martes, abril 26, 2011

Biutiful Barcelona


Oscura como pocas, la irónica, hiriente Belleza mestizada de González Iñárritu habla con los diversos idiomas de la tristeza, la desesperación y el desamparo. A pesar de su localización en escenarios reales de la actual Barcelona, ninguno de esos idiomas resulta ser el catalán. Quizás porque la sordidez de esos ámbitos, tan céntricos como cercanos, sirve de hábitat a la inmigración menos afortunada, provenga ésta de distintas comunidades españolas o de cualquier otro lugar del cada vez más estrecho mundo.
En estos auténticos infiernos sin posibilidad de escape, chinos, africanos, sudacas o españoles de las regiones menos afortunadas, se buscan la vida como pueden y se ganan la muerte con asombrosa facilidad.
Película multirracial, babélica, con imágenes y localizaciones pastosas que recuerdan la preciosista Happy Together (1997) de Wong Kar-Wai, su guión pertenece a dos argentinos: Nicolás Giacobone y Armando Bo -este último nieto homónimo del que fuera descubridor del más carnoso e internacional mito cinematográfico rioplatense, la siempre acosada, más que higiénica e hiper-turgente Isabel Sarli- mientras que la música, un solo de piano con notables reminiscencias "gymnopedianas", cargado de melancolía, pero despojado al mismo tiempo de la lúdica, casi burlona ligereza de Satie, fue compuesta por el también argentino Gustavo Santaolalla.
Junto a Javier Bardem, perfecto en su composición del desesperado, mediúmnico y terminal protagonista, aparece Maricel Alvárez, una actriz hasta ahora desconocida en España, aunque con una prolífica y premiada carrera teatral en Argentina. De rostro extraño, cuerpo espléndido, sensibilidad y soltura inquietantes, resulta un descubrimiento que, de permitirlo los tópicos estéticos y las frivolidades estelares, debería tener una carrera brillante en el mundo del cine.

-¿Cómo puede aclimatarse uno a esta nueva realidad, a este brutal trasplante?
La mujer, muy joven y con marcado acento chileno, hizo la pregunta al final de mi largo monólogo del martes 26 por la tarde en la Biblioteca Francesca Bonnemaison, a unos pasos del barroco Palau de la Música.
Por una casualidad que quizás no lo fuera tanto, yo había visto la noche anterior, a regañadientes y por pura curiosidad, Biutiful , así que todo lo referente a inmigraciones y exilios me encontraba particularmente sensible.
De haber estado solos, posiblemente mi contestación hubiera sido igual de imprecisa aunque más meditada. Le contesté que cada uno hace lo que puede, que no hay recetas únicas para una aclimatación que ni siquiera todas las plantas resisten, recordando esas centenarias palmeras que por pura ansiedad decorativa eran trasplantadas de su cálido lugar de origen a otro en el que ni siquiera reconocen el clima.
A mi lado, sentado en una silla similar a la mía, de alto respaldo y asiento forrado en pana roja, estaba Óscar Carreño, de la Direcció de Programes de Biblioteques de Barcelona, quien, arrebatada su palabra por mi incontenible verborragia, apenas había podido presentarme y hacer otra pregunta, en este caso introductoria, sobre mi llegada a la ciudad treinta años atrás.
Sucedió durante la segunda de las tres jornadas sobre Literatura Latinoamericana en Barcelona , donde por vaya a saber qué avatares, me ha tocado representar a los que huimos de esa sangrienta dictadura militar autodenominada "Proceso" para refugiarnos en una Barcelona de recién estrenada apertura democrática.
Nada más llegar al lugar del encuentro, Óscar Carreño me había sorprendido con una noticia amable: uno de mis poemas, fechado en 1999, cerraba, junto a un texto de Roberto Bolaños, los Trànsits (itinerarios dramático-musicales por espacios emblemáticos de la ciudad) dedicados esta vez a la presencia de los escritores latinoamericanos en Barcelona. Apenas pueda hacerlo, colgaré el poema en mi web de poesía para los que puedan estar interesados en leerla.
Doy gracias desde aquí a los que la eligieron. Quiero suponer que lo merezco.
Fotografía de Dante Bertini

lunes, abril 25, 2011

Un poco de calor en nuestras vidas...


