viernes, mayo 29, 2009

Ella, ella, Él


Sólo una cosa no hay. Es el olvido. J.L.Borges, Everness.

Tendría seis años -o cinco, o cuatro, lo mismo da- cuando pedí a mi hermano mayor que me dejara ver, aunque fuera por un momento, sus revistas de historietas. Me dijo solamente "no", sin siquiera levantar la vista de lo que estaba haciendo, y cuando le pregunté el porqué de su negativa, me contestó que él no necesitaba razones para hacer las cosas. Compungida, a punto de llorar, dolorosamente castigada en un lugar sin nombre al que luego, con más años, bauticé como amor propio, sólo atiné a amenazarlo con contar todo aquello a nuestros padres. Logré que al menos me mirase, pero también que me hiciera una confesión desoladora: antes de dejar que tocara sus revistas él prefería romperlas. Y lo hizo frente a mi, lenta y concienzudamente; sonriendo.


Así comienza "El hombre de sus sueños", novela con la que gané el Premio Sonrisa Vertical de novela erótica de editorial Tusquets en el año 1993. Los jurados fueron el director de cine Luis García Berlanga, la editora Beatriz de Moura y los escritores Juan Marsé y Almudena Grandes. En estos días, el Circulo de Lectores de Random House Mondadori ha reeditado la novela para sus asociados. Según parece, la historia de estos tres personajes atrapados en un particular huis clos doméstico y sexual, sigue conservando interés casi dieciséis años después de su primera edición de veinticuatromil (24.000) ejemplares.
Ilustran: Adan y Eva de Tamara de Lempicka (primera edición) y una foto de la cubierta en la nueva edición del Círculo de Lectores.
Posdata: esta mañana, hojeando el Babelia, me entero de la muerte de Rafael Conte. Fue este pasado día veintidós, y yo, por vaya a saber qué triquiñuelas de mi memoria, no consigné su nombre entre los de los miembros del jurado que premió, por unanimidad, mi novela. Lo nombro ahora, compungido, cuando ya no está con nosotros.

jueves, mayo 28, 2009

¡Ganamos!


"Hace pocos días ganamos la Palma de Oro de Cannes con mi admirado Haneke. No pude soportar tanta alegría en silencio, así que salí a la calle y rompí dos farolas y me cargué un escaparate de zapatería. ¡Reaccionarios, meapilas, burgueses asquerosos! Si no hubiera sido por esa vecina de mierda tocacojones, partía en dos ese árbol raquítico que está en medio de la acera, obstruyendo el paso de mi moto. ¡Hay gente que no soporta la alegría ajena! Si tengo suerte, algún día, cuando pase con el perro, me lo cargo de una patada. ¡De sólo pensarlo ya me estoy excitando! Es lo que tienen los triunfos: te disparan la adrenalina. También lo pasamos muy bien presentando con Brad Pitt, Tarantino y toda esa panda de amigotes nuestra última peli. ¡Me sentí de puta madre cuando atravesábamos todos juntos aquella espléndida alfombra roja, aclamados por el público como auténticos dioses! Los flashes, los aplausos, el fervor de los fans...Y eso que el viaje en nuestro avión particular había sido especialmente fatigoso: meta contar chistes, comer hamburguesas y tomar cerveza. Creo que no me sentía tan bien desde que le gané a Federer en Roland Garros. Ser el número uno te fortalece el espíritu, aunque tengas que dejar en el camino alguna gente que aprecias. ¡Somos invencibles Nadal y yo! No sé que vamos a hacer con todo el dinero que nos embolsamos en el último año. Igual hasta cancelo la hipoteca del piso. Veinte años entregando medio sueldo al banco por dos ambientes miserables en un barrio cutre... ya estoy harto. La próxima vez que ganemos un Planeta me voy a las Ramblas y arraso con todo lo que encuentre. Es lo bueno de sacarse premios. Te desinhibe."

domingo, mayo 24, 2009

Lo tuyo, ¿es puro teatro?


