martes, marzo 02, 2010

Imperial Tarraco

-Mis pacientes de los geriátricos no se plantean estar en forma; sólo quieren seguir envejeciendo.
Lo dice como corolario de su ponencia, la segunda de la tarde, un médico especializado en personas de edad avanzada, todas ellas sujetas a la polimedicación.
Es viernes 26 y estoy en un aula del Ayuntamiento de Tarragona asistiendo a una mesa redonda sobre El cuerpo medicado. Llenando el aforo del aula hay unas cien personas que en su gran mayoría han llegado una vez pasada la hora de inicio del encuentro, 18.30, haciendo crujir los brillantes suelos de madera y moviendo de lugar las sillas metálicas, bastante menos amplias que ruidosas, sin darle mayor importancia a los esfuerzos de la primer ponente del encuentro, una antropóloga que, power point mediante, nos explicó de qué iba esto del cuerpo medicinado.
“Virgencita, virgencita, que me quede como estoy”, dicen, o decían, algunos españoles devotos de la santa madre de Jesús, con la ilusión vana de detener el tiempo y sus no siempre felices consecuencias en algún momento cualquiera, que, sin ser perfecto, les resultara suficientemente satisfactorio.
Ninguno de los conferenciantes nombra a la innombrable, pero todos los allí presentes sabemos que, igual que los pacientes del geriátrico, pretendemos seguir envejeciendo el mayor tiempo posible, sabedores de que un poco más allá, al final de ese proceso natural de envejecer, no hay nada más que muerte.
Sábado. Habitación 412, cuarto piso del Hotel Imperial Tarraco. Tengo encendido el televisor y la cadena Rac 105 pasa videos de Hearth, Wind and Fire. El nombre del grupo no resulta nada inocente en un momento como este, salpicado de catástrofes. Los meteorólogos anuncian algo tan aterrador y desconocido como una ciclogénesis y yo me pregunto si el mar que tengo enfrente enloquecerá de pronto y una ola gigante nos engullirá a todos. Morir como turista de una ciudad cercana a aquella en la que estoy viviendo no me parece un final apetecible; es más, lo encuentro de una vulgaridad despreciable.
Cuando me asalta una idea de este tipo no puedo abandonarla así como así. La exprimo, la llevo hasta sus últimas consecuencias, me detengo en los más mínimos detalles tratando de sacar la mayor información posible de mi obsesiva, meticulosa imaginación. Me pregunto si un tsunami llegaría hasta el piso donde estoy, si tendré la posibilidad de subir hasta la terraza para escapar de él, si realmente convendrá hacerlo o será mejor quedarse en la habitación con las puertas cerradas y las persianas bajas, esperando que la gran ola se disuelva y las aguas vuelvan a su cauce. Imagino los objetos que pasan a mis pies, flotando como juguetes de goma en la bañera de un niño: habrá coches, árboles y sillas; cientos de sillas de los bares de playa, de las terrazas de restaurantes y cafeterías.
Supongo que también flotarán turistas aferrados a sus cámaras, decenas de perros liberados de amos y correas, latas vacías de refrescos y cervezas, carteles publicitarios invitando a conocer otras tierras donde la inasible, evanescente felicidad, se suponga todavía posible.
¿Qué estoy haciendo aquí?, me pregunto. ¿Habré venido a buscar mi muerte, a encontrarme con ella como el desorientado personaje de algún cuento borgiano?
Tal vez esto le daría un sentido a esta situación sin demasiado sentido en la que me encuentro.
Sábado a la noche. R.C. me lo había anunciado apenas nos sentamos a la mesa:
-Al final cantarán, ya verás. Siempre lo hacen.
Mediterráneo, Al vent, Valencia, alguna copla tradicional con corazones rasgados y sentimientos a flor de piel, cantos libertarios de amor y de guerra.
La banda sonora de otra época más ilusionada, menos pragmática que ésta.
La alegría del encuentro llena el aire, aunque yo sienta también la presencia nostálgica de lo irrecuperable.
Como si todos los amores se hubieran marchado y todas las guerras se hubiesen perdido.
Domingo. Catherine Millet ha venido a Barcelona para presentar su libro Celos. Con más de sesenta años confesados, no se baja del burro que le dió fama y declara: "¿Hay otra cosa fuera del sexo?". Según confiesa al periodista que la ha entrevistado, creía saber todo sobre sexualidad hasta que se encontró con los celos.
¿Hay otra cosa fuera del amor propio?
El mismo diario utiliza un titular catástrofe, ¿qué menos?, para anunciar CHILE TIEMBLA. Mi cabeza no comenta nada. Ha enmudecido frente a este nuevo horror, sumado a todos los otros ya enquistados. ¿Alguien sabe qué pasó con los afectados por el temporal de New Orleans o conoce el último parte sobre los supervivientes de Haití?
Por las ventanillas del tren en el que vuelvo a Barcelona -era esto o comer calçots, una experiencia interesante que en principio preferiría no repetir jamás-, por las ventanillas (repito), todas ellas con los cristales muy sucios (añado), se ve el mar cercano: está gris, tanto como el cielo sobre el que no se recorta. Casi idéntico en su grisura a las matas presuntamente verdes, a la arena supuestamente dorada, a las rocas, de un gris piedra algo más oscuro, un poco, solamente un poco, menos frío.
El sueño de la razón crea monstruos. El de la resaca nos hunde en el paisaje catastrófico, y también monstruoso, de la conmiseración.
Fotos de Bertini: el mercado en refacción, el mar desde el hotel, el casco antiguo, los ombúes del paseo marítimo, una esquina de la rambla.

