sábado, noviembre 16, 2013

NORMA ALEANDRO: MASTER CLASS


Hace años, cuando la madre de Jorge nos mandaba revistas argentinas cada quince días para que no perdiéramos los lazos con nuestro país de origen, me enteré de que Norma Aleandro iba a estrenar una obra de teatro donde personificaba a María Callas. Llevaba años sin ir a Buenos Aires, pero en aquel momento tuve ganas de tomar un avión y llegar a tiempo para el estreno de aquel acontecimiento, para mí, trascendental.
La había visto en una Hedda Gabler escalofriante poco antes de partir hacia Europa. Dirigida por Alberto Ure, en el elenco estaban también Blanca Lagrotta, Emilio Alfaro, Roberto Durán, Leonor Manso y Heddy Crilla, actriz sutil e inolvidable maestra de actores.
La puesta rompía los cánones clásicos y jugaba con un diálogo discordante entre la acción y la palabra. El texto de Ibsen se respetaba con casi absoluta fidelidad, pero los actores, mientras lo decían, desplegaban técnicas más propias del teatro descarnado y violento de Grotowski. Un tour de force del que todos los intérpretes salían airosos y el público trastocado por la fuerza estallante de una puesta en escena memorable, única, auténticamente revulsiva.
Cuarenta años después, esta mujer increíble vuelve a emocionarme encarnándose en una María Callas terminal, vieja leona que, aunque triste y solitaria, conserva todas las garras y el genio necesario para usarlas sin remilgos ni arrepentimientos.
La esperé a la salida, como solíamos hacer, y con toda seguridad aún siguen haciendo, los fans porteños con sus admirados ídolos. Quería verla de cerca y recordarle que mucho antes del estreno de su Hedda Gabler, había visitado mi pequeño apartamento de la calle Chacabuco, primer piso sin ascensor, en el porteñísimo barrio de San Telmo.
Estábamos con algunos amigos, como cada día, cuando sonó el teléfono. Sería cerca de la medianoche, y aunque éramos porteños, jóvenes y bohemios, nadie se atrevía a llamar a aquella hora a una casa que no fuera la suya, salvo que lo hiciera para dar alguna muy mala noticia. Para nuestra sorpresa era Néstor Tirri, por esos tiempos ayudante de dirección de David Stivel. Me preguntaba si me divertía que viniera a casa para festejar que Israfel, de Abelardo Castillo, (un particular biopic de Edgard Allan Poe) había ofrecido su última función de la temporada aquella misma noche. Dije que sí, sin suponer que nuestro amigo vendría acompañado por parte de la compañía, entre ellos el actor principal, Alfredo Alcón, quizás el más prestigioso de la Argentina, y la por entonces pareja de éste, Norma Aleandro, una actriz de casta, hija y hermana de actores. La visita inesperada se convirtió en una fiesta concurrida y, un poco a nuestro pesar, escandalosa.
Mi vecina de arriba era una cordobesa amable y soportaba con estoicismo nuestra música, charlas y discusiones hasta altas horas de la noche, sin embargo el zapateado flamenco y los olés de mis invitados eran un plus excesivo para cualquiera. Cuando sonó el timbre supe en seguida que era ella y le pedí a Alcón que la atendiera. Una estrategia para alivianar los posibles reproches. La treta tuvo un resultado absoluto. Mi vecina, embobada, terminó disculpándose por la irrupción, pidió permiso al actor para darle un beso en la mejilla y divulgó, por el edificio primero y por todo el barrio después, que nosotros éramos personajes de incógnito que se codeaban con grandes estrellas del cine, el teatro y la televisión.
La otra noche, todavía emocionado por su actuación en Master Class, recordé esta visita a Norma Aleandro, sabiendo que con toda seguridad no se acordaría de una anécdota tan poco trascendente.
Me miró con ternura y dijo: "¡Pero si éramos unos niños!", y enseguida, cambiando el tono y la expresión de su mirada, agregó: "Alfredo está muy malito. Ruega por él".
 

martes, octubre 22, 2013

CUALQUIER DOLOR DE CABEZA...


 
"El suizo Weber fundó en el año 1910 la agencia de publicidad Exitus e importó a Buenos Aires dos calificados artistas gráficos. El farmacéutico Suárez Zabala, dueño del laboratorio que en la Argentina procesaba aspirina con la marca Geniol, era un cascarrabias a quién los excepcionales dibujantes de Exitus, Lucien Achille Mauzán y Gino Bacasille, no lograban complacer.
Cansados de que el industrial les rechazara todas las ideas y suponiendo que ya lo habían perdido como cliente, decidieron vengarse. Realizaron una caricatura del empresario donde este lucía de perfil con su cráneo sembrado de clavos y tornillos, el lóbulo de una oreja comprimido por un clip metálico y su nariz atravesada por un alfiler de gancho. A pesar de tales tormentos, el personaje sonreía con placidez.
Cuando Suarez Zavala vio el dibujo, en lugar de indignarse festejó la creación y exigió que se utilizara esa caricatura como publicidad de su producto.
Corría el año l925 y había nacido del lápiz de Mauzán la cabeza más icónica de la publicidad argentina."
Acento más o menos, palabra más o menos, esta información la extraje de la red. El blog del MUDI, museo bonaerense del dibujo y la ilustración, atribuye la anécdota al humorista argentino Lorenzo Amengual.
Para mí esa cabeza, que en muchas farmacias adquiría presencia física y volumen evidente, de escultura simbólica o busto patriótico, tiene resonancias casi míticas, todas ellas ligadas a mi infancia en la ciudad de Buenos Aires y, mucho más concretamente, a mi barrio natal, Almagro.
Gracias a la testa caricaturizada de Suárez Zabala y a un pegadizo, simplón, familiar jingle (ya nadie usa esta palabra inglesa tan descriptiva), en ninguna casa de familia faltaban las aspirinas del señor  Suárez Zabala. 
Quizás porque, como decía la cancioncilla publicitaria con aires de cueca o chacarera:
 
Venga del aire o del sol, 
del vino o de la cerveza,
cualquier dolor de cabeza
se quita con un Geniol. 
 
