martes, agosto 24, 2010

bronces y mármoles




Extraña ciudad esta, donde la amistad importa mucho a pesar de aparecer cuestionada a cada instante desde su cine, sus canciones populares, su literatura.


A las siete y media de la mañana de un día gris y lluvioso, espero que pasen a buscarme por una parada de autobús en Villa Elisa.
"¿Qué estás haciendo aquí?", me pregunta de pronto una voz interna en la que creo reconocer otra muy propia. En ese mismo instante alzo la vista y el cartel de una funeraria me responde con silenciosa contundencia: "Viviendo, afortunadamente".
Un segundo después, desde la esquina más próxima, una alta y bella mujer con aspecto de exploradora suburbana, me hace señas mientras se acerca a grandes pasos y con los brazos abiertos, amenazando un abrazo que me dará sin retaceos, entre sonrisas y lágrimas, obviando una presentación que facebook ha hecho innecesaria.
Se llama Valle y las próximas cinco o seis horas la pasaremos hablando en su acogedora casa de grandes ventanales, entre mates amargos y bizcochitos..."Como cuando estabas vos..."


Salgo a comprar algo de fruta para el desayuno. La calle está colapsada por carros de bombero y coches de la policía. Uno de civil me dice: "señor, vaya por el otro lado" y yo, con dos botellas vacías entre las manos, le hago caso.
En el último piso del edificio contiguo al mío, una mujer joven se asoma al vacío con intención de tirarse. Imagino el ruido del cuerpo estrellándose sobre el macadam y me estremezco. Escapando como puedo de aquella escena de película, doblo la esquina y en el almacén me entero de que hace unos meses un muchacho de 24 años, vecino del barrio, no dudó tanto sobre su determinación y logró matarse. Esta mujer finalmente no lo hace y la calle vuelve a su normalidad.
Mientras yo abro la puerta de calle, un bombero se despide de otro con un rotundo beso en la mejilla, corroborando que aquí las demostraciones de cariño son espontáneas y naturales; algo absolutamente cotidiano.


Compartimos el ascensor con una vecina de la casa donde vivo, y ella, amable, irónica, me dice -acá la gente tampoco suele ser reacia a la comunicación eventual con desconocidos- que este barrio no es Palermo Soho sino Palermo Soja:
-De allí sale todo el dinero para montar tanto local de lujo...
No se si la soja será culpable de toda la vitalidad que se respira. La ciudad bulle de forma constante y las ventanas cercanas no acaban de quedar totalmente a oscuras nunca. Insomnes o trasnochadores, los porteños mantienen encendida la tradición de Buenos Aires como "ciudad que nunca duerme", aunque esos desvelos se hayan trasladado a otros barrios no necesariamente céntricos, y Corrientes, la desvelada de otras épocas, se vaya a la cama poco después de la una.