27 comentarios:

Lansky dijo...

No me cae mal la Millet, o sea, que esto no es un insulto, sino una descripción abreviada: creo que es estúpida, mucho además, pero con lecturas y ganas de 'epatar'.

La muerte es uno de los diez grandes inventos de la evolución biológica. Ni siquiera la mayoría de los biólogos lo entienden así.

Emma dijo...

Dentro de mí hay algo que me impide pensar en la muerte, supongo que es la parte más animal ( los animales no tienen conciencia de que van a morir) Me lo imagino como un monito pequeñito, un tití que se pone a gritar cada vez que pienso en la última vez y no me deja continuar. Por otro lado, también he tenido experiencias iluminadoras en días de sol y de vacaciones pensando en la innombrable, multiplicaba el placer, como una marca de condones.

carmen dijo...

Que a gusto te leo.Mi tarragona querida...No sabes cuantas tardes he paseado por sus calles,por ese balcón al Mediterráneo,por ese paseo con su fuente (entonces con peces naranjas ),por esa barandilla retratada en tantas ocasiones con sus ombúes.Por esas escaleras subiendo hasta ver su preciosa Catedral,por esa estupenda Rambla,por las calles que bajan hasta el puerto.....
No Dante,un Tsunami no llega ahí arriba ,estoy segura.¡Que los dioses nos libren de los celos.....
Saludicos.

Naia Marlo dijo...

Hola Dante,
Lo que tú te preguntaste en el Hotel, sobre el tsunami, yo me lo he preguntado hoy mismo sobre los terremotos. El lugar en donde estoy viviendo, es una zona de movimientos sísmicos, la mayoría de baja intensidad, pero...quién sabe..tal y como están, ¡¡ las placas tectónicas!!. Porque imagino yo, que esto tiene efecto dominó?... Hubo uno el verano pasado, duró segundos con réplica. ¡Se tambaleó la casa!.

Vuelvo a estar entristecida con tanto desastre, tantas muertes y tanta desolación. ¡ Cómó está la Madre Tierra ! El tiempo, frío y calor se van turnando. Los vientos peinan con fureza...

Los celos, son malos consejeros. Pero a veces, surgen pensando que no habitan en tí. Y cuando lo hacen, te hacen fosfatina..

No tienes por que llegar a la "tercera edad" medicándote hasta "las cejas" . Si durante el camino te vas cuidando, al llegar a ciertas edades, el cuerpo está más fuerte y vigoroso. Solo aparecerán los achaques del envejecimiento, real. Por supuesto, añadiendo una buena salud mental. (es mi opinión)

Cómo siempre me ha encantado tu relato, tus fotos son muy bonitas...

Un abrazo muy sereno y lleno de buenas vibraciones para ti, y Fede

Naia

Beatriz dijo...

Dante,amigo
¡Cuánto provecho has sacado de tu viaje!, y además acompañado de Don Parodi-
¿Era tan gris el regreso?. El final de tu texto me lo parece-

En cuanto al amor propio ¡Cuántos/as hay qué desconocen que de ese amor, del propio, depende (la mayoría de las veces) el disfrute de otra clases de amores.
Un beso-
Hoy estoy un poco espesa. Perdón

Dante Bertini dijo...

Lansky:
me gusta tu contundencia!
Para qué dar rodeos cuando se puede decir claramente: la Millet es simpática y estúpida al mismo tiempo, también muy hábil para decir lo que quieren escuchar de sus labios. Al menos no parece que sea descuidista como el otro Millet, el catalán del Palau.


