jueves, mayo 26, 2011

Woody Allen: anclado en París.


Woody Allen no tiene más vergüenza. O quizás sería más preciso decir que a esta altura de su vida el brillante intelectual neoyorquino ya ha perdido todos los pudores.
Decenas de años cumplidos, un sinfín de experiencias, una enorme cantidad de películas realizadas y la compañía constante de Mia Farrow con todos sus hijos adoptivos durante una larga temporada de su vida, parecen haberlo inmunizado contra la siempre castradora, estéril, inoperante autocensura creativa. Lo digo porque pocos se atreverían a sacar adelante una idea tan ingenua, tan de primerizo como esta: "el sueño del pibe", que dirían los porteños, la fantasía de un chaval, como podríamos traducirla aquí para los no-porteños que me lean.
Midnight in Paris, su última invención, es, además de esto, un descarado homenaje a la ciudad y la cultura francesas y una leve, ligera elucubración sobre el paso del tiempo y sus avatares. Como si no quisiera dejar duda alguna sobre los porqués de su fascinación con la Ciudad Luz, la película comienza con un repertorio de postales vivas de los lugares más bellos de la capital francesa; algunos nada más, porque a esta vieja dama indigna, oronda depositaria de gran parte de la historia cultural de los últimos siglos, le sobran rincones deliciosos, paisajes impactantes y monumentos espectaculares.
Quizás el carisma de Woody Allen se deba a su cercanía sentimental, a que somos muchos los que pensamos, sentimos, deseamos como él.
En un buen día de ambos, y con más de un esfuerzo lingüístico, podríamos pasearnos juntos por esos paisajes urbanos que él fotografía tan bien; rememorando historias pasadas, asombrándonos de las bellezas presentes, imaginando el impredecible, aunque para nosotros fatalmente acotado, futuro.
¿Hay algo más que tiempo, acaso? ¿Todo lo demás no es sueño, ilusión, delirio fantasioso?
"Es que ustedes son surrealistas y yo soy una persona normal", dice con cara alelada el protagonista de Medianoche en París a las reencarnaciones de Buñuel, Dalí y Man Ray en la escena en que estos intentan ayudarlo con extravagantes consejos sobre el amor y sus desvelos, usando frases absurdas, incomprensibles, extraídas de la siempre esotérica poética Dadá.
Pero, ¿se puede considerar normal a este guionista estadounidense de mediado éxito decidido a devenir literato de culto en la deslumbradora París? Posiblemente sean mucho más normales su rubia futura esposa y los encorsetados padres de esta, empeñados en llevarse la ciudad - o al menos gran parte de sus iconos- en varias bolsas caras de boutiques de lujo.
Mientras transita el presente de una Ciudad Luz conservadora de sus antiguos fastos, acompañado de una cámara piadosa que evita mostrar los dolorosos, quizás necesarios, deterioros de tanta última mediocridad globalizada, el autor de la película se pregunta:
¿Todo tiempo pasado fue mejor?,
dispuesto a encontrar una respuesta válida a sus inquietudes en las andanzas de ese otro autor desconocido que sin ninguna duda lo representa.
Más joven sí, mucho, más alto y quizás también más guapo, ¿pero no se trata de hacer realidad esas fantasías que también son nuestras? Para lograr el encantamiento, Woody Allen nos envuelve además en músicas de Django Reinhardt, Josephine Baker o Cole Porter y, a medida que el filme avanza, nos da, y se da, supongo, variadas respuestas, todas ellas tan válidas como contradictorias.
Es que antes del húmedo final con puente y medianoche, el rubio guionista estadounidense enamorado de la bohemia parisina ha visitado la casa de Gertrude Stein y Alice B. Toklas, ha flirteado con una joven amante de Picasso y ha compartido charlas, charleston y saraos con los eternamente alcoholizados Ernest Hemingway y Scott Fitzgerald.
Fábula con moraleja, parábola con final feliz, Woody Allen parece aceptar para si mismo lo que la Stein aconseja al escritor protagonista de su película -debería iluminar sus textos, aligerarlos: la gente necesita distraerse- y ofrece al público su visión más ligera y conciliadora de la vida, muy alejada de la sordidez pesimista de Match Point o Delitos y faltas, dos obras maestras.