Teníamos veintipocos años y vivíamos en una ciudad enorme y aislada que amenazaba con tragarnos despaciosamente, sin alharacas ni bambollas, sin el más mínimo estrépito. No todos éramos hijos de hogares de clase media-media, alejados de forma equidistante de solturas y apremios económicos. Algunos, y este era mi caso, chapoteábamos en una mediocre medianía mediáticamente mimada por censos y estadísticas. No lo hacíamos por auténtica pertenencia sino por pura y devota convicción espiritual, por el desesperado deseo de no caer un peldaño más abajo de aquel, absolutamente ficticio, en el que pretendíamos encontrarnos. Para que nuestra sensación de ingravidez fuera completa, y a pesar de nuestra notable juventud, de nuestra más que evidente inmadurez, se suponía que pertenecíamos a una (otra más) generación perdida. Como inútiles deshechos del mayo francés, perdedores de una lucha que en realidad nos había caído muy lejana, teníamos que mostrarnos desencantados de las militancias familiares, estudiantiles, políticas. Al mismo tiempo se nos incitaba a sospechar de que nuestros eventuales, casi siempre futuros, encuentros eróticos, las más que esporádicas y fantaseadas batallitas sexuales, jamás llegarían a satisfacernos completamente por más empeño que pusiéramos en ello. Al menos nunca tanto como desde la más tierna infancia habíamos esperado que lo harían. Arrastrados por la indomable vorágine de nuestras energías juveniles, las gubias y la carbonilla, el lápiz y el pincel, la terracota o la máquina fotográfica, -herramientas artísticas clásicas tan cuestionadas como las otrora llamadas Bellas Artes, convertidas por la sacrosanta palabra de la modernidad vanguardista en Bestias despreciables- tampoco cubrían nuestras presuntas capacidades expresivas, nuestras ansiosas necesidades de comunicación. Tal vez por eso, en el mismo momento en que Osvaldo Rao -un ser bastante extraño, alto, robusto, desgarbado, con barbada presencia de místico rasputiniano- nos invitó a integrarnos en un grupo de investigación teatral, dimos nuestro sí sin preocuparnos por pedir demasiadas explicaciones. Supongo que a muchos se nos había despertado una nueva vocación artística, menos introvertida y posiblemente mucho más rentable.
Nos equivocábamos una vez más. Este teatro negaba cualquier posibilidad de estrellato o enriquecimiento. Sus actores debían ser monjes austeros dispuestos a entregar hasta su última gota de sangre en aras de una imprecisa búsqueda interior, más cercana a la revelación mística que al conocimiento intelectual. Trabajaríamos con temas universales cargados de significados religiosos: la Pasión de Cristo, los siete pecados capitales, el Apocalipsis bíblico y la zoológicamente preservadora Arca de Noé.
Fue toda una experiencia que en poco más de medio año cambió notablemente el curso de mi vida. Del grupo original, unas veinte personas, solamente dos eran profesionales de la escena: el actor Víctor Laplace y una contundente morena con experiencias en el mundo de la revista de la que ahora no recuerdo el nombre.
Durante varios meses estuvimos acercándonos, conociéndonos, golpeándonos, sufriendo, riendo a carcajadas o llorando a lágrima viva. Finalmente decidimos hacer una función para mostrar nuestro trabajo en el mismo lugar donde nos concentrábamos varias veces por semana para sacar a la luz inhibiciones y fantasmas. Unas setenta personas pudieron ver lo que hacíamos; presenciaron, incómodamente sentados en el suelo, aquella ceremonia que se pretendía purificadora. No hubo aplausos: los habíamos prohibido terminantemente antes de comenzar la función.
Al día siguiente el grupo decidió separarse. Muchos estaban rotos psicológicamente, habían descubierto facetas de su personalidad demasiado inquietantes. Volvíamos a nuestra cotidianeidad arrastrando los restos de una vida anterior desgajada, maltrecha, puesta en discusión hasta sus últimas consecuencias. "El teatro es para los actores", predicaba el polaco Jerzy Grotowski, patriarca, ideólogo, fundador de aquella búsqueda. En aquel momento sus actores estábamos cansados, doloridos, quejosos. Queríamos abandonar esa escena demasiado intensa para refugiarnos en nuestras domésticas cuevas a lamernos solitaria y melancólicamente las heridas.
Durante décadas, hasta hace poco más de un mes, arrumbé estos recuerdos en algún rincón sombrío de mi memoria. Pasa que mañana, martes 26, comienzan las celebraciones del año Grotowski en Barcelona y, gracias a Anna Caixach, su coordinadora, nos ha tocado realizar todo el trabajo gráfico para este evento en el que se recuerda la figura del creador polaco diez años después de su muerte en Pontedera, Italia.
A veces los senderos se bifurcan para volver a encontrarse sin que podamos desentrañar su caprichoso trazado.
Foto: Grotowski frente al Teatro Polsky. Wroclew, 1966

