viernes, diciembre 31, 2010

¡F.A.N!


Dicen que empieza un año y acaba otro, como si estuviéramos hablando de tabletas de turrón o de paquetes de galletitas.
En realidad no hay finales ni comienzos: las horas se suceden una tras otra y somos los hombres los que las contabilizamos, bautizándolas además, y no siempre de la misma manera.
Sin embargo reconozco que estas fechas de reuniones y excesos gastronómicos sirven también para hacer balances o limpieza de armarios, agendas y desvanes.
Lo haré con las páginas amigas que guardan silencio hace demasiado tiempo. Si acaso me equivoco con alguna y queréis seguir estando aquí, en esta página, con sólo decir ¡hola!, vuelvo a poneros en la lista, ¿vale?

Esta página, tan afecta a recordatorios, adioses y nostalgias, los deja hasta el año que viene con esta perfo-mujer 2010, su inescrutable cara de póker y lo que supongo un silencioso homenaje a quien la precedió en la práctica de los estrambóticos disfraces escénicos: la estilizadísima Grace Jones (Goude). Que se diviertan.
(La sigla F.A.N. corresponde a ese Feliz Año Nuevo que no me atrevo a pronunciar.)



martes, diciembre 28, 2010

Inocentes


Queríamos ver Europa; conocerla recorriéndola, caminarla.
Estábamos convencidos de que con sólo pisar este continente, algo cambiaría en nosotros.
Hijos o nietos de inmigrantes europeos, suponíamos que aquí estaban nuestras verdaderas raíces, el principio de nuestra historia.
Apuestos príncipes azules y sonrosadas, adormecidas, princesas; brujas, elfos y hechiceros; cruzados, tribunos, descubridores; aguerridos héroes y dulces heroínas; artistas, literatos, filósofos, creadores, arquitectos; compositores, músicos, poetas, aventureros, inventores... Personajes muy propios de estas tierras, para nosotros muy lejanas: las tierras donde habían nacido nuestros padres o nuestros abuelos.
Leyendas y misterios, ficciones y encantamientos, romances y embelesos, eran propios de la vieja Europa, no de nuestras pampas párvulas, ingenuas, supuestamente bárbaras.
Un 27 de diciembre abandonamos la más que cálida Buenos Aires rumbo a Madrid, una ciudad que nos recibiría envuelta en nieves, frío, humedad, capotes verde musgo, lluvias e indescifrables, amenazadores por cercanos a la vez que desconocidos, cielos color plomo.
Ni siquiera sabíamos que día estábamos atravesando: presente y futuro tenían la forma del avión que nos acercaba, entre rumores y turbulencias, a un paisaje novedoso y feliz, de paz y esperanza.
Recién comprendimos la importancia de la fecha cuando, poco antes de tocar tierra, la voz con acento español de una azafata nos comunicó que era 28 de diciembre, Día de los Inocentes.

35 años después me pregunto adónde la habremos dejado, si es que la hemos perdido o nos la han robado. 

A la inocencia, digo.

miércoles, diciembre 22, 2010

¡escandalosos enlaces!


Encuentro a don Javier Solís mientras busco un tema del atiplado Rosamel Araya ("...no sé por qué, no sé por qué me enamoré de tí...".
Mexicano el primero, chileno el segundo, ambos fueron exitosos cantantes melódicos de enorme proyección en toda América. Solís murió con treinta y pocos años, dejando documentos tan extraños como este fragmento de una película suya en blanco y negro, con vaqueros que parecen esperar a ese Godot que recién llegaría cuarenta años después, a caballo de Brockeback Mountain, filmada en vibrantes colores y con Heath Ledger y Jake Gyllenhaal como amorosos jinetes.





Por si no me hubiera dado cuenta del escabroso enlace, a un costado de la pantalla, junto a Javier y su escándalo particular, aparecía uno de los protagonistas de la bella, sensible película de Ang Lee (¿por qué el apellido de este chino prodigioso es casi un apócope incruento de angustia?) promocionando otro filme (Love and others drugs) de amores apasionados y sexualidades desbordadas.
Todavía no la he visto, pero allí el personaje de Jake Gyllenhaal se pregunta:
¿Cómo es posible que conociendo tanta gente, una sola persona haya cambiado mi vida para siempre?



LES DESEO A TODOS UNAS FELICES Y AMOROSAS FIESTAS.
¡HASTA UNO DE ESTOS DÍAS!

Ilustra un retrato del director Michael Powell.

viernes, diciembre 17, 2010

Once, que no dos...


Tenía algo más de veinte años y una relación de pocos meses cuando descubrí que el ideal de pareja no era el número dos, sino el once.
La revelación se confirmó el mismo día en que decidí romper con mi "otra mitad" de aquella época, y lo hizo, según mi mágica, pre-psicoanalítica interpretación del mundo, a través de una foto que encontré en la calle, frente mismo a la puerta de la casa que habíamos compartido hasta ese momento con quien yo suponía el gran amor de mi vida.
En la imagen fotográfica, impresa sobre una cartulina cuadrada, se destacaban los dos unos con diáfana claridad: blanco neto, brillante, sobre un fondo verde esperanza que fue después, viviendo, igual al mío.
Por aquel entonces yo probaba por primera vez las mieles amargas del amor romántico conviviendo con alguien que ya había catado ese perverso manjar otras dos veces.
Ese alguien era tan superficial y mentiroso que aseguraba amar con total entrega y para siempre. Me costó comprender que no mentía. Su amor propio era inalterable y podría asegurar sin temor a equivocarme que lo acompañará sin renuncias ni olvidos hasta la mismísima tumba.
No entraré en detalles. A pesar de sus encendidas proclamas pre-matrimoniales, después de un tiempo de convivencia el candidato demostró ser una réplica clonada de cualquier político ambicioso: mentiroso, acomodaticio y desleal, sus promesas se desvanecieron en el aire apenas se sintió con aquello que se había propuesto conseguir, en este caso yo, en sus manos. Mi príncipe de cuento se bajó del caballo para mostrarme que su altura era la misma del equino y su azul un vulgar (d)efecto óptico, más cercano a la miopía que al deslumbramiento. En muy poco tiempo la eternidad prometida se desvaneció en el aire y el personaje de cuento fue mostrándose, a pesar de sus disfraces y ocultamientos, como una persona sin la más mínima credibilidad: corrupta y desleal, absolutamente infiel. Era tan cínica como para mantener sus mentiras en pie aunque la pescaras con tres robustos amantes ocultos en el ropero, tan estúpida como para olvidarse al día siguiente de lo que te había contado el día anterior, tan práctica como para citarte en un lugar lejano, de difícil acceso, y así tener tiempo y espacio libres en los que meterte los cuernos.
Yo era bastante ingenuo y había vivido siempre en una casa grande con familia numerosa. Demasiados caracteres diferentes y muy pocas habitaciones para airearlos con la comodidad necesaria. Quería mi propio rancho; montar un nido de amor dual a mi manera para no tener que compartir la mesa con tantos personajes desnortados que ni siquiera buscaban un autor italiano que les escribiera los diálogos. Mi inocencia era tal por aquellos tiempos que imaginaba la felicidad con las imágenes y el sonido de los anuncios de Coca Cola; escenarios de sueño donde todos eran felices mientras reían al sol tomados de la mano.
Aquella primer pareja "estable" me enseñó, con suficiente dolor y no pocas lágrimas, a discernir con claridad los límites entre las inmaduras fantasías adolescentes y mis auténticas posibilidades; a conocer el margen, habitualmente insalvable, entre mis propios deseos balbuceantes y los también imprecisos deseos ajenos.
Fue así como, después de mi primera experiencia frustrante con el dos, me convencí de que la única posibilidad de acercamiento amoroso, era la de dos individuos que eligen formar una cifra única sin abandonar sus individualidades.

