lunes, diciembre 29, 2008

La Vie en Rose... Pourquoi Pas?

Hace algunos días una visita anónima me dejó de regalo
un video de Grace Jones cantando La vie en rose.
En aquel momento pensé:
MEJOR IMAGINARSE LA VIE EN ROSE...
YA SE ENCARGARÁ ELLA DE MOSTRARNOS TODOS SUS OTROS COLORES
Excesivo que soy, agiganto el tema acercándoles distintas versiones con las que teñir de rosa cada uno de los meses del año 2009.
Para este Enero, que todo y todos nos anuncian por demás oscuro,
la versión de su creadora, Edith Piaf:
http://www.youtube.com/watch?v=DUcJWaC-2Co&feature=related
Febrero y Marzo, irregulares, imprecisos, inestables,
merecen dos versiones de Grace Jones, una, posiblemente la primera, del año 1977:
La otra, de hace pocos años:
http://es.youtube.com/watch?v=modA9aa_ihA
Para mí la primavera será siempre Audrey Hepburn, así que para Abril les dejo su surrante versión de La vie en rose enfundada en el personaje de Sabrina:
http://www.youtube.com/watch?v=vydmcT9xLPw&feature=related
Hasta el 30 de Mayo, no te quites el Satchmo.
Todo el confortable y reconfortante calorcito de Louis Amstrong: http://www.youtube.com/watch?v=TbHAvBfmvFM&feature=related
El indefinible Junio pasénlo con Celine Dion.
Podrá ser un poco distante, pero canta inobjetablemente bien:
http://es.youtube.com/watch?v=en5xf_Qq4sA&feature=related
Para el que será con toda seguridad un tórrido mes de Julio,
un auténtico bochorno.
La estática, estereotipada Sara Montiel, cantando con el canalillo y las caderas: http://es.youtube.com/watch?v=vnRqP5I15nE
El aleonado Agosto se merece una auténtica fiera: Cindy Lauper http://www.youtube.com/watch?v=jNdi56FVAaQ&feature=related
Septiembre, otoñal, melancólico, nos trae a Olga María Ramos,
reina del chotis, gran dama del cuplé:
http://es.youtube.com/watch?v=kHf8o-kDzcE
Para noviembre, el mes de mi cumpleaños, les dejo a un siempre
impredecible e inmenso Jack Nicholson:
http://es.youtube.com/watch?v=Ilu-Xpnt_J4
Como todo tiene un final, cierro el año del nueve con el sorprendente dúo de una pareja imposible: k. d. lang y Tony Bennet
Y CON ESTO Y UN BIZCOCHO
¡DOY POR TERMINADO EL OCHO!

viernes, diciembre 26, 2008

Les deseo un...

Ya pasaron ocho años, pero nunca he vuelto a ver
una explosión de vitalidad tan impactante:

posdata: primer día de ausencia http://amorimas.blogspot.com/

viernes, diciembre 19, 2008

estrellas de fin de año

Por diferentes razones de índole personal (¡vaya!) hace días que ni siquiera puedo acercarme a la máquina... No es que estas fiestas me causen un placer especial: nunca han logrado encontrarme feliz ni festivo y tampoco consiguieron que por su sola, insoslayable y anual aparición, mi humor y circunstancias se transformaran en las de algún personaje, galán protagonista por medio, de aquellas comedias dramáticas con toques navideños que dirigía el siempre optimista y cariñoso Frank Capra. Consciente de la carga subjetiva de mis contradictorios sentimientos, prefiero sin embargo lanzar al aire esperanzadas felicidades y guardar mis malos humores para después de las fiestas.

