domingo, septiembre 23, 2012

"El muerto" no soy yo

 
Resulta extraño meterse en el cine un lunes cualquiera al mediodía, sin embargo, un poco acostumbrado a consumir películas como si fuera una parte más del desayuno desde mis incursiones como jurado en dos de los Festivales de Cine Latinoamericano de Lleida, me atrajo la la posibilidad de aceptar la invitación que me había llegado por email para ver en preestreno El muerto y ser feliz, extraño, incómodo título de la última película de Javier Rebollo y Lola Mayo, a quienes conocí, precisamente, mientras oficiábamos de jurados en ese festival.
Rodada en su totalidad por pueblos y carreteras secundarias de la Argentina, esta particular road movie hispano-argentina muestra a José Sacristán convertido en un quijotesco, alucinado, terminal mercenario al servicio exclusivo de sí mismo. Este asesino a sueldo fatalmente herido por tres cánceres, pero aún más por la memoria de sus crímenes, inmune al alivio que su cuerpo maltrecho recibe a través de la morfina, decide, ante la proximidad de su propia muerte, no seguir matando y emprender una huída hacia ningún lugar, que en esta historia resulta ser el caliente, somnoliento y lujurioso norte argentino.
Mujeres piadosas que se niegan a  mostrarle las tetas, pero a las que no les importa conseguir las drogas que necesita el moribundo, prestándose además a bañarlo, hacerle masajes e inclusive masturbarlo para aliviar por un momento sus dolores y urgencias, se unen a perros, pistolas y a un auto de otra época, casi tan cascado como muchos de los lugares que transita, casi tan noble como la imagen que, a pesar de todas sus desdichas, este atormentado caballero español parece tener de si mismo.
No les contaré más de la trama para no reventarles el suspenso, la intriga. Tampoco se trata de hacer crítica cinematográfica, que para eso ya tienen otros blogs, sobre todo el del exhaustivo Don Alfredo y sus 39 escalones. Solamente pretendo desmentir un anuncio fúnebre que se da en la aún no estrenada película de mis amigos Rebollo y Lola Mayo: si bien el peronaje de Pepe Sacristán, obsesionado por recordar cómo se llamaba el primero de sus ajusticiados, me nombra en la larga lista de sus víctimas pasadas, destacando además mi nombre con un silencio previo, les juro y prometo que todavía no estoy muerto.... si bien ahora mismo, después de esa impactante experiencia, podría estarlo.
No soy de asustarme frente al público, las cámaras o los micrófonos: tengo alguna experiencia con estos artefactos y me gusta comunicar con la gente. Sin embargo fue raro oir mi nombre a toda voz en medio de una proyección de cine.
¿Iban a pedirme que pasara al frente, que me presentase ante los guardianes del orden, que tomara el último tren a Yuma, que abandonara la sala de inmediato? Nada de eso, por supuesto. Entre broma íntima y particular "homenaje", los autores del filme me habían puesto en la larga lista de despachados sin retorno.
Al final de la proyección me acerqué a uno de los autores del infundio:
-No sé si agradecerte o enfadarme, Javier, pero optaré por lo primero.
Rebollo, que hablaba vaya a saber con quién, se giró hacia mí para poder mirarme de frente. Lo hizo separando un poco más los párpados, un gesto bastante habitual en él. Todavía no tengo claro si denota sorpresa o cualquier otra emoción peliculera, tan simpática como ficticia.
-¿Has visto? Te puse con los muertos... ¿Te molesta?
-No. Está bueno...Ya me mataste una vez... ¡A lo mejor no me muero nunca más!
Reímos, nos dimos dos besos y le deseé mucha suerte en San Sebastián. La tendrá, seguro.



Anoche vi Todos tenemos un plan, otra historia oscura rodada también sobre paisajes argentinos, aunque en este caso sean los más acuosos y turbios del bonaerense Delta del Tigre.
Viggo Mortenssen está perfecto en sus dos papeles, la historia es original y los secundarios resultan cercanos y creíbles, como casi siempre en los filmes argentinos. De no ser la opera prima de una directora sudamericana, la escena de la ducha podría competir sin rubores con la famosa, escalofriante, milimétricamente montada, escena de Psicosis.
Se estrenó hace una semana y ayer en la sala éramos menos de treinta personas. No se merece tanta indiferencia. Por suerte cuenta con el apoyo de RTV y en algunos meses, confío, podremos verla por la segunda cadena.
Quizás entonces las primeras líneas del guión resulten menos inocentes:
"Si la colmena no funciona hay que cambiar a la reina."
Apenas unos segundos después vemos como la joven Rosa acata la orden del jefe y despanzurra a la abeja recién destronada entre dos de sus dedos. ¿Será una metáfora?



martes, septiembre 18, 2012

NAZARIO: un artista de la desmesura.