Fríos, lluvias, mal tiempo, pésimos humores, decepción y lágrimas...
La Semana Santa no lo ha sido tanto, y, como aquellas chicas malas de otra época, decidió irse a festejarlo lejos de estas tierras.
En casa, resguardado de las intemperies varias que asolaban nuestras costas, con el rostro saludablemente bronceado después de unos maravillosos días en la costa tarraconense -los autónomos, tan puteados siempre, gozamos de esas pequeñas gratificaciones domésticas- me dediqué a encontrar amigos, ver películas, jugar al póker, descansar, ordenar la casa y comer variados manjares de producción propia y ajena.
Ayer mismo, en el lado de afuera, miles de personas descubrían una vez más las delicias de la rosa cortada y los papeles impresos. Mientras tanto, de este lado de aquí, queridas personas cercanas me regalaban dos bulbos de fragantes jacintos, muñecos de chocolate, una deliciosa pasta-frola casera y un auténtico libro con cientos de páginas que, como es de suponer, todavía no he leído.
El título promete mucho: "Descartando a Descartes. El Racionalismo actual en Jesulín de Ubrique".
Al parecer, la Gran Crisis nos muestra cada día más, y con absoluto desparpajo, nuevos y potentes síntomas.
¿Acaso será una nueva fiebre de origen desconocido?
, preguntéme.
Buscando en internet encontré varias entradas diferentes bajo ese mismo rótulo.
Si bien no aclararon demasiado mis ideas, me han hecho mover en la silla -una poderosa, ergonómica, articulada y resistente Haworth- como un auténtico poseso.

Fotografía de Ruven Afanador




miércoles, abril 20, 2011

Vacaciones: ¡Triunfa el Prison Style!


Altafulla Playa. Una mujer de unos cincuenta años da de comer a los gatos callejeros mientras sus dos pequeños perros observan la escena sin inmutarse. Yo suelo hacer lo mismo que ella siempre que puedo, así que me cuesta muy poco solidarizarme y casi nada entablar una larga charla sobre el tema.
"Lo hago a escondidas", me dice mientras vacía una lata de comida con olor a pescado sobre unas piedras planas. "El alcalde ha pasado circulares en las que prohíbe, bajo amenaza de multa, alimentar a los gatos de las calle. A la gente que vive aquí les molestan estos animales... Como casi todo en realidad: los árboles porque ensucian con sus hojas, las plantas porque necesitan riego y los pájaros porque, según dicen, cantan a deshoras."
Sin embargo no son gatos los que abandonan todo tipo de deshecho sobre las playas cercanas ni aves las que descargan escombros y objetos duchampianos en medio de los pocos espacios verdes que no han sucumbido todavía a ese ansioso afán constructor que sólo una crisis generalizada, global, parece haber calmado.
"Lujo Total, Alto Standing, Paradisíaca Ubicación, Impecables Acabados..." Se vende, se vende, ¿se vende?
Donde hubo pinos, genistas, ágaves y olivos, hoy podemos encontrar plazas duras y edificios horrendos. Por todos lados impera el novísimo estilo carcelario. Pisos inspirados en la Modelo barcelonesa: barrotes y puertas de seguridad, vallas y muros de cemento color gris cemento.
Sing-Sing Homes, Alcatraz Apartments, Prison Brick Houses.