viernes, diciembre 12, 2008

invenciones geni(T)ales

¡Esta semana he visto una película suiza!
Tal vez parezca extraño mi contento, pero es que ni siquiera sabía que los suizos tenían cinematografía propia. Pues parece que tienen. Pesqué este film del Garçon Estupide en el pay-per-view de Imagenio. A veces, cuando no tengo nada bueno para ver por otros canales, me meto allí y encuentro cosas que había despreciado en su momento, como Irina Palm, Michael Clayton o esa Sweeney Todd tan bella de imágenes como insoportable en casi todo lo demás. Si resultan ser películas conocidas, si exhiben alguna griffe prestigiosa en su ficha técnica o han tenido la suerte de gozar de una mínima difusión mediática, no se hace necesario detenerse a leer los escuetos comentarios críticos ni tampoco zamparse esos tráilers mechados con publicidad de automóviles que el canal te brinda. Pulsas el botón rojo de compra, luego el código paterno (?) y tienes la película en propiedad durante 24 horas. Muchas noches de absoluto desvarío gustativo sólo veo trocitos de películas sin quedarme finalmente con ninguna. Jamás me quejo. Después de todo siempre había querido disfrutar de secciones más extendidas de "Próximos estrenos en esta misma pantalla" o "Próximamente en esta misma sala".
Este estúpido muchacho suizo estuvo apareciendo durante meses entre las últimas novedades, de allí pasó a la lista de películas recomendadas, después a la lista mogollón sin más y por último a la de ¡cuidado que se la pierde definitivamente! El cartel anunciador estaba bien, tenía su morbo, pero reconozco que la estupidez no es un tema que me motive lo suficiente como para pasar una "Noche de Cine en mi Hogar", sobre todo cuando estoy con una dieta que no me permite ingerir ese otro tipo de tonterías que resultan nocivas para mi salud y hacen peligrar la de las básculas domésticas.
Sin embargo semejante insistencia publicitaria hizo mella en mi desconfianza y decidí comprarla. No me arrepiento. El chico protagonista resultó ser tan poco estúpido como la aparentemente estúpida Pantera Rosa de los dibujos animados de Friz Freleng: un personaje que atraviesa la vida sin preguntarse demasiado y al que le cuesta definirse, no por falta de lucidez, sino porque en realidad no posee una personalidad única, coherente, compacta. Va haciendo, y siendo, aquello que necesita en cada momento. Su vida es como la danza de los derviches giratorios: un vértigo que encuentra su sentido precisamente en ese vértigo aparentemente sin sentido. A pesar de todas mis resistencias previas, debo reconocer que me gustó. Cuando la gente habla de buenas películas, ¿en qué está pensando? A mí me gustan las que me entretienen, haciéndome olvidar que estoy gastando unas horas de mi vida en observar proyecciones fantasmagóricas sobre un fondo neutro. Me gustan las que están bien fotografiadas, tienen actuaciones creíbles y me cuentan alguna historia nueva -algo harto difícil- o narran más o menos lo de siempre con una nueva y personal mirada. Este Garçon Estupide (2004) tiene bastante de todo lo anterior, y además, si les va el morbo erótico, incluye algunas escenas de sexo explícito. Al día siguiente, tal vez para contrastar con el puritanismo decadente y facistoide de la televisión italiana, decidida a convertir Brokeback Mountain -un tórrido y explícito romance entre dos hombres a/de caballo en una película de vaqueros demasiado amistosos, CTK-Imagenio proyectó otro film con temática gay: Les Témoins, (2007) del francés André Téchiné. Ambientado sin demasiadas filigranas estilísticas en los primeros ochenta, el filme cuenta la triste historia de otro muchacho de pueblo nada estúpido e igualmente sincero consigo mismo. Enamorado de un policía casado y con un hijo recién nacido al que la madre escritora no puede soportar, logrará una relación más plena que la vaticanamente censurada de los vaqueros bisexuales de Ang Lee, hasta que la aparición del SIDA, la misma parca de siempre con un disfraz hasta ese momento desconocido, pondrá punto final a algunas historias y agregará puntos suspensivos a otras.
Inesperados regalos navideños, estos dos filmes son más efectivos, menos estúpidos, que los abetos a pedal de nuestros imaginativos gobernantes barceloneses. Ayer mismo, la señora Inma Mayol, propulsora de estos engendros a los que pretendía "ecológicamente sostenibles", tuvo que disculparse ante la prensa. Con un costo de aproximadamente cincuenta mil euros por unidad, se supone que ahorrarían mucha electricidad y, por ende, una buena cantidad de dinero a los cada día más pauperizados contribuyentes. No ha sido así, ya que, como nadie quiere darle a los pedales que producen la energía que debería mantenerlos encendidos, las autoridades se han visto obligadas a conectarlos a la red, so pena de que parezcan lo que realmente son: un cono de hierros entrecruzados con una faldita publicitaria de tela plástica negra. Me pregunto si no hubiera salido más barato plantar unos árboles auténticos. A pesar de las crisis, todo hace suponer que estas fiestas navideñas seguirán celebrándose, ¿no sería muchísimo más gratificante ver cómo nuestros abetos van creciendo año tras año?