Así sea.

sábado, octubre 12, 2013

procrastinando : PROCRASTINANDO


Tendría que escribir un libro, un best-seller a ser posible, para lograr a través de él la fama, el dinero y las relaciones de alto rango que, según se supone, te harán inmensamente feliz.
Sin embargo, como me aburre sentarme a escribir hora tras hora hasta finalizar un volumen con suficientes páginas, suficiente tema, suficiente interés, para luego, una vez terminado, corregido, revisado, impreso, encuadernado, ocuparme de que alguna editorial se interese por él, lo edite, lo difunda, lo publicite, lo distribuya, logre que el periodismo lo apoye, las librerías lo pongan sobre las mesas de novedades en un lugar muy visible, y, como colofón de toda esta cadena de esfuerzos y buenas intenciones, conseguir que la gente lo compre sin discutir el precio, convencidos de que su satisfacción personal no puede ser completa (¡ja!) si no permite que sus ojos transiten por las páginas del que ha sido considerado unánimemente por el público lector y la crítica especializada como "el libro más importante de las últimas décadas"...
¡Uf, qué agobio! Como diría el Bartleby de Melville: "Prefiero no hacerlo".
Entonces aplazo la labor; dejo semejante tarea propia de supermanes para un momento más propicio y enciendo la tele, riego las plantas, acaricio a mi gato, me enchufo a internet, hago dibujitos que nadie me obliga a hacer -ni siquiera mi insoportable, tiránico superyó- o me largo a la calle, me sumerjo en una cafetería con pastas frescas, muy sabrosas, y sándwiches de buen relleno, voy al cine o al teatro, almuerzo con amigos, pierdo alegremente el tiempo.
En suma: PROCRASTINO.
La palabra suena mal, lo reconozco, sin embargo está de moda y sirve para definir, englobándolas, a un montón de cosas que me encanta hacer. Como verbo es de fácil conjugación:
 
Yo procrastino,
¿Tú procrastinas?
¿Él, procrastina?
 
Ni siquiera exige largas horas de estudio.
Además no hace daño a nadie y, les aseguro, es más que gratificante.
 
Ilustra: foto de Federico el Grande por Dante Bertini

miércoles, septiembre 18, 2013

ESO QUE ALGUNOS LLAMAN ARTE...

 
Me sorprendió que Buenos Aires fuera tan majestuosa a partir de las segundas y terceras plantas y tan ruinosa a la altura del suelo, como si el esplendor del pasado hubiera quedado suspendido en lo alto y se negara a bajar o a desaparecer.
(Tomás Eloy Martínez, El cantor de tango. Planeta)

HE DICHO, y suelo repetirlo hasta el cansancio, que Buenos Aires es una ciudad preciosa.
No tiene un río que la atraviese, ni rascacielos con gorila de celuloide incorporado, ni un símbolo con el prestigio de la Tour Eiffel, pero sus avenidas son espléndidas, el cielo es de un azul celeste que levanta el ánimo y por sus calles hay tanto o más misterios que en una novela de Eugène Sue o Wilkie Collins.
Sin embargo, ¡ay!, siempre hay un sin embargo, tiene también un buen montón de seres aburridos, faltos de talento y rebosantes de agresividad, que se ocupan, es un decir, de llenar cualquier superficie limpia con firmas ininteligibles, insultos de baja estofa, garabatos infantiles y oscura y simple mugre sin ninguna otra posible especificación adjunta.
No resulta nada original. Por aquí, en Europa, no faltan tampoco esta especie de artistas.
En los setenta New York exportó al mundo entero esa supuesta forma de rebeldía, ese supuesto gesto artístico y salvaje, de la misma manera certera y exitosa conque ya había exportado hamburguesas, bebidas gaseosas o pantalones vaqueros.
Para darle más peso a su impronta, tuvo hasta un artista genuino, Basquiat, muerto en plena juventud, como suelen hacerlo las estrellas con desmedida ambición de inmortalidad.

No está bien visto criticar ciertas cosas... y esta es una de esas cosas que, lo se muy bien, son incriticables.
Pasa que desde que tengo uso de razón me muevo entre lápices, pinceles, pinturas y pinturitas de todo tipo y, sobre todo, multitud de imágenes. Son tantas las que han pasado ante mis ojos, tantas las que se quedaron archivadas en mi memoria, que ya no quiero, no necesito, más. Sobre todo si no me agregan nada valioso, si no (me) son necesarias.
Al llegar aquí empezarán las críticas. Ser reacio a ciertas cosas es casi peor que ser adicto a otras. Tu puedes ser de ultraderecha, pero si te adhieres devotamente a los amantes del grafiti y los tatuajes es como si sacaras un carnet de progresista.
Confieso que a mi los cuerpos tatuados no me gustan; los encuentro excesivos. Si son de buena hechura, ¿para qué agregarles firuletes, adornos, fileteados? Y si no lo son, ¿es necesario ponerles abundante publicidad gráfica para compensar sus supuestos excesos o carencias?
No estoy diciendo que los que quieran tatuarse no lo hagan. Allá ellos. Que lo disfruten, que se pongan un tatuaje o mil, que sean tan felices como puedan. Por el momento al menos, nadie te tatúa por la fuerza, salvo que caigas en un campo de concentración o en una cárcel cualquiera (debe haber más posibilidades, aunque en este momento no se me ocurran).


