martes, noviembre 27, 2007

Gauguin sobre gris

Días atrás, a raíz de un post que ilustré "casi casualmente" con una sensual fotografía "tahitiana" de Gian Paolo Barbieri, recordé a Paul Gauguin. Es un pintor al que han dañado -sin pretenderlo, supongo- las mueblerías y grandes superficies, inundando sus estanterías y paredes con reproducciones, no siempre demasiado cuidadas, de sus obras más características. No es el único damnificado, por supuesto. Las obras del abigotado pintor parisino comparten cartel con el Guernica y los arlequines de Picasso, muchos preciosos retratos de Modigliani, varias de las invenciones surrealistas de Magritte, el cristo suspendido de Dalí y las niñas bailarinas de Degas. Son a la pintura lo que Marilyn es al cine o el Comandante Ché Guevara a la revolución social. Un ícono-resumen, la imagen que supuestamente vale más que mil palabras y nos libera de otras tantas acciones.
Aquel día, recordando a Gauguin, me trasladé por un momento hasta la habitación que ocupaba en casa de mis padres durante mi más temprana adolescencia, el primer lugar que de alguna manera pude considerar "mi auténtica casa". Cercana a esa gran terraza superior donde mi padre y yo desplegábamos nuestras inquietudes de jardineros urbanos, había un cuartucho de tres por tres con una puerta acristalada y una pequeña ventana que se abría a un lavadero interior; un habitáculo sin demasiado interés, pero absolutamente despegado del resto de la vivienda. Abandonado durante años, aquel espacio sin ángel significaba una posibilidad de independencia que yo anhelaba y el resto de la familia, sobre todo mi madre, temía.
Como "no se puede conseguir todo lo que deseas pero sí lo que de verdad necesitas" -¡alta sabiduría la de los Rolling Stones"!- finalmente pude hacerme con aquella habitación. En pocos días logré reunir los pocos muebles imprescindibles entre aquellos deshechados por mis padres, una buena cantidad de enseres útiles que gracias al rechazo familiar se veían convertidos en incómodos habitantes de rincones siempre necesarios para cualquier otra cosa. Una cama de una plaza algo destartalada -la mía habitual "debía" quedar donde estaba-, una estantería muy estrecha y alta de madera barata que pinté de gris oscuro -mi querida biblioteca personal hasta mi alejamiento definitivo de aquella casa- y el baúl que había usado mi padre, don Giovanni Dante, en su traslado desde Italia hasta Argentina. Extraño destino viajero el de este artefacto: de Europa a Sudámérica y de allí de nuevo a Europa. Su cuerpo oscuro, de madera de nogal recubierta con una espesa, resistente e impermeable tela negra, ha paseado por varias ciudades italianas, ha recorrido Buenos Aires, Madrid, Canarias, Ibiza, París y, sólo en Barcelona, ha descansado en al menos cuatro casas. ¿Cuántos de su misma especie habrán viajado tanto? ¿Cuántos de ellos sobrevivirán a estos últimos y accidentados ochenta años?
Cuando los amigos de aquella época entraban por primera vez a mi cuarto, solían preguntar algo parecido a: ¿No te quedó demasiado oscuro? Aunque eran todos muy machitos, sus madres les pintaban las paredes de colores pastel, generalmente verde "Nilo" o rosa "Bouquet", sin siquiera preguntarles una opinión que probablemente tampoco hubieran tenido. Sí señores: mi cuarto era bien oscuro. Gris foncé(e), según los franceses. Me parecía que ya había bastante color en los lomos de los libros y en la manta escocesa que cubría la cama, así que pinté todo el cuarto, techo incluído, del mismo color de la estantería-biblioteca, para después clavar sobre la pared donde se apoyaba el baúl viajero negro una hermosa rama de árbol seca y ennegrecida que encontré en la calle. El otro adorno de las oscuras paredes era una reproducción a cuatro páginas -espléndido regalo navideño de la revista alemana Schöner Wohnen- de, -¡y al fin enlazo con el principio!- una magnífica obra de Eugène Henri Paul Gauguin: ¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Adónde vamos?
Mientras escribo esto me doy cuenta que muchos años después, y sin ningún milagro de por medio, he logrado reverdecer más de una rama casi muerta y he podido dar bastante más color a mis paredes. También he llegado a contestar(me), siempre para mí y a mi manera, aquellas tres incómodas preguntas del pintor francés. Aunque si a nadie le molesta o/y saben disculparme, todo esto lo dejaré para otro día en el que no me encuentre tan cansado.

