado, a pesar de la poca confianza que había tenido siempre en su puntería. Ahora ya conocía el secreto del éxito, guardado celosamente por esos cretinos que siempre las acertaban todas. Ni largas horas de entrenamiento ni un don especial recibido como regalo de alguna imprecisa hada madrina. Se trataba de no pensar nunca en el blanco. Ser flecha, o, como en este caso preciso, convertirse en ese proyectil dispuesto a acabar con la vida del hijo de puta que había pretendido joderlo un día tras otro.
Como solía suceder cada mañana, sus compañeros de oficina prestaron poca atención al "nosdías" conque Blas Futano acompañó su llegada al tajo. Sin separar la vista de los ordenadores, las caras iluminadas por una misma luz de tintes grisáceos, todos respondieron con un sonido equivalente. También al unísono, como si hubieran estado conectados al mismo emisor de descargas eléctricas, los seis empleados de AirGus Corporation saltaron de sus asientos al oír los disparos cercanos. Blas, su compañero recién llegado, estaba de pie frente a la puerta abierta del Director General de la empresa y allí mismo se quedó largo rato, la mirada perdida en vaya a saber qué paisajes lejanos. Cuando se vió rodeado por varios policías uniformados no opuso ninguna resistencia para entregar el revólver que llevaba en las manos. El Director General no había sufrido ni un mínimo rasguño, por lo cual decidió no presentar cargos por intento de asesinato. Sí lo hizo por daños y perjuicios, ya que su ex empleado, el señor Futano, durante aquel lamentable ataque de enajenación mental transitoria había hecho añicos la lámpara de techo, un macetero de cerámica azul con una kentia de plástico y un bonito cenicero de plata y cristal de roca, obsequio del trust propietario de la empresa por sus buenos resultados económicos en el último ejercicio.
Moraleja: Antes de usar el producto, lea detenidamente las instrucciones.

miércoles, agosto 20, 2008

Dorival Caymmi

Con noventa y muchos años, rodeado de su gente y en su querida casa de Bahía, ciudad donde también nació, ha muerto Dorival Caymmi, patriarca de la música brasileña. Descanse en samba.


















ilustra : Dorival en 1952 y en los últimos años, portada original de uno de sus discos

sábado, agosto 16, 2008

¿Quién le teme al Informe Kinsey?

Después de la última floración -que no desfloración, no confundir- vuelvo a mis habituales elucubraciones. Uso esta palabra algo rimbombante -vaya querida: ¡rimbombante!, ¿de qué te asombras tú?-, con absoluta conciencia de las dos (2) acepciones habitualmente presentes en los diccionarios castellanos para definir a la palabra elucubración. Una de esas acepciones habla de la reflexión, del pensamiento, del trabajo llevado a cabo durante la creación intelectual. La otra, de la fantasía sin demasiado fundamento. Ambas son válidas para este espacio sin retribución económica ni compensación aparente. Si no hubiera presencias amigas interesándose por lo que escribo, ¿todo esto tendría algún sentido? Sinceramente, no puedo dar una respuesta categórica, así que por el momento, y mientras haya alguien del otro lado de la línea, seguiré con ello.

Estos últimos han sido días de gloria para mí. El sol ha atemperado sus rayos y una brisa fresca entra por balcones y ventanas agitándolo todo. Las plantas ronronean, mimosas, y yo me tiro a descansar junto a ellas, adormeciéndome.

Me regalan libros. Uno bilingüe, de la Poesía Completa de Joan Salvat-Papasseit (gracias Juan Ramón). Otro, también de bellísima edición, con cuentos de sabiduría taoísta, (editado por Paidós) llega acompañado por Literatura Ilustrada del dibujante Fernando Vicente. Gracias, Leonor Alazraki. Finalmente, Amazonas y modelos, recopilación de un ciclo de charlas promovidas por la Fundación Mapfre, donde, entre otras conferenciantes, Isabel Núñez y Lydia Oliva recordaron cariñosamente a escritoras y fotógrafas olvidadas, aparece junto a El corazón perdido de Asia (RBA editores), escrito por Colin Thubron y traducido también por I.N., amable y bien calzada portadora de los dos últimos (Gracias Zbelnu).

