Pilar y José Luis, José Luis y Pilar, nos llaman para que vayamos a ver juntos la exposición retrospectiva de Yves Tanguy en el MNAC. Decimos "sí" sin dudar porque en realidad ni siquiera nos habíamos enterado de que estaban haciéndola. Demasiadas fiestas. Demasiadas felicidades, demasiadas bombillas de colores y deseos de bienaventuranza. Hay que subsanar tanta superficialidad con un poco de Gran Cultura. Café con leche en Habaluc y a ponerse en marcha. No sé si es que necesitaba dormir un poco más, pero me da cierta cosa tomar un metro en la estación Passeig de Gràcia, pleno centro de Barcelona, y bajarme en otra que se llama Espanya a secas. Es como si nos propusieran cambiar de país con sólo diez minutos de viaje. ¿Hay vuelos tan rápidos? ¿Hay aves, perdón, Aves, que nos trasladen en tan poco tiempo de un país a otro? No espero respuesta. Si alguien contestara mis preguntas, posiblemente perdería toda su gracia el más que gracioso paseo. Jejé.
El M(u)NAC:
En su momento no me gustó casi nada el acondicionamiento de Gae Aulenti, sin embargo el tiempo ha ido acomodando las cosas. Limó algunas asperezas, quitó el color de recién acabado a los "inserts" de la diseñadora italiana y, sobre todo, hizo crecer las palmeras que adornan las terrazas. El verde siempre ayuda. Encontré muy agradable entrar a aquel recinto. La librería tiene mucho material interesante a precios bastante más altos que los de mi barrio, aunque me pareció relativamente lógico porque este edificio está ubicado muchos metros más arriba. Jejé. Siempre que voy a un museo, entro primero al shopping. Es una forma de acercarme desde los márgenes, desde las reproducciones, a lo que voy a ver dentro. Antes, cuando vivía en Buenos Aires, no podía hacerlo. Si veía un buen libro de arte que casi nunca podía comprar -Mr Maravilla Taschen todavía no editaba- y en él alguna reproducción respetuosa de una obra que me gustaba, solía pensar: "¡cómo me gustaría ver el original!" Si al original lo tienes allí, muy cerca de la copia, resulta sumamente fácil cumplir tus deseos.
Yves Tanguy:
Tuvo dos esposas y muchísimos buenos amigos. No eran gente común. Esos amigos se llamaban Benjamin Péret, Man Ray, Dalí, Tzará, Breton, Jacqueline y Pierre Matisse, Paul Elouard, René Crevel, Max Ernst, Peggy Guggenheim o Jacques Prévert. Afortunado y/o exquisito, compartirá vivienda con varios de ellos en uno de los primeros edificios diseñados por Pierre Chereau. La divertida y enriquecedora etapa de bohemia juvenil parisina acabaría con el principio de la guerra. Su segunda mujer Kay Sage, estadounidense, lo arrastra primero (1939) a Nueva York y de allí a una hermosa granja en Connecticut, donde acabaría sus días en enero de 1955, a los recién cumplidos cincuenta y cinco años. No tuvieron hijos, pero si dos gatos siameses, un gran estanque artificial fabricado por el mismo Yves, un taller para sus pinturas, una casa anexa para alojar a los tan prestigiosos como queridos invitados y otra muy acogedora donde colgar los originales de Calder, Masson o Miró, leer y charlar, inventar a dúo christmas únicos, ingeniosos y divertidos, o tomar con despaciosa delectación los daikiris que tanto les gustaban. Muerto Yves -mientras dormía, de una trombosis cerebral- Kay Sage (¿llave de la sabiduría?), se dedicó a catalogar la obra de su marido durante los ocho años siguientes. Terminado este arduo y complicado trabajo, se quitó la vida con un revólver que él le había regalado cuando se mudaron a la granja. Las cenizas de la pareja fueron esparcidas en la costa de la Bretaña francesa por su amigo y marchand Pierre Matisse.
El M(u)NAC:
En su momento no me gustó casi nada el acondicionamiento de Gae Aulenti, sin embargo el tiempo ha ido acomodando las cosas. Limó algunas asperezas, quitó el color de recién acabado a los "inserts" de la diseñadora italiana y, sobre todo, hizo crecer las palmeras que adornan las terrazas. El verde siempre ayuda. Encontré muy agradable entrar a aquel recinto. La librería tiene mucho material interesante a precios bastante más altos que los de mi barrio, aunque me pareció relativamente lógico porque este edificio está ubicado muchos metros más arriba. Jejé. Siempre que voy a un museo, entro primero al shopping. Es una forma de acercarme desde los márgenes, desde las reproducciones, a lo que voy a ver dentro. Antes, cuando vivía en Buenos Aires, no podía hacerlo. Si veía un buen libro de arte que casi nunca podía comprar -Mr Maravilla Taschen todavía no editaba- y en él alguna reproducción respetuosa de una obra que me gustaba, solía pensar: "¡cómo me gustaría ver el original!" Si al original lo tienes allí, muy cerca de la copia, resulta sumamente fácil cumplir tus deseos.