domingo, noviembre 25, 2007

Flora, mi madre

A la vuelta de mi casa hay una florería que sólo vende rosas. Sus dueños, ajenos a cualquier rebuscada metáfora, le han puesto "Au nom de la rose". Un nombre sin duda alguna borgiano, pensé yo en su momento, sin embargo cuando les hice un comentario al respecto ellos pusieron cara de no saber de qué les estaba hablando. Ayer por la mañana, después de un nada frugal desayuno en la cafetería del Flamant con el editor del libro que estamos diseñando/ilustrando, pasé por la puerta de la tienda de flores y me encontré con un cartel que decía: "Hoy, 24 de noviembre, Santa Flora: Regale Rosas". No sabía que había una santa con el nombre de mi madre, y aunque son muchos los hijos que piensan que sus madres merecerían un altar, yo estoy convencido de que la mía nunca hubiera llegado a estar siquiera nominada para la beatificación. Y no porque haya sido una mala mujer o estuviera desprovista de bondad y carisma, sino porque nunca tuvo patrocinadores ocupándose de la promoción de sus mil y un milagros domésticos. Mi pequeña y cariñosa madre. No pienso demasiado en ella, lo reconozco, pero ver su nombre allí, rodeado de rosas de todos los colores, me emocionó mucho. Como decía María Belinchón en su bolero "La estúpida": "lagrimita que te asomas negándote a caer, rueda, rueda tranquila, que nadie te puede ver". Cuando finalmente salí de mi estupor, compré tres rosas de color evanescente y origen ecuatoriano. "Son para mi madre", le dije al vendedor, sin aclararle que ya estaba muerta. "Estas huelen muy bien", me dijo él suponiéndola viva y con todos sus sentidos alertas. Ahora tengo las tres rosas al lado del ordenador, en un alto tubo de ensayo que suele oficiar de florero. Como ni siquiera conocía su existencia, le pregunto a Google quién era esta Santa Flora. Entre otras muchas respuestas me quedo con esta, la mejor redactada:
Santa Flora (?-851), virgen y mártir hispana. Hija de padre musulmán y madre cristiana, nació en Sevilla durante el reinado de Abd al-Rahman II. Denunciada por su hermano, fue sometida a tortura para que renegara del cristianismo. Estuvo varios años recuperándose de sus heridas, en un lugar llamado Ossaria, en Jaén. De vuelta a Córdoba, fue llevada de nuevo ante el cadí (juez musulmán) acompañada de otra virgen de nombre María (posteriormente también santificada como santa María de Córdoba), religiosa del convento de Guteclara. Ambas fueron decapitadas el 24 de noviembre del año 851 y sus cuerpos arrojados al río Guadalquivir, de donde los cristianos recogieron sus cabezas para trasladarlas a la iglesia de San Acisclo. Su festividad se celebra el 24 de noviembre.
¿Qué puedo decir ante esto? Te recuerdo con mucho cariño mamá. Hasta mañana mis queridos bloggeros. Photo : Abelardo Morell