Kado Kotzer y Sergio Cabrera escriben, producen y dirigen espectáculos teatrales. Lo han hecho decenas de veces, tanto en Buenos Aires como en Tucumán o Europa. Son una pareja de muchos años que ha decidido casarse legalmente el jueves de la semana pasada. Gracias a la presión popular y al empeño de los Kirchner, dispuestos a llevar adelante la ley de igualdad matrimonial, dos seres fieles pudieron poner nombre a una unión que, más allá de rótulos o papeles sellados, es profunda y creativa.
Apenas llegado a la ciudad, Sergio y Kado me invitaron a su amplio, familiar, bellamente abarrotado apartamento de la calle Callao. Me esperaban con un five o'clock tea acompañado de medias lunas rellenas y tarta casera de zahahoria. Hablamos del pasado, del presente y del futuro y, como si todo esto fuera poco, me voy a casa acompañado por tres suculentos cedés con canciones de Chabela Vargas, Milly y Dalva de Oliveira.
Los recién casados son algunos de los bronces íntimos, personales, propios, de esta gran ciudad tan afecta a ellos, sobre todo si esos bronces llevan o recuerdan nombres importantes y aparecen encaramados a rotundos pedestales de mármol.
Otro bronce sin peana callejera es Anita Jasminoy. Bailarina, arquitecta, desde siempre hace además bellas joyas artesanales con aires vintage. Tejidas, bordadas, siempre diferentes, una de sus escarapelas-mandala adornó la solapa de la presidenta, Cristina K., durante un evento organizado por las madres de Plaza de Mayo. Ana, o Anita María, como le decía su madre, mantiene a través de los años una sonrisa clara, algo desprotegida, brillándole en los ojos y cierta ternura infantil en su manera de moverse por la vida. Esta, supongo que agradecida por ese andar respetuoso, la retribuye con grandes dosis de creatividad y muchísimo talento.
Fue ella la que avisó a Carlos Ulanovsky de mi presencia en Buenos Aires. Su largo, respetuoso y bien informado programa de los sábados -Reunión Cumbre- me acogió junto al actor Osmar Núñez (La mirada silenciosa), el periodista y presentador Patricio Barton y la actriz, cantante y bailarina Alejandra Radano (Cabaret, Chicago, Tatuaje). Un auténtico Sábado de Gloria.



Se festejan los noventa años de la primera emisión de radio en Argentina. El local de Radio Nacional en Maipú 555 está a tope de gente.
Cecilia Rosetto aparece algo tarde y al verme exclama: "¡No me confundas las ciudades! ¿Estamos en Buenos Aires o en Barcelona?" Unos minutos después confiesa: "Yo me divierto más aquí, ¿sabés?".
No alcanzo a decirle que la entiendo.

Todas las fotos de este post son de Dante Bertini, salvo la de Reunión Cumbre en Radio Nacional, que es de Adrian Misseri.

miércoles, agosto 11, 2010

Tatuajes, palabras, cicatrices



Vamos a comer con Marcial Souto y Elvio Gandolfo al restaurante del Club Eros. Una asociación barrial, sin duda, aunque resulta que al barrio donde está ubicado, Palermo, le han crecido glamures y sofisticaciones varias, convirtiendo al Eros en un exotismo de otra época, atracción de turistas ansiosos e intelectuales melancólicos con deseos de experimentar nuevas, viejas, inclasificables sensaciones.
"Automático", dice el camarero -eficiente, alto, moreno, irónico- cuando le pedimos la cuenta. Un momento antes Elvio había anunciado su retirada del lugar y el mismo mozo, al oírlo, había dicho: "Haga nomás".
De la misma manera que los boys scouts aseguran permanecer "siempre listos", los porteños parecen estar siempre atentos a la palabra ajena.



La aprobación de la Ley de Igualdad para matrimonios gays, envuelve a Buenos Aires en un clima de discusión constante, aunque sin demasiada acritud manifiesta. Homófobos y gay-friendly people sacan a relucir sus argumentos en pro y contra de las supuestas minorías sexuales y estas se manifiestan saliendo del armario para subir a los escenarios. Una ciudad tan teatral como Buenos Aires no podía pasar por alto la dramatización de un tema que seguramente cambiará la forma de ser y sentir de toda la población. Auténtico, en el Teatro La comedia, cinco personajes en busca de su propia identidad sexual, es buena prueba de ello.