viernes, mayo 20, 2011

Mayo del 2011: Los Indigna(dos)


Extraña cosa: como si el vaso de agua ya colmado estuviera esperando la gota imprescindible para desbordarse, como si el movimiento detenido en un fotograma mudo necesitara el empujón impulsor de una palabra y esa palabra hubiera precisado un emisor autorizado por casi un centenar de años y unas cuantas páginas impresas que llevan su firma, ¡Indignaos!, el libro, tiene durante estos días su versión viva y muy directa por las calles y plazas de algunas de nuestras complacientes, burocráticas, amnésicas y muy turísticas ciudades.
La subversión española, la llaman los de afuera, temerosos de que se les pegue el muy molesto, aunque por ahora pacífico virus de los que aquí llamamos simplemente indignados.
Es mayo nuevamente y han pasado muchos otros mayos desde aquel tan célebre del 68.
Es mayo again y brotan parecidos descontentos, exóticas flores de papel y grito en medio del desierto.
¿Crecerán otra vez los verdes arbustos desde las raíces antiguas que creíamos muertas? ¿Levantarán, al hacerlo, los adoquines, el asfalto, las baldosas y hasta el parqué flotante de falsas maderas amazónicas que cubría el suelo de nuestros aletargados aposentos ciudadanos?
Quizás debajo esperen, escondidos como si de oro en polvo se tratara, la arena que acolchó las playas de nuestras ilusiones perdidas y el tiempo, divino tesoro, de nuestras juventudes marchitas.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Sin embargo, esporádico milagro liberador de ese ensueño repetitivo que suele ser la vida, nuestras luchas de antaño se parecen demasiado a estas.
Descreído intermitente, eterno ilusionado, espero que estos nuevos indignados puedan encontrar la luz en la hendidura, la grieta por la que escapar de ese encierro ciego al que algunos poderosos, impíos y corruptos, quieren condenarnos.











Algunos días después, este blog se enriquece con imágenes magníficas de diversos fotógrafos -Susana Vera, Emilio Morenatti, Paul Hanna, Pedro Armestre (5,6,7,8), David Ramos (1,9), Vincent West- todas ellas aparecidas en medios extranjeros.
Gracias por disparar tan bien.

miércoles, mayo 18, 2011

Cada vez que decimos adiós...


Cole Porter, autor de esta canción -chaqueta abierta, pierna cruzada- de paseo feliz por Venecia en compañía de tres amantes amigos...
















Y para terminar, Cole Porter otra vez, aquí solo, en un dibujo del maestro David Levine.

domingo, mayo 15, 2011

Paul Éluard, temblores y festejos


Hay otros mundos, pero están en este, escribió alguna vez el poeta francés Paul Éluard.
La frase sirvió para vender un número notable de cosas distintas, desde refinados perfumes franceses a estrafalarios circuitos turísticos, casas de "auténtico ensueño" o automóviles de impresionante lujo.
En estos días, conmovido por los temblores de Murcia, una catástrofe que como muchas otras de los últimos tiempos deja tras de sí amplísima destrucción y numerosos muertos, vuelvo a pensar en esta frase tan manoseada como irrebatible, porque en la calle, a escasos metros de donde escribo, un fondo sonoro de petardos, bocinas, gritos y estribillos cantados acompaña las celebraciones barcelonesas por la consecución de otra Liga Nacional de Fútbol.
Alegría y tristeza, placer y dolor, nacimiento y muerte. El reino de la dualidad no admite las tonalidades medias, parece olvidarse de ellas.
¿De esto se trata? ¿Esto era todo?