¿Para qué diseñar espacios verdes si la baldosa se puede limpiar con un lampazo y el brillo posterior siempre resulta higiénico? Y si esta razón no fuera suficiente, donde no hay árboles tampoco hay hojas sobre el suelo ni pájaros en las ramas. Con un solo gesto constructor se solucionan dos molestias habitualmente presentes en la desordenada, caótica, poco domesticada naturaleza.
Estúpidos, ciegos, depredadores, bárbaros, los humanos descubren un lugar de ensueño y poco después ¿deciden? transformarlo en el sórdido decorado de sus habituales pesadillas nocturnas.
Angurrientos Adanes atontados, desorientadas y ambiciosas Evas, seguimos devorando sin descanso la tan tentadora como insustancial manzana de oro que nos hace perder una y otra vez el terrenal Paraíso que heredamos.


¿Demasiada acidez? ¿Un exceso de mala leche? Pensarán que me lo he pasado mal durante mis cortas vacaciones prepascuales. No ha sido así en absoluto. Puedo asegurarlo. Además de una mirada atenta para todo aquello que no me gusta, tengo también buenos y divertidos amigos y algo de ese mundo interior que aconsejaban no perder nunca de vista mis maestros y profesores. Y cuando la decepción es mucha y el horror se hace insostenible, procuro dirigir la atención hacia los maravillosos restos, agónicos aunque todavía existentes, de esa cercana, variopinta, sorprendente naturaleza a punto de extinguirse.

domingo, abril 10, 2011

Gardenia de envolvente aroma



De sábado a sábado, dos espectáculos teatrales muy distintos. La semana anterior, en la pequeña sala Gaudí, Buenos Aires, de Rafael Spregelburd. Otro sainete argentino tocado por el absurdo dadaísta y la posmodernidad de fines del siglo pasado. Cuatro personajes en manos de un dramaturgo actor. Buenas actuaciones, mucho diálogo, quizás no tantas nueces.
Ocho y media de la tarde de este sábado. La sala Favià Puigserver del teatro Lliure del Paseo de Santa Madrona rebosaba de público. Esta fue la primera sorpresa en una tarde cargada de ellas. Suponía que pocos optaríamos por un local cerrado cuando el primaveral clima exterior llamaba a gozar de las playas cercanas. Yo me había enterado por casualidad, y gracias al actual, trans-lingüístico diario La Vanguardia, de que Alain Platel y Frank Laecke montaban en Barcelona una obra teatral que ya habían representado con éxito en otras cien ocasiones por diferentes ciudades y teatros de Europa. Gardenia, una historia contada por nueve travestis y transexuales de "edad avanzada" sonaba prometedora, pero vaya a saber con qué nos encontraríamos en un espectáculo al que su director definía como de "danza bastarda".
La segunda sorpresa la recibí al saber que también para la última función -hoy domingo a las 18.30- las entradas estaban prácticamente agotadas. Parece que no soy el único "enteradillo" en estas parcas tierras barcelonesas.
Antes de que comenzara el espectáculo y por los alrededores de la sala, sorpresivos y revitalizadores encuentros con amigos y conocidos a los que no veíamos hace tiempo: Angel Pavlovsky (estrena en mayo nuevo show: Angelata) y su hermana Alicia; el ilustrador Agustín Comotto con su mujer, Anna, y su deliciosa madre de ojos increíbles; la actriz Pepa López, el músico Jorge Sarraute, el dibujante Astromujov, la psicoanalista R.C. No todo es violencia, enfrentamientos y opacidad en el mundo exterior.
Sorpresa, sorpresa...para seguir con esta enumeración de asombros sabáticos, podría decir que Gardenia es también, todo él, un espectáculo teatral sorprendente, ya que poner en pie al público de la sala cuando ni siquiera habíamos terminado de acomodarnos en nuestros asientos para dedicar un minuto completo de silencio "a las compañeras que ya no están entre nosotras" (además de la vida y sus consecuencias, este abril se cumplen treinta años del "descubrimiento" del sida) es, como mínimo, sorpresivo y muy, muy audaz.
Valoración de los pequeños gestos cargados de intención y esteticismo -desde la versión del argentino Jorge Donn coreografiado por Maurice Bejart, el Bolero de Ravel no había logrado, con tan poco, tanta intensidad dramática-, valiente striptease de cuerpos que han perdido sus líneas y de almas que no tienen casi nada más que perder, irónica objeción de los roles genéricos clásicos, supuestamente inamovibles, ilustración danzada de los abismos que separan a la pulsión del goce y a la tristeza mediocre de las homosexualidades amordazadas de esa brillante, travestizada, no tan superficial, algarabía gay, Gardenia incita, sin presiones ideológicas ni ensueños utópicos, a quemar máscaras y disfraces para vivir con nuestro rostro al descubierto, degustando sin temores ni remordimientos los diversos aires de la vida. Total, ¿qué más da? Todos sabemos que este carnaval tiene un Martes terminal, ineludible, y ¡cuánto mejor será llegar a él bien ahítos de experiencias, hartos ya de tanta fiesta!