"Te llevo bajo mi piel", confiesa sin ningún pudor una canción del inconmensurable Cole Porter. Irónio, snob, amigo de todo tipo de equívocos divertidos y, en primer lugar y sobre todo, de las sugerencias eróticas y los brillantes juegos de palabras, no se puede saber con certeza si el autor de gran parte de los standars clásicos de muchos jazz singers del siglo pasado, estaba hablando de su propia piel o de alguno de sus espléndidos abrigos de marta cibellina, zorro o visón.
Más allá de esta poco descifrable incertidumbre, podría asegurar sin temor a equivocarme que el autor de Kiss me Kate no estaba refiriéndose a ningún tatuaje superficial, epidérmico. Por aquellos años estos eran una señal inequívoca de la pertenencia a estratos sociales de poca enjundia; el adorno-estandarte de marineros, legionarios o hampones, todos ellos considerados personajes de baja estofa por los allegados al elitista Cole Porter.
El viernes pasado, otro Tatuaje muy distinto reunió en el Teatro Presidente Alvear de la calle Corrientes a algunas de las flores más representativas de la nutritiva y siempre bien montada nata teatral porteña. Invitado por el autor y crítico teatral Néstor Tirri, asistí ilusionado por el tema de la obra -la relación de Evita Perón con el cantante Miguel de Molina- sin pensar siquiera que además me encontraría a muchos conocidos y amigos de otra época.
El designer Marcial Berro al grito de "¡Dante Bertini! ¡Estás divino!" -y desde ya pido perdón por esta vanidosa oda a mí mismo- abrió el turno de reencuentros. Renata y Jorge Shussheim, Lia Jelin, Marta Minujin, Claudio Segovia y la por siempre inalterable Felisa Pinto, intentaron confundirse conmigo -¿es que algo así sería posible?- en cariñosos abrazos de bienvenida. Muchas otras caras parcialmente reconocibles, escondidas detrás de cirugías e implantes varios, se paseaban por el hall de entrada y una gloria del radioteatro, Hilda Bernard, pasó poco después cerca de mi butaca. Se mostraba tan alta y distante como siempre, protegiendo con una gruesa bufanda de color rojo la portentosa expresividad de su voz.
Se apagaron las luces y sobre el escenario apareció una luminosa, majestuosa, irrepetible Eva Perón y un triplicado Miguel de Molina, que, apenas ocultos por los seudónimos de Miguelito Maravillas y Eva del Sur, nos narraron sus historias íntimas sin desdeñar datos históricos ni detalles escabrosos. Posiblemente sea el mejor texto de Alfredo Rodríguez Arias, también autor de la puesta en escena, quien ha sabido adaptar a su habitual estética hierático-glamourosa, todos los quiebres, entre pícaros y chabacanos de la revista porteña tradicional. Voces portentosas las de los nuevos actores argentinos, capaces de afrontar con talentosa personalidad géneros tan distintos como la copla, el bolero, el jazz o el tango. Me atrevo a generalizar porque tres días después, la noche del lunes en la librería-concert Clásica y Moderna de Natu Poblet, pude ver Karrousel, un recital de Alejandra Perlusky con canciones alemanes de entre guerras en versión bilingüe y la sorprendente y sorpresiva colaboración de un simio de gloriosos antecedentes(King-Kong, Cabaret, von Sternberg-Dietrich): el no menos espléndido Diego Bros.
A pesar del día y la crisis, las mesas estaban llenas de un público respetuoso que en ningún momento hizo sonar los cubiertos de su cena, supo escuchar siempre con mucha atención y finalmente aplaudió con auténticas ganas.



A pesar de los consejos de algunos amigos bienintencionados, decido trasladarme por la ciudad y sus alrededores en transporte público. Veo rostros fatigados, gente que aprovecha los minutos de viaje para echar una siesta, mucha ropa deportiva, casi ninguna joya. La gente va en lo suyo, ensimismada y seria.
No se debería confundir la pobreza con la delincuencia, aunque ambas abunden.




Vemos Origen (Inception), de Christopher Nolan, con Leonardo DiCaprio y una deslucida, desnortada, desaprovechada Marion Cotillard. Quisiera ser suficientemente expresivo al calificar esta insoportable tortura de casi tres horas de duración.
¿Les resultaría muy duro si escribo ¡vaya mierda! ?
Nunca antes, ni en un congreso de psicólogos acelerados, había escuchado tantas veces la palabra subconsciente. Si esto existiera realmente, el mío hubiera quedado bastante maltrecho después de semejante ataque de estupidez seudo psicológica envuelta en efectos especiales, persecuciones al estilo Bond y homenajes a El mito de Bourne y Matrix.


