Colette publica en 1932
Lo puro y lo impuro. Sesenta y cinco años después, en 1997,
Thomas Paul Anderson estrenó su primera película,
Boogie Nights.
Gracias al trío de
Imagenio y a la imprevisible
Cosmopolitan TV, una de estas tardes decidí perderme la siesta para ver por segunda vez el
film de
Paul Thomas Anderson. Nada más suyo, sin duda, ya que guión y dirección le pertenecen. Poco después, todavía conmocionado por esa historia de pérdidas y perdedores que ya me había impactado hace años, en el momento de su estreno, me puse a leer la nota que
Isabel Nuñez había escrito para el Suplemento Cultural de La Vanguardia sobre la espléndida escritora francesa, amante de las mujeres, los gatos y los sulfuros de cristal. Nada más terminarla quise ver la cubierta de la recién editada edición castellana del libro de
Colette y, al mismo tiempo, saber algo más de una editorial que hasta ese momento no conocía, así que me acerqué como un bicho curioso a la
web de
Global Rhythm Press.
Cuando unos minutos después pude salir de allí, me quedé pensando en lo que ponía la gacetilla editorial del libro de
Colette: "Estamos ante un tratado sobre la complejidad de las relaciones sensuales en todas sus variantes, escrito por alguien profundamente conocedor de la materia. Misoginia y celos, egoísmo, atracción irrefrenable y narcisismo agitan una galería de hombres y mujeres decadentes y derrotados, de vidas vacías sumidas en una continua angustia, de gentes en un callejón sin salida". Sin cambiar ni una letra, el comentario le iba de maravillas a la película de
Anderson. A la mañana siguiente, mientras tomaba un café en
Ciao Bella, encontré una larga nota sobre
Jack Kerouack y la
Beat Generation. Anunciaba que el próximo 5 de
septiempre se cumplirán cincuenta años de la primera edición de
On the road (
En el camino) y, como parte de la serie de festejos/homenajes a esa novela que, al pretender retratarla, marcó definitivamente una época, comenzarán el rodaje de una nueva película sobre el tema. Había supuesto que el autor de la nota, un anglosajón de nombre
Andy Robinson, recordaría el
film de
John Byrum sobre la relación triangular, y particularmente apasionada, entre los
Cassady,
Neal y
Carolyn, y el autor de la ya cincuentona
On the road. Pero no, allí no decía nada sobre aquella película espléndida, perdida en los laberínticos archivos de alguna apolillada
cinemateca, rescatada de vaya a saber cual de los múltiples anaqueles flotantes de mi abarrotada memoria. El título original del
film era
Heart Beat (1980), y
Nick Nolte,
John Heard y
Sissy Spacek estaban dirigidos por el mismo autor de
Inserts (1974). En esta última, tan amarga como la anterior,
Richard Dreyfuss es una joven promesa de
Hollywood, devenido por su afección a diversos fármacos de venta no legal en decadente director de escenas sexuales explícitas, las llamadas "
inserts", para películas de poca monta. Los dos
films de
Byrum podrían llevar el mismo comentario de la gacetilla del libro de
Colette: "...un tratado sobre la complejidad de las relaciones sensuales en todas sus variantes...una galería de hombres y mujeres decadentes y derrotados..." Tanta coherencia comenzaba a preocuparme. ¿Se iría a convertir todo esto en una obsesión otoñal, de temporada?
Para escapar de un otoño en plan franela gris, chaqueta entallada, salté a las páginas rosas del diario condal. Con gorro de lana calado hasta las orejas y sonrisa triunfante de joven arquitecto, el otrora actor
Brad Pitt me daba la bienvenida a ese mundo más suave. Sin embargo las coincidencias no dejaban de perseguirme. La nota sobre
Kerouak también llegaba desde Nueva
Orleans, el lugar donde
Brad Pitt está construyendo viviendas ecológicas unifamiliares con materiales que repelen la humedad, el moho y quizá
también los
tsunamis. El
multifácetico Brad, la turgente
Angelina Jolie y sus cuatro niños de distinto origen no vivirán en esas casas económicas de nueva construcción. Tienen, se han comprado, un palacete de estilo francés que data de 1830. No puedo criticarlos. Les sobra el dinero, e intentan, como casi todo el mundo,
huir de esa fatalidad implícita en la mismísima condición humana, de esa falta esencial que amenaza arrastrarnos a "un callejón sin salida, a una continua angustia".
Nobody wins, canta
Elton John. Quizá no haya nada que ganar, ni a nadie, y solo se trate de entonar tu canción de la mejor manera posible. En voz baja y armoniosamente, sin molestar al resto.
photo : Neal Cassady y Jack Kerouak retratados por Carolyn Cassady (1952).