sábado, junio 27, 2009

Vicky, Cristina, Buenos Aires


¡Ay, Lilian, estimada amiga de Baltimore!, ¿qué puedo decirte de la película "argentina" de Coppola? ¿Que es sencillamente horrible? ¿Que hacía mucho tiempo que no veía algo tan malo en una pantalla de cine? Ambas serían apreciaciones demasiado superficiales, síntesis algo facilonas de las desagradables sensaciones que dejó en mi cuerpo, en mi cerebro, en mi sensibilidad y -aún deseando que no haya llegado hasta allí, puedo temerlo- en mi ya suficientemente vapuleado inconsciente, las dos horas de sacrificada ingesta de este budín indigerible llamado Tetro. Estaba ansioso por verla, lo reconozco. Que un director al que respetas desde hace un montón de tiempo decida filmar en la que fue tu casa, tu nido, el lugar donde aprendiste a considerar al cine como una de las bellas artes, no es algo que suceda cada día. Me interesa ver los lugares propios por los ojos de gente artísticamente respetable. Fui de los primeros en zamparme el Allen de Barcelona a pesar del desagrado que me causa la señorita Pe... y esta es una ciudad en la que he vivido "apenas" durante los últimos 20 años.
Para que no pienses que soy muy negativo, trataré de salvar alguna cosa de este titánico naufragio. Despliego una pequeña lista del material flotante.
1) El joven actor de nombre impronunciable: Alden Ehrenreich. Casi un clon de Leonardo DiCaprio, conserva una tiernamente ambigua ingenuidad infantil y actúa con elegante naturalidad, a pesar del extraño enjambre de desquiciados que lo rodean durante todo el largo, inacabable, metraje del film.
2) La fotografía en blanco y negro: clásica en sus claroscuros, siempre expresiva, por momentos preciosa.
3) La música, tan bella como redundante, mezclando aires reconocibles del tango y el folclore argentino. En muchos momentos está utilizada para resaltar situaciones superfluas que, supuestamente, deberían dotar al film de ese carácter porteño que Coppola encuentra en la radio Colifata -le dedica una larga, descolgada escena casi documental dentro del film- o en el mate amargo que la fotogénica y siempre algo ajena Maribel Verdú ofrece a su joven cuñado.
¿Habría que salvar algo más? Tal vez el rostro impenetrable, cinematográficamente imprescindible, de Vincent Gallo, sin embargo me cuesta demasiado superar su pelu-peinado grasiento tapándole por completo las orejas.
Mejor olvidar la patética aparición de Carmen Maura, casi un cameo, en un remedo exasperante, gafas con montura de pasta blanca por medio, de la escritora Victoria Ocampo. ¿Cómo hubiera sido este personaje de haberlo interpretado Javier Bardem? ¿Ciego quizás?
Más preguntas: ¿Qué pretendió Coppola con este, según él su film más personal? ¿Forrarse para siempre? ¿Pasárselo "de puta madre" en esa Argentina decadente, acelerada, superficial, orgiástica, suburbialmente fellinesca? Todo hace pensar que nunca recuperó el guión que le robaron en su casa del barrio de Palermo y, con la producción ya en marcha, tuvo que inventarse este engendro de absurdos enredos familiares al más puro estilo Soap, a medida que iba filmándolo. Es triste observar cómo el creador de El padrino y One from the heart, el tipo que arriesgó varias veces su fortuna personal para hacer el cine que deseaba hacer, se vende ahora por un brillante plato de lentejas al falso lujo de Swarovski, rapiña en los cotos privados de otros directores - el último Leonardo Favio , Wong Kar Wai y Almodóvar entre los más notables- y pasea una mirada irónica y superficial por las vastas pampas argentinas, poco más que un fondo escenográfico donde él y su hija se retratan para poder vendernos, también, las icónicas maletas viajeras de monsieur Louis Vuitton.