Pero por vaya a saber qué ironías de un destino ajeno a las afirmaciones absolutas o tal vez por culpa de los caprichos del lenguaje, siempre deslizándose hacia terrenos farragosos, poco después me instalaría en España, donde el once es "la Once" y sirve para denominar a la poderosa, archiconocida, Organización Nacional de Ciegos.

Imagen de autor desconocido.

viernes, diciembre 10, 2010

¿Writers?


Durante el último viaje a Madrid pude comprobar -una vez más y con desesperanzada tristeza- que si acercas un instrumento cualquiera a una persona con sensibilidad creativa tienes la posibilidad de encontrarte poco después con una obra de arte, pero si se lo das a un vándalo descerebrado posiblemente se le ocurra destruir lo primero que tenga a mano, ya sea un monumento histórico, un muro recién reparado o el cristal impecable de un escaparate.
Cuando el año pasado estuve por algunos días en Sevilla, me asombró ver el estado en que se encontraban las vidrieras de los locales comerciales del centro de la ciudad.
La cantidad de pintadas, grafitis o raspones simulando firmas sobre los cristales de las tiendas eran tan numerosas, que en algunos locales se hacía realmente complicado ver lo que estaban exhibiendo en sus escaparates.





Lenta, aunque no pausadamente, la moda de agredir cristales ha llegado a todas las ciudades que transito. Los municipios, aparentemente ajenos a estos nada espontáneos destrozos, distraídos o ciegos frente a lo más que evidente, insisten en poner vallas acristaladas en muchos elementos urbanos. Una solución ligera en más de un aspecto y que pareciera funcionar como desafío para las dotes escribientes de los aficionados al writing, una forma bastarda, primaria y especialmente vandálica de acercarse a la escritura.
Descendientes "letrados" de los grafiteros, estos personajes sin oficio ni beneficio gozan dejando su garabateada impronta sobre cualquier superficie impecable, como si de esta manera ganaran un pasaje desde el anonimato a la popularidad, desde su evidente mediocridad cotidiana a esa fama mediática que sólo ellos pueden suponer gloriosa, satisfactoria, menos desgraciada.



Los supongo pobres niñatos de la cada día más devaluada clase media -¿quién si no puede malgastar tiempo y dinero en una labor sin sueldo?-, a los que unos desorientados padres -adictos al orden impuesto por la lejía Conejo, los salva-uñas Vilela y el musculado Señor Limpio- han prohibido escribir sobre las intocables paredes de la casa familiar pero jamás le han enseñado a respetar lo ajeno.
Ahora, ya más creciditos y con la semanada paterna para comprar pinturas, se desquitan de las anteriores prohibiciones estropeando todo aquello que otros se empeñan en conservar de la mejor manera.

No sería extraño que algún día se queden sin cristales y decidan estampar su corrosiva firma sobre nuestras, hasta ese mismo momento, desprevenidas, impávidas caras.

Fotos, Diesel, puertas y cristales por (c)Dante Bertini.

viernes, diciembre 03, 2010

con "El Niño" por Madrid


No lo impactaron demasiado la Castellana ni el Paseo del Prado. Tampoco se le movió un pelo cuando encontramos un "Manolo", exhibido como si fuera una escultura de Rodin, en mitad mismo de la renovada calle Serrano. Había uno solo, eso sí, no vaya a ser cosa que a alguna de las desnutridas rubias que pasean por allí se le ocurriera romper el cristal, trepar sobre ellos y salir corriendo hacia una vida más glamourosa y sexy.
Se sorprendió alegremente con la gorda desnuda de Botero y su espejo minúsculo y disfrutó con la decoración decadente y el chocolate espeso del bar de El Espejo, pero lo vi observar sin inmutarse algunos edificios que suelen producirme una particular felicidad y el trajín variopinto y cosmopolita de la ciudad le recordó al de otras, sudamericanas, que, según me dijo, le resultan molestas, ruidosas, insoportables. Barcelona estaba ganando, sin saberlo, un adepto más.


Entre los restaurantes, elogió entusiasmado un mesón cercano al Museo de la Baronesa Cervera-Thyssen donde le sirvieron un gustoso caldo de cocido, filetes de buey acompañados de tomate y patatas fritas y, como postre, unas natillas que según el extrovertido, charlatán camarero del lugar, harían que jamás nos olvidáramos de él.
"¿Qué son las natillas?", preguntó, y yo de dije que eran como una crema catalana sin azucar quemada encima.
"¿Qué es la crema catalana?"
Había olvidado que lleva poco menos de un mes en España, el muy extranjero, así que recurrí a un lugar común de la cultura nacional argentina:
"¿Conocés la crema pastelera, verdad? Pues es igualita."
Limpio, pequeño, muy concurrido, el restaurante de las natillas inolvidables lucía como decoración navideña un pesebre tradicional montado dentro de la carcasa de un televisor años sesenta, detalle ideal para un rinconcito cualquiera del hogar vintage de la rotunda Alaska y su descarnado, vaquerizo marido.


Podría decirse que AM tiene suerte: no hace demasiadas comparaciones, todo lo que come le gusta y en las cuatro horas que dedicamos al Prado pudo ver lo mejor de Velázquez y el Greco, las dos tablas con el Adán y Eva de Durero recién restaurados, El Jardín de las delicias del Bosco, la bellísima Anunciación de Fra Angélico, algunos Rafaeles, varios Tizianos y los bustos de Adriano y Antinoo como punto final, visualmente estratégico, de una sala oval con otros mármoles de igual o mayor belleza.
Tal cual me pasó a mí en su momento, ni siquiera se detuvo frente a las icónicas, ¿sobrevaloradas? majas de Goya, pero lo vi excitado y feliz con las pinturas negras de la Quinta del Sordo, sobre todo el Saturno devorador e infanticida que alguna vez había visto mal reproducido en un libro de estudio.
Nuestra visita al Prado fue corta. "De médico", hubiera dicho mi madre. Pasábamos de salón en salón tratando de detenernos sólo en aquellas obras que llamaran poderosamente su, nuestra, atención. A las nueve volvíamos a Barcelona y antes de embarcar en el AVE debíamos recoger los pocos trastos viajeros que habíamos dejado guardados en la consigna de la estación de Atocha.
En el mismo momento que abandonábamos el Museo me dijo:
-Siempre pensé que no me interesaba la pintura. Ahora me doy cuenta de que nunca antes había visto pintura que me interesara.
El Niño suele ser así. Le gusta sacar conclusiones y, salvo en aquellos momentos en que se parapeta tras un silencio meditativo, profundo y melancólico, le gusta todavía más compartir esas conclusiones con la gente que aprecia.



