Decía que comenzó a ver pequeñas luces, chispazos, brillos -lo más parecido, supongo, a los pixelados de un antiguo aparato de televisión en sus últimos días- hasta que al terminar el tránsito, cuando iba a bajar del coche que lo transportaba, se dio cuenta de que ya no veía nada o casi nada; como mucho, sombras fantasmales.
Sin embargo, escondiendo su timidez detrás de una por momentos decadente elegancia, nunca habló de su presumible desesperación y en algunos poemas se refiere a su ceguera como una perversa bendición divina más que como un castigo sin posibles justificaciones.
Cinéfilo confeso, Borges siguió asistiendo a las salas de estreno a pesar de su ceguera y, acostumbrado a dar las opiniones que se le pedían sin medir demasiado las consecuencias que solían acarrearle, criticaba los filmes por la banda sonora, aunque supongo que, amante como era de los textos y las sagas, el argumento y el guión pesarían lo suyo.
Por este afán comunicador del autor de El Aleph y Fervor de Buenos Aires, en el mismo momento en que toda la Buenos Aires que se consideraba culta o al menos informada, se sumergía estremecida de placer en una Nueva Ola cinematográfica que llegaba, vía Cahiers du Cinéma, desde la nunca demasiado lejana costa francesa, el incorregible Jorge Luis se atrevió a decir que Hiroshima, mon amour de Alain Resnais - Marguerite Duras, le había parecido una película aburridísima.
Su comentario, quizás superficial, apresurado o demasiado inocente, acrecentó la repulsa de toda la progresía supuestamente intelectual de la argentina; la misma que ya lo tenía entre ceja y ceja por otras razones muy distintas.
La mayoría se rasgaba, entre exclamaciones airadas de asqueado rechazo, las Lacostes y los Levi´s, ya que, no totalmente faltos de razón, "¿Cómo podía un ciego opinar sobre cine?"
Otros, más arteros, acerados, ácidos, proclamaban que Borges entendía muy poco de cine, casi nada de amor y mucho menos de sexo.
No recuerdo que J.L. haya respondido a aquellos comentarios. Cuando sus opiniones causaban demasiado revuelo, cuando no eran aceptadas simplemente como tales, se escondía en su hermético laberinto personal; volvía a sus juegos solitarios:
"¿Piedra, tijera o papel?"
Y como él siempre elegía palabras, en vez de arrojar, cortar o estrujar, escribió uno de los poemas de amor mas contundentes de la lengua castellana.
Se llama 1964.
Ese año Borges, nacido el 24 de agosto de 1899 bajo el terrenal signo de Virgo, estaba rondando los 65 años.
Ya no es mágico el mundo. Te han dejado
Ya no compartirás la clara luna
Ni los lentos jardines. Ya no hay una
Luna que no sea espejo del pasado,
Cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
Que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
La fiel memoria y los desiertos días.
Nadie pierde (repites vanamente)
Sino lo que no tiene y no ha tenido
Nunca, pero no basta ser valiente
Para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
Y te puede matar una guitarra.
(ilustra una imagen del filme Hiroshima, mon amour)