El mundo de Nazario está dormido entre las pálidas pulpas del papel de grueso gramaje.
Sobre una mesa de cristal, junto a un manojo de lápices afilados, descansa también un puñado de lirios.
De pronto, una punta de grafito rasga el blanco, convirtiendo el silencio en desmesura.
Trescientas falsas vírgenes se lanzan a la calle, trotando por las Ramblas de Barcelona detrás de ese falso cartel de toreros sevillanos; paseantes de la villa: sin traje de luces, con cuerpos de infarto.
Jaurías de faunos rodean la Plaza Real olisqueando el sexo de los amantes machos, suspirando por ellos en un compartido, orgiástico orgasmo. Travestis negras de caderas anchas y flacos chulos pálidos, de ojeras pintadas, disputan espacios bajo las recovas, mientras gigantescas figuras de cartón coloreado lucen con orgullo portentosos falos y unos cabezudos ciegos encienden las tracas que anuncian la fiesta.

El fondo musical es vasto, complejo, electrizado. Un hombre moreno, apenas cubierto con pieles de naranja, grita “butano” como si anunciara un evento magno, mientras la Callas, vestida en rojos sangre de Merimèe, canta Puccini por peteneras, y la sobrenombrada Betty Boop, celosa, caliente, tramontana, se lanza a ladrar subida a sus tacones, volviendo a ser esa criatura que alguna vez, hace un montón de años, fuera abandonada como un perro abandonado en medio de la calle.

El pincel se hunde en el vaso y el agua transparente se convierte, apenas un instante después, en leche marmolada. El diván donde descansaba el cuerpo desnudo, terciopelo y roble, es, de pronto y sin más, un tálamo sepulcral, la losa de una tumba.

Azul ultramar, blanco de plomo: marineros náufragos cabalgan sobre brisas fúnebres.

La acuarela amarilla abre un paso de agua sobre las sombras nocturnas.

La raya que cruza el papel de lado a lado es el horizonte por donde asoma el sol, ese clavel de fuego que aromatiza el aire y despeja los temores.

La vida cruje como un sobre de carta, abriéndose paso entre los delantales almidonados de las pescaderas.

El mundo de Nazario es otro, pero sin ninguna duda pertenece a éste; el mismo que ahora, abrazándolo, lo abrasa.
 
Dante Bertini, Barcelona, 2004.
 
 
(*Este texto prologó el catálogo de la exposición Nazario, Antología erótica (diseñada y montada por mí) en el XII Festival Internacional de Cine Erótico de Barcelona (FICEB), 2004. 
Encontrado hoy por la noche, mientras hacía una limpieza de papeles virtuales.) 

jueves, septiembre 13, 2012

Carta desde Barcelona



(Me habían pedido una carta poco extensa y yo les envié esta. De comun acuerdo hicimos una síntesis dejando aquello que se refería al tema concreto, Barcelona.)

Querida Noemí:
Por extrañas razones de la vida misma, ha pasado más tiempo del que yo hubiera deseado y esta carta que comienzo hoy, 19 de marzo, es la contestación tardía a una tuya donde mi voz era tachada de sepulcral –“sepulturera” ponías tú con total desparpajo sin saber cuánto me cuesta tener una voz relajada, cálida y sensual como la que tengo ahora- y también a esa cinta donde agradecías que me ocupara cariñosamente de tu, por entonces, endeble salud.
En el interín (una palabrita de lo más bailarina) ha entrado en casa un moderno PC, que lejos de ser una fracción contestataria comunista escapada de las purgas del Este y refugiada -¡Dios y Alá nos guarden!- en nuestro tan humilde como fotogénico piso del Barrio Gótico, es nada más ni nada menos que ese aparato que los antiguos llamábamos computadora, los modernos ordenador y los más precisos Personal Computer.
Sirviéndome de Él escribo esta carta, la primera con la que me atrevo a usarlo. Espero me sirva para ir familiarizándome con la cantidad de botones, teclas y mandos diferentes, algunos de los cuales son un auténtico misterio para mí.
Podría decirte que desde que llegó a nuestra casa todo ha cambiado. Jorge y yo casi no nos miramos y es rara la vez que osamos dirigirnos la palabra. Estamos embobados en su contemplación y dedicándole por completo todos nuestros pocos ratos libres. Ajeno a tanta adoración, el enigmático PC no sucumbe al narcisismo estéril y suele portarse más que bien. Silencioso y callado, hace las tareas que le encomendamos con diligencia y celeridad extremas y siempre le queda tiempo para jugar a infinidad de cosas divertidas con sus nuevos anfitriones. Como partenaire resultó algo caro, lo reconozco, pero al menos no se ha ido después de la primera noche y, en documento anexo, promete una cantidad de servicios extras, además de calidad y larga duración.
Como es japonés no desconfiamos de su palabra. Gracias a Kurosawa, Mishima y tantos otros, sabemos que por esas tierras el honor es fundamental. Teniendo en cuenta esa misma condición nipona nunca dejamos cerca de él cosas afiladas: tememos que en cualquier momento, enloquecido por nuestra occidental ineptitud, pueda hacerse un harakiri en los cables.
Como no todo ha de ser bonhomía, felicidad y gozo, también llegada de Oriente, tuvimos en casa otra visita: ¡LA GRIPE ASIÁTICA!
Me tuvo a mal traer durante diez o quince días, con dolores de todo tipo, bastante fiebre y una larga convalecencia con notable bajón anímico. Fue una plaga en Barcelona, con gran cantidad de amigos atacados por el virus, cosa que, tal vez por ser yo tonto, resultó un mínimo consuelo.
Harto de la depresiva enfermedad, decidí irme a Ibiza para cambiar de aires. Allí, con mi adorable homeópata alemán y el cariño de algunas gentes maravillosas, más un poco de sol y mucho viento y lluvia, logré disipar los últimos fantasmas de la fiebre. El resto es trabajo para las Flores de Bach.