Posdata: mi madre había nacido en la provincia argentina de Corrientes, mi padre en Lucca, Italia. Yo los conocí a ambos en Buenos Aires, maduritos y en pareja. Para los que no conozcan la ciudad porteña, un buen reportaje de la Sexta, conducido por Imanol Arias:
http://es.youtube.com/watch?v=jUioi22-fKQ&feature=related

viernes, noviembre 23, 2007

una semana mortal

Desde mi butaca de espectador gocé especialmente, aunque de distinta manera, con la obra de estos dos artistas.
Aunque a veces lo parezca, dada la constante, inabarcable, aparición de productos supuestamente artísticos, supuestamente culturales, los creadores no abundan. Si además son arriesgados, honestos, desprejuiciados, buenas personas, el número decrece considerablemente.
Esto es poco más que un dolido adiós a Maurice Béjart y Fernando Fernán Gómez, con quienes nunca más podremos encontrarnos. Posiblemente no se merecían volver a la nada, pero la parca suele ser así de igualatoria.
(El retrato de Béjart es de Jean Loup Sieff.
Quería recordar también al Fernando Fernán Gómez joven, de mirada irónica y pelo rojizo, pero la red sólo lo muestra mayor, muy mayor. Quede aquí esta foto de una de sus primeras películas, con barba y ropa de misionero)

miércoles, noviembre 21, 2007

intermezzo

Zbelnu cuelga en su blog Crucigrama una foto que saqué el domingo a primera hora de la tarde, después de un almuerzo Gaucho en un clásico restaurante argentino. Caminábamos entre las ruinas de este urbano campo de batalla que alguna vez fue una tranquila ciudad provinciana con edificios extraños y rincones sorprendentes, cuando ella redescubrió, medio oculta entre los restos de cemento y la grisásea mugre de la indiferencia general, esa chapa conmemorativa adornando la acera frente al colmado Quilez de Rambla Cataluña y Aragón. "¡Qué bonita! Uno de estos días tengo que volver para sacarle una foto", dijo con una entonación entre esperanzada y pesimista. "Si quieres se la saco yo", sugirió sin demasiado énfasis el que ahora escribe. Algo extrañada por este ofrecimiento inesperado, Isabel me preguntó si verdaderamente llevaba la cámara encima. Le dije que sí, que estaba en el fondo de mi bolso negro, junto a una serie de otros muchos utensilios, conformando eso que me gusta llamar "mi set de supervivencia y primeros auxilios". Lápices y lapiceras, algunas libretas de Muji, aspirinas, algo de ibuprofeno, una tijera de podar, gafas de sol, una bufanda, un gorro tejido comprado en Cadaqués, un vaporizador de/con perfume y otras chorraditas que, como voluminosas pelusas, se van acumulando por los rincones sin ocasión de demostrar(me) su presunta utilidad.
Desde muy pequeño tengo la capacidad, tal vez muy habitual en todo el mundo, de sobrevolar algunas situaciones específicas. El domingo, mientras trataba de enfocar aquella barroca placa conmemorativa de bronce ennegrecido, rodeado de mis "espectantes" amigos y del polvoriento entramado de andamios y lonetas que cubre actualmente el frente del "tradicional colmado Quilez" -proveedor desde tiempos inmemoriales de la nostálgica colectividad argentina en dos rubros patrios fundamentales, la yerba mate y el dulce de leche- pude desdoblarme -es un decir- y vernos por unos segundos desde lejos. No creo necesario entrar en detalles. Me parece redundante. Sin embargo me gustó mucho lo que ví: tres seres adultos jugando a buscar un tesoro escondido.
ilustración: René Magritte, La condición humana.

lunes, noviembre 19, 2007

Casualidad(es)