Pero he visto cristales (entre ellos los originales, biselados, de los salones del Palacio de Versalles), mármoles, monumentos, piedras centenarias, esculturas, maderas regias ya inhallables, mosaicos, vagones de tren y metro, camiones de reparto y hasta árboles, cubiertos de torpes gestos, de firmas que descubren la torpeza de los que las ejecutan. Infinidad de joyas irreemplazables del patrimonio urbano han sido arruinadas sin remedio por pura y vanidosa tontería.
Lo comenté entre amigos. "Es la rebeldía juvenil, Dante", me dijeron, como si el solo gesto de ponerle un nombre a algo lo transformara en inocuo o lo hiciera al menos más llevadero.
No es así. Al menos en este caso, los bautizos espontáneos no sirven de exorcismo para lo que en definitiva es pura destrucción del patrimonio urbano y, en muchos otros casos, simple agresión sobre la propiedad ajena.
En Buenos Aires esta "rebeldía juvenil" adquiere características apocalípticas. En una mega-urbe como ella la información es tanta y tan constante que  se agradecerían algunos espacios de silencio.
¿Por qué no permitir que los muros hablen por sí mismos?
¿Por qué no aprovechamos la rebeldía, sea esta juvenil o madura, para aportar nuevas ideas a un mundo que las necesita con absoluta, imperativa urgencia?

Ilustran: pedestal de una escultura bonaerense y un vagón de metro porteño con todos sus cristales grafiteados por fuera. Imposible saber en qué estación te encuentras.


sábado, agosto 31, 2013

Jorge Luis Borges y el amor

 
Jorge Luis Borges contaba que se quedó ciego durante un viaje en tren que hizo alguna vez, no sé muy bien adónde.
Decía que comenzó a ver pequeñas luces, chispazos, brillos -lo más parecido, supongo, a los pixelados de un antiguo aparato de televisión en sus últimos días- hasta que al terminar el tránsito, cuando iba a bajar del coche que lo transportaba, se dio cuenta de que ya no veía nada o casi nada; como mucho, sombras fantasmales.
Sin embargo, escondiendo su timidez detrás de una por momentos decadente elegancia, nunca habló de su presumible desesperación y en algunos poemas se refiere a su ceguera como una perversa bendición divina más que como un castigo sin posibles justificaciones.
Cinéfilo confeso, Borges siguió asistiendo a las salas de estreno a pesar de su ceguera y, acostumbrado a dar las opiniones que se le pedían sin medir demasiado las consecuencias que solían acarrearle, criticaba los filmes por la banda sonora, aunque supongo que, amante como era de los textos y las sagas, el argumento y el guión pesarían lo suyo.
Por este afán comunicador del autor de El Aleph y Fervor de Buenos Aires, en el mismo momento en que toda la Buenos Aires que se consideraba culta o al menos informada, se sumergía estremecida de placer en una Nueva Ola cinematográfica que llegaba, vía Cahiers du Cinéma, desde la nunca demasiado lejana costa francesa, el incorregible Jorge Luis se atrevió a decir que Hiroshima, mon amour de Alain Resnais - Marguerite Duras, le había parecido una película aburridísima.
Su comentario, quizás superficial, apresurado o demasiado inocente, acrecentó la repulsa de toda la progresía supuestamente intelectual de la argentina; la misma que ya lo tenía entre ceja y ceja por otras razones muy distintas.
La mayoría se rasgaba, entre exclamaciones airadas de asqueado rechazo, las Lacostes y los Levi´s, ya que, no totalmente faltos de razón, "¿Cómo podía un ciego opinar sobre cine?" 
Otros, más arteros, acerados, ácidos, proclamaban que Borges entendía muy poco de cine, casi nada de amor y mucho menos de sexo.
No recuerdo que J.L. haya respondido a aquellos comentarios. Cuando sus opiniones causaban demasiado revuelo, cuando no eran aceptadas simplemente como tales, se escondía en su hermético laberinto personal; volvía a sus juegos solitarios:
"¿Piedra, tijera o papel?"
Y como él siempre elegía palabras, en vez de arrojar, cortar o estrujar, escribió uno de los poemas de amor mas contundentes de la lengua castellana.
Se llama 1964.
Ese año Borges, nacido el 24 de agosto de 1899 bajo el terrenal signo de Virgo, estaba rondando los 65 años.
 
Ya no es mágico el mundo. Te han dejado
Ya no compartirás la clara luna
Ni los lentos jardines. Ya no hay una
Luna que no sea espejo del pasado,
Cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
Que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
La fiel memoria y los desiertos días.
Nadie pierde (repites vanamente)
Sino lo que no tiene y no ha tenido
Nunca, pero no basta ser valiente
Para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
Y te puede matar una guitarra.


(ilustra una imagen del filme Hiroshima, mon amour)

viernes, agosto 23, 2013

Una de cowboys, pero con ángel



19 de mayo de 2013 15:46
(Chat con Silvia Silviado. Buenos Aires/Barcelona)

 
-Anoche casi me mandan al otro lado...

-Qué pasó????

 -No, no pasó nada, estoy vivo y sin rastros físicos del hecho.

-Te hicieron daño??? ¿Dónde te metiste?

