La vi en el escenario del Teatro Colón de Buenos Aires cuando representó la
Lulú de Alban Berg -el papel que la consagró para siempre, internacionalmente-, y a pesar de los muchos años transcurridos, casi incontables, nunca olvidaré su imagen, cantando tirada boca arriba desde una
chaise longue tapizada en terciopelo: la cabeza echada hacia atrás, el cuerpo enfundado en un estrecho corsé y las largas piernas de bailarina, cubiertas por unas
cabareteras medias de red, jugando con el aire.
Un auténtico tour de force para cualquier cantante y una inesperada y grata sorpresa para los espectadores de ópera, acostumbrados a imaginar belleza, juventud y seducción donde habitualmente sólo hay, o al menos había, obesidad y un vestuario recargado, ampuloso, intentando disimular al mismo tiempo la total falta de atractivo físico y los muchos kilos sobrantes en el cuerpo de los intérpretes.
Primera Plana, revista emblemática de aquella época, una de las exitosas creaciones periodísticas de Jacobo Timerman, había adelantado la presencia en el gran coliseo bonaerense de esta soprano neoyorquina con magnífica voz y aspecto de estrella cinematográfica, por lo que el
tout Buenos Aires, bastante ajeno a las bondades del compositor, se mataba por ver a ese fenómeno llegado del imperio.
Cuando terminó aquel aria primera, ya de pie frente al público, espléndida en su papel de cortesana de pocos escrúpulos, la Lear se ganó con creces los aplausos a telón abierto de un público deslumbrado por su poderío escénico.
Yo me había iniciado en el gran espectáculo gracias al desprendimiento casi angelical de mi amigo Adolfo Tessari, que ponía la devoción y el dinero necesarios, y a la paciencia sin límites, beatífica, de Mariana Orgambide, una amiga común dispuesta a hacer horas y horas de cola a la intemperie con tal de conseguir entradas decentes para alguna de las pocas funciones que se daban de cada título.
Mi bautismo con la ópera había sido poco tiempo antes en aquel mismo gran teatro y con otro personaje cumbre del bel canto: el Don Giovanni de Mozart. No creo haber tenido demasiadas emociones estéticas más fuertes que esta en toda mi vida, aunque casi no me quedan imágenes de la puesta del Don Juan de Mozart y sin embargo nunca olvidé a la pelirroja soprano neoyorquina en su papel de Lulú.
Ha muerto esta semana y no le digo adiós porque se que seguirá estando en mi memoria.
11 comentarios:
¡Vaya racha operística! Si en el post anterior nos hablabas de una ópera minimalista en esta se trataría de ¡una ópera cabaretera! Bueno, te lo perdonaremos ya que los que te conocemos sabemos que no te puedes negar a ciertas despedidas necrológicas.
Yo tuve hace tiempo una amiga actriz de teatro que en una época de su vida profesional estuvo figurando en una ópera, y según ella aquello era fascinante, estaba muy impresionada. Lo que no sé es por qué aún no me he decidido a presenciar alguna. Quizás ahora, si se me presentara la ocasión lo hiciera. ¿Hace falta vestir de etiqueta? (Porque yo no tengo ni traje). Lo que sí supongo es que cuando la representación merezca la pena habrá que sacar las entradas con bastante anticipación, ¿no es así?
Un abrazo
Ätman,
tienes razón, no siempre puedo resistirme a las necrológicas, y la de esta mujer especial, poco días después de una noche de ópera, nada habitual desde ya, parecía obligada.
Consejos:
puedes ir casi de cualquier manera, aunque supongo que no en shorts y chanclos. Yo saqué la entrada una hora antes de la función, entre otras cosa porque hay descuentos del 30 por ciento, pero no hay que ser ansioso y conformarse con lo que se consigue. Tuve suerte, pagué lo que me pidieron y estuve en una de las mejores ubicaciones de la sala: segundo piso al centro. Si vas a iniciarte hazlo con una de postín...pronto pondrán Aida, gran espectáculo asegurado.
abrazos y que disfrutes
Las hay grandes, pequeñas; con contenido, simples, de distintos colores y texturas. La primera vez que estuve frente a una ópera me dejé llevar por lo que la mayoría pensaba (piensa), me masifiqué.Más tarde, ante mi desaprobación, sufrí miradas gélidas. ¿No te gusta la Ópera? No, no me gusta y seguirá sin gustarme.
Porque digamos la verdad, las mejores galletitas son las que podemos hundir en un té y siguen firmes, sin desarmarse, para ser devoradas. Bueno, con la ópera no se puede. A mí la Ópera NO me gusta.
http://www.youtube.com/watch?v=aYaYDcc6WQQ
Andrés,
estimado,
sobre todas las cosas, no se deje masificar ni influir...ni Verdi ni Mozart se calentarán un ápice por su disgusto: están muertos y si no lo estuvieran tampoco lograría conmoverlos.
La ópera puede ser un auténtica tortura si no te gusta y aunque te guste, hay que tener mucho aguante para soportar a Tristán y a Isolda cantando durante cinco o seis horas.
Las miradas gélidas puede disolverlas con el calor intenso de su joven corazón.
abrazos
Muy lindo post. A la memoria de Lulu que te estará leyendo desde algún lugar. La emoción de la ópera, de Don Giovanni de Mozart es un placer perenne, como el recuerdo de la soprano, un tránsito hacia la eternidad.
Donde mejor se existe es en el recuerdo de quienes nos aman.
Frank:
gracias, te aseguro que ella se merecía mucho más: era espléndida.
Abrazos
Anuar:
Prefiero no ser recuerdo, seguir siendo realidad, aunque el final es siempre parte de la historia humana.
Dante: Para los amantes de la ópera y del arte de Evelyn Lear, tu nota es un verdadero placer. Luego de años de escuchar la encantadora y versátil voz de esta gran cantante, tuve la oportunidad de contactarme con ella en sus últimos años. Mucho después de retirada de los escenarios, mantenía el desenfado de Lulú y la distinción de la Mariscala, dos de sus personajes emblemáticos. Su vida personal, sin embargo, estaba en las antípodas de Lulú: Mujer eternamente fiel a un solo hombre en la vida real, decía depositar todas sus energías en la compenetración con el personaje, y así lo logro con su suprema creación. Me dijo en una oportunidad, hablando de María Callas, que lo verdaderamente grandioso de esa célebre cantante era que ella vivía los personajes, no los cantaba, y que en ese sentido era un modelo. Tu recuerdo es una prueba innegable de que Evelyn Lear también lo logró.
Una nota escrita a partir de mi primer encuentro con ella y otra en ocasión de su fallecimiento fueron recientemente publicadas en el blog del amigo Marcelo de Biase: libretachatarra.blogspot.com.
Tal vez este intercambio contribuya a entusiasmar a alguno de tus lectores renuentes a visitar un teatro de ópera, quizás por desconocer que hoy la mayor parte de la gente que asiste a la opera no lo hace como un evento social, viste de la misma manera que para ir al cine, y paga menos que para ir a la cancha de futbol.
Un abrazo cordial,
Gustavo
Gustavo,
me ha gustado mucho este encuentro a través de Evelyn.
Espero que sigamos en contacto y recomiendo que todos vayan a la página donde está colgada tu nota, que es magnífica.
http://libretachatarra.blogspot.com/
un abrazo y hasta muy pronto
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