Los días pasan, inexorablemente. Y entre pitos y flautas -una antigüedad, lo sé- o flautas y pitos -suena más moderno-, se me olvidó escribir, como había amenazado, sobre ciertas coincidencias literarias (ver el post Benjamin Biolay vs Harry Connick Jr. del 7/11/007), coincidencias que, sin quitarme el sueño, me hacen "to think about".
Resulta que hace unos meses, ganó el Premio Loewe de Poesía- bien dotado económicamente, aunque, vaya a saber por qué, no especialmente prestigioso- un señor de nombre Juan Antonio González-Iglesias por su poemario Eros es más. ¿Verdad que parece una conjunción-homenaje a los títulos de dos de mis libros de poemas: Eros desencadenado y Amorimás?
Cuando escribí mi primera, e inocente, novela, Salvajes Mimosas (1992), decidí subtitularla El Cuarteto de Barcelona como recuerdo-broma-homenaje al célebérrino Cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell. Cinco años después, en 1997, Manuel Vázquez Montalbán publica El Quinteto de Buenos Aires, en lo que, de no ser él quien era ni ser yo quien soy, podría haberse interpretado como una retribución con intereses devengados, a esa, mi pequeña aportación a los festejos de la Barcelona Olímpica. En el año 2000, otra coincidencia. El brillante y prolífico escritor Javier Marías publica una recopilación de sus notas periodísticas bajo el título de Salvajes y sentimentales. Aunque quizás esto último sólo me resuene a mí. Ni siquiera tengo demasiado claro si los sentimentales son necesariamente mimosos.
Poco después del premio La Sonrisa Vertical (1993), presenté a la convocatoria para subvenciones del Ministerio de Cultura el proyecto para una novela, ajuntando una sinopsis y el primer capítulo ya acabado del libro. Mi pedido fue rechazado. Algunos meses después un escritor sevillano sacó a la luz un largo relato supuestamente ambientado en Argentina, donde, en un extraño episodio de (clari)videncia, no sólo aparecían varios personajes de aquella novela finalmente nunca escrita -todos ellos con nombres por demás singulares, ya que habían sido extraídos del lunfardo argentino- sino también algunas anécdotas casi gemelas a las de la sinopsis presentada al Ministerio.
El filósofo francés Voltaire dijo (entre otras muchísimas cosas) : No existe la casualidad, y lo que se nos presenta en forma de azar surge como un torrente incontenible desde fuentes muy profundas. Sin pretender tanta profundidad, el para mí ignoto grupo musical ¡Miranda! acaba su nada conocida canción Casualidad con esta vibrante y esperanzadora estrofa: Puede ser que este encuentro casual nos lleve a dormir juntos por ultima vez...
La foto que ilustra este post (encontrada casualmente entre las páginas de un antiguo libro sobre Trajes y costumbres de los pueblos indígenas) es de Gian Paolo Barbieri.

miércoles, noviembre 14, 2007

Tú, Dexter: ¡por qué no te callas!