Todas las fotos -reflejos, Manolo en serrano, Mickey Madrid, deslumbrado- son de(c)Dante Bertini

viernes, noviembre 26, 2010

2 FORMAS distintas de CONTAR la misma HISTORIA


(1ª Versión)

Las flores azules de agapanto hunden sus tallos en un jarrón esbelto de cristal ahumado.
Mantas de algodón descolorido cubren de colores tenues las amplias camas despobladas.
Las paredes, teñidas por la suave luz lunar que entra en franjas desde la ventana, intentan pasar desapercibidas, imitando a la piedra, a la arena, a las algas secas de la playa cercana.
Afuera, el ácido color del cielo flota sobre un mar de leche aguada.
Las aspas del ventilador esparcen desde el techo un aire tan suave como la música de piano que suena a mi costado.
En mitad de la noche, casi de madrugada, alguien desconocido me ha besado en sueños: los mórbidos labios entreabiertos y el aliento cálido, aromático, sereno y seco.
Un ligero roce y todo se desploma nuevamente.
El orden tan mimado, por demás endeble, vuelve a su normal incertidumbre, a su habitual desconcierto.


(2ª Versión)

Un beso en sueños.
¡Maldito Eros!

Fotografías de Harry Callahan y John Gutmann

miércoles, noviembre 24, 2010

INCÓGNITA


"El NO ya lo tienes", dicen en España, casi obligándote a perseguir ese SI que supuestamente deseas.
De allí, deduzco, nace la tan mentada furia española, esa testarudez quijotesca que los enfrenta a molinos y sombras sin tener demasiado en cuenta posibles consecuencias adversas.
Yo, hijo del tango rioplatense, melancólica mixtura de mil leches, fusión extraña, se podría decir espontánea, de canción francesa, copla española, fado portugués y canzonetta napolitana, adoctrinado desde la misma cuna para soportar con estoicismo perdedor toda frustración, todo desencanto, soy sin embargo bastante afecto a darme la nariz contra las aspas de la realidad, negando a esta señora de múltiples rostros una inexorabilidad que enerva mi espíritu y convierte mi razonamiento habitual en materia de dudosa credibilidad y mis temores y prevenciones en residuos descartables, casi orgánicos, de los molinos virtuales de mi pensamiento.

Tenía este texto guardado en mi borrador con el título De la literatura como fantasma.
¿Alguien podría decirme por qué?


Fotografía de John Gutmann (Los artistas viven peligrosamente)

viernes, noviembre 19, 2010

blogger


Durante cuatro años este blog fue mi conexión con el "más allá", ese lugar fuera de nosotros que no siempre resulta fantasmal e impreciso, que a veces se corporiza de la forma más cercana, afectiva, amistosa, querible.
Me releo y suena a despedida. No pienso decir adiós a tanta comunicación, a tanta amistad como la que encontré por este medio.
En estos últimos días tuve que aceptar con resignada tristeza el abandono repentino e inesperado de algunos amigos bloggeros, siempre esperando que se arrepientan y vuelvan a colgar sus posts, sus elucubraciones creativas, sus historias, sus deseos y fantasías. "Algunos viene y otros se van..." Creo que lo cantaba Julio Iglesias y fue la banda sonora original de muchas gasolineras del mundo.
No; este no es un adiós ni un hasta luego, sólo la explicación de un tiempo poco comunicativo en el que aprendí mucho de la vida exterior, volví a paisajes íntimos y reconocibles, a estados de ánimo y sentimientos que parecían de otra época pasada, más joven, aunque no necesariamente más feliz.
Estoy aquí y seguiré aquí.
Al menos eso espero. Visitándolos, escribiendo, comentando. Pero deberán disculparme si no soy tan correcto, tan minucioso y responsable como lo fuera antes.
Un vendaval cálido y renovador entró a mi vida, y si bien los nuevos buenos aires nos llenan de vida, oxigenan nuesto corazón y nuestros músculos, nos hacen renacer de nuestras tristes, al mismo tiempo que cómodas, cenizas, también vuelan papeles, desordenan esquemas y costumbres, alteran, despelotan, renuevan, nuestros pequeños rituales cotidianos.

Todo está bien.
Soy feliz y los quiero, amigos.

domingo, noviembre 14, 2010

Berlanga...adiós

Entramos juntos al gran pabellón de FICEB en Badalona.
Juli Simón, cálido director del Festival Internacional de Cine Erótico de Barcelona, nos había convocado para ejercer de jurados en esta muestra competitiva, tan especial e irónica como para ofrecer galardones por resistencia, capacidad, apertura o tamaño, antes que por dotes interpretativas y/o estéticas.
Apenas atravesar la puerta lateral, supuestamente reservada a los invitados VIP, dos contundentes azafatas en tanga y con el torso desnudo se acercaron sonrientes para ofrecernos compañía y ayuda. Casi al mismo tiempo, un guardia de seguridad de contextura impresionante y piel caribeña las cogió del brazo para apartarlas sin excesiva suavidad de nosotros:
-Dejen de molestar a los señores...
Berlanga, nada molesto frente a aquel asalto femenino, aunque sí algo desorientado en medio de ese populoso mercado de carne humana, rebosante de gadgets de látex, ruidos de todo tipo y desinhibida, por momentos grotesca, exhibición sexual, me miró sin decir nada, aferrándose a su bastón con cara entre sorprendida e impávida de cómico fuera de contexto.
Sin pensármelo dos veces, salí en su defensa:
-¡Por favor, hombre! Deja que lo molesten...No ves lo contento que está.
El tipo se apartó pidiendo disculpas y las muñecas nos cogieron del brazo encantadas para conducirnos hasta el restaurante donde esperaban los demás miembros del jurado. Berlanga me miró sonriente y dijo "gracias, Dante" con la misma suave ternura de un niñito bien educado que agradece el regalo de una golosina que le gusta.


Ciao, querido Luis.
Si hay ángeles en tu paraíso, espero que tengan buenas curvas y mejor disposición. También que sus turgencias estén al descubierto y, a ser posible, se paseen y rían con suelta sensualidad, trepadas a los tacones extremadamente altos de unas botas muy justas de reluciente charol negro.

sábado, noviembre 06, 2010

un 9 de noviembre...


...de 1799, en París, Francia, Napoleón Bonaparte da un golpe de estado conocido como el 18 Brumario, accediendo al poder y señalando el fin de la Revolución Francesa.
...de 1893, en Grecia, se termina de construir el Canal de Corinto.
...de 1938 se produce en Austria y Alemania "la Noche de los cristales rotos", dando comienzo a la persecución y masacre de los judíos.
...de 1944 la Academia Sueca vuelve a otorgar los Premios Nobel que había suspendido desde el comienzo de la guerra.
...de 1960, el republicano Richard Nixon es vencido por el candidato demócrata John F. Kennedy por un estrecho margen de votos.
...de 1965, y en Estados Unidos, se produce el primer apagón eléctrico de la era moderna. Ocho estados de la costa este, incluído New York, permanecen sin luz durante más de catorce horas.
...de 1989 cae el Muro de Berlín y las dos Alemanias vuelven a unificarse.