viernes, junio 26, 2009

Farrah, Michael: buenas y malas estrellas


¡Vaya maldita buena suerte la de Farrah!
Morirse el mismo día en que el carismático Billie Jean decidió evaporarse para siempre. Y bendita mala suerte la de este muchacho especial, mezcla extraña de varias cosas diferentes, todas asombrosas, inquietantes, creativas. Tal vez debimos comprender mejor su condición camaleónica, permitirle los cambios constantes de piel sin arrojarle nuestros invasivos porqués a la cara, como si fueran piedras, tomates o trompadas. La madre naturaleza no acostumbra lanzar un producto así cada cinco segundos. Ni siquiera cada cinco años. El sobrevivió cincuenta: un contundente medio siglo. Aunque consumió casi una década del actual, posiblemente el suyo haya sido el anterior, cuando todavía la ilusión era posible. El mismo en el que Gene Kelly bailaba bajo la lluvia, Fred Astaire volaba a Río, Bill Haley cantaba rocks al compás del reloj y Bob Fosse colgaba sus zapatillas de punta para dirigir un metafórico Cabaret. Ese mismo siglo en el que algunos decidimos dejar de vivir peligrosamente para conformarnos con vivir y punto.

jueves, junio 25, 2009

de fuegos, huevos y serpientes


Revetlla de Sant Joan. Me invitan a pasarla en casa de unos amigos. Será en Vallvidrera: un sencillo y confortable edificio de tres plantas a pocos metros del centro mismo del pueblo.
Para prepararme de la mejor manera, acorde con esta fiesta donde, según palabras de Joan Manuel Serrat, se intercambian parejas y panes con total desprendimiento (siempre me pregunto qué Pueblo será ese al que nunca he llegado), decido ir al gimnasio durante la tarde. Planifico una sesión de sauna, un buen rato de solitario relax, una o dos buenas duchas, una estirada visita al sillón de masajes. Siempre incluyo en este sibarítico plan la lectura del diario La Vanguardia. Habitualmente suele estar por allí, al alcance de la mano, y enterarse de los desastres mundiales ayuda a sobrellevar con resignado estoicismo quince o veinte minutos de calor muy seco. Me paseo primero por las noticias de fondo, las que ocupan los lugares destacados en primera página, para pasar enseguida al suplemento diario de color salmón desvaído: se llama Vivir e incluye noticias del corazón, otras cuantas de interés municipal, moda, jardinería, el horóscopo, tiras cómicas a las que no presto demasiada atención y algunas columnas de opinión sobre temas presumiblemente no políticos.
Allí vamos. En la edición de ayer, martes 23 de junio, le tocaba comentar sobre "las cosas del vivir" a un tal Anton M. Espadaler. "Así está el servicio", titulaba este señor su largo artículo encolumnado de la página siete y comenzaba contándonos un diálogo con otro personaje de su amistad en el que este último atribuía a los camareros de Madrid mayor profesionalidad y simpatía en el desempeño de sus funciones que las que mostraban sus colegas de profesión en Barcelona. No voy a poner peros ni síes a esta apreciación particular, ya que cada cual elige el lugar donde toma sus cafés y es responsable de cómo permite y/o merece ser atendido, pero se me hace imposible soslayar los escozores desagradables producidos por el contenido de la nota sobre mi ya de por sí hipersensibilizada piel de gimnasio. Es que el senyor Espadaler deducía que, de seguir así el servicio en la Ciudad Condal, muy pronto, y aquí sugería un "nosotros" en el que se atribuía la representación de un colectivo al que supongo de irreprochable pureza étnica, estaríamos ubicados en los primeros lugares de un hipotético ranking mundial de antipáticos. Él ha descubierto que tal cosa sería injusta, ya que las antipatías son obra de unos "parachutados sin ningún compromiso con la ciudad, que tanto podrían estar en Barcelona como en Bariloche (¡!)".
Extraña idea esta, señor Espadaler, ya que en mi último y reciente viaje a Madrid pude comprobar que casi todos los puestos de atención al público están ocupados por no-madrileños, unos especimenes tan "parachutados" como los de nuestra estimada Ciudad Condal. Y digo nuestra, sí, mal que le pese, ya que vivo, trabajo y estoy comprometido con ella desde hace más de veinte años, tiempo suficiente como para poder asegurar que en Barcelona, como en cualquier otro lugar del mundo, la antipatía nunca necesitó de extranjeros para manifestarse a sus anchas.

domingo, junio 21, 2009

¿Qué hago yo aquí?