Sí... bien, es verdad; lo reconozco. El título es de lo más tramposo y demagógico, un intento seguramente inútil de este blog, a todas luces minoritario, por llegar a las audiencias masivas de, por ejemplo, Telecinco te la hinco (lo dicen ellos; yo sólo actúo como repetidor) o la cadena de radio Ser o no Ser. Pero para mi descargo, esta no es la única razón que me ha hecho titularlo así. Desde hace varios días tengo esa frase grabada en la cabeza y la única manera de exorcizarla es aceptando que el suceso sucedió Realmente, que la imagen que nos muestran por televisión una y otra vez es tan Real como real, que la escalofriante y sobreactuada escena no es parte de los Guiñoles del Guiñol y los personajes que aparecen allí sentados no son muñecos de gomaespuma, sino auténticos dirigentes mundiales que, además de poder, tienen en sus manos nuestros ya de por sí procelosos destinos.
¡Ay!
¡Cómo duele asumir la Real-idad!
Esto no es todo. ¿Y las insoslayables angustias producidas por incertidumbres varias, quién me las aventa? Porque, ¿alguien se imagina lo que habría ocurrido si la Sugerencia Real hubiera tenido como destinatario a Bush, Putin o al nada apocado Sarkozy? Noviembre está regido por Marte, un planeta de lo más belicoso y, al margen de mi plácido y encantador nacimiento, siempre han acontecido en él catástrofes, guerras, revoluciones y epidemias de todo tipo. Tan violento y raro es este mes, que la cadena de televisión Fox ha decidido lanzar Dexter, una serie absolutamente macabra, nauseabunda, despreciable... e hipnótica.
Después de haber comprobado durante toda una temporada que el material lanzado al aire no tenía inmediatos efectos secundarios, la serie, que ya está emitiendo su segunda tanda en USA, llega hasta nuestras casas proponiendo los asesinatos seriales como nuevo estilo de justicia. El actor protagonista -un impresionante Michael C. Hall, atormentado hermano gay en Dos metros bajo tierra- ha dado un salto desde la funeraria empresa familiar hasta la producción directa y personal de cadáveres. Como podrán ver en la foto que ilustra este post, sus manos son muchísimo más blancas que su rostro y su cuello, bronceados ambos con ese tono Caribe Glamour que solamente puede brindarnos el sol de Miami. ¿Extraño, verdad? Aunque tengo muchas ganas de hacerlo, no me atrevo a asegurar que esta diferencia de tonos se deba a los efectos del formol, los guantes quirúrgicos o la sierra eléctrica conque este aparentemente inofensivo médico forense estudia o desmantela los cuerpos de las/sus víctimas. ¿O este muchacho será tan atrevido como para posar apoyando la cabeza en una extremidad ajena?
Charles Bronson, un actor duro con aspecto de estrella porno y, ¡vaya casualidad!, nacido también bajo el fascinante signo de Escorpio, protagonizó una serie de películas donde interpretaba a un hombre de la calle que por diversas circunstancias personales se veía "obligado" a hacer justicia por su cuenta. Durante los años setenta del siglo pasado, Paul Kersey -así se llamaba el personaje- despachó a una buena cantidad de violadores, asesinos y traficantes de droga, en seis o siete películas con el mismo esquema y casi idéntico argumento. Se suponía que era un justiciero social, un pobre desgraciado empujado a convertirse en verdugo no remunerado por la inoperancia de la justicia y las fuerzas policiales frente al injustificable asesinato de algunos de sus seres queridos. Treinta años después, los creadores de Dexter no pueden engañarse ni engañarnos. Saben algunas cosas más sobre pulsión, perversiones y fantasmas, han frecuentado varios divanes psicoanalíticos y diversos volúmenes especializados en esas materias. Dexter es un psycho killer que goza sin resquemores ni culpabilidad con su esmerado trabajo de limpieza. En cada historia, en cada capítulo, la serie nos plantea un problema moral que su protagonista resuelve en plan Raid o Mister Proper, con prueba del algodón incluida. Sin perder el apetito -en pocas series se come tanto y tan seguido-, sin hacer concesiones fáciles a lo políticamente correcto ni gastar su tiempo en dialogadas justificaciones, Dexter inquieta nuestras conciencias algo abotagadas, responde, por la fuerza de la acción pura y dura, algunas preguntas que ni siquiera podíamos formular(nos). Esperemos que ningún censor bienintencionado se interponga en el descarnado monólogo de este terrenal ángel exterminador, decidiendo convertirlo en un buen padre de familia que mira quien baila y opina lo que le dictan.

(Otrosí : Cayetana Altovoltaje es la estrella invitada en Crackfake )

sábado, noviembre 10, 2007

otro ramito de violetas

Ayer, nueve de noviembre, este blog cumplió su primer año de vida.
A todos los que pasaron por aquí, hayan dejado o no sus comentarios, muchas gracias.
Harry, Benjamin (conozco el secreto que encierra tu nombre), os pediré un favor: retribuir por mí tanta gentileza. Y hacerlo cantando como vosotros sabéis.

A los que recordaron o entendieron que también era mi cumpleaños y me dejaron algún buen deseo, dos veces muchas gracias. Y una vieja canción que España me regaló nada más llegar.


Photo : Irving Penn!!!

miércoles, noviembre 07, 2007

Benjamin Biolay vs Harry Connick Jr.