 -No, nada, no te preocupes... Parece que tengo ángel de la guarda... Te resumo: plaza de Tribunales, 8 de la noche, nadie por la calle, lluvia; me acerqué al Teatro Colón por entradas y me enteré de que un sábado a la noche el Colón puede estar cerrado, como estaba. No se me había ocurrido. Tampoco que en Tribunales no habría ni un solo policía de guardia.
Como tenía que hacer tiempo para ir a la casa de Kado y Sergio, me puse a sacar lagunas fotos del Conventillo del Arte... Antes era un lugar muy under y ahora parece un edificio de lujo... me llamó la atención el cambio. Estaba en eso cuando me doy cuenta que dos tipos jóvenes se acercaban por la izquierda, a los gritos y moviendo mucho los brazos. No había nadie más al alcance de la vista.
Me intranquilizó un poco. No se si hubiera sentido la misma intranquilidad en cualquier otra ciudad, con tantos o más delincuentes por metro cuadrado pero sin tanto discurso mediático sobre la inseguridad ciudadana. Pensé que si eran peligrosos, allí mismo no tenía escapatoria posible. Era mejor ir hacia la entrada del metro, a media calle de donde estaba, sobre la misma plaza, y entonces caminé hacia el bordillo de la acera. Cuando estaba allí, mirando si podía cruzar o no, veo por el rabillo del ojo que uno de los gesticulantes se separa del otro y, apurando el paso, viene hacia mi. Moreno, delgado; tendría unos veintitrés años y estaba vestido como casi cualquier tipo medio de su edad. No me atrevo a decir "normal". En realidad, al menos en esa décima de segundo, no vi nada destacable, nada especial en él.
Cuando está a cinco pasos o menos, mete la mano derecha bajo la chaqueta y me dice:
"Largá todo lo que tenés o te limpio".
Reaccioné extraño. Me sentía frío, nada asustado y, como si fuera otro el que lo hiciera, me oí gritarle:
"¡Andá a cagar, estúpido!", mientras daba un paso para cruzar la calle, por la que venía un autobús a toda velocidad. Eché la pierna nuevamente para atrás, consciente de que si finalizaba el movimiento moría aplastado como una cucaracha.  

 - ¿Y los tipos?

-Fue muy raro todo. Cuando dí vuelta la cabeza los tipos casi corrían hacia la esquina del Colón y se metían en un edificio que tiene un pórtico de grandes columnas. Después me enteré que era la escuela Presidente Roca... a esa hora cerrada, por supuesto.
 
-Que fuerte!
Curiosa tu reacción
Me alegra mucho

 -Caminé hacia Corrientes y de allí a casa de los amigos que me esperaban... Frío, sin ninguna emoción, como si le hubiera pasado a otro. Pensando que si me hubiera pisado el autobús, la noticia, seguramente escueta, a pie de página, hubiera dicho: "Aplastado por un autobús, muere un turista español frente a la Plaza Lavalle". Llevaba mis documentos españoles.

 -Una suerte...Porque aunque les des, a veces son agresivos.

 -¿Darles? Eran dos y muy jóvenes. Me hubieran reventado. Ni se me pasó por la cabeza. En realidad por mi cabeza no pasó nada. Fue una reacción inconsciente en todo el sentido, o los sentidos, de esta palabra.

-Y ahora como estás?

-Muy bien, en ningún momento me encontré distinto. Ayer a la noche anduve caminando por Palermo a las dos de la mañana, después de comer con unos amigos, David y Claudio, que se habían casado aquella misma mañana... Algo más prevenido, nada más.

 -Estupendo

-No le pongo adjetivos, pero sigo aquí y podría estar muerto. Es muy extraño;
frente a Tribunales... y frente a la puerta misma del Conventillo de las Artes, justo en medio.
Bueno, ahora tengo que irme. Te abrazo...besos

 -Qué bueno como te protegiste.

 -No fui yo en realidad, fue ese otro que me acompaña a veces...
o siempre, no lo sé.

 -Siempre, con seguridad!!!
Besitos

-¡Chau!


Documentos anexos
EL LUGAR DE LOS HECHOS:

 
Foto de Arnaldo Colombaroli

 

 