miércoles, mayo 20, 2009

este viernes, con José Emilio Pacheco


Como los poetas no poseen un carnet especial de inmunidad -o impunidad- virósica, el reciente ganador del Premio Reina Sofía, el escritor mexicano José Emilio Pacheco(1939), no ha podido abandonar su tierra natal para acercarse hasta la semana poética de Barcelona, donde se lo esperaba con brindis y agasajos variados. Dado que la gripe porcin(A) ha imposibilitado la realización de ese programa, Casa América Catalunya ha decidido suplir la falta invitando a varios poetas latinoamericanos -Arturo Bolaños, Efi Cubero, Carlos García, Antonio Tello, Carlos Vitale-, para que el viernes próximo, a partir de las 20 horas, leamos poemas del autor ausente. Nos han permitido elegir, así que yo leeré, entre otros, el que transcribo a continuación:

ALTA TRAICIÓN

No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.

Casa Amèrica Catalunya, Córcega 299, entresuelo/Teléfono: 932 380 661
ilustra: imagen de la campaña de promoción de BarcelonaPoesía 2009.

lunes, mayo 18, 2009

Lorraine Hunt-Lieberson: estrella de la semana

Los que siguen esta página con cierta asiduidad saben de mi particular afección por la asociación libre, y no solamente en el terreno de las ideas. Esta mañana, nada más despertarme, escuché por primera vez a esta bella mujer cantando canciones con letra del poeta chileno Pablo Neruda. Minutos después oía la noticia de que otro sudamericano, el escritor Mario Benedetti, había muerto. Ante esta desaparición casi previsible, algunos periodistas de la nutrida estirpe "exageremos que algo queda", se han inventado titulares del estilo "hoy, con él, la poesía ha muerto". Si semejante aserto pudiera ser creíble, si la muerte de un poeta fuera la muerte de la poesía en su totalidad, ésta hubiera sido amortajada mucho antes y yacería en una abarrotada y perdida fosa común, despojada de cruces, lápidas o extravagantes monumentos funerarios. Sin retroceder demasiado en el tiempo, hace poco más de dos semanas moría la enorme poeta, también uruguaya, Idea Vilariño. Bastante menos prolífica, con una vida amorosa agitada, pasional, sombría, un carácter no precisamente fácil y un perfil muchísimo menos mediático, su desaparición no causó tanta consternación, tantos discursos, como los que hoy acompañan en su final al siempre amigable Mario Benedetti.
Vaya para ellos esta canción que habla del amor y la muerte*, dos componentes esenciales de la nada difunta poesía.