Hay coincidencias extrañas.
El mismo día y a la misma hora ofrecen un concierto en Barcelona dos cantantes que me gustan especialmente: Benjamin Biolay y Harry Connick Jr. Los dos saben de qué se habla cuando se dice swing y son exitosos sin exageración, tienen carreras diversificadas y labios extremadamente sensuales. Además, casi podría jurar que tanto uno como otro son miopes. Los dos se presentan -creo que por primera vez en esta ciudad- al día siguiente de mi cumpleaños. Sábado 10 de noviembre; Sala Bikini, Palau de la Música. El problema de los indecisos es la existencia de más de una opción. Anoche mismo tuve que optar entre el premio Herralde y una exposición sobre Fetiches en la galería de la Fundación Foto Colectania. No sabía decidir, así que me quedé en casa trabajando muy feliz de la vida. A veces, frente a la indecisión, ayuda imaginarse en cada una de las situaciones posibles. ¿De pié en la Bikini, aunque con el Benjamin cercano, o envuelto en los modernismos del Palau y con el Harry Connick cantando y tocando a lo lejos?
Releo este post, escrito después de una dura, aunque gratificante, jornada de trabajo, y me digo: Tendrías que hacértelo ver...¡Nadie puede ser tan superficial! Pido disculpas si es que alguien puede sentirse herido por el cariz de mis preocupaciones, pero dado como está el mundo exterior, con quince mil hinchas escoceses gritando, rompiendo y vomitando por los alrededores, el mapa, presque lunar, de socavones por doquier, los técnicos japoneses anunciando un posible hundimiento del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, los niños secuestrados del Chad, las agresiones racistas sin castigo, mi tan próximo cumpleaños, las también cercanas fiestas navideñas, la D final de muchas bellísimas palabras, convertida, por obra y gracia de una panda de creativos algo extraviados, en una Z de zopenco, zarrapastroso, zafarrancho, zácate, zafio o zoquete, las imposiciones nacionales de distinto signo, la subida de precios en los alimentos básicos y el futuro casamiento de Alberto de Mónaco, por nombrar sólo las primeras cosas angustiantes, increíbles o demoledoras que cruzan por mi cabeza en estos momentos, sólo puedo sobrevivir aferrándome a mis más bajas pasiones.
Como segundo regalo anticipado de cumpleaños, la encantadora Ava Gardner me ha otorgado el Thinking Blogger Award. Muchas, muchas gracias. Veré si la nueva edad me encuentra con fuerzas suficientes como para hacer todo lo que supuestamente debería.
Es tarde, tengo sueño y mañana quisiera trabajar desde muy temprano en lo que estoy haciendo. Esto de las coincidencias no acaba aquí, lo prometo. Tengo que contarles sobre algunas otras que me unen a Vazquez Montalbán, Javier Marías y un señor que ganó el último premio Loewe de poesía.

domingo, noviembre 04, 2007

Elvira Ríos: un regalo


http://www.youtube.com/watch?v=a9t0bZXmJ7g
Uno de sus apellidos auténticos era Cerda. Inmerecido, porque parecía una inmensa pantera. Es lo único que encontré en google... Tras ella, entre ángel guardián y amo de toda la cosa, un señor que fue muy famoso y al que tal véis conozcáis... En el año 1942 (!!!) Elvira filmó una película en Argentina: Ven, mi corazón te llama, donde además de despacharse al amante infiel de mala manera, cantaba varios temas de su repertorio... La fotografía que ilustra el post es de Irving Penn.
Ah! David Nalbandian juega al tenis como los dioses. Acaba de ganar el título en el torneo de París por la Serie Masters de la ATP. Nalbandian se impuso por 6-4 y 6-0 frente al número dos del mundo, Rafael Nadal. Lo pongo aquí porque no me parece que su triunfo haya tenido la cobertura que se merece. A relajarse y gozar, señores. No se puede ganar, ni perder, siempre.