lunes, agosto 19, 2013

recuerdo otros veranos

 
No me gusta el verano. Ningún verano me ha gustado nunca, salvo quizás algunos veranos de mi segunda juventud en Ibiza; la única verdadera juventud de mi ahora ya larga vida.
Recuerdo los veranos de mi infancia como una época de tristeza inigualable. En mi casa no había dinero para vacaciones caras, y para mi familia, de clase media jadeante, laboriosa, lo eran todas las vacaciones que podían ser interesantes, divertidas, felices.
Acababan las clases durante el mes de noviembre, el mismo de mi cumpleaños, y durante las últimas semanas de colegio mis compañeros planeaban sus movimientos estivales, narraban con lujo de detalles el lugar al que irían, con quiénes lo harían y en qué cosas pensaban ocupar su tiempo libre de horarios y maestros; su tiempo estival sin timbres marcando entradas y salidas, sin guardapolvos blancos ni ocupaciones molestas. Mis pocos amigos del barrio, de la manzana en realidad (Rivadavia, Medrano, Bartolomé Mitre, Salguero) también se iban. Generalmente a la playa o las sierras, a sus departamentos en Mar del Plata o San Bernardo, a sus casas en Tandil o Río Tercero.
Para mi desgracia, para mi casi total desconsuelo, vacacionar significaba visitar a las tías o a la abuela en sus, también para mí, poco glamurosas locaciones : Concepción del Uruguay en Entre Ríos o Curuzú Cuatiá en la tórrida Corrientes. En esta última, al menos tuve la suerte de encontrar un Ángel para distraerme; el resto era calor, mucho calor, y siestas largas, interminables; tías con absurdos problemas matrimoniales y parientes muy viejos hartos de la, su, monótona vida. Ni amigos para tontear, ni calles por las que perder mi casi constante y todavía innominada melancolía. Y digo "todavía" porque con el tiempo descubrí que mi habitual desazón, mi sentimiento de pérdida y alejamiento espiritual, mi tristeza profunda y sin razón aparente, podían ser síntomas de lo que solía llamarse así: melancolía. Una palabra melodiosa, siempre presente en las canciones románticas, en los tangos antiguos y en muchos poemas adolescentes femeninos. Un mal  que tal vez heredé de mis padres, ambos inmigrantes; él llegado de un pueblo de la vieja Toscana, ella de una más cercana y joven, aunque tampoco populosa ni cosmopolita, ciudad de provincias del norte argentino.
Ahora agotado por el calor, al borde mismo de mis fuerzas psíquicas, se me ocurre pensar en las razones menos profundas, más evidentes, de mi animadversión al verano. No son los cielos azules, ni las flores brillantes, ni los atardeceres luminosos. Tampoco la posibilidad del mar, sea este Atlántico o Mediterráneo. Decido que tiene que ver con lo que suele encantar a muchos otros: la profusión de gente, de sombrillas y cremas bronceadoras, de playas con más personas que arena, de calles con muchas más terrazas y turistas, entre alelados y bulliciosos, y con mucho menos espacio para transitarlas. Y el cine de verano, sus películas "de entretenimiento", como la vacía, pretenciosa, desilusionante Elysium, y el olor insoportable de las palomitas masticadas con fruición a nuestro lado.
Me diría que soy un viejo malhumorado, pero como me conozco desde hace un montón de años, se que siempre he sido así. Que la figura cambia con el tiempo y es difícil remediarlo, pero el genio suele conservarse, para bien y para mal, hasta la muerte.

En la foto: el poeta Luis Cernuda (de "musculosa" blanca con tirantes) en una playa, con amigos.

miércoles, agosto 14, 2013

JUARROZ

 
Recibo un email en el que, escueto, lacónico, conciso, alguien cercano, aunque desde Argentina, me pregunta:
"¿Conoces a Juarroz?"
¿Lo conozco?, me pregunto.
En realidad no demasiado. Lo he oído nombrar mil veces; se que se trata de un poeta prestigiado, prestigioso, y también siempre supe que era argentino.
¿Qué leí de él? ¿Seguirá vivo? Las preguntas se superponían mientras yo dudaba. Y tecleé su nombre en Google. Allí estaba, por supuesto; además, en muy buena compañía. Olga Orozco,  Antonio Porchia,  Alejandra Pizarnik, Oliverio Girondo... (Re)conocí su cara. Un hombre triste, melancólico, ensimismado.
Me pregunto si a partir de las redes, de internet, de Wikipedia y Google, los poetas tienen un espacio real, más tangible que la balda más sombría e incómoda de las librerías no especializadas. Surge otra pregunta: ¿es que todavía existen librerías especializadas en poesía?
Leo algunos de los poemas de Roberto Juarroz, pero al llegar al que transcribo aquí abajo en negrita, ya no puedo seguir.
"Me quedo como una piedra, piedra dolorida", que ha escrito Miroslav en este mismo blog hace unas pocas horas.

Pienso que en este momento
tal vez nadie en el universo piensa en mí,
que solo yo me pienso,
y si ahora muriese,
nadie, ni yo, me pensaría.

Y aquí empieza el abismo,
como cuando me duermo.
Soy mi propio sostén y me lo quito.
Contribuyo a tapizar de ausencia todo.

Tal vez sea por esto
que pensar en un hombre
se parece a salvarlo


(Roberto Juarroz, Poesía Vertical I, 9)

Dejo de dudar sobre la validez de los blogs, de Facebook, de las redes; sobre la necesidad o no de sostenerlas.
"Pensar en un hombre se parece a salvarlo".
Según Gabriel Celaya, otro poeta, "la poesía es un arma cargada de futuro". Pues eso.

Sigamos pensándonos.