¿Quieren saber cómo terminó la historia de Gardenia? Aplaudimos mucho y de pie, sin que esta vez nadie nos pidiera que lo hiciésemos.

Entre los temas clásicos de la banda sonora hubo otra sorpresa, al menos para mí: Comme Ils Disent, de y por Charles Aznavour. Les dejo dos versiones magistrales de ese tema y la letra con su posible traducción para los que no entiendan demasiado el francés.


viernes, abril 08, 2011

Temblores Extraños


Me despierta un rayo de luz que entra sin ningún sigilo a través del estor opaco que cubre la ventana de mi dormitorio.
¡Qué silencio sepulcral!, me digo y enseguida deduzco que una nube tóxica acabó con casi toda la población del mundo. Extraña sensación: tal vez yo sea uno de los últimos supervivientes de mi especie.
"La tierra permanece, Maleville, Soy Leyenda..." susurro hacia mis adentros.
Lo hago para tomar conciencia de que el argumento que imagino está muy trillado y seguramente no volverá a repetirse una vez más teniéndome ahora como protagonista.
Tengo la boca seca y la lengua incómoda, molesto trapo húmedo arrumbado entre los dientes. Voy hacia la cocina y un estruendo ensordecedor me detiene a dos pasos de la entrada.
"Un misil ha caído sobre el techo del salón", pienso aterrorizado.
Debo haber perdido todos mis muebles, también mis objetos más queridos...¿Y mi gato? ¿Estará vivo mi gato?
Atento a los pensamientos de quien lo alimenta y mima, Federico maúlla una o dos veces sin demasiada convicción. Descansa estirado sobre uno de los sillones, aparentemente intactos, del salón cercano. El día está nublado y él preferiría seguir gozando de su lasitud adormecida sin preocuparse por nada más.
No he dormido bien y estoy muy sensible. Si no fuera así resultaría injustificable confundir el ruido molesto de una silla, arrastrada torpemente por la antipática vecina del piso superior, con el demoledor estruendo de una hecatombe bélica.
Preocupado por mis aprensiones injustificadas, me sirvo un poco de agua sin mirar siquiera lo que estoy haciendo. Cuando me llevo el vaso a la boca percibo un gusto amargo, ácido, inusual, desagradable.
"¡Dios! ¡Ya llegó hasta aquí la contaminación radioactiva de los japoneses!"
Al borde del vómito, enciendo la luz y compruebo que el vaso tenía algún residuo del limón exprimido que había calmado mi sed de la noche anterior. Roquefort y aguacate sobre rebanadas de pan integral, una cena que pretendió ser frugal sin llegar a serlo.
Levanto los restos del festín y arrojo a la basura el periódico del día anterior, abandonado como un acordeón sin música sobre la encimera de mármol blanco.
No debería leer ese tipo de cosas poco antes de acostarme.

Fotografía de Bruce LaBruce