Emma:
me gusta la asociación con los condones, sobre todo cuando por el post aparece la Millet, especialista en ellos.
"Con la muerte en los talones" es una peli de Hitchcock.
Todos llevamos como podemos el suspenso de saber que merodea por los alrededores

Dante Bertini dijo...

Carmen:
no es la primera vez que paseo por sus calles, sí la primera que escribo, aunque tangencialmente, sobre ella.
Toda la zona del balcón está en obras y no he visto un solo pez en la fuente. ¿Se los habrán comido los preciosos gatos que andan por allí?
Si vas por la rambla te recomiendo un restaurante italiano con las mejores pizzas y rizzotos que he comido últimamente...La Tagliatella o algo similar. Todo buenísimo. Saludicos para tí también.

Dante Bertini dijo...

Naia:
la tierra es como un perro que ha aguantado una invasión de pulgas con bastante buen humor, pero que ahora que se multiplicaron demasiado ha decidido sacárselas de encima. Teme que le coman hasta los pelos de la cola.
También yo cuido mi cuerpo para la vejez, aunque nunca se sabe si este responderá tan bien como esperábamos. Soy optimista y al mismo tiempo me preparo para las sorpresas. ¡Ojalá no nos engañen nuestras ilusiones! No lo merecemos. Un abrazo sin celos


Beatriz:
Parodi y BB, Borges-Bioy, nada menos. Un viaje muy letrado.
El regreso fue realmente gris. El paisaje lo era, no fui yo quien lo tiñó poéticamente.
Y estoy contigo en eso del amor propio siempre y cuando se abra a los demás cuando se sienta suficientemente robustecido.
Si no es así, servirá para su dueño, onanísticamente, pero nunca gozará de dos patrones. Beso

Qualunque dijo...

Últimamente he ido mucho a Tarragona y sí, las ventanas de los trenes están muy sucias. Buscaré el italiano de la rambla.

-Gran comentario el mío- :-)

Dante Bertini dijo...

Qualunque:
no se si será grande. Se agradece. Está bien no sentir que hablas al vacío.
Prueba el rizzoto nero.

Raúl dijo...

¿Cuántas horas a la semana (al día me parece una medida un tanto excesiva) pasamos pensando en cosas que nso dan miedo? Qué mundo nos toca vivir, querido Dante, qué mundo...

Dante Bertini dijo...

Raúl:
para un exiliado como yo los hubo peores. Ahora he ganado en ¿sabiduría? como para no preocuparme más allá de lo necesario.
Un abrazo...y cúbrete esos pies, que te resfriarás.

pepa mas gisbert dijo...

Últimamente (y lamentablemente) se hace llevadero no pensar en nada. Algo que siempre he recomendado hacer de cuando en cuando, pero dado los tiempos que corren casi se hace obligado no hacer como medio de resistencia.

Un abrazo

Marina Judith Landau dijo...

Suelo pensar "en positivo", pero hay momentos en que la imaginación se dispara y no puedo ni quiero frenarla, y como te pasa a vos, voy hasta los últimos detalles imaginando hasta lo que pasará por mi mente en el momento en que la ola llegue a taparme o que el piso se abra en dos y una viga caiga sobre mi hombro derecho...
Interesante el tema de la medicación y el envejecer bien. Por un tema de salud tomo muchos medicamentos, demasiados para mi gusto. Estoy segura de que me hacen más mal que bien, pero lamentablemente acá no he conseguido un buen homeópata.
Justamente hoy estaba pensando seriamente en dejar de tomar todas esas porquerías y buscar el equilibrio ...
Las fotos geniales, tu modo de contar, como siempre, excelente.
Te extrañaba (estuve borrada, recién hoy comienzo de nuevo a rodar por los blogs)
Un abrazo, bien grande.

Dante Bertini dijo...

Alma:
un ejercicio recomendable sin exageración, como todos...aunque es cierto que dan ganas de ponerse gafas oscuras, orejeras y taparse la boca...no lo hago demasiado, como verás.
Un abrazo

Miroslav Panciutti dijo...

Tarragona ... Hace casi veinte años, en mi única visita a esa ciudad, pasé un maravilloso fin de semana. No pensé en la muerte ni en tsunamis o terremotos (a veces, por ejemplo cuando te leo, me echo en falta a mí mismo).

Y como dice Lansky, si no hubiera muerte, ni modo. Todos sabemos que es necesaria pero jode pensar que no hay alternativa.

Dante Bertini dijo...