Conocí esta canción en la versión de Ornella Vanoni, cuando tuve la suerte -gracias, Carlos S.- de ver a la bella y sugestiva cantante italiana en su única actuación en el Club 676 de Buenos Aires, en alguna fecha más que pretérita del siglo pasado.
Durante años no pude reencontrarme con ella, a pesar de que preguntaba a cuanto italiano se cruzaba en mi camino si por casualidad la conocía, si podía darme datos más concretos sobre este particular himno al más virulento descreimiento. Yo en realidad no recordaba ni el nombre -no podría asegurar si alguna vez lo supe- pero cada cierto tiempo, frente a algún hecho particularmente emotivo volvía a recordar la anécdota que se contaba en ella y la emoción, entre angustiosa y satisfactoria, que había sentido al escucharla por primera y única vez.
A medida que pasaba el tiempo y no encontraba a nadie que conociera la evanescente canción, llegué a dudar de su existencia; tal vez fuera una invención de mi memoria abarrotada o algún desliz onírico-musical de mi silencioso, al mismo tiempo que infatigable, inconsciente.
Gracias a Google -sí, gracias otra vez, ya que es de bien nacido ser bien agradecido-, en estos días he podido reencontrar, ¡al fin!, la canción desaparecida y saber bastante más sobre ella. Entre otras menos importantes, de cotilleo sentimental, que los autores son Jerry Leiber y Mike Stoller, dos monstruos sagrados de la música popular estadounidense (ambos en plan laderos angélicos de un todavía joven Elvis Presley en la foto que abre este post).


Como cierre de una semana poética que pasó a hurtadillas, sin hacer temblar los muros de esta inconmovible Ciudad Condal, aquí les dejo la canción recuperada en tres sensibles, emocionantes versiones -dos de ellas en su inglés original-, además del texto en italiano, de fácil comprensión. También la posibilidad de que, como yo, entretenidos en buscar raíces y ramificaciones, autores e intérpretes, se mantengan alejados de todo tipo de tem(bl)ores.







Mi ricordo quand'ero una bambina
la nostra casa s'incendiò
Non ho mai dimenticato l'espressione
sul volto di mio padre
quando mi prese in braccio
e corse attraverso la casa che bruciava
e mi posò sul marciapiede
E io stavo lì,
tremando nel mio pigiama
e guardavo il mondo che bruciava
e quando tutto finì
io dissi a me stessa:

E' poi tutto qui? Un incendio?
E' poi tutto così?
E' poi tutto qui?
Perché se è così,
vabbè, lasciamo andare,
non vale la pena
di provare
s'è poi tutto qui

E quando avevo dodici anni
mio padre mi portò al circo
Il più grande spettacolo del mondo!
C'erano clowns, elefanti, orsi ballerini
e una signora bellissima in tutù rosa
che volteggiava sopra le nostre teste
E mentre stavo lì a guardarla
mi sentii come, come se qualcosa non quadrasse
non so bene cosa
E quando tutto finì io dissi a me stessa
E' tutto qui un circo?
E' poi tutto qui?
E' poi tutto qui?
Perché se è così,
vabbè, lasciamo andare,
non vale la pena
di provare
s'è poi tutto qui

E poi e poi m'innamorai
del ragazzo più meraviglioso del mondo
Camminavamo ore e ore lungo il fiume
gli occhi dentro gli occhi,
eravamo proprio cotti.
Ma un giorno lui mi lasciò
e io credetti di morire,
ma non morii.
E quando non morii,
io dissi a me stessa:
E' tutto qui, l'amore?
E' poi tutto qui?
E' poi tutto qui?
Perchè se è così,
vabbè, lasciamo andare.