Cumpleaños de cuarenta en casa de Fabián G. Más de cien personas festejan sin gritos ni desórdenes entre bocaditos caseros y cócteles exóticos. Sucedió en el barrio de San Telmo, cerca de donde estaba la casa que abandoné para irme a Europa. Enfrente del lugar donde nos reunimos hay un bar que se llama La Poesía. Así, con mayúsculas.
Una ciudad literaria y surreal, Buenos Aires. Aquí una farmacia puede anunciar ABIERTO, aclarando debajo: Toque el timbre, y un importante Restaurante Mexicano proclamar con grandes letras que su entrada principal está en Guatemala.

Iustran fotos de Dante Bertini (carteles, grafitis, imagen de Tatuaje y otra de Auténtico, placa de Eros, tiendas y escaparates)

viernes, agosto 06, 2010

de Jardines y Gatos



Hoy, y en el Teatro Cervantes, se hace un homenaje a Manuel Mujica Láinez, el autor de Bomarzo, Aquí vivieron, Misteriosa Buenos Aires, como recordatorio del centenario de su nacimiento. El título de este post, parafraseando alguno de los de mi estimado amigo MML, es una pequeña aportación nostálgica a ese homenaje tan merecido.
Lamentablemenet yo no podré asistir porque estoy invitado por el crítico Néstor Tirri al estreno de Tatuaje, obra drámatica de Alfredo Rodríguez Arias sobre la relación, auténtica según cuentan las crónicas de la época, entre Eva Perón y el cantante español Miguel de Molina, desterrado por el franquismo a causa de su manifiesta, nada culposa, desenfadada homosexualidad.







Me cuesta cruzar las calles de esta ciudad. Cada vez que estoy por hacerlo, oigo a mi hermano diciéndome al teléfono:
-Tené cuidado, Quique. Mirá bien a todos lados. Acá te pasan por encima apenas te descuidás...
Quique soy yo en boca de mi familia. Una rareza de mi madre, a la que Tito no le gustaba y Quique, el niño pirata, un antiguo personaje de historieta, sí. No encuentro estas calles mucho más peligrosas que las de Barcelona, a pesar de que poca gente respeta las zonas de cruce y los semáforos me confunden con sus particulares luces de color.
-Es simple, -me dice un amigo-. Cuando está en verde te toca cruzar a vos.
Me cuesta entender que el verde no es tal. Todos los semafóros tienen dos luces: una blanca y otra entre anaranjada y roja. La de cruce preferente es la primera, aunque los porteños, tan afectos a las traducciones y los subtitulados, la llaman de una forma a pesar de verla de otra.






Compro algunas vituallas en el almacén de la esquina: jamón crudo, queso gruyére nacional, matambre de pollo relleno, dulce de mebrillo...
El dependiente me dice:
-Mi abuela era catalana...Busquets de apeyido...
Me hace la cuenta y comenta:
-Cincuenta y tres pesos... Menos de diez euros... No me diga que no es una ganga.
No puedo asegurar que lo sea y se lo digo:
-A mí me asusta la cifra y hasta que hago la traducción a euros, todo, siempre, me parece caro.
Cuando estoy pagando, el nieto de la catalana me mira con una sonrisa ambigua en sus ojos:
-Es verdad que ayá al jamón le dicen poya?
-Vos sabés bien que eso, aunque a veces también se coma, no tiene nada que ver con el jamón.
El porteño suele vivir a dos niveles, el de sus contactos sociales y el suyo interno: burlón, matizador, muy propio.

"Cortá Jerónimo, ¡ya!"
La madre zamarrea al niño, no tan pequeño, que insiste en colgarse de ella.
Bautizar a un niño con nombre de indio y pretender que no lo sea es, como mínimo, ilusorio.

