
Nunca me gustó estar, sentirme enfermo. Y no hablo de enfermedades graves, fatales, de dudosa resolución, sino de esos desarreglos físicos que nos obligan a guardar reposo, a consumir medicamentos y a dormir más de lo habitual. Siempre me pareció que eran una estúpida pérdida de tiempo, un suplantación molesta de la vida normal, un encierro obligado, involuntario; un agujero sin solución en tu agenda anual de actividades.
"Desde el lunes tal de tal hasta el lunes tal de cual, guardé cama por una indisposición que, a pesar de su ligereza, no me permitió desarrollar mi vida habitual..."
Guardar cama, decían mis parientes. Estar encamado, se decía en España hasta hace unos pocos años atrás, causando entre estupor y risa a los argentinos que, recién llegados, todavía conservaban la sana costumbre de encamarse acompañados y con la esperanzada intención de probar sus fuerzas en trajinadas contiendas, generalmente gratificantes.
Cuando estás enfermo, o indispuesto (no es necesario exagerar con los síntomas que te aquejan) te parece que ya nunca volverás a la normalidad...
Mientras, entre tu "nada que hacer" y tu "el cuerpo no me permite hacer casi nada", paseas por la red en busca de consuelo.
Allí está Robbie W, un tipo que se parece a tus amigos de Buenos Aires, canalla y tierno a la vez, tan egocéntrico como entregado, tan cariñoso como castigador. Hace unos años, paseando por un FNAC parisino, lo encontré, enorme, luminoso y virtual, cantando como nadie temas del clan Sinatra, ese mítico Rat Pack de muchachos tan malos y enamoradizos como él. Salí del local con el vídeo entre mis manos y el corazón saltando de alegría. Me gusta mucho este tipo ambiguo, asimétrico y moderno. Se nota que ha tocado varios límites y finalmente decidió no traspasar la frontera, quedarse de este lado. Fiel a sí mismo, pero con nosotros.
Autorretrato por Bertini