jueves, agosto 08, 2013

Un sueño art-decó
















Vuelvo a los sueños de la misma manera, al mismo tiempo, que vuelvo a los libros, a las palabras. ¿Dependerán los unos de los otros? No es que me importe demasiado; nunca he dejado de soñar, lo sé, pero en los últimos tiempos parece que no podía o no quería recordarlos.
Hoy mismo un amigo, Fernando Molina, me envía un link hacia una página que no conocía. Escueto, directo, algo parco, dice: "En este blog que leo por los comentarios políticos, encontré este link a un post de tu blog. Un saludo."
Ahora lo imito. El link es este: http://lucascarrasco.blogspot.com.es/2013/08/hacer-lio.HTML
Me pregunto si mi post tenía algún interés y vuelvo a leerlo. Me entristezco una vez más con la ausente presencia de Isabel Núñez (¡cómo te hubieras quejado de estos calores agobiantes, insoportables! ¿adónde habrías escapado?) y revivo la visita a la librería oulet donde encontré el libro de la Highsmith, el último de la saga Ripley y uno de sus más descuidados y torpes, sin duda.
He vuelto a ella, a la librería de la calle Rosellón, en busca de más letra impresa. Me encuentro con Asesinos sin rostro, de Henning Mankell, sueco, "thrillero", de mucho renombre. Coincidimos en Buenos Aires durante la Feria del Libro y desistí de verlo en persona. No me interesaba demasiado; no más al menos que pasearme sin rumbo por esa sorprendente, maravillosa, ciudad de mis orígenes. Tampoco me gustó su libro; puro oficio sin carne, aburrido, engorroso. ¿De qué me sirve descifrar los complicados nombres de los barrios y las calles de una ciudad que no conozco, si no se me describe nada de ellas, si sólo son menciones de listín telefónico? ¿Y ese regusto a xenofobia, encubierto por unas maneras de lo más correctas y unos giros de lo más inverosímiles?
Pero he vuelto a leer, para mi sorpresa. Y he vuelto a recordar mis sueños, o al menos una porción de ellos.
Anoche, después de un azaroso encuentro con dos mujeres sin rostro y un adolescente huidizo que sólo lo mostrará con una leve sonrisa irónica para cerrar mi  periplo y devolverme a la vigilia, llego a una plaza arbolada, preciosa, donde impera un edificio art-decó en media luna, con enormes entradas acristaladas, balcones a la francesa y hierros de impecable y repetitivo dibujo geométrico.
"Quiero vivir aquí", me digo, y consciente de la dificultad que implica convertir ese deseo en realidad, me consuelo pensando: "Las plazas suelen ser muy ruidosas".
Hay una reunión allí dentro y mucha gente esperando el comienzo de ella. Un salón amplísimo del que no puedo ver detalles -demasiado ronroneo social, demasiados personajes extraños- y la reaparición de una de las dos mujeres y el jovencito, que, ante el interés de otro de los invitados por habitar un apartamento de esa casa, me guiña un ojo. Descifro el gesto como: "No te preocupes, tú estás primero".
Me acerco a él y, en voz muy baja, casi inaudible, pregunto: "¿Son alemanes?", refiriéndome a los habitantes de la finca.
"No", responde el muchacho, y después de un brevísimo silencio agrega:
"Éticos".   

Ilustra foto de Tracey Emin: Mi Bed.

sábado, julio 27, 2013

Elba Picó, un adiós compartido.

 
Nostalgia de Elba Picó
Lázaro Covadlo

(Artículo publicado en EL MUNDO DE CATALUNYA el viernes 26 de julio de 2013)

No hacen ni dos semanas que falleció Elba Picó. No he leído muchos comentarios en la prensa sobre la muerte de esta extraordinaria ...cantante, pero nuestro paisano, Dante Bertini (de Elba y mío), artista multifacético —narrador, escenógrafo, diseñador gráfico y artista plástico (ganador, en 1993, del Premio La Sonrisa Vertical, de la editorial Tusquets)— colgó en Facebook una excelente caricatura, precedida por un corto epígrafe: «¡Chau querida!». Es el estilo de Bertini.
A Elba la fui a ver y oír cantar quizá media docena de veces. Sé que el día que le preguntaron qué podía haber en el espíritu catalán que lo liga con el tango, ella respondió que tal vez muchos catalanes se sientan ligados a todo lo que representan esas canciones del Río de la Plata: el desarraigo, el abandono, el dolor de la existencia, la soledad frente al mundo. Agregó que todo aquello está envuelto en una cadencia sensual, como es la música del tango. Ése era el estilo de Elba Picó.
Hubo otros espíritus creativos que vivieron y murieron en Barcelona, pienso, por ejemplo, en Osvaldo Lamborghini, escritor maldito; en el sorprendente artista plástico Alberto Greco, o en el hiperlúcido Horacio Vázquez Rial, que me honró con su amistad, y aunque falleció en Madrid vivió por más de dos décadas en nuestra ciudad. Al pensar en ellos extraigo la conclusión de que la vida de ciertos artistas puede llegar a ser una obra más grande que lo que estos han llevado al papel, el lienzo o el pentagrama.
Elba nació en el barrio porteño de La Paternal (yo también). Desde niña asistió a clases de danza, piano, canto y expresión corporal. Cuando se decidió por el canto, al principio se interesó por las músicas del folclore argentino, pero al final fue el tango el género al que dedicó su trayectoria artística. Profesionalmente debutó en esa especie de templo tanguero que fue El Viejo Almacén, en 1972. En 1974 el compositor y pianista Héctor Stamponi la invitó a integrar su conjunto y actuó con él en otro sitio emblemático de Buenos Aires: Caño 14.
En 1973, en una breve visita a Barcelona, se dio a conocer en algunos locales y grabó el long play Cien años de tangos. En 1976 se estableció definitivamente en Barcelona y formó, junto a Jorge Sarraute y Esteban (Rabito) Vélez el grupo Tango a tres, con el que grabó el disco La última curda. En 1996 se reencontró en Barcelona con Héctor Stamponi, actuando en el local Los Tarantos. Canta en L'Auditori de la Caixa de Palma de Mallorca, en 2000. Seguidamente, junto a Horacio Ferrer canta en el Teatreneu de Barcelona: Ferrer & Picó, 2000. En el Queen Elisabeth Hall de Londres, en 2002 presentó el espectáculo Tangos de puerto a puerto y cantó en el Fórum Universal de las Culturas, de Barcelona, en 2004. En el espectáculo inspirado en la obra de Borges, realizado con música de Jorge Sarraute.
Puso finalmente su voz a la canción que da título al disco de Marcelo Mercadante y el Quinteto Porteño: Justamente, un tema en homenaje a las Madres de la Plaza de Mayo con letra de Pablo Marchetti.
El último tango que le oí cantar fue Nostalgia, escrito en 1936 por el enorme poeta Enrique Cadícamo. Se nos fue el 12 de julio, a sus 71 años, y muchos la recordaremos con gran cariño. Me hago eco de las palabras de Dante Bertini: «Chau, querida».
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jueves, julio 04, 2013