viernes, diciembre 05, 2008

entre templos y góndolas

Leo a Joseph Brodsky (Leningrado 1940 - New York 1996). Marca de agua, su libro, es un recorrido por Venecia a través de diversas estadías y muchísimos años; una serie de descripciones que de no ser tan profundamente literarias me atrevería a llamar pictóricas.
De su primer viaje a la ciudad de los mármoles y las góndolas narra una anécdota que retrata su carácter de poeta intelectual, elegante, ensimismado. La encargada de recibirlo es una mujer que lo encandila y a la que en un primer momento describe como "una visión maravillosa ". Pocas líneas después se anima con algunos detalles más de aquella aparición tan deslumbrante: "un metro sesenta, huesos delicados, piernas largas, cara alargada, cabellos castaños y ojos almendrados color avellana", una descripción casi superficial, si no fuera porque agrega que también tiene: "un ruso pasable en aquellos labios maravillosamente dibujados y una sonrisa cegadora en esos mismos labios". Finalmente, perdida ya toda compostura, atrapado por un irrefrenable éxtasis erótico, se lanza a definirla como "esa clase de mujer que humedece los sueños de los hombres casados." Mientras esperan el vaporetto que los llevará al lugar donde piensa alojarse, el poeta, sensibilizado por la cercanía de esa bella veneciana envuelta en piel de nutria, sólo atina a preguntarle qué opinión le merecen los Motetes de Eugenio Montale, publicados por aquellos días. No recibe respuesta alguna, así que ingenuamente supone que la pregunta ha sido descortés, dado que el autor ni siquiera es veneciano. Empecé a leer el libro de Brodsky casi al mismo tiempo que los noticieros de televisión nos mostraban a la bellísima ciudad italiana nuevamente inundada. ¿Y si para nuestra desgracia continuara hundiéndose? Estoy convencido de que lo haría con parsimoniosa inexorabilidad, como me gusta imaginar que se sumergió en las aguas del Atlántico la poeta argentina Alfonsina Storni, aquella de "Tú me quieres blanca, tu me quieres alba, tú me quieres casta..." Tal vez, de la misma forma en que ella no pudo con tanta hipocresía machista, la exquisita Venecia no pueda aguantar el peso del puente inventado por Calatrava, una modernidad que tampoco Joseph Brodsky hubiera soportado. Refiriéndose a los arquitectos de su época, el ganador del Nobel de Literatura de 1987, escribe: "esos hijos de la repugnante posguerra han hecho más daño a la línea del horizonte europeo que cualquier Luftwaffe." ¿Les suena cercano?