*Amor mío, si muero y tú no mueres,
no demos al dolor más territorio:
amor mío, si mueres y no muero,
no hay extensión como la que vivimos.
Polvo en el trigo, arena en las arenas
el tiempo, el agua errante, el viento vago
nos llevó como grano navegante.
Pudimos no encontrarnos en el tiempo.
Esta pradera en que nos encontramos,
oh pequeño infinito! devolvemos.
Pero este amor, amor, no ha terminado,
y así como no tuvo nacimiento
no tiene muerte, es como un largo río,
sólo cambia de tierras y de labios.

sábado, mayo 16, 2009

palabras como lágrimas

Grandes o pequeñas, mis casas han tenido siempre ambiciones de Aleph. Los objetos confluyen en ellas de forma casi espontánea y, aunque con cierto orden que nunca es producto del azar, van ganando terreno hasta ocuparlo prácticamente todo. Esta en la que vivo ahora no es una excepción a esa particular costumbre. Maru, una amiga canaria que se ha mudado a París buscando su norte, dice que en los lugares donde vivo hay demasiada información. Lo tomo como un elogio, evitando pedir más aclaraciones. No sea que me encuentre con una metáfora resbaladiza de sentido contrario a aquella de Cortázar en Historia de Cronopios y de Famas, donde a un personaje femenino, para no caer en la cursilería de decirle ánfora griega, la llamaban simplemente "la culona".
Federico el gato no se hace problemas con la falta de espacio. En realidad ese concepto no existe para él, acostumbrado a atravesar cualquier obstáculo, a trepar hasta cualquier altura, a descansar en las posiciones más extravagantes sobre los objetos más insólitos. Como si de otro gato se tratara, Eugenia, la pequeña y delicada mujer ucraniana que nos ayuda cada diez o quince días a limpiar la casa, también se mueve con soltura entre los muebles de todo tipo, entre las pilas de libros, revistas y papeles de rara vocación equilibrista y los auténticos batallones de objetos variopintos en posición de espera. Es cierto que nadie le exige obsesivas pruebas del algodón, que nadie espera limpiezas exhaustivas, pero se agradece que en todos los años de trabajo con nosotros, jamás -y aunque no me veis en este momento, estoy cruzando los dedos- haya roto ni una sola de las muchas cosas frágiles que habitan mi casa.
Les cuento todo esto porque hoy, mientras hacía un poco de orden en el Aleph horizontal que está tomando posesión de mi mesa de trabajo, apareció de forma inesperada un recorte de diario con la necrológica de Michael White, "el hombre que curaba con la escritura". Este australiano rubio, de mentón fuerte y sonrisa simpática, asistente social y terapeuta de familia, pensaba que la narración escrita de sus traumas podía ayudar a los pacientes adultos a superar muchos conflictos enraizados durante la infancia y la adolescencia. Según él, "muchas patologías encuentran su clave en el análisis de las historias vitales que contamos una y otra vez sin darles demasiada importancia". Allí estarían los nudos que nos impiden avanzar, los obstáculos que nos fijan en una determinada y repetitiva situación, muchas veces dramática. Si pudiéramos escribir un final distinto a esas historias traumatizantes, tendríamos la posibilidad de rescribir también nuestras vidas.
No puedo recordar el momento en que recorté de una página de un diario barcelonés el obituario de este personaje, sin embargo el miércoles de esta semana, durante los prolegómenos a una lectura de poemas en el Aula de Escritores de ACEC, conté cómo casi cada día me preguntaba para qué servía escribir. Un momento después, ganado por una emoción repentina que no supe ni pude contener, leí el poema dedicado a la reciente muerte de un amigo. Fue escrito pocas horas después de que su viuda me anunciara un desenlace que pretendíamos postergable, lejano. Aquel día el ordenador, la pantalla luminosa, el teclado gris de plástico, habían sido lo que solemos llamar "mi paño de lágrimas". Tuvieron que pasar más de cinco meses para que esas lágrimas virtuales metaforizadas aquel día en palabras, se hicieran realidad. Fueron necesarios más de cinco meses para que mi corazón pudiera traducir lo que supuestamente escribió mi cabeza. Tal vez Michael White tuviera razón y la escritura sea, además de otras muchas cosas, una actividad terapéutica.
ilustra: foto de Dante Bertini.
Posdata: hoy a primera hora recibí este comentario/anuncio:
Después de un minucioso estudio, STULTIFER te otorga el prestigioso galardón al MEJOR BLOG DEL DÍA correspondiente al sábado 16 de mayo de 2009 en No sin mi cámara por los contenidos y matices.
Visitanos y comenta con nosotros. Saludos cordiales.
Vamos, que nos ha gustado mucho y hemos querido acercarnos a ti.
Puedes colgar el Premio voluntariamente en tu blog.
Ya formas parte de la Orden del Stultifer de Oro.
Y si tienes una escalera, mándanosla y la publicamos inventándonos una historia.