Con absoluto placer, veo por segunda vez Gods and Monsters (1998), la sensible película de Bill Condon sobre los últimos días de James Whale, mítico director del primer Frankenstein. Leyendo algunas notas sobre el film y sus intérpretes, me entero que Condon ha dirigido también Kinsey (2004), donde narra la vida del que yo suponía (re)conocidísimo biólogo e investigador estadounidense. Ahora mismo podría contarles quién era este tipo y hablarles también de la importancia de sus estudios sobre sexualidad humana, pero no tengo ganas. Cuando tomo conciencia de cómo se silencian, nada inocentemente, algunas cosas de suma importancia, suelo ser presa, o preso, del escepticismo. Desde que ví la película insisto en recomendársela a los amigos. "Es sobre Alfred Kinsey", les digo, "el del célebre Informe Kinsey". Parece que nadie había oído hablar nunca antes de él y de su archiconocido Informe, fundamental para la concepción que tenemos de la sexualidad en las últimas décadas. Cuando en la segunda mitad del siglo veinte se hablaba de revolución sexual, siempre se mencionaba a este señor, llave imprescindible para la apertura definitiva de esos diversos armarios que nos servían de guarida y calabozo al mismo tiempo. Vean la película, lean sobre él en la red y después recuérdenlo, agradecidos, el día 23 de este mismo mes. Se cumplirá un año más de su muerte, acaecida en 1956, a poco de cumplir sus 62 años de vida.

Y con esto y una buena taza de té, mañana ya veré.

martes, agosto 12, 2008

viernes, agosto 08, 2008

La Cina è vicina

Esta misma semana, Taschen, la editorial de los libros deseados, me mandaba un email anunciando la aparición de China, Portrait of a Country. Pulsando sobre el título podéis mirar, página a página, todo el libro. Un verdadero lujo. En aquel momento, y por simple asociación de ideas, recordé una vieja película de Marco Bellochio, director italiano que por no se qué extrañas razones nació en Melilla, la misma ciudad natal de Fernando Arrabal, otro tipo extraño, tan irreverente como para ilustrar uno de sus libros con fotografías en las que mostraba, sin ningún pudor y en primer plano, sus ya de por sí notables atributos masculinos. Bellochio, el cineasta italiano, no parece afecto a exhibirse a tal extremo. Nacido como yo un 9 de noviembre, es un típico artista sesentero, más propenso a desnudar la hipocresía burguesa, la ceguera religiosa, los chanchullos políticos y las diferentes, y muchas veces perversas, delicias de la sexualidad. Saltó a la fama con su primer film, I pugni in tasca (1965), la historia de un joven parricida que, hoy mismo, vista a la distancia, parece presagiar metafóricamente los rabiosos, contestatarios, años posteriores. Esta tarde, presenciando la impactante ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos, me acordé nuevamente de él y de aquella otra película suya: La Cina è vicina(1967). Hace cuarenta años ese título sonaba a boutade, a juego intelectual sin asideros reales ni consecuencias prácticas. Parecía el deseo inalcanzable de un maoísta iluso o el delirio terminal de un paranoico de derechas. Hoy, después de haber visto lo que vimos, podemos decir que ahora sí la Cina è vicina. Y esto sin parecer mesiánicos, dementes o simplemente necios ilusionados. Posdata: ¿Por qué los medios periodísticos españoles se asombran tanto de que China esconda sus vergüenzas (leáse pobreza y marginalidad)? He vivido de cerca Barcelona 92 y a casi todo el mundo le pareció normal que se pagara pasajes hacia otras comunidades a la gente que vivía en las calles. Si recibimos visitas, siempre tratamos de que el cuarto de baño esté limpio y la toalla de mano sin usar. Otrosí: los comentaristas de la cadena Euro Sport, faltos de argumentos más válidos, se burlaban abiertamente del vestuario de algunas delegaciones extranjeras. Un tipo sin nombre, riéndose de la ropa floreada de los húngaros y de algunos coloridos atuendos africanos, se atrevió a decir: "Bueno, pobres, se nota que no tienen a mano los diseñadores de moda españoles..." Y unamás: el suplemento Babelia del diario El País de hoy, sábado 9, trae un artículo que lleva el mismo título de este post publicado ayer. Sin embargo parece que el autor da por sentado, o no sabe, que perteneció a la película de Marco Bellochio y mucho antes a un libro del escritor y periodista Enrico Emanuelli, editado por Mondadori diez años antes del estreno del filme. ¿Será una frase histórica y yo no estoy enterado? ¡Y otra!: Me había olvidado de unos de mis links, aquí al lado nomás... ¡qué chorizos! Perdónalos señor, no saben lo que hacen...
ilustran el post varias fotos sacadas con mis ojos, mi mano derecha y una cámara digital Nikon Coolpix L16.

