Agnès Varda es belga y el año que viene cumplirá ochenta años. Estuvo casada con Jacques Demy, un director de dos películas melancólicamente felices, con diálogos cantados -toda una inovación- sobre música original de Michel Legrand. Ambos, Demy y Varda, investigaban el color en el cine de una manera que muchos críticos tildaban de decadente y que ella llevó a su punto máximo en una película de 1965: Le bonheur.
La medianoche del viernes, recién llegado del Teatro Nacional -Don Gil de las calzas verdes, de Tirso de Molina- pude ver -es un decir- Les glaneurs et la glanesse (2000), según la versión que tuvo a bien "echarnos" la segunda cadena de Televisión Española. Y digo esto porque la película, un particularísimo documental sobre los desperdicios de la sociedad de consumo y la gente que vive de ellos, parecía "tunizada" en plan obra conceptual de última generación: las voces de los "no" actores, gente de la calle, trabajadores de la tierra, homeless y desheredados de todo tipo, estaban dobladas al español por los habituales actores de doblaje. O sea que un marginado alcohólico contaba sus esperiencias con la misma voz del tipo que nos vendía detergentes, coches o pasta envasada en los larguísimos cortes publicitarios que mecharon la proyección del film. A pesar de esto, la obra de Varda, que estaba descubriendo las posibilidades de una cámara digital a los setenta y pico de años, mantuvo una potencia expositiva y una calidad estética casi nunca presentes en otros documentales televisivos.
La mano que aparece en el fotograma que ilustra esta entrada es de Agnès; la otra está sosteniendo la cámara que filma la secuencia. Al principio del film había mostrado ambas para explicar uno de los porqués de su película: "Mis manos no me engañan. Me niego a llamarlas viejas, aunque no puedo negar que me muestran la cercanía del final." Espero que ese final esté lejos, Agnès, y mientras tanto tú continúes con tantas ganas de hacer cine.
[image: Portrait of a Place: A Desulo]Portrait of a Place: A Desulo
Connected to the island’s customs and traditions through his Sardinian
mother, Italia...
Hace 4 días
10 comentarios:
No conozco su obra, pero me ha gustado su frase reltiva a sus manos que no mienten. Me parece de uan serenidad envidiable, en estos tiempos en los que la serenidad no abunda.
ME atrae la gente serena.
Larga vida a Agnés
creo que es de mis películas favoritas, hay dos partes, en la segunda va visitando al cabo de un par de años a la mayoría de los personajes de la primera, algunos han desaparecido, descubre que un anciano con el que conversó era Lagache o Laplancge, nunca recuerco, siempre que paso por videoclub la papaya verde pienso en cogerlas de nuevo, y normalmente ya las ha alguilado alguien, qué bonita la foto, esas manos marcan la poética de su viaje y sus visiones
la papaya verde...cuántos recuerdos agradables: esas caribeñas marchosas y resimpáticas, un chiquito argentino guapísimo y los cajones de fruta pintados de colores...es como si hubieran pasado mil años, pero supongo que sólo han sido dos o tres...mañana pasaré por el de la vuelta de casa (dicen que es el más surtido de barna) a buscar la segunda parte (aunque nunca hayan sido buenas)
Ah, Cachodepan, has elegido uno de mis momentos preferidos de esa película maravillosa. Me encanta su reflexión sobre el paso del tiempo, su vejez privilegiada y observadora, su mirada
Pero cahodepan...!!! No em parli de la Papaya amb aquesta melancol.lia...! Que está vivita, coleando y emocionadísima, toda verde ella y llena de fruta adentro.
En cuanto a "ella" i com vam dir abans d'ahir.....creo que es un prodigio de la naturaleza, y que con pocos años no hubiera podido hacer esa película maravillosa. Desde chiquitita tuve debilidad por la gente de un montón de años y pasa el tiempo y sigo sintiendo y pensando lo mismo.
Y no me creerás, pero ahora me acuerdo de que yo encendí casualmente la 2 y reconocí esas imágenes de los espigadores con un doblaje, como tú dices, publicitario, hiper convencional, y la quité porque yo la había visto en el Maldà cuando aún no era bollywoodiano, es más, la vi arriba, sólo con tres espectadores amigos más, en un gallinero insólito con sus viejas butaquitas, al que tenían acceso las auténticas propietarias del local, antigua parte del mismo palacio.
geo: no es melancolía en realidad: casi que podría dar la vuelta a la imagen y decir cualquier otra cosa: uno es algo caprichoso y su memoria lo es aún más...sólo que ya cambié de barrio y la papaya me queda lejos; tengo a la vuelta de casa uno que es muuuuuy grande y bien surtido...
Te quiero y te quiero, micachitodepan. Besos forever.
Fuera de contexto:
¿Conoces a Alejandro Saderman?
Trabajó muchos años conmigo e hicimos una hermosa amistad que hasta el día de hoy se mantiene aunque él vive nuevamente en Buenos Aires.
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