Demás está decir que agradezco la dorada distinción a los responsables de Stultifer. Y les mandaré la escalera. Quiero ver qué se inventan con sus peldaños.

martes, mayo 12, 2009

entre Albarracín y Alga

Mañana, miércoles, a las 19.30 horas, leo poemas propios y de José Luis Giménez Frontín en un acto en su memoria organizado por la revista de poesía Alga. Será en el Aula de Escritores del Ateneo Barcelonés, calle Canuda, Nº 6.
Empiezo a reponerme del viaje a Albarracín y ya me embarco en otros. Durante junio organizaré unas jornadas poéticas en la nuevísima librería Bertrand de Rambla Cataluña: Tr3s x Tr3s, Poetas Latinoamericanos de Barcelona. Nos encontraremos los tres primeros lunes del mes próximo a las 19 horas. Estarán, entre otros, Mario Satz, Rodolfo Hasler, Cristina Peri Rossi, Edgardo Dobry, Carlos Vitale, Arturo Bolaños y Antonio Tello.
Dejo algunas imágenes de las muchas que me traje de "el pueblo más bonito de España", un calificativo que Albarracín ha ganado a fuerza de belleza. Habrá más... apenas pueda ocuparme de subirlas.
(En las fotos -todas de Dante Bertini- vemos varios detalles característicos de Albarracín; también a un dependiente de tienda con camiseta sugerente y a Gonzalo Elvira delante de una de sus obras, parte de la serie expuesta en el Museo)

domingo, mayo 10, 2009

una semana en otro lugar


Hace casi una semana que falto del blog y no puedo ni quiero permitírmelo. Pido disculpas por este silencio, pero recién llego de mi navegación por tierras aragonesas. Debo decirles que de amantes nada: ni siquiera me acerqué a Teruel. Estuve todo el tiempo en Albarracín, rodeado de sierras, silencio, entrecruzados cantos de pájaros y casas pintadas en distintos tonos de tierra arcillosa, con vigas gruesas y oscuras, pesadas puertas de madera y herrajes de inspiración múdejar. El tiempo pasa menos abruptamente cuando estás acompañado de gente amable, inteligente y respetuosa, así que nunca escribiré -ya que en ningún momento lo he pensado- que estos pocos e intensos días se pasaron volando.
Anoto, sin buscarles explicación lógica, varias coincidencias:
1) La misma noche del día en que viajé hacia Teruel, Moreno Veloso, hijo de Caetano, cantaba en Barcelona. No lo sabía cuando colgué el post anterior a este.
2) Albarracín era uno de los apellidos de la madre de Domingo Faustino Sarmiento, prócer, escritor, maestro; emblemático y discutido defensor de la educación en Argentina.
3) Antes de llegar al pueblo mismo, en medio de un paisaje natural que por su sencillez y belleza produjo en mí una sensación casi angustiosa, prácticamente incontrolable, de plenitud, vimos un viejo cartel que anunciaba: Palazzo de la Santa Croce, el mismo nombre de la calle toscana donde nació mi padre.
4) Nada más llegar al museo donde dos días después expondría sus pinturas Gonzalo Elvira, el amigo que nos había invitado a este viaje, me enteré que el alma mater de la Fundación Santa María, patrocinadora de todas las empresas culturales de Albarracín, llevaba como primer apellido el mismo Almagro que da nombre al barrio porteño donde nací y viví toda mi adolescencia.