jueves, agosto 07, 2008

BloG de NotaS VeraniegaS

(Miércoles) Como parte de estas vacaciones intermitentes que en sus dos primeras paradas me ha llevado de Cadaqués a Besalú, paso ahora unos días en Altafulla Playa, Tarragona, con el mar Mediterráneo como único y cercano paisaje. ¡Benditos sean los amigos! Después de dos casas a ras de suelo, ahora toca dúplex en una altura equivalente a la de un cuarto piso ciudadano. Desde la habitación que ocupo en este mismo momento, con un gran ventanal hacia la terraza, puedo ver un trozo de horizonte por el que pasan dos barcos de carga. Acabo de hojear el diario, y tal vez influenciado por sus titulares catastróficos, puedo imaginarlos como dos buques de guerra enemigos apuntándonos con sus lanzamisiles, dispuestos a convertirnos en minúsculas porciones de nada.
¡Qué frágiles somos!
Hoy sopla viento suficiente como para que este mar, por lo habitual calmo, adquiera voz, sonido, música, cubriendo los gritos aislados de los niños de la playa, excitados porque descubren el mundo sin detenerse a pensar en la importancia de lo están haciendo.
(Noche de viernes) Somos, finalmente, ese reflejo en el cristal; una imagen espejada y pasajera que se irá con la luz cuando ella lo decida, sin siquiera contar con nuestra complacencia.
Estoy de paso y soy consciente de mi eventualidad.
(Sábado al mediodía) ¿Qué haces en un lugar de veraneo cuando no estás metido hasta la cintura en el mar, caminando con amigos por la playa o comiendo algo especial en un restaurante al que nunca hubieras ido si no fuera porque estás de vacaciones?
¿Meditar, dormir, leer?
Emborracharte, dirán algunos. Igual que el tabaco, las drogas y el sexo duro, los alcoholes son estimulantes propios de otras épocas de mi vida. Cuando llegados los cuarenta decidí sanearla, fue lo primero que aparté de mi dieta: el alcohol nunca me hacía feliz y más de una vez me había producido desagradables resacas y dolorosos cólicos hepáticos, un malestar que sólo desearía a los torturadores de animales, a los taladores de árboles, a los propagadores de ruido. Todos los demás posibles delincuentes tienen leyes que los penan, así que puedo ahorrarme una buena cantidad de oscuros deseos.
Vuelvo a lo mío. Si estás sobrio, descansado y relativamente feliz, puedes, por ejemplo, dedicarte a leer diarios y revistas haciéndolo con una actitud diferente a la habitual. Quiero decir que no necesitas sentirte implicado en lo leído. Te enteras de las cosas que pasan como si fueras nativo de un planeta diferente y las noticias de la tierra te causaran extrañeza, perplejidad, asombro. En ningún momento te importarán más que darte un buen chapuzón en el mar o pasear relajadamente por la playa cercana recogiendo piedras de formas y colores extraños.
Es un buen ejercicio leer los periódicos de esta manera. Luis Buñuel el Grande, muerto hace ya cinco lustros, deseaba algo parecido para sus días de finado: levantarse cada tanto de la tumba, acercarse a un puesto de periódicos, leer los titulares, siempre intimidatorios, para enseguida volver tan tranquilo al hoyo.
Para los afectos a los consejos y recomendaciones, un inciso. Mi último suspiro es un libro tan imprescindible como el de las charlas de Hitchcock con Truffaut, al menos para todos aquellos que dicen ser amantes del cine.
(Sin data, en medio de una tarde cualquiera) Mientras aprovecho placenteramente la hospitalidad de los amigos de Cadaqués, Altafulla, Besalú, el Montseny, atesoro los regalos que me brinda el entorno: pinos, olivos, acacias, cielos que hubieran despertado los suaves pinceles de Turner, golondrinas, gaviotas y gatos, ágaves de dimensiones colosales y un amalgamador etcétera que incluye demasiadas cosas como para nombrarlas a todas sin caer en un tan agobiante como seguramente incompleto listado. En los momentos domésticos voy encontrando revistas y periódicos que habitualmente no leo. En un suplemento semanal aparece un reportaje fotográfico sobre las Marquesas, esas afortunadas islas literarias que cobijaron los últimos años de dos personajes tan dispares y brillantes como Paul Gauguin y Jacques Brel. El reportero cuenta de las siete únicas familias que ocupan una de estas islas. Miro hacia la playa que se extiende a mis pies, a escasos metros de la casa que habito eventualmente. No debería hacer comparaciones, sin embargo la costumbre es más fuerte y termino haciéndolas. Inútil ilusionarse : el paraíso siempre está alejado del lugar donde nos encontramos. ilustra : agapantus y atardecer en Altafulla, ventana al campo y ajos en Besalú, ceibo y barcas en Cadaqués. Fotos propias.