Yves Tanguy:
Tuvo dos esposas y muchísimos buenos amigos. No eran gente común. Esos amigos se llamaban Benjamin Péret, Man Ray, Dalí, Tzará, Breton, Jacqueline y Pierre Matisse, Paul Elouard, René Crevel, Max Ernst, Peggy Guggenheim o Jacques Prévert. Afortunado y/o exquisito, compartirá vivienda con varios de ellos en uno de los primeros edificios diseñados por Pierre Chereau. La divertida y enriquecedora etapa de bohemia juvenil parisina acabaría con el principio de la guerra. Su segunda mujer Kay Sage, estadounidense, lo arrastra primero (1939) a Nueva York y de allí a una hermosa granja en Connecticut, donde acabaría sus días en enero de 1955, a los recién cumplidos cincuenta y cinco años. No tuvieron hijos, pero si dos gatos siameses, un gran estanque artificial fabricado por el mismo Yves, un taller para sus pinturas, una casa anexa para alojar a los tan prestigiosos como queridos invitados y otra muy acogedora donde colgar los originales de Calder, Masson o Miró, leer y charlar, inventar a dúo christmas únicos, ingeniosos y divertidos, o tomar con despaciosa delectación los daikiris que tanto les gustaban. Muerto Yves -mientras dormía, de una trombosis cerebral- Kay Sage (¿llave de la sabiduría?), se dedicó a catalogar la obra de su marido durante los ocho años siguientes. Terminado este arduo y complicado trabajo, se quitó la vida con un revólver que él le había regalado cuando se mudaron a la granja. Las cenizas de la pareja fueron esparcidas en la costa de la Bretaña francesa por su amigo y marchand Pierre Matisse.
La exposición:
Hay tres etapas muy diferentes en la vida y obra de Yves Tanguy. Se dice que comenzó a pintar impactado por un cuadro de Giorgio de Chirico. Sin embargo no hay rastros notables de este pintor onírico en sus primeras obras. Sí las hay del expresionismo alemán, cargado de sátira costumbrista y aguda crítica social. Su obra posterior, la de mayor difusión, la más conocida, es la de su juventud europea, enmarcada en la corriente surrealista, en el automatismo y los "cadáveres exquisitos", en los impulsos supuestamente descontrolados de un inconsciente pre-freudiano. A partir de su llegada a Estados Unidos, la pintura de Yves Tanguy se vuelve más clara, menos visceral, y sus dibujos con lapicera Rotring, despojados de aquel fantasmal inconsciente manipulador, muestran una limpieza y contención que, sin restarle misterio, añaden elegancia y madurez a su obra.
¿Me ha quedado un poco académico? Puede que sí, pero lo otro sería contarles cómo me gustaron hasta la emoción las fotos de familia, con él y sus amigos payaseando. O las de su casa en Woodbury, USA , con la pareja de gatos siameses durmiendo sobre los sillones. Si lo pienso un momento, probablemente me guste más el personaje y su entorno que toda su pintura. Sin embargo vale la pena ir con tiempo y detenerse en los detalles. También en el último cuadro que pintó, inteligentemente adquirido por el MOMA neoyorquino. Y guardarse una hora y media para el espléndido documental francés sobre su vida y su obra fechado en un todavía cercano 2006.
Hay tres etapas muy diferentes en la vida y obra de Yves Tanguy. Se dice que comenzó a pintar impactado por un cuadro de Giorgio de Chirico. Sin embargo no hay rastros notables de este pintor onírico en sus primeras obras. Sí las hay del expresionismo alemán, cargado de sátira costumbrista y aguda crítica social. Su obra posterior, la de mayor difusión, la más conocida, es la de su juventud europea, enmarcada en la corriente surrealista, en el automatismo y los "cadáveres exquisitos", en los impulsos supuestamente descontrolados de un inconsciente pre-freudiano. A partir de su llegada a Estados Unidos, la pintura de Yves Tanguy se vuelve más clara, menos visceral, y sus dibujos con lapicera Rotring, despojados de aquel fantasmal inconsciente manipulador, muestran una limpieza y contención que, sin restarle misterio, añaden elegancia y madurez a su obra.
¿Me ha quedado un poco académico? Puede que sí, pero lo otro sería contarles cómo me gustaron hasta la emoción las fotos de familia, con él y sus amigos payaseando. O las de su casa en Woodbury, USA , con la pareja de gatos siameses durmiendo sobre los sillones. Si lo pienso un momento, probablemente me guste más el personaje y su entorno que toda su pintura. Sin embargo vale la pena ir con tiempo y detenerse en los detalles. También en el último cuadro que pintó, inteligentemente adquirido por el MOMA neoyorquino. Y guardarse una hora y media para el espléndido documental francés sobre su vida y su obra fechado en un todavía cercano 2006.
ilustran : dos obras de Tanguy y su retrato por Man Ray.