Ahora estoy cansado. Necesito dormir, reubicarme en la vida cotidiana, volver a ocupar mi cama. Muy buenas noches. Que todos durmamos bien. Hasta mañana.

martes, mayo 05, 2009

¿Navegar es preciso?

Navegar é preciso viver nao é preciso...
Lo dice Caetano Veloso en su canción Os Argonautas.
Aunque sin alejarme demasiado de la casa en que vivo, siempre tan acogedora, voy a dar una vuelta por tierras desconocidas.
Quiero comprobar que hay de verdad en eso tan bien cantado por el artista brasileño. Por si no recuerdan o no conocen la canción, pueden oírla pulsando sobre su nombre. El video no es para rasgarse las vestiduras, pero la voz de Caetano conmueve más allá de la piel.
Ilustran dos cubiertas de sus primeros discos. Una le va a gustar muy especialmente a Fanmakimaki, navegante empedernido, amante del naranja y la estética entre Liberty y psicodélica de los ses(t)enta.

Posdata en color: Jorge Sarraute, compositor, músico y artista plástico, inaugura exposición este viernes en Argentona.
Entre sus obras, un retrato de Dante Bertini con el pelo largo (Ayer Nomás).
¡Música, maestro... y pinturas también!

domingo, mayo 03, 2009

Pandemia

Acabo de sortear un atropello callejero. Como prefiero no preocuparlos inútilmente, me apresuro a decirles que no ha sido un atropello de tipo sexual. Ya me gustaría.
En realidad me he salvado por los pelos de un imprevisto ataque divino que venía rodado. O sea: una más que notable furgoneta de color hueso (!!!) con varias inscripciones de las que solamente recuerdo una: "No estoy en crisis, estoy en Cristo" -y juro por mi propia carcasa ósea que no estoy alucinando- se ha abalanzado sobre mí en la esquina de Mallorca y Aribau, cuando estaba a punto de cruzar la calle cargado de bolsas rebosantes de frutas, verduras y otras cosas frescas para masticar, deglutir, alimentarme. A veinte metros de allí, sobre el cruce mismo de las dos arterias(!!!), un patrullero de la policía intentaba que los coches no volvieran a llevarse por delante al joven motorista que yacía en el suelo, sin que yo me planteara siquiera enterarme de su estado físico. Suena duro, lo sé. Lo de mi indiferencia, digo. Es que dos o tres días atrás me había enterado de las muertes del psicoanalista rosarino Helios Prieto y de la poeta uruguaya Idea Vilariño, y, casi al mismo tiempo, dos amigos cercanos me confesaron que no andaban muy finos de salud. Además el hombre allí caído no me necesitaba especialmente: ya tenía a otros ocupándose de su accidentado cuerpo. Para mi descargo puedo asegurar que los de la furgoneta evangelizadora fueron aún más brutales que la actitud negadora, indiferente, de este cacho de pan. Sortearon a toda velocidad a los policías y al herido para no tener que detenerse con el cambio de luces del semáforo, sin siquiera preocuparse porque alguien cualquiera, yo en este caso, pudiera tener sus reflejos listos para cruzar la calle apenas el artefacto pasara al verde. Por suerte mis reflejos funcionaron igualmente bien dando un salto atrás, sino en estos momentos, de haber alguien escribiendo en este teclado, sería algún deudo ocupándose de mi necrológica. Como muchísima otra gente que anda por el mundo, los devotos creyentes de la furgoneta se someten al reconfortante verbo divino, pero apenas entran en acción optan por el más brutal de los comportamientos humanos.
ilustra: imagen de Buddy Christ