martes, agosto 05, 2008

Barbudos y cirujeados

La segunda cadena de televisión española, supuestamente alternativa(?), pasó Comandante, el filme-ntrevista de Oliver Stone, tres días de charlas y paseos con Fidel Castro y un montaje final que nos aseguran "sin censura alguna" por parte del gobierno cubano. Encantadora propuesta para una calurosa noche de lunes. Lástima que el documental estaba mechado cada poco tiempo con tandas publicitarias casi más extensas que el material fílmico proyectado. Interesante experimento el de nuestros programadores, también supuestamente progresistas. ¿Podría pesar más la palabra revolucionaria que la sociedad de consumo capitalista, o ésta y toda su variopinta parafernalia sería más fuerte que cualquier dictatorial conductor de masas con pretensiones reformistas?
No llegué hasta el final de la experiencia. Me costaba mantener la atención sobre la película porque además de los spots publicitarios se sucedían sobreimpresiones anunciando otros programas del canal. Fácil distraerse cuando sobre el rostro del barbudo comandante -dice haber ahorrado varios años, a razón de quince minutos diarios, no afeitándose- aparecía un cartel recordándonos que al día siguiente transmitían una peli de Harrison Ford o que faltaban cuatro dias para el inicio de las Olimpíadas chinas. Se me ocurrió que el programa podía incluír una de esas encuestas a la que es tan afecto el gobierno y los medios de Zapatero, viéndome obligado a responder sobre el estilismo de Fidel o el acierto en la decoración de sus interiores. Un momento antes, en el noticiero de Antena 3, me obligaron a ver por segunda o tercera vez -sí ya sé, podría haber cambiado de canal, pero estaba tirado en un sofá con el mando lejos de mis manos- me obligaron a ver, repito, una nota publicitaria disfrazada de noticia que también había visto y oído en los avances informativos de Telecinco y la cadena SER. En ella nos contaban que los inmigrantes eran clientes asiduos de las clínicas de cirugía estética (España ocupa el cuarto puesto en el ránking mundial de operados, detrás de USA, Argentina y México), porque los recién llegados quieren cambiar sus rasgos acentuadamente araucanos, mayas o pekineses por otros más "europeos". O sea, no contentos con asentarse en este continente casi por la fuerza, quieren, además, parecerse a los auténticos nativos. Un toque de nariz cuesta unos cinco mil euros, algo así como el sueldo de un guineano medio en su país de origen, aunque durante toda su vida. Me pregunté si para que pudieran elegir entre los rasgos más inobjetablemente europeos, les mostraban fotos de la Pantoja, el Fary, Rosy de Palma, Santiago Segura o Ana Obregón, clásicas bellezas de este continente. Mientras tanto, Josep Lluis Carod Rovira, preocupado porque un pariente suyo pueda pasar penurias en un país extranjero, ha decidido nombrar a su hermano Apel.les "embajador oficioso de la Generalitat" en la vecina Francia. Su sueldo, cercano al millón de euros anuales (La Vanguardia dixit), le permitirá operarse todo lo que quiera para parecerse a quien le venga en ganas.

Posdata: ¿terminará cambiándose la cara el recién liberado etarra Iñaki de Juana Chaos? En tren de hacerse ajustes, también debería cambiarse el apellido. Quizá llamarse así (Chaos no es otra cosa que la raíz latina del español caos) sea una impronta algo difícil de eludir.
ilustran : fotos publicitarias de Rossy de Palma y Ana Obregón.

sábado, agosto 02, 2008

Función doble

Por insalvables cuestiones de dinero -¡el Vil metal siempre presente, estropeándolo todo!- el estreno de la superproducción
ha quedado postergado para fechas próximas, aún sin especificar. Sin embargo nos atrevemos a mostrarles la filmación de algunos ensayos generales: darán una idea aproximada del esfuerzo sin precedentes que suponía el montaje de este post. Como suele suceder, algunos listillos se han atrevido a colgar este material valiosísimo en la red, así que podéis pulsar en los lugares precisos (*) y daros el lote con dos números increíbles,
don Federico Felini.

Posdata : muchas gracias a la bella y talentosa Tarántula literaria por el premio "Dardo" que me ha concedido durante estos calurosos días.