Ah, io lo so cosa vi state dicendo:
Se è così che sente,
perché non la fa finita
per sempre?
Oh, no! Non io.
Non sono ancora pronta
per quest'altra delusione
Perché io so,
come so d'essere qui davanti a voi,
miei cari,
che quando verrà la mia ora,
io tirerò l'ultimo respiro,
io dirò a me stessa
E' poi tutto qui?
E' poi tutto qui?
Perché se è così,
vabbè, lasciamo andare,
non vale la pena
di provare
s'è poi tutto qui...

viernes, mayo 13, 2011

Jacques Prévert: EL MAL ESTUDIANTE


Yo, Dante Bertini, Quique para mis amigos de infancia y adolescencia, un mal estudiante, perezoso, soñador o distraído, lo mismo da, encontré justificación a mi habitual falta de interés por todo aquello que no fuera artístico al leer este poema, uno más entre los sensibles y encantadores textos de las Paroles de Jacques Prévert.

Dice que no con la cabeza
pero dice que sí con el corazón
dice que sí a lo que le gusta
y dice que no al profesor
está de pie
le hacen preguntas
y le plantean un montón de problemas
de pronto se echa a reír
y lo borra todo:
cifras y palabras
fechas y nombres
frases y trampas

y entre el alboroto de los niños prodigio
con tizas de todos los colores
sobre la pizarra negra de la desgracia
dibuja el rostro de la felicidad.


Lo descubrí en un precioso libro editado por la Compañía Fabril Editora de Argentina en versión bilingüe, con tapa dura y tamaño un poco mayor que el de bolsillo habitual.
En esta Semana Poética de Barcelona, semana de despedidas que siempre pueden transformarse en adioses, lo dejo aquí para ustedes, pensándolos.
La foto, un auténtico retrato de Jacques Prévert, es de Robert Doisneau, que hubiera cumplido cien años el pasado 14 de abril, día de los enamorados.



No sé por qué extrañas razones, Blogspot borró hoy por la mañana esta entrada. La he vuelto a subir, rescatando también algunos de los comentarios hechos en ella por los visitantes amigos. Quizás todo haya quedado algo confuso, lo siento. Y gracias.
También, para los más curiosos, una nota a doble página en el Cultural de La Vanguardia sobre los Tránsitos literarios por Barcelona.

domingo, mayo 08, 2011

bon nadal


Como no todo ha de ser desagrado visual y micciones intempestivas, aparece por la red un anuncio del maestro Giorgio Armani que tiene como protagonista a otro maestro, el casi imbatible mallorquín Rafa Nadal.
Este último, campeón de las pistas de tenis, suele mostrar su peor faceta de rigidez insulsa cuando promociona sin ninguna convicción todo tipo de productos, algo que hace de manera habitual y que supongo le deja -a pesar de sus notables carencias expresivas, cercanas a las más oxigenadas de la Schiffer- espléndidos beneficios bancarios. Sin embargo, demostrando que con la ayuda de buenos profesionales conscientes de su trabajo se puede lograr que alguien sin ninguna duda bien hecho pueda ser, además, un convincente comunicador de emociones, las huestes de Don Giorgio A. convierten al tenista isleño en un tierno y apetitoso manjar para gourmets exquisitos.
Para solaz de vuestros bellos ojos y esparcimiento de vuestros más que sensibles oídos -aunque también como ejemplificador modelo para publicistas mediocres- aquí debajo dejo -gracias, YouTube- el susodicho vídeo.
Pulsen y vean.
Feliz domingo.
(PARA QUE NADIE SE FRUSTRE ESPERANDO VISIONES ANGÉLICAS INEXISTENTES, ANUNCIO QUE ALGUIEN HA DECIDIDO QUE ESTE VÍDEO NO SIGA COLGADO EN LA RED. LO SIENTO. POR MI, POR VOSOTROS Y POR RAFA NADAL)