Mujeres que escriben


...cuando digo "yo ya no leo" muchos incrédulos se sonríen, como si fuera obvio que estoy haciendo un chiste que debería divertirlos por lo absurdo. Y sin embargo es verdad: ya no leo. Creo que he leído bastante cuando tuve ganas de hacerlo, pero ahora, en este momento preciso de mi vida, leer no me causa ningún placer; sólo me produce sueño. A las treinta líneas de cualquier maravillosa novela moderna, aupada por los medios como si de un descubrimiento científico imprescindible se tratara, me convierto en el River Phoenix de Gus Van Sant y caigo en la oscuridad del sueño narcoléptico más profundo, aunque una lámpara potente me taladre la cara e intente meterse bajo mis párpados para sacarme de aquel profundo pozo de placer autista.
Sin embargo, cada tanto, igual que un milico retirado, mortalmente aburrido por la falta de guerras, sangre y explosiones, intento volver a ese viejo amor, a ese viejo vicio, como quien, harto de respirar sin bloqueos ni sofocos, se propone volver a fumar una cajetilla de cigarrillos al día, cuando en realidad ya ni siquiera está enganchado al tabaco.
Será por esto que entro a un pequeño, nuevo y exitoso local de venta de libros de segunda mano que queda en el camino a mi médico de cabecera. Charlo un rato con la dueña, simpática y comunicativa, ella misma asombrada con el éxito de su empresa, y después, casi por compromiso, me pongo a husmear por los estantes, convenientemente señalados con el tema de los volúmenes que contienen.
Novela negra, policiales... sí, tal vez sea el momento de volver a los policiales. Cuando era muy joven me produjeron muchos momentos de placer oscuro. James Hadley Chase, Ross Macdonald, Patrick Quentin, Dashiell Hammett, James M. Cain,  Raymond Chandler y la gran Patricia Highsmith.  De los otros nada, de ella sólo un volumen de RBA ediciones:"Ripley en peligro". Nunca leí esta novela, la última de la serie Ripley. Busco el título original, "Ripley under water", y me encuentro con el nombre de la traductora: Isabel Núñez. Compañera de blogs, amiga de otros amigos, vecina de Barcelona, defensora de árboles y etnias, amante de los gatos, los pájaros, las primaveras, murió, para mi de forma repentina y brutal, algunos meses atrás.
Gracias por el mensaje, Isabel, pero yo no te había olvidado.


sábado, junio 15, 2013

la CRISIS en el Santa Mónica




AYER POR LA TARDE, EN EL SALÓN DE ACTOS DEL CENTRO SANTA MÓNICA, MI TEXTO DE PRESENTACIÓN:



Mayo de 2013.
Desde hace más de un mes y medio, estoy anclado en BUENOS AIRES, la ciudad donde nací, la misma ciudad que me retuvo, preso de sus muchos encantos y desencantos, hasta fines del año 1975.

¿NO HACE UN SIGLO YA DE TODO AQUELLO?

Afuera llueve torrencialmente y el cielo, que hasta minutos antes se mostraba, como casi cada día, con ese azul celeste transparente y luminoso que muchos nostálgicos suponemos típicamente argentino, se ha puesto gris oscuro, casi negro.
Un cielo de cómic catastrofista,
de final de los tiempos,
de devastadora guerra de los mundos.
El mismo cielo, de tinta china apenas aguada, que precede a la persistente y gráfica nevada de El Eternauta, premonitoria metáfora del desaparecido Héctor Germán Oestherheld.
Es como si una cúpula de metal pesado hubiera cubierto la ciudad para prevenirla de algún demoledor ataque extraterrestre.
Lo observo con placer y no me asusta. Habían anunciado fuertes lluvias con posibilidades de granizo y en esta urbe inmensa de contrastes intensos, los fenómenos naturales son parte del paisaje urbano: la gente que la habita está acostumbrada, hasta inmunizada, contra todo tipo de cambio violento.
La tan mentada “inseguridad ciudadana” no pasa por los cambios climáticos, sino por el constante masaje de los medios, dispuestos a inmovilizar junto a sus televisores a la mayor cantidad de gente posible, transmitiéndoles que el Otro es siempre, sin excepción, un potencial enemigo.
Con el golpeteo entre machacón y rockero del granizo como fondo sonoro, atiendo la llamada por Skipe de alguien que, aún desde Barcelona, resulta muy cercano.
Además de noticias domésticas y chismes políticos, me informa que están buscándome para un coloquio –al menos eso entendí en aquel momento- sobre el insigne Sigmund Freud.
Estoy rodeado de psicoanalistas, hago portadas para publicaciones psicoanalíticas, vivo desde hace años con un lacaniano activo, fervoroso, incansable lector de textos psicoanalíticos,
Y, como si esto no fuera suficiente, estoy pasando unas extrañas y largas vacaciones en la ciudad donde imágenes de Lacan y Freud degustando choripanes y hamburguesas, milanesas y empanadas, plácidamente acodados en una mesa de madera sin mantel ni servilletas, publicitan un pequeño bar-restaurante cercano a la populosa facultad de psicología...
¿Cómo iba a resultarme extraña esta invitación? ¿Podía negarme a asistir a ella?