Marina,
ya lo sabemos: la donna é mobile...
se te echaba en falta, pero hay que acostumbrarse a las pérdidas, en estos tiempos tan especiales, y agradecer cuando nos reencontramos.
Gracias, entonces.
Yo insisto con la homeopatía, el yoga, las flores de Bach, la acupuntura, los masajes, aunque a veces, y siempre lo hice, me medico alopáticamente, poquito en lo posible. Tampoco yo tengo ahora un homeópata de confianza, así que algún ibuprofeno cada tanto y varias vitaminas pasan por mi garganta.
Seremos polimedicados algún día?
Tal vez la tierra no nos dé tiempo. Se la ve muy cabreada, al menos por aquí. Pensar que España aseguraba a los turista sol constante.
Un abrazo, y no te pierdas.


Miroslav:
cómo estás? Tu Tarragona en obras, no siempre mejoradoras.
Llovió casi constantemente, así que la ciudad y la gente se veían húmedamente melancólicos.
Me explicarás lo de que leyéndome te faltas a tí mismo?
Suena extraño, sugerente, críptico.

También son necesarios los dolores de muela o la fiebre para avisarte que algo no funciona, sin embargo, ¡vaya mierda!

39escalones dijo...

El comienzo me ha recordado el "Fausto 5.0" de La Fura... Por lo que veo la experiencia no ha sido, para bien o para mal, tan "traumática".
Abrazos.

Dante Bertini dijo...

Alfredo:
no la vi, lo siento. Sin embargo te puedo asegurar que, a pesar de mi tono algo catastrofista debido al terremoto de Chile y la ciclogénesis anunciada, fue un fin de semana muy agradable.
Un abrazo

el objeto a dijo...

"Como si todos los amores se hubieran marchado y las las guerras se hubieran perdido"... me ha gustado mucho este post, querido Dante, tu mirada curiosa que se posa en la realidad y la mezcla con algo que vibra por dentro, que es más que la imaginación, el deseo o los temores, es siempre algo más,
y esas fotos algo nostálgicas y esas preguntas,
a mí siempre me dio la sensación de que Catherine Millet confundía sus fantasmas más personales con los de la humanidad...
besos

Fernando García Pañeda dijo...

Oiga, Dante, qué delicia de pesadilla poética. Me la "favoriteo" para releer.
Según pasan los años se va haciendo más cierto lo del chiste:
-Qué duro es llegar a viejo, ¿no?
-Sí, pero más duro es no llegar.

P.S. Conjuraste al destino: la ola gigante no llegó hasta tu hotel, pero sí atrapó a otros pobres humanos algo más al norte.

Dante Bertini dijo...

Vanessa:
a veces las palabras no nos pertenecen, como si el guión lo escribieran los otros con sus acciones, sus gestos, sus silencios. Separarse apenas unos milímetros y mirar con atención, sintiendo que no hay nada extraño en los que están cerca de nosotros, que estamos respirando la misma parcela de aire y eso tan sutil e imprescindible al mismo tiempo, nos mixtura.
Gracias y un abrazo, pequeña V.

Dante Bertini dijo...

Fernando:
por un segundo lo viví de esa manera, igual que un lanzador olímpico que lanza la bola muy lejos de sí. Por suerte fue sólo ese segundo necesario para aliviar la culpa de ser un protegido en medio de otros muchos.
Alegra que te guste lo que escribo.

Diana H. dijo...

Toda una crónica de tu viaje, interior y exterior. Y nosotros, tus lectores, arrastrados por ella como si de un tsunami imaginario se tratara. Pero mucho más a salvo, claro.
Las fotos son bellísimas, como siempre, y los temas son tantos que un comentario es mezquino.
El sueño de la razón crea monstruos, y es la condena de quienes tendemos a dejarnos llevar por la loca de la casa. Con horror observamos cada día que las peores pesadillas podrían quedarse muy cortas.
No dejes de llevarnos de viaje. Que el fin nos encuentre en buena compañía. Te abrazo.

Dante Bertini dijo...

DianadeLuz:
"Con horror observamos cada día que las peores pesadillas podrían quedarse muy cortas."
Tal cual lo dices tú, así lo siento.
No es nuevo: soy argentino y viví otras pesadillas; soy exiliado y no siempre encontré sueños en mi camino; soy de una época y de una "moral de riesgo", libertad, amor y más pesadillas...
Y repito tus palabras: que el final nos encuentre en buena compañía. Un abrazo

Noemí Pastor dijo...

Estaba yo intentando recordar cuándo estive alojada en el Imperial Tarraco y resulta que fue en 1991. Cómo pasa el tiempo. Me gusta la ciudad de Tarragona. O, mejor dicho, me gustaba hace veinte años. Besos.

Dante Bertini dijo...

Noemí,
estimada: hace veinte años todos éramos mejores, incluída Tarragona. Aunque es una visión parcial de turista nostálgico que recuerda compañías que, ¡ay!, ya no están.
un beso