viernes, mayo 06, 2011

MEANDO sobre BORGES


Un amigo cónsul me comunica la desagradable noticia, y yo, algo incrédulo, introduzco la misma frase que uso para titular este post en el buscador de Google, que con su rapidez habitual, sin dudar ni un instante, me confirma el suceso a través de varios recortes y comentarios periodísticos.
Efectivamente: un ignoto autor chileno de 72 años, de apellido Labarca -yo creo que con esto te has hundido, muchacho-, acaba de publicar un libro de su autoría ilustrando la cubierta con un retrato en el que podemos verlo descargando orina sobre la tumba del autor de El Aleph y tantos otros magníficos libros.
Exhibicionista, iluso, poco ambicioso, este solitario navegante de letrinas eligió mostrar al mismo tiempo su pequeño miembro encogido, en lo que supongo una exhibición de hombría que, a juzgar por lo visto, produce más repulsión que gracia.
"¿Quién se va a ofender? Si se ofenden es porque tienen una visión muy corta, no creo que se ofendan”, dijo en declaraciones publicadas por el diario Perfil, de Buenos Aires. En la misma entrevista confiesa que le copió la idea a Jean Paul Sartre, quien en su momento orinó sobre la tumba del Vizconde de Chauteabriand; “Se me prendió la ampolleta y quise hacer lo mismo pero con un doble sentido. Mi acto tiene dos significados: homenaje al maestro Borges y repudio al Borges ciudadano”, señaló.
El incontinente Labarca, que trabaja como traductor de las Naciones Unidas, añadió que espera que la familia del creador de Ficciones -sepultado en Ginebra, en el mismo pequeño y exclusivo Cementerio de Notables de Plainpalais donde se supone están los restos de Calvino- “se tome el asunto” de la polémica portada “con humor borgiano”.
Tal vez a don Jorge Luis, el Grande, podría haberlo divertido esta anécdota de mingitorio. El escritor y traductor Thomas di Giovanni, introductor de Borges en el mundo anglosajón, me contó que alguna vez, mientras acompañaba al anciano ciego para que hiciera sus necesidades en la "toilette" de un céntrico bar porteño, este le pidió que le leyera los escritos "sucios" de las paredes porque aseguraba divertirse mucho con ellos.
Sin embargo yo creo que quien siembra meadas sólo puede cosechar mierda y es probable que a partir de ahora más de uno se cague hasta en los muertos del susodicho Labarca.

martes, mayo 03, 2011

MUERTOS FAMOSOS


Podría decir que estos son días de muertes y asesinatos, pero, ¿acaso hay algún día que se evada de las necrológicas? Tan normal como el transcurso de las horas, las muertes se suceden de la misma manera que lo hacen los nacimientos, sin que nada podamos hacer para detener este proceso.
En los últimos días falleció con casi cien años el escritor Ernesto Sábato. Amargo y contradictorio, el ex matemático que devino celebrado literato y mediocre pintor, desbarató con una última huida varias celebraciones preparadas para festejar su primer, y con toda seguridad último, siglo de vida.
Algo más afortunado que Borges, si bien tampoco logró el Nobel, al menos no tuvo que agradecer como este un Premio Cervantes inexplicablemente demediado.
Autor poco laborioso -confesaba que la escritura no lo hacía feliz, que, por el contrario, lo enfermaba y deprimía- con páginas tan contundentes como las de su Informe sobre ciegos, pequeña obra maestra del terror contenida entre las páginas de su novela más exitosa, Sobre héroes y tumbas, ha dejado de vivir en la que fue su casa durante décadas, una construcción sencilla ubicada en un pueblo con nombre literario y vocación oscilante, entre religiosa y fúnebre: Santos Lugares.
Con menos difusión mediática, ha muerto también Gonzalo Rojas, generoso poeta a quien no llegué a conocer porque su estado de salud no le permitió acercarse a España para presentar un libro en el cual fui responsable, junto a Jorge Chapuis, de la colorida imagen gráfica.
De los asesinatos mejor no hablar. Vivimos en una época pragmática donde las palabras se redefinen de acuerdo a las necesidades de los poderosos que las pronuncian.
Que los dioses se apiaden de nosotros.

Ilustra: calavera pintada de Gabriel Orozco.