Posiblemente porque soy tan poco afecto a las profundidades como a las alturas excesivas -la claustrofobia y el vértigo ocupan espacios bastante notables dentro de mis síntomas- suelo saltar de tema en tema, de situación en situación, sin quedarme demasiado en ninguna.
No es algo que me preocupe.
Para decirlo de forma metafórica: si estoy mirando un cielo atardecido de incomparable belleza y un ángel se posa sin aviso previo en una rama cercana, mis ojos, y también mis pensamientos, abandonan aquellas nubes sonrosadas para ir rápidamente hacia estas alas en reposo.
La escritura y el ordenador están relacionados conmigo, y en mí, de forma muy directa.
Escribo desde siempre aunque sin pretender nada especial, perezosa y pausadamente.
La Gran Literatura exige sacrificios muy variados. No es bueno entretenerse mucho tiempo con otra gente ni acudir demasiado a saraos, vernisages y/o banquetes.
Se hace imprescindible sacrificar los vuelos innecesarios y quedarse en la jaula, picoteando teclas. No puedes bailar ni cantar mientras escribes y el simple hecho de ir al cine, ver un poco de televisión o leer novelas ajenas, puede entorpecer de manera notable tu laboriosa tarea narrativa.
Por el contrario, un post requiere el tiempo justo de tus ganas. Como no cobras entrada puedes decidir cuántas líneas durará el espectáculo. Como no tienes más patrones que tu conciencia, decides si aquel día habrá o no un nuevo escrito en tu página. Además, y esto es un verdadero lujo, puedes elegir desde el formato de tu entrada hasta quién ilustrará visualmente tus palabras. En todo este tiempo, por las mías han pasado, además de una larga lista de artistas plásticos internacionales, fotógrafos tan reconocidos como Diane Arbus, Annie Leibovitz, Irving Penn, Helmuth Newton, Horst P. Horst, Francesca Woodman, Oliverio Toscani o Jean Paul Goude.
Durante una parte de mi vida he trabajado como ilustrador de diarios. En ellos no hay tiempo para la duda ni el arrepentimiento. Te encargan un dibujo hoy y mañana mismo lo ves publicado. Me gusta afrontar ese riesgo, crecer en la acción, aprender con los aciertos y las equivocaciones. Nuestro trabajo creativo se desprende definitivamente de nosotros una vez publicado, nos obliga a verlo con ojos nuevos, ajenos, extranjeros. El blog no sólo cumple esas funciones: tiene también un contador que te dice si hay alguien al otro lado de la línea.
Y llegado a este punto, que en realidad es llegar a ninguno, tomo conciencia de que llevo escrito más texto del que nadie puede leer sin aburrirse. Me despido hasta el próximo post, no sin antes dar las gracias una vez más a todos los que pasáis por aquí, haciendo posible estos ejercicios, ni tan habituales ni tan esporádicos, de comunicación.
Posdata: No sé si este texto, extraído de uno más extenso fechado en junio del año pasado, ya fue publicado aquí. No pude encontrarlo de forma rápida entre mis archivos, tampoco puedo seguir buscándolo y un año después sigue pareciéndome válido como explicación de esta gozosa tarea de bloggear.
Fotografía: archivo Jon Bower.