Pasan los días. Con demasiada rapidez para tantos reencuentros, para tantos y tan variados sentimientos. Sin superar la congoja que me apresa sin piedad durante la última semana de estancia en mi ciudad natal, todo yo convertido en un puñado de síntomas molestos: acongojado, nostálgico, bronquítico, engripado, vuelvo a Barcelona.
Estoy convencido de que los mucolíticos y los antibióticos producen en mi, nada dado a los remedios alopáticos, efectos parecidos a los de las drogas sicodélicas.
Cuando por teléfono me aclaran que no se hablará de Freud, sino de la CRISIS, estoy a punto de preguntar
¿cómo se enteraron de que estaba pasando por una?
Antes de que pueda decirlo, mi interlocutor, un auténtico, definitivo Salvador, me aclara que no se trata de ninguna CRISIS personal, sino de esa otra menos individual, global, más socializada.
La misma que, temible y temida, ha perdido en poco tiempo su nombre genérico, para convertirse en una presencia ambigua, fantasmal, eufemística:
“LA QUE NOS ESTÁ CAYENDO”.
Un accidente ajeno a nosotros, un tornado o un tsunami; la corroboración fáctica de que merecemos algún castigo por habernos excedido en nuestras apetencias y placeres.
De que a los años de holgada bienaventuranza siempre se suceden los de castigo kármico.

Es la misma crisis que produce cierto placer morboso en algunos porteños, que, experimentados supervivientes de varias crisis continuadas,
entre comprensivos, solidarios y satisfechos, suelen preguntar:
-¿Es verdad que en España las cosas están TAN mal?

Soy varias veces inmigrado; he pasado por dictaduras, golpes de estado, democracias y seudo-democracias, transiciones, despidos y persecuciones varias. ¿Qué podría contestarles?

Aquí y ahora, enfrentado nuevamente a la CRISIS, casi obligado a hablar de ella, todavía con el alma en tránsito y los pies en el aire, recurro a palabras ajenas, “wikipédicas”, para intentar definirla:

“Se llama Crisis a una coyuntura de cambios en cualquier aspecto de una realidad organizada pero inestable, sujeta a evolución; especialmente, la crisis de una estructura.
Los cambios críticos, aunque previsibles, tienen siempre algún grado de incertidumbre en cuanto a su reversibilidad o grado de profundidad, pues si no serían meras reacciones automáticas, como las físico-químicas.
Las crisis pueden designar un cambio traumático en la vida o salud de una persona o una situación social inestable y peligrosa en lo político, económico, militar... También designan hechos medioambientales de gran escala, especialmente aquellos que implican un cambio abrupto.
Si estos cambios son profundos, súbitos y violentos, y sobre todo acarrean consecuencias trascendentales, exceden los límites de una crisis y se pueden denominar revolución.”

La diferencia más notable entre una y otra, digo yo, es que la primera, la crisis, parece no tener salida, nos hunde en la autocompasión, mientras que la segunda, la revolucionaria, (a pesar del dudoso crédito otorgado en su tiempo por Jacques Lacan, que nos empuja a asociarla con las concéntricas revoluciones de un vinilo) suele llegar cargada de esperanzas.

Jorge Luis Borges,
escéptico contumaz, describió a un personaje histórico de la literatura, diciendo:
“Le tocó vivir una época muy difícil, especialmente crítica... Como a todos los hombres.”

Si desechamos cualquier posibilidad de cambio profundo, revolucionario, si optamos por el no menos radical escepticismo borgiano, deberíamos respirar profundo y hacernos con un ejemplar de
CRUNCH (onomatopeya devoradora, libremente traducida en algunos países como CRISIS), un juego de mesa editado en el año 2009 por la empresa británica TerrorBull Games.
En este juego, emparentado con el antiguo Monopoly, los participantes deben ponerse en el papel de Consejero Delegado de un «Banco Global» y, como tal, guiar a sus respectivas entidades en tiempos turbulentos, malversando fondos y recompensándose a ellos mismos con primas monstruosas, tratando de evitar, al mismo tiempo, la bancarrota total de sus respectivas empresas.


DANTE BERTINI
CENTRO SANTA MÓNICA
BARCELONA, JUNIO DE 2013.

martes, mayo 14, 2013

Mayo en Buenos Aires 2013: Artes y Partes.





 


No salgo "a sacar fotos". No me gusta hacer turismo. La cámara es la prolongación de mis ojos, aunque más precisa y con más memoria.

DE ABAJO A ARRIBA: Ezequiel Rosenfeldt en su estudio; Claudio Barcelo en su exposición, y con Lorena Faccio; David Mulhall de perfil con Sofía Kunst y varios artistas Madi a sus espaldas, Santiago Giacobbe en concierto; expo de Jorge Sarsale y éste en la escalera de su taller-estudio; foto de Ronald Shakespear en el MAMBA; pintura de Luis Frangella en el Borges.
DEBAJO: retratos de mi amigo Pablo Suárez en la exposición de Proa sobre los noventa. Con la Jasminoy en Villa Crespo;Andrés Pinotti en el Rosedal; Magali, encuentro fortuito en la Biblio. Victoria Roldán: canción francesa en el Empire. En casa de Claudio Barceló con Betina Levin y David Mulhall. Carolina San Martín y Lorena Faccio en la Usina Cultural Dain. La adorable Funny girl de Marta Oppido.



 
 
 
 

miércoles, mayo 08, 2013

+ABRIL EN BUENOS AIRES 2013

 
No salgo "a sacar fotos". No me gusta hacer turismo. La cámara es la prolongación de mis ojos, aunque más precisa y con más memoria.








DE ABAJO A ARRIBA: Sofía Kunst, primera dama del movimiento MADI, marquesina de una tradicional florería porteña, don Francisco en los muros, pintura de la colección privada de la Casa de Gobierno, gato vegetal en Palermo, dragón de piedra y marquesina del barrio chino porteño, Bertini por Luz Martí y autorretrato en Palermo. Gracias, Carlos Thays.
DEBAJO: Cóndor en Palermo Zoo; niños y esculturas en el Museo Sívori; Arte Étnico, preciosa tienda de la calle Costa Rica.