Y como para mí toda la Historia, el Universo mismo, ni siquiera existiría de no haber sido así:
el nueve de noviembre de algún año lejano que no logro recordar, nazco yo, Dante Bertini ...y, para rizar el rizo de esta fecha, otro nueve de noviembre de hace ya 4 años aparece el primer post de Cacho de pan.

Gracias a la vida por darme tanto, a ustedes por seguir visitándome y a mi admirado Cole Porter por desearme felicidades con una canción tan sencilla y espléndida como esta...



ilustración de Bertini


Posdata:
Cuando todos parecían haberla olvidado, yo seguía acordándome de ella.
Para darle un toque de amargura a mi cursilona, virtual tarta de cumpleaños, en estos días escorpianos se ha muerto Jill Claybourgh. Padecía leucemia desde hacía más de veinte años, pero nunca dejó de actuar en la profesión que había, y la había elegido, casi por casualidad, mientras cursaba sus estudios universitarios.
Mujer culta y refinada -bastaba con mirar sus manos para entender que su educación y sus genes tenían vocación aristocrática-, dos veces candidata al Oscar de la Academia y protagonista de algunos filmes emblemáticos del siglo pasado, sabía sin embargo ocultar un carácter decidido y luchador, amante de los riesgos artísticos e intelectuales, detrás de su mirada dulce y de su sonrisa entre bondadosa y frágil, siempre al borde del quiebre melancólico.
Lamento tu muerte, Jill. Siempre pensé que podríamos haber sido muy buenos amigos.

lunes, noviembre 01, 2010

Federico, como mi gato (Spirits of the Dead)


El canal de cine TCM Clásico (los dioses lo mantengan vivo y con el mismo nivel de calidad actual) transmite un extenso y bello documental sobre Fellini: Soy un gran mentiroso.
Basándose en una larga entrevista que el director italiano concedió en 1992 a Damian Pettigrew -director y guionista de este documental- aparecen en él, además de las sustanciosas declaraciones de un asentado, inteligente y profundo FF, escenas de rodaje, trozos de varios de sus films y los comentarios, no siempre elogiosos, de algunos de sus colaboradores.
Se hace notable el rencor de Donald Sutherland, protagonista principal de Casanova, por el trato "de marioneta sin voluntad propia" que le prodigara el siempre excesivo Fellini. El inolvidable partenaire de Jane Fonda en Clute, el tan desagradable como irremplazable "secundario" del Novecento de Bertolucci, es incapaz de ocultar aquí su más que expresivo desagrado frente a las minuciosas y muy explícitas indicaciones de Fellini para algunas escenas orgiásticas del filme. Según Sutherland, el autor de La dolce vita y Amarcord era un personaje que luchaba constantemente contra su natural inclinación hacia la superficialidad y el despilfarro.
Sin desmentirlo en cuanto a la calificación titiritera, el director de La Strada sí lo hace cuando confiesa un cariño casi paternal por sus actores, esos seres frágiles que se entregan a él devotamente, casi sin oponer resistencia. Encendido admirador de Picasso, a quien reconoce como su modelo artístico, Fellini asegura vivir en un mundo de luces y sombras, donde todo lo que lo rodea son manchas de color indefinidas que sólo adquieren forma precisa durante el proceso creativo.
El siempre medido, diplomático Terence Stamp -recuerdo haber desayunado en la mesa contigua a la suya en un bar cercano al mercado payés de Ibiza; él inmerso en la lectura de un diario londinense, oculto su salvaje erotismo sesentero (Teorema, El coleccionista) tras un atuendo blanco de ciudadano inglés de vacaciones en un lugar salvaje; yo impactado por aquella imagen desoladora, tan alejada de la cinematográfica, con una actitud y un vestuario anacrónico que ni siquiera excluía las sandalias trenzadas con zoquetes de hilo debajo- cuenta cómo le describió Fellini en una primera entrevista preparatoria del filme, su personaje de Toby Dammit en Historias extraordinarias (Histoires extraordinaires - Spirits of the Dead), un producto algo olvidado donde Louis Malle, Roger Vadim y el director italiano compartieron un cartel singularmente ecléctico y supuestamente comercial, ilustrando tres historias dramáticas de Edgard Allan Poe:"Imagina que llegas de un largo viaje en avión despues de una orgía multitudinaria de alcohol, sexo y drogas en la que has estado follando a una bella mujer oriental mientras un negro superdotado te daba por atrás. Desciendes del aparato medio dormido, ausente, muy colocado, a un aeropuerto desconocido en el que te esperan reporteros, paparazzis, fans, y con la intención de sobrellevarlo mejor te tomas una pastilla de acido lisérgico".

Por aquellos tiempos una entrevista televisiva como la de la escena siguiente sonaba a ciencia ficción. Hoy nos asombra la inteligencia y profundidad de estos reporteros fellinianos casi tanto como las cáusticas respuestas del famoso entrevistado, aparentemente ajenas a los cada día más manipulados, y manipuladores, medidores de audiencia.

viernes, octubre 22, 2010

Patrick Blanc, la felicidad es verde


Viernes ansioso.
Lo real lacaniano irrumpe torpemente haciendo trastabillar mis siempre algo inseguras certezas.
Red Bull nos creó alas, nos permitió volar. Ahora, hoy mismo, la otrora prestigiosa compañía Air France corta con un gesto torpe cualquier posibilidad de vuelo.
Gritaría ¡merde! en sus malditas jetas para salpicarlas con el color del desconsuelo... si no fuera porque podría confundirse con un deseo de buena fortuna, de suceso, de éxito y aplausos. Sintiéndolo mucho, no puedo desearles nada de todo esto.
Este Viernes no es Verde, salvo porque, a pesar de todo, conservo la esperanza de un final feliz. ¿Dónde está la maleta en la que, entre otras muchas cosas materiales, iba también la llave de un sueño, monsieur Sarkozy?
Gracias desde ya, con ilusionada anticipación, por devolverla. Nos la merecemos. Tanto como usted y sus compatriotas merecen un futuro sin sombras, tintado con el verde vertical y verdadero de la siempre erguida y auténtica felicidad.

The private jungles of Patrick Blanc from Jotaeme on Vimeo.

lunes, octubre 18, 2010

Mario Vargas: Losa contra/sobre Foucault



El viernes pasado fui invitado por el Casal Lambda para hablar sobre mi país natal, Argentina. En realidad la gente del Casal quería que me centrara especialmente en el antes y después de la aprobación de la Ley de Igualdad de Derechos entre heteros y homosexuales, en los cambios posibles a raíz de la promulgación de esta ley, y si, de existir estos, eran muy evidentes.
Llevaba conmigo unas veinte carillas escritas que pensaba leer si el público asistente no me demostraba cansancio o, simplemente y sin más, abandonaba la sala con gesto de aburrimiento y desagrado.
Los papeles quedaron sobre la mesa, porque cuando Joan Sebastian, organizador de estos polifacéticos Viernes del Casal, lanzó sin demasiado preaviso sus dos primeras preguntas, cogí el hilo del discurso, -no se si llamarlo espontáneo por haberlo hecho sin apoyaturas escritas- y no lo solté hasta que, hora y pico después, me anunciaron que debíamos despejar la sala y pasar a otro espacio donde servirían la cena a la que también había sido invitado.
Dado que estaba pensado como un introito anómalo, un hors d'oeuvre que no encajaba fácilmente en el tema central de la charla, antes de pasar a la mesa leí el corto texto que publico a continuación, escrito momentos antes del encuentro.



