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Junto a nuestro edificio modernista hay otro más grande de oficinas: poco destacable diseño arquitectónico de los años setenta, ocupado en los bajos por una importante caja de ahorros catalana. Compartimos con ellos un ángulo del patio de manzana, magnífica idea urbanística de Ildefonso Cerdá que la especulación del siglo pasado modificó a su antojo.
En el proyecto original se pretendía crear en estos amplios huecos de aire y luz, espacios comunes ajardinados para uso y disfrute de los vecinos de los inmuebles colindantes. Cada manzana lograría así una cómoda plaza propia provista de árboles y bancos, de civilizadas zonas de reunión y esparcimiento. Muy alejados en espíritu de esta idea moderna, socializadora, buena parte de los dueños de estos inmuebles construyeron en los terrenos vacíos naves y locales de todo tipo, acrecentando notablemente sus ya de por sí desahogadas recaudaciones mensuales.
Sin ninguna duda afortunados, en nuestra manzana se conservan algunos jardines originales y varios de esos bajos se han recuperado a medias. Escenografía espléndida para una versión actualizada de La ventana indiscreta -¡que a nadie se le ocurra perpetrar semejante sacrilegio!- no quiero pensar en el cotilleo bullicioso que provocaría una edificación semejante en cualquier otro lugar que no estuviera habitado por gente tan ensimismada y respetuosa como la que ocupa los pisos de nuestra manzana. En ella nunca se escuchan gritos extemporáneos, aparatos de música desaforados o televisores con el volumen a su máxima potencia, y, verdaderos ángeles sin alas, es casi imposible ver a algún vecino ocupado en espiar al prójimo más próximo. Siempre que no haya obras de rehabilitación -los antiguos pisos burgueses de ciento cincuenta metros o más se están (re)convirtiendo en dos apartamentos más "democráticos" de alrededor de setenta metros- podemos gozar de silencio suficiente como para contrapesar el ruidoso trajín del frente de la finca, muy cercana a la confluencia de Balmes con Mallorca. Como las ordenanzas municipales no permiten que los edificios superen los cinco o seis pisos de altura y en los jardines hay algunos árboles de notable envergadura, también solemos disfrutar de un buen retazo de cielo sobre el que casi todo el año se ven pájaros de diverso tipo, garabateando el aire con sus acrobacias y sus vuelos.
A la altura de nuestra galería acristalada, convertida por el uso y los años en un alargado invernadero copado casi totalmente por las plantas, están los amplios ventanales del edificio de oficinas de la esquina. No digo que alcancemos a darnos las manos de ventana a ventana, pero la cercanía es suficiente como para que, de proponérnoslo y con sólo asomar un poco el cuerpo, podamos observar claramente todo lo que sucede en el interior de los despachos. Hace algunos años habían montado allí un presunto salón de masajes atendido por jóvenes y voluptuosas señoritas a las que les gustaba descansar entre uno y otro cliente sin cubrirse ni un solo centímetro de piel. Sí, lo sé; suena algo cursi. Podría haber eludido el circunloquio, haber puesto directamente "en pelota viva", pero siempre temo que algunos censores sin rostro ni nombre superpongan a mi post una indeleble cruz en rojo.
Durante los meses en que las desprejuiciadas masajistas se paseaban en cueros por las dependencias del salón vecino, nos visitó el hijo adolescente de un amigo porteño. Alto, moreno, cariñoso, simpático, "muy bien hecho" que dirían algunos, el joven visitante descubrió a poco de instalarse en casa la presencia cercana de las relajantes nudistas. Se hacía tan difícil sacarlo de allí como fácil de encontrar cuando no podías hallarlo a simple vista. Cuando algunos años después se convirtió en cocinero erótico seudo italiano para la cadena de televisión Playboy en su versión latina, yo me pregunté si aquel desfile barcelonés de turgencias desnudas había despertado sus posteriores voracidades.
Hace ya algún tiempo que no sé nada de su vida. Las oficinas del costado izquierdo se han convertido en un centro de rehabilitación dependiente de la seguridad social. Solo se ven máquinas con resortes y contrapesos, circunspectas enfermeras de uniforme blanco y pacientes con caras de sufrido esfuerzo. Ni rastro de los antiguos esplendores físicos.
Tal vez los ángeles escenifican metáforas para despertar nuestras, en muchos momentos, aletargadas conciencias.
Ilustra: Carla Bruni fotografiada por Michel Comte
Posdata: golpea mi puerta una muy mala noticia. Ha muerto Mario Merlino, un mago.Decir que lo lamento es poco. Desearle un descanso en paz es desearle algo que él jamás deseó para sí. Chau, Mario.