viernes, junio 19, 2009

100.000 visitas


En Argentina se han inventado un personaje televisivo al que llaman "El payaso mala onda". Me atrevería a asegurar que está inspirado en John "Pogo" Wayne, un asesino serial estadounidense de tan mediática como despreciable fama. Últimamente, entre varios amigos nos hemos apoderado del mote para definir a ciertos personajes aparentemente amistosos, aunque siempre dispuestos, cual siniestro personaje del Hamlet shakesperiano, a escanciar en los oídos de sus seres cercanos el/su amargo veneno de la mala leche.
Algunos de estos "payasitos mala onda" no son especialmente malvados, inclusive, si nos pusiéramos en perdonavidas, podríamos llamarlo "buena gente". El peligro mayor para nosotros, sus posibles e inocentes víctimas, es que están poseídos por un inconsciente algo hediondo. Es como si un adorable muñeco de ventrílocuo tuviera un amo de dudosa catadura moral; un tipo de instintos muy bajos, con inclinaciones asesinas. La Campanilla de Peter Pan dominada por la madrastra malvada de Blancanieves o el mismísimo Peter Pan movido por la mano sin gancho del vengativo capitán Garfio.
Lo del payaso mala onda y sus parientes cercanos viene a cuento porque durante estos días mi jovencísimo blog, con tan sólo dos años y medio de vida, estaba llegando a sus primeras cien mil visitas. Un hito sin mayor importancia para cualquier otro que no sea su creador-proveedor, o sea yo, sobre todo si tenemos en cuenta que la tercera parte de Millennium, ese libro más vendedor que la no menos sueca IKEA, acaba de liquidar en su primer día de venta 200.000 ejemplares de la recién aparecida versión castellana. Pero como todo es relativo y en nuestras vidas acosadas por el calor, las crisis, los taladores de árboles y los detonadores de vidas, uno no puede ni debe obviar las alegría por más ínfimas que sean, se me ocurrió dar publicidad al asunto, suponiendo que a alguno de mis lectores, encubierto o no, podía hacerle tanta gracia como a mí ser el número cien mil de algo. Muchos visitantes habituales, faceamigos bloggers, gozaron tanto o más que yo con el asunto, pero algunos payasitos mala onda, "siempre listos" -scouts pintarrajeados de la maldad para el sorpresivo ataque a la yugular-, lo tomaron como una demostración más de mi vanidoso egocentrismo. No voy a repetir las ironías nada encubiertas que me han caído encima, no me parece necesario. Sin embargo, dado que necesito una pequeña venganza para tranquilizarme, confieso a toda voz: ¡Nunca me gustaron los payasos! Siempre, hasta en la más lejana infancia, me han producido grima. Si hasta prefiero un domador de leones, un encantador de serpientes o una écuyère, y tampoco estos personajes circenses me gustan demasiado.
Ilustra: Denis Rodman como portada de la revista Rolling Stones.

miércoles, junio 17, 2009

Paraísos cercanos


Durante poco más de un año, entre 1995 y 1996, escribí una columna semanal para el diario El Mundo. La que cerró aquel ciclo hablaba sobre los, algunos, paraísos particulares:
Mientras César Ochoa Diez, catalán de Barcelona, coincide con Borges, Jorge Luis, mítico argentino de Buenos Aires, en que el paraíso es una biblioteca interminable, para Paul Dutton, un holandés al que los libros le importan un pepino, no hay nada más parecido al cielo que "cogerse un colocón en Amsterdam", su ciudad natal.
Más preocupados por el bienestar de sus entrañas, el egipcio Rasha El-Saleh opina que el paraíso es "ir al w.c. después de un viaje de ocho horas en autocar", y Paul Grey, australiano de Melbourne, define al edén como "un barril de cerveza que nunca se acaba". Desde poéticos: "Una ligera brisa a través de los árboles"(Nina Vitaniemi, Finlandia), hasta pragmáticos: "Un lugar donde no hay que depilarse las piernas" (Kate Mayes, Australia) o "Un billete sólo de ida para Nueva York" (Salim Dabach, Israel), todos han sido reunidos por Colors, la revista que produce y distribuye la firma Benetton, para su número dedicado a "El Paraíso".
Allí nos enteramos que este lugar, tan cargado de literatura, no necesariamente es un ático pintado de azul celeste y con profusión de nubecitas blancas. Para alguna gente el paraíso puede ser un chalecito con jardín, una sandía, una película cualquiera de Esther Williams, un local público donde todos beben café o "el olor de las sábanas donde ha dormido mi novia". Es allí, en ese espacio sin límites donde las ideas se rozan con las entrepiernas, que los pareceres se vuelven más inquietantes ("En el paraíso la mujer debería poder penetrar al hombre mientras él está dentro de ella"), esperanzados ("Una lesbiana podrá ligarse a una heterosexual, y ésta última, a la mañana siguiente, no se sentirá obligada a fingir amnesia o echarle la culpa al alcohol") y categóricos ("El paraíso es un pene con buen sabor").
¿Y cómo sería el paisaje de ese lugar ideal? Dos cairotas contestan: "Muy blanco, siempre brilla el sol y hay rosas por todas partes"; "Un enorme agujero lleno de estrellas, montañas y árboles. Todo blanco".
"En el paraíso siempre hace buen tiempo", supone el chino Zhao Yu Jie. No opina lo mismo Cheikh Fadel, habitante de Noaudhibou, Mauritania, en la costa occidental de África, lugar que según los meteorólogos tiene el que podría considerarse un clima ideal: "¿Paraíso esto? ¡