El homeópata catalán que me atendía hace unos años (¿cómo eludir una consulta con el Doctor Pros cuando nos sentimos rodeados de inumerables contras?) pretendía que yo, una auténtica personalidad pulsatilla, siempre algo dada al ensueño y a la melancolía, aceptara el carácter, según él impermanente, de las cosas.
No terminaba de entender, o yo no sabía dejárselo claro, que en realidad podía comprender desde muy pequeño que “lo nuestro es pasar”, pero sin embargo no lograba aceptar internamente, sorteando esa irremediable y profunda pena, que la realidad fuera así, porque en ese pasar, en esa provisionalidad, en esa impermanencia de las cosas, se perdían algunas de ellas muy queridas.
Los seres humanos somos muy afectos a acumular recuerdos. Lo hacemos en la memoria, pero también en cajones, estantes, novelas, diarios personales y ahora, en estos tiempos de informatización y ordenadores personales, en blogs y páginas de facebook.
Una de las enfermedades de la época, también una de las más temidas, es sin duda alguna el alzheimer.
Será porque si perdemos los recuerdos lo perdemos todo, definitiva y fatalmente.
Jorge Luis Borges, uno de los grandes poetas de la lengua castellana, dijo alguna vez, y sé muy bien que me repito citándolo,“si algo no existe es el olvido”.
O era demasiado optimista, cosa que dudo y él mismo se ha encargado de negar más de una vez, o simplemente estaba hablando de su propia capacidad de recordar, tan memoriosa como la de su personaje, Funes.
Yo lo recuerdo a él ahora porque el mismo día que el escritor peruano-español Vargas Llosa se ganó el Premio Nobel, un ilustrador de periódico llamado Erlich, dibujó al escritor argentino sentado en una nube, provisto de alas, su bastón de ciego y preguntándose:
“¿No era que a mí nunca me otorgaron el Premio Nobel por ser de derechas?”
Mientras alguien mostraba excelente memoria, muchos diarios progresistas parecían haber olvidado que Vargas Llosa se presentó como candidato a presidente de su país con un programa que no era precisamente de izquierdas, dedicándole páginas y páginas de elogios y ensalzándolo como si fuera un auténtico Mesías, el letrado y omnisciente Salvador de nuestra humanidad y nuestra lengua, ambas siempre al borde del abismo.
Pocos días después, para corroborar su bien nutrido currículum de burgués medio, defensor de la familia tradicional y de las buenas costumbres, el nuevo Nobel de literatura se presentó en una Universidad de Estados Unidos con una conferencia en la que defenestró el recuerdo y la trayectoria del filósofo francés Michel Foucault, acusándolo de que, en vez de buscar la sabiduría en las bibliotecas y los libros, lo hacía en los saunas y bares gays de San Francisco (sic).
¿Olvidaremos por causa de su ahora premiada homofobia (¿cómo se puede entender, sino como homófoba, esta mención ramplona y desvalorizadora de las actividades privadas del filósofo francés?), por su indudable y menos refulgente resentimiento “intelectual” (¿qué estaba haciendo usted, señor Vargas “Losa” en Mayo del 68?), por esta amarillista y descalificadora mirada sobre la vida de alguien que, como Michel Foucault, aportó toda su calidad intelectual a los debates abiertos sobre “las otras sexualidades”, que luchó comprometidamente por la aceptación de la igualdad de derechos y donó pensamiento y palabra a los combativos movimientos gays de(sde) finales de los años sesenta?
¿Podrá la fuerza calculadora de este premio tan mediático como manipulado(r), sepultar para siempre a Foucault entre los escombros desechables de los años ya pasados, como si se tratara de una marca más de ropa, de una nueva dieta infalible o de una línea de cosmética milagrosa, día a día presumiblemente superada por otra que lo es aún más?
No se si esto viene a cuento, pero como los días se suceden y ya hace más un mes que fui invitado a darles esta charla, mis intereses van cambiando de lugar… o voy aceptando gozosamente otros que anteayer no tenía.

He venido aquí para hablarles de Argentina y su nueva ley de igualdad, no me confundo. Este introito de último momento, aupado a las últimas noticias del último periódico, sólo me sirve para no olvidar, intentando al mismo tiempo que tampoco olviden ustedes, que el señor Vargas Llosa no es un gay friendly y que su concepto de la seriedad intelectual, de la praxis y el compromiso, elude cualquier posibilidad diferente a la que pueda prestar un libro cualquiera, a ser posible lujosamente encuadernado.

Dibujos de David Levine y Matt Groening

jueves, octubre 14, 2010

Fugaz Belleza


La descubrió de pronto, mientras tonteaba aburrida entre las plantas de una enorme florería cercana a su casa. Iba allí como quien entra sin ninguna devoción a una iglesia vacía: para cargarse de silencio y belleza, para impregnarse de colores y aromas que no le eran habituales, para compartir una mística imprecisa que, aún sin comprenderla totalmente, la atraía siempre.
"Amarillys", leyó en el pequeño cartel que acompañaba una hilera de bulbos sin flor y recordó a una actriz de su infancia a la que no pudo poner rostro. Amarilis Carrié...¿qué sería de ella?.
-Este bulbo, ¿dará flores?, preguntó al vendedor que se acercó a atenderla.
-Por supuesto... Mire aquí: tiene dos varas. Cuando se abran los capullos será realmente precioso.
Podía creerle o no. Ni siquiera recordaba cómo era aquella flor de nombre rebuscado, aunque sin saber por qué, no podía pensarla en ningún tono de amarillo. Finalmente el precio, cinco euros, y la esbeltez de los tallos y las hojas verde fresco la convencieron más que un hipotético futuro florecido al que ni siquiera podía dar color.
Había imaginado aquellas anchas cintas verdes sobresaliendo de un gran vaso de cristal transparente que tenía en su casa, así que volvió a ella más ilusionada, cuidando que las hojas llegaran sanas a su destino. Puso el bulbo con su pequeña maceta de plástico dentro del vaso de cristal y les agregó agua. Al día siguiente, nada más levantarse, vio con alegría que los capullos empezaban a despuntar en rojo.
Durante dos semanas la planta siguió regalándole flores de un color tan luminoso y vibrante como para teñir con sus reflejos de fuego todo lo que la rodeaba. También su corazón, que hasta la llegada de Amarillys estaba gris de tristeza, opacado por la melancolía, robó para sí un poco de aquella vitalidad vegetal sin excusas ni explicaciones, de una gratuidad sin más, casi insultante.
"Florece porque está programada para ello. Ese es su destino."
Se preguntó si el suyo sería simplemente languidecer; viva, sí, aunque sin flores restallantes que iluminaran el paisaje. Había dejado atrás un sueño tan gratificador e inesperado como aquella floración, para regresar a su cálida, placentera, aunque también previsible y rutinaria, realidad cotidiana.
Miró a su gato, que dormía plácidamente sobre un sillón antiguo de desgastada pana marrón. Como él, aunque por propia decisión, había cambiado el riesgoso placer de la aventura por la tranquilidad sin sobresaltos de la vida doméstica.
Se miró las manos con resignada tristeza. No le crecerían flores, de eso estaba bien segura, sin embargo, muy poco tiempo atrás, aquellas mismas manos habían despertado fuegos tan intensos como para iluminar más de una vida.
Se estremeció de arriba a abajo como queriendo sacarse de encima una piel molesta, desgastada y en desuso. Un segundo después corría hacia su cuarto para revolver ansiosa el cajón donde guardaba los cosméticos. Mientras esmaltaba con un rojo furioso de Revlon sus uñas cortas, habitualmente pálidas, una sonrisa que de puro extraña resultaba felina, comenzó a dibujarse en sus labios entreabiertos, en sus ojos otra vez esperanzados.