 
Pasaron varios días, es la una y cuarto de la tarde y acabo de llegar de la calle...
Fui a comprar las benditas flores de Bach que se me habían acabado y comprobé con asombro que pese a las declaraciones de nuestro presidente actual asegurando que no hay inflación, las mismas esencias que me costaron hace unos años 12.000 pesetas hoy cuestan ¡46.000!
También paseé un buen rato por la Rambla. Vivo a dos calles de ella, así que es casi imposible no hacerlo. Un río de gente variopinta de todo el mundo agregada a los personajes típicos de la zona: estatuas vivientes, floristas, kiosqueros, travestis y buen un puñado de locos con delirios poéticos. Aproveché para tomar un café en un bolichito ecuatoriano, “de lo más bonito”, según la camarera peruana que lo atiende, con un amigo arquitecto que tiene su estudio al lado de casa. A veces soy infiel al Escribá, del que ya te hablé en otra carta, con su frente modernista y sus exquisitos cruasanes de mantequilla, pero como según mi médico tengo que cuidar la línea, últimamente no voy tanto. Al salir me encontré con “la Pavlovsky”, Ángel, también vecino, que iba hacia la radio en la que actúa casi cada día. Intercambiamos algunos chismes y nos reímos un buen rato de nosotros mismos. Cuando nos separamos encontré a Peret, el dibujante –no te asombres; este barrio es así de social-  que había hecho noche en casa ajena e iba para su estudio de la calle Guifré. Otro rato de charla sobre dimes y diretes del ambiente “ilustrativo”, al final del cual nos despedimos prometiéndonos visita. Me detuve, como siempre, a mirar plantas y flores, dudando en hacerme con otro pececillo, el octavo, para mi pequeño acuario, hasta que me dije: “frente a la duda, abstente”. Entonces dirigí mis pasos a una librería-drugstore muy encantadora donde suelo encontrar chollos (gangas) en libros de artes y culturas varias. Hace unos días me había hecho con dos preciosos volúmenes sobre medicinas orientales, uno para mí, uno para regalar en una ceremonia de Bar Mitzvah a la que asistí el sábado. Textos magníficos e ilustraciones soberbias a todo color, buen papel y tapas duras, a menos de ¡tres pesos! argentinos.
Por supuesto, ya no quedaba ninguno...Pensaba regalárselo también a mi profesora de yoga, pero ¡vaya frustraciooooónnnnn!...así que me acerqué hasta el mercado de la Boquería (“abocado” a una restauración total) y, en plan literario, sthendaliano, me compré un kilo de rojas cerezas y otro de negros y gordos aguacates, las paltas de allí...
Como verás, ante la frustración: ¡gratificación! Doble en realidad, porque al llegar a casa me encuentro en el buzón tu carta, hermosa, bien nutrida y con estampillas de clara influencia yanqui...Influencia es un decir: son ¡¡¡absolutamente yanquis!!! Con barras y estrellas y esos típicos corazones enamorados de “Nuyork”, que diría mi siempre recordado Melgarejo.
Bueno, traduzco... quiero decir que me gustaban más las estampillas argentinas de siempre, entre campestres y naif. Recuerdo algunas con flores patrias y otras con los personajes de Mafalda y aún otras más con pájaros sudamericanos de diverso y multicolor plumaje.