Desde Taschen me llega el anuncio de otro de esos espléndidos libros para (ad)mirar en reposada soledad o en ajetreada compañía: Thornton, el Templo de Flora. Inmediatamente pienso en mi madre, por supuesto. Es verdad que tengo una amiga que también se llama así, pero ya se sabe: madre hay una sola y a ti te encontré en la calle. Ella, mamá, solía ocultar con ahínco ese nombre con el que tanto la habían torturado durante la infancia los compañeros de escuela. "¿Por qué tu hermana Fauna no vino con vos? ¿La dejaste en el zoológico?". Para muchos el chiste tendrá su gracia, pero en mi pobre madre sólo acrecentaba su natural inseguridad. La hacía sentir distinta, extranjera; una niña de pueblo trasplantada -el vocablo surge espontáneamente, sin premeditación alguna- a la gran tan temida megalópolis, capital de la República. Flora no sonaba demasiado bien en la Argentina de las Marcelas, Patricias, Adrianas o Martas, y el hippismo, que debería haberlo reivindicado, ni siquiera se enteró de su existencia. A mí tampoco me gustaba, lo reconozco, aunque he logrado valorizarlo con el paso de los años y mi creciente amor por las plantas, los árboles y las flores. A pesar de algunos tópico sobre la natural libertad creativa de los niños, de pequeños no queremos ser diferentes al resto del rebaño. Las madres de mis amigos más apreciados se llamaban Silvia, Isabel, Ana María; sus padres Alberto, Juan José, Rubén, Eduardo o Enrique. Las veces que alguna maestra, imbuida por el estro divino del lenguaje florido, se dirigía a mí, diciendo: "Póngase en pie, Bertini. ¿Podría decirnos cómo se llaman sus progenitores?" a mí me costaba responder. Cuando tímidamente lograba susurrar "Flora y Dante", me parecía que una brecha profundísima se abría de pronto en el suelo encerado de nuestra clase, separándome de manera irreversible, brutal, definitiva, de mis demás compañeritos de clase, todos hijos de otros nombres más propios, más normales.
Aunque sé muy bien que no es verdad, me gusta pensar que este libro está dedicado a una pequeña y cálida mujer llamada Flora, mi madre.
A ella también le hubieran encantado estas bellísimas, coloridas y sensuales imágenes de su perdido, mitológico reino.
ilustran: María y Joseph Brodsky fotografiados por el bailarín Baryshnikov; Brodsky y su gato, por Julia Schmalz.

Posdata: a partir de estas dos fotografías con las que me encontré por puro azar, empecé a ver de otra manera a Brodsky. Lo poco que he leído de él no me llegaba al corazón. Rozaba mi sensibilidad, planeaba sobre mi inteligencia, pero en ningún momento conseguía emocionarme. A partir de estas imágenes casi domésticas ya no siento igual. Una de ellas, además, está conseguida por uno de los bailarines que más admiro. Una pirueta de la suerte, de su buen ojo y su gesto decidido para apretar el disparador. Me gusta esta pareja que pasa ante nosotros: abrazada, cercana. El ojo de la mujer escapa, entre curioso y desconfiado, en pos del fotógrafo, mientras se deja llevar por ese hombre casi anciano que tiene muy claro hacia dónde quiere ir. De la otra foto no necesito decir demasiado. Brodsky está con su gato, y no soy nada imparcial en cuanto a esto.

lunes, diciembre 01, 2008

Joan Baptista Humet: adiós.

A poco de llegar a Barcelona, su canción Layetana abajo sonaba constantemente en las radios españolas. Me gustaba su voz adolescente, menos grave e impostada que las de otros cantautores del momento. También, y mucho más, que la ciudad en la que yo había recalado casi por casualidad tuviera una canción para hacerla sonar en mi cabeza mientras la caminaba.
Suelo ser de esa manera: me gusta ponerle una banda sonora a mi vida, y cuando encuentro alguna canción perfecta para según qué situación o según qué lugar, no dejo de susurrármela mientras los transito con mi habitual y gozosa parsimonia. Algunas ciudades como Buenos Aires, París o New York, tienen decenas de canciones enzalzando o simplemente describiendo sus supuestas particularidades. De Madrid y Valencia no conozco tantas, aunque sí algunas muy emblemáticas. Cuando llegué a Barcelona trataba de encontrar en mis archivos alguna canción que la representara sin encontrar ninguna. Serrat, a pesar de todos mis intentos por casarlo con el entorno ciudadano, sonaba mucho más de pueblo; de mar y playa, espacio abierto, mesón o patio.
Hoy, nada más despertarme, me encontré con la noticia de esta muerte. Aunque demasiado tarde, me entero de que Joan Baptista Humet llevaba una web donde intentaba seguir conectándose con la gente a través de la palabra. Si hubiera entrado antes le hubiera dicho que Clara, el personaje de otra de sus canciones más difundidas, se ha cruzado conmigo más de una vez por las calles de esta ciudad de Barcelona, tan poco adicta al encuentro de miradas como a la desnudez de sentimientos.
No puedo precisar si este hombre de voz suave y rasgos sensitivos se ha ido con demasiada, y merecida, gloria. Puedo asegurar que lo hace con toda mi más profunda pena.