Foto de Richard Avedon

sábado, octubre 09, 2010

Buenos Aires, viejos libros









La plaza Armenia y la Cortázar-Serrano concentran gran parte de la actividad comercial del borgiano, turbio y cuchillero barrio de Palermo, reconvertido ahora en el colorido, comercial y turístico Soho bonaerense.
Comercios modernos, refinados y caros, bares de todos los tamaños y enormes restaurantes -restós dicen los porteños- de impecable diseño, más la presencia, como en casi toda Buenos Aires, de artesanos verdaderos y supuestos que, junto a una incalculable cantidad de vendedores callejeros de chucherías varias, esperan a sus eventuales clientes charlando de puesto a puesto o desparramándose ordenadamente junto a sus mercaderías por las anchas aceras, conforman el paisaje, trajinado aunque nada ruidoso, de toda esa zona.
La tarde del último siete de septiembre, mientras buscabábamos por el que durante dos meses fuera mi barrio un lugar donde festejar, comiendo opíparamente, el cumpleaños número veinticinco de AM, nos cruzamos con una mujer delgada que arrastraba parsimoniosamente, sin demasiado esfuerzo aparente, un gran carro repleto de libros usados.
Como siempre vemos en primer lugar aquello que estamos esperando ver o ya hemos visto antes alguna otra vez, estiré sin pensar el brazo para sacar de entre el ordenado barullo de aquella auténtica biblioteca rodante, un volumen de Remedio para melancólicos , brillante recopilación de cuentos cortos del infatigable Ray Bradbury.
Era la primera edición castellana de ese título en la editorial Minotauro, propiedad del para muchos mítico Paco Porrúa, auténtico descubridor del primer, aún joven, García Márquez. Como si todo tuviera un sentido que no alcanzo a descifrar, por aquel barrio de Palermo, a pocas calles de donde estábamos, vive ahora un auténtico gallego de Galicia: Marcial Souto, coruñés de las cercanías de Betanzos, amigo personal de Bradbury y traductor de gran parte de su obra, aunque, y lo corroboro buscando entre sus primeras páginas, no precisamente de este libro, traducido a dúo por la inolvidable, deliciosa, ya desaparecida Matilde Horne y el mismo Porrúa, camuflado una vez más bajo uno de sus muchos seudónimos.
La mujer que arrastraba el carro, y vuelvo nuevamente a ella, tenía el cabello largo hasta los hombros, blanco de canas y apenas recogido tras las orejas con la ayuda de una "vincha" ("diadema" las llaman por aquí, aunque a mí me suena bastante principesco, un poco demasiado cursi). Esta era bastante estrecha y también blanca, de punto. Junto al abrigo de color camello, la bufanda borravino algo desteñida, la piel clarísima y los rasgos afilados de judía centroeuropea, la estrecha vincha blanca otorgaba a la mujer un aspecto fuera de lugar, algo anacrónico, casi de otra época.
Personaje secundario de una película de los cincuenta sobre la resistencia francesa, cuando sumergió la mano entre sus libros imaginé que iba a sacar un arma, o tal vez esa granada que explotaría poco después contra las odiadas fuerzas de ocupación alemanas.
-Si se lleva ese, le regalo este otro.
En su mano derecha estaba ahora "Más que humano", la novela de Theodore Sturgeon que iluminó mis ilusiones y fantasías entre los dieciséis y los diecinueve años.
-Se ve que a usted le gustan mucho los libros. En casa tengo cientos y quiero deshacerme de la mayor parte de ellos. Ya estoy vieja, no puedo cuidarlos. Apenas si doy abasto con mi cuerpo y mi gato.
Le doy los cinco pesos que me pide mientras acerco los dos volumenes a mi pecho como si fueran dos reencontrados juguetes de la infancia.
Hace mucho, demasiado tiempo que no releo estos libros, sin embargo puedo recordar de qué tratan. El cuento que da título al de Bradbury, otorga al amor que no desdeña la sexualidad categoría de remedio infalible para los desfallecimientos melancólicos. El de Sturgeon habla sobre la ética, el compañerismo y las diversas, e inexploradas, posibilidades de relación entre los seres vivos.
Serán otro buen regalo, imprevisto, casual, yo diría que también algo mágico, para el joven amigo que va a mi lado.

Lo repito otra vez: hay mucho más que buena carne, descontento e inseguridad en esta enorme, inabarcable, no sé si misteriosa ciudad de los Buenos Aires.
Todas las fotos que ilustran esta nota son de Dante Bertini.

lunes, octubre 04, 2010

tres tipas tristes


pequeños crímenes de amor...
esta es, señoras y señores, la película que me hubiera gustado hacer a mi alguna vez:
tres tipas tristes;
tres actrices que se parecen entre sí, que se mueven en una línea de actuación similar;
tres mujeres solas buscando su razón de vivir.
Como dice Zizek con nuevas palabras, como dice una antigua canción con las palabras de siempre:
el amor es algo mágico que asusta,
que hiere pero que gusta,
naranja pero limón...

Todos los seres que aparecen en este filme son oscuros y solitarios. Apenas magnificados por el ojo amplificador de las cámaras, por el achinado ojo sabio de quien sabe desprenderlos de su contexto gris, opaco, desabrido, para contar sensiblemente sus historias sin grandeza, aparecen como insectos atrapados en una escenografía luminosa y colorida que les brinda esa luz que no tienen (en) sus vidas.
Cercano y minucioso, Won Kar Wai mete a estos tipos del montón, a estos personajes que no le pertenecen del todo, en una estrecha pecera barroca de restaurante chino, en una caja de cristal trasparente, en la falsa escenografía verdadera de los bares, las carreteras, los casinos, las ciudades de hoy.
Son poco más que una parte del paisaje estas tres mujeres tristes.
Veladas, semiescondidas, ausentes; insaciables buscadoras del amor fuera de sí, de la pareja que las complete, que las alimente, que les de una razonable razón para vivir. Rasgando con dolor los edulcorantes velos de la complacencia, intentan conseguir esa compañía mágica que les conceda una llave maestra para abrir la puerta de lo permanente y, luego de hacerlo, poder no cerrarla por nunca jamás, jamás, jamás.
Simplemente para permanecer allí, protegidas del temible desierto exterior y los pavorosos infiernos propios.