 
Retomo el hilo anterior:  llegué a casa preso de algunas urgencias insoslayables, así que agarré el teléfono inalámbrico, tu carta y mis gafas y me fui con todo, corriendo, al retrete...en el teléfono había un mensaje de nuestro Carlos “de Inglaterra”. Hacía un montón de tiempo que no me llamaba...¿otra coincidencia? Parece que a pesar de los años transcurridos,  sigue existiendo ese invisible hilo dorado que nos unió siempre.
Te cuento lo que hacemos en los largos meses de este verano que, según decís, es para vos “el más crudo invierno de los últimos años”. Por lo pronto no nos vamos de vacaciones. Poco antes del verano estuvimos en San Sebastián, donde Jorge tenía que dar una conferencia con los psicoanalistas lacanianos. Decidimos que fueran tres días de lujo y paramos en el María Cristina: grandes salones, habitaciones espaciosas, cubertería de plata, altas cortinas de pana roja y rosas frescas sobre las camas recién tendidas. He descubierto que no me molestaría nada vivir siempre de esta “anacrónica” manera.
Mientras tanto disfrutamos de la casa nueva en el Gótico, con su terraza, sus plantas, sus gatos y sus peces, pero también, y espero no despertar en vos adormecidos pecados capitales, estamos gozando del Grec (el festival de verano de Barcelona), dedicado este año ¡a la maravillosa y lejana ciudad de Buenos Aires!
Como mi nombre debe figurar en algún mailing importante -que tal vez sea el de la actual cónsul cultural, la actriz Cecilia Rosetto, con quien volví a encontrarme aquí después de varias décadas- me han invitado a una buena cantidad  de espectáculos. Además del suyo, vi los de Juanjo Domínguez trío, Susana Rinaldi, Adriana Varela y uno teatral, de texto: El fulgor argentino (grupo vocacional de Catalinas Sur, tu antigua residencia): una delicia de gente que se dice no profesional y lo es mucho. Son más de cien personas en escena, (re)interpretando con notable brío la historia nacional.
Anoche mismo fuimos a La Paloma, un salón de baile finisecular aunque muy bien conservado, impregnado de un glamour auténtico, de otra época. Se trataba de oír y ver a los chicos de “El Arranque”, orquesta típica “clásica” con un cantante a lo Fiorentino, lírico él, perfecto en su papel de vocalista de otra época, de perfil bien dibujado, entre Perón joven, Gardelito y Robert de Niro. Era su primera actuación en el exterior y triunfaron. Se lo merecen porque suenan como treinta personas y son sólo ocho...
Yo, ya te conté antes por teléfono, sigo componiendo canciones: el otro día un amigo (médico, tanguero y compositor; todo un personaje literario argentino) estrenó uno en el atrio del convento de Sant Cugat. A ti el nombre te sonará raro, ¿verdad?, pero no pienses que finalmente canonizaron a Xavier, el rumbero catalán que triunfó en Hollywood. Sant Cugat es una localidad residencial muy cercana a Barcelona, y allí mi amigo estrenó, decía, un tango que se llama Rambleando, con letra de mi autoría (vaya palabrita). El estribillo dice:

Desde su alto pedestal rodeado de leones/
Colón señala con un dedo tieso/
aquel lugar lejano, aquel sitio perverso
donde sin darme cuenta yo perdí tu amor...
chán, chán...

No tengo claro que don Cristóbal señale con el dedo hacia nuestra tierra, aunque cada día se hace más evidente cuantos amores perdí al marcharme de ella.
Me cansé de teclear y tengo que ponerme a trabajar un rato con el lápiz y el papel de toda la vida. Sigo otro día.
Besos,
Dante.

 
Barcelona, Julio de 2001.
(Fecha de la transcripción:
Febrero de 2012, Barcelona)

Algunos links:


sábado, septiembre 01, 2012

La Rioja, Bilbao, Cantabria, Asturias... Agosto 2012

Pocas palabras y varias imágenes.
Para que (me) imiten alegremente, para que repitan el viaje que hice.
Vale la pena, y siempre se puede mejorar lo ya realizado.

 
 
 
















Escultura de Jesús Otero en Santillana del Mar. Dos tiendas en la vieja Logroño, una playa en Llanes, 3 imágenes de Gijón, la plaza del Museo con un edificio de César Pelli y varias imágenes robadas(lo siento) de la espléndida expo Hockney en el Guga de Bilbao. Escaparates de Vuitton, Bilbao. El Hidalgo de Quijas, habitación con ángel(es). Habrá más.