Voy en autobús hasta la casa de David Mulhall, un amigo arquitecto que vive en el barrio de Once. Me prometió un dia D, de Dante, en el que me mostraría algunos lugares emblemáticos de la nueva ciudad de Buenos Aires.
Una señora muy anciana sube al vehículo y yo, que estoy en el asiento más cercano a la puerta de entrada, le cedo mi lugar.
-¡Gracias, caballero!
Nunca me habían tratado así. Siento que esa pequeña reina madre apoya una espada sobre mi cabeza para luego trasladarla parsimoniosamente a uno y otro de mis hombros. ¿O era exactamente al reves?

Los argentinos, caballerosos, caballerescos, caballeros, las prefieren rubias.
Al menos tres de sus inalterables íconos lo son: Eva Perón, Mirtha Legrand, Susana Giménez. Décadas de permanencia en la cumbre de la popularidad, atestiguan esa debilidad por los cabellos claros, auténticos o no, de una población en la que abundan las largas melenas oscuras.

Puerto Madero es una ciudad vertical de límites precisos encerrada dentro de otra ciudad que pareciera no tener ninguno. Sus parques están bien diseñados, casi todos sus rascacielos muestran una sólida e interesante arquitectura y el emblemático Faena Hotel es realmente espléndido. La escenografía de una ópera barroca y cosmopolita con toques de humor británico y la firma inconfundible del parisino Philippe Stark. Hay que saber mucho de todo para colocar los cortinados de pana con semejante gracia.
Los jardines que rodean lo que fuera un antiguo almacén de granos, parecen sacados del mundo alucinado/alucinante de una agrandada Alicia Carroll en versión nativa.
Lamento ser tan categórico como reiterativo, pero no conozco cielos semejantes en ninguna otra ciudad del mundo.





Visito el Jardín Botánico, situado a unos trescientos metros de donde estoy viviendo. Diseñado por Carlos Thays, un francés afincado en Argentina, tiene ejemplares de diversos árboles nativos. Una rareza para la época en que se construyó este lugar, sobre todo para los europeizados pobladores de una ciudad más afecta a los ejemplares exóticos llegados de otras partes del mundo que a los suyos propios.
Por todos los rincones del Botánico se ven gatos. Gordos, limpios, muy civilizados.
Me agacho para tomar una foto y una gran gata tricolor se sube al bolso que llevo en bandolera. Me acompaña durante todo el trayecto y cuando entiende que me dirijo a la puerta de salida, salta de su privilegiada posición para internarse entre los árboles sin siquiera girar la cabeza para decirme adiós.

Todas las fotos (gato vallado en el Botánico; Puerto Madero y el jardín del Hotel Faena; hombre con gatos en el Botánico; ruinas en Avenida Santa Fé; gato en una Boutique; tienda en Palermo Soho; ombú en la 9 de Julio; escultura en el Botánico; anticuario en Plaza San Martín; gato en bolsa; el Abasto gardeliano; Palermo Soho: bistró peruano Bardot) son de Dante Bertini.

domingo, agosto 01, 2010

imágenes de una ciudad (des)conocida

He sabido de más de un argentino que al volver a Buenos Aires después de una larga ausencia, se han encontrado conque, de forma repentina, sin ningún preaviso, les era imposible articular palabra.
Graficaban en su cuerpo aquél clásico "me quedé mudo", un tópico que habla de la sorpresa inexplicable, del quedarse sin palabras para describir lo que nos sorprende y supera totalmente. No es mi caso. Yo puedo hablar y hablo mucho; tal vez demasiado, aunque a la hora de escribir aquí me falte, además de tiempo, algo preciso para transmitirles.
Frente a esto y hasta nuevo aviso, les dejo un post de imágenes, tan arbitrario y desnortado como mis paseos por esta ciudad de sueño, muy cercana, familiar, y al mismo tiempo casi nueva, casi desconocida.









Ilustran fotos de Dante Bertini, 2010 (declaración "barcelonesa", dos imágenes de El Ateneo, considerada la librería más bella del mundo, Evita presente, cielo porteño, florería y tintorería del barrio, paseo de perros, autopromoción)