Veánla, no se la pierdan.





POSDATA: recibo un volumen de la Antología Poética en homenaje a José Luis Giménez- Frontín editada por Puerta del Mar, Málaga, y recopilada por Jesús Aguado y José Ángel Cilleruelo. En la página 17, el poema que escribí al día siguiente de su muerte. Hoy mismo, la Comisión de Cultura de ACEC aprobó la obra en bronce que he diseñado para el premio anual que llevará el nombre de mi, nuestro, inolvidable amigo José Luis.

jueves, septiembre 30, 2010

Love con V


Me encuentro con un amigo adorable y me cuenta una brevísima y divertida historia en forma de diálogo.
Como además de ponerme al día con los trabajos habituales -bastante descuidados durante casi dos meses- estoy escribiendo para una charla sobre Argentina, el mundo gay porteño, antes, durante y después del kafkiano Proceso militar, y los cambios sociales producidos a partir de la nueva ley de Igualdad Matrimonial promovida por el gobierno de Cristina Kirchner (viernes del casal Lambda, el 15 de octubre a las 19.30 horas) no puedo detenerme demasiado tiempo en un post más sustancioso. Por tanto transcribo, con el permiso de mi, lo repito, adorable amigo, las dos líneas de diálogo que lo tuvieron como protagonista secundario.
Sabrán perdonar... Ustedes, no menos adorables, siempre lo hacen.

- Dime que me quieres...Nunca me lo dices. Me gustaría saber si realmente estás enamorado de mí. ¿Me amas de verdad?
- Sabes que odio las declaraciones de amor. Prefiero demostrártelo con hechos. Dame unos minutos... Tomo una Viagra y vuelvo.


ilustra: foto del actor Burt Lancaster en su juventud, mostrando alegremente las pelotas. Autor desconocido.

sábado, septiembre 25, 2010

¿Nobody Wins?


El tren pasa por la desértica meseta aragonesa. Más blanca que la arena, la tierra se extiende en dunas suaves mechadas de arbustos bajos de color verde oscuro.
Demasiado reciente el viaje a Argentina, recuerdo los altos fresnos bordeando el camino a Mercedes, las pitas y los tilos de La Plata, los ficus de maceta convertidos en árboles robustos que cruzan de acera sus ramas por las calles amplias del pluri-apellidado (Soho, Hollywood, Sensible) barrio de Palermo.
El servicio Preferente del AVE incluye periódicos, toallitas húmedas para limpiarse las manos y un tentenpié somero y agradable, con jamón y queso, tortilla de patatas, café, bombones, zumos.
Los diarios dan cuenta del premio especial de San Sebastián a la actriz Julia Roberts. Es evidente que las estrellas brillan más a la distancia, cuando no alcanzamos a ver sus accidentadas geografías. Me encanta esta mujer hipnótica, aunque tal vez me falte fanatismo para ignorar sus, para mí, notables deficiencias.
No debería usar minifaldas que la obliguen a cruzar las largas piernas desde el mismísimo nacimiento de estas, disimulando unos muslos demasiado delgados, bastante poco firmes. Y, aunque la distancia entre las comisuras de sus labios estará especificada centímetro a centímetro en los millonarios contratos que acostumbra firmar, podría sonreír más relajadamente, evitando que el gesto se convierta en una mueca estereotipada, superficial, poco creíble. Quizás sea imposible sonreir de la misma manera a los veinte y a los cincuenta años, de la misma forma en que es injusto pedirle a Woody Allen (née Allan Stewart Königsberg) que se ría, y nos haga reir, como en épocas pasadas, cuando la vejez y la parca eran para él sombras atemorizadoras, pesadillescas, aunque todavía suficientemente lejanas.
En su última película, You Will Meet a Tall Dark Stranger, una comedia según dicen las crónicas, todos los supuestos gags están teñidos de melancólica, letal tristeza. Casi una ilustración animada de Nobody Wins, la tan pegadiza como oscura canción de Elton John.
Yo sin embargo creo que algunos seres privilegiados ganan siempre.
Al menos mientras están sobre la tierra, gozando de total, casi absoluto poder, vivitos y coleando, que diría mi madre, ¿cuantos afortunados triunfan a costa de otros muchos que no lo serán nunca: arrebatándoles, engañándolos, manipulándolos, estafándolos sin ningún miramiento, sin la más mínima piedad?
Inclusive hay quienes, llamándose progresistas, sensibles, liberadores, pueden votar con aparente convicción por la abolición de unas torturas mientras hacen la vista gorda sobre otras.
Para poner un ejemplo cercano, presente como noticia secundaria en el mismo diario que leí en el tren: algunos políticos catalanes pueden decir no a las sangrientas corridas de toros y sí a los toros embolados, dejándonos con una duda ardiendo sobre nuestros propios cuernos de vulgares mamíferos engañados:
¿será que las atrocidades propias, los suplicios de "la terra nostra", siempre son inocuos, duelen menos?


www.dantebertini.com

martes, septiembre 14, 2010

+ parole, palabras, words...


Cuando tenemos la fortuna de vivir momentos especiales -una fortuna que depende en gran medida de nuestra capacidad para provocarlos- no nos basta con archivar esos momentos en la memoria, siempre olvidadiza, tan frágil y perecedera como nosotros mismos.
Por esto tal vez necesitamos almacenar pruebas; no vaya a ser que con el tiempo los olvidemos, desaparezcan con nosotros o simplemente nadie crea que los hemos vivido.
De allí la proliferación de esos negocios que inventan y venden cientos de objetos inútiles a los que mal llaman souvenirs; estúpidos y ajenos recuerdos para los que son incapaces de crear algunos propios.
Volver de París con una torre Eiffel de plástico en miniatura, es como ir a un banquete palaciego y probar solamente el sabor de los palillos escarbadientes. Si la he observado bien, minuciosa y sensiblemenet, si me he paseado un buen rato bajo sus férreas estructuras, ¿de qué puede servirme la patética réplica enanizada?
Cuando se trata de compartir emociones con aquellos que no nos han acompañado, un boleto cualquiera de metro unido a una anécdota interesante, la narración emocionada de un hecho que nos ha impresionado de forma especial o la descripción de una fugaz visión deslumbradora, serviría para transmitir al menos algo de la experiencia vivida a todos los que no hicieron el viaje con nosotros. Y si no se nos dan bien las palabras o las emociones vividas nos han dejado absolutamente vacíos de ellas, las máquinas fotográficas siempre pueden ayudarnos en nuestros safaris incruentos en pos de inmarcesibles, digitales recuerdos. Basta disparar apuntando bien a nuestro objetivo -más de una vez si no confiamos demasiado en nuestra puntería- y podremos volver a casa con la mochila llena de estupendas muestras de nuestra exitosa cacería.



Como mi alma viaja más lentamente que los aviones de Aerolíneas Argentinas, camino por los alrededores de la casa que habito tratando de reencontrar mi vida bonaerense en la ya otoñal, lluviosa Barcelona.
No hay ningún florista en la esquina fabricando sus ramos multicolores de cada mañana: con la concentrada parsimonia de un artesano minucioso, con la atención suficiente como para levantar la cabeza y lanzarte un saludo acompañado de una leve sonrisa cuando pasas a su lado. En el fragmento de Ensanche que habito hay, eso sí, varias panaderías, pero en ninguna te ofrecen pebetes integrales, suculentos sandwiches de miga ni crujientes galletas de campo. Existen también varios comercios atendidos por familias chinas, pero no se dedican a lavarte la ropa sucia en pocas horas, ofreciéndote además un rociado superficial con un evanescente perfume de rosas. Hay que cambiar el chip, dicen algunos. Estoy en ello, pero mientras tanto me faltan, extraño, un buen puñado de cosas bastante menos anecdóticas, aunque aún no es tiempo para hablar de ellas. Necesito ordenar mis archivos, desarreglados y revueltos por las turbulencias del cruce atlántico.



Mientras tanto, Buenos Aires ha pasado a ocupar otro cajón distinto al que ocupaba hasta ahora en mi memoria; menos caótico, abigarrado y confuso, más ordenado y cercano.
Cuando te enfrentas a tus fantasmas y los vences -o al menos puedes pactar una tregua con ellos- sientes de forma muy clara que eran solamente, ¡y no es poco!, fantasmas de otros tiempos. Entonces, vaya magia inconsciente, se te aligera el pensamiento y el corazón puede permitirse sentimientos nuevos.
Dan ganas de cantar, bailar, abrazar al mundo.
Sin embargo no lo hago. Educado, prudente, juicioso, prefiero sentarme frente al ordenador y escribir este post para los amigos que no viajaron conmigo. Espero que este paisaje aquietado y doméstico no me haya hecho recobrar esa estúpida somnolencia que muchas veces confundimos con cordura.


A propósito: ¿alguien me podría decir si cordura, cordel, cordón, tienen la misma raíz etimológica?


Mi retrato, "dos pavas", por Diana Goldman. Todas las demás fotos (cartel callejero, el bulín de Baires, dos Tigres, Puerto Madero al mediodía) son de Dante Bertini.

viernes, septiembre 10, 2010

de Palermo a l'Eixample: por la vuelta




Llegué a las modernas y bien cuidadas instalaciones del aeropuerto de Barcelona a las 17.45 de ayer, después de un vuelo atroz de casi trece horas. Matizo mi calificación de atroz. Resulta serlo que metan a tantas personas en un lugar tan pequeño y, como si esto fuera poco, te muestren con absoluto desparpajo que gastando unos cuantos miles más puedes viajar como en realidad debería viajar todo el mundo: cómoda y relajadamente.
¿No sería preferible no enterarse? ¿No resultaría menos agresivo que los pobres -no tanto desde ya, teniendo en cuenta que mi pasaje me costó casi 2000 euros- no tuviéramos que pasar por la clase preferente -espaciosa, despejada, mejor mantenida- para hundirnos después en ese otro ámbito de ocho asientos por fila, pasillos donde solamente puede pasar, de estricto semiperfil, una persona por vez y cuartos de baño escasos y no demasiado higiénicos?
¿No temen un motín a bordo? ¿Trabajan acaso para las empresas farmacéuticas, fabricantes y expendedoras de calmantes/dopantes/ansiolíticos?
Desde hace mucho tiempo sostengo que los viajes se han convertido en evacuaciones forzosas en las que el único placer consiste en saberse sano y salvo al final de ellas y donde todos los preparativos previos hasta el ingreso al medio que va a transportarnos, incluyendo manoseos psicofísicos de todo tipo, están perpetrados para que no pensemos en que vamos a volar durante varias horas hacinados como pollos o cerdos rumbo al matadero, y que la seguridad tan asegurada, sólo la pone algún Ser Supremo contratado al efecto.
Varias horas después de mi llegada todavía no he tomado una ducha para sacarme todo ese mal rollo de encima. Temo que al hacerlo me quite también la piel porteña, compañera inseparable de estos dos pasados meses. Tierna, sensible, rejuvenecida, transparente, me ha permitido respirar los viejos aires nuevos de la fascinante Argentina. Volví a ella después de diecisiete años -tengo sobrinos mucho menores que la edad de mi ausencia- sin frentes marchitas ni canas en la sien. Algunos dirán que miento. Me conocen de cerca y saben muy bien que de todo ese maquillaje tanguero hay bastante en mi exterior. Sin embargo yo puedo asegurarles que no hubo ni un rastro de envejecimiento en mi espíritu otro, viajero desconocido hasta para mí mismo, el actual escribiente. Argentina me recibió, como una buena y cariñosa Patria Madre, con una espléndida noticia: la aprobación de la ley igualitaria que permite el casamiento entre personas del mismo sexo. Para corroborar su buena leche, me despidió con otra igual de importante: los vecinos ganaron el pleito que no permitía al intendente Macri convertir el precioso parque de Avenida Las Heras en un aparcamiento subterráneo. Las vallas que anunciaban con absoluto e insensible descaro la próxima destrucción del frondoso lugar, fueron quitadas unos días antes de mi partida y de inmediato la gente volvió a pasear sus perros, sus periódicos, sus libros o simplemente su relajada soledad, bajo lo árboles reverdecidos por la cercana primavera.
Todavía no es tiempo de balances. Necesito dormir más, aclimatarme.
Mi primer encuentro fue con Jorge, compañero leal, infatigable. Mi primera salida fue para devolver las llaves del piso Soho-palermitano donde pasé los últimos dos meses; casi una excusa para charlar con una pródiga e inteligente amiga.
De camino hacia su casa atravesé el pasaje Mercader. Donde antes había un pequeño jardín con gatos, palmeras y plantas diversas, algunas de flor, manos oficiosas han dejado solamente un olivo y tres o cuatro cycas. Previsores, como para ahuyentar también a las hormigas, los hacedores del reordenamiento paisajístico han tapizado el suelo con una moqueta de plástico que imita al antiguo y desaparecido césped.
Espero que los pobres gatos, alimentados por los clientes de la cercana clínica psiquiátrica, hayan podido huir a tiempo.


En mi mismo vuelo, en mi misma clase, viajaba Pascual Maragall, el antiguo alcalde de Barcelona. Tiene a su hija Airy en Buenos Aires, casada con un arquitecto argentino. Si lo acompañaban guardias de seguridad deben ser muy profesionales: parecía ir solo. Lo descubrí cuando estaba en el corralito que armaron los responsables del aeropuerto de Buenos Aires para desahogo de fumadores empedernidos. Dejo constancia con una foto algo movida, tomada con los nervios del viaje, con el cansancio de la espera.



Todas las fotos (autorretrato en vuelo, aeropuertos, Federico me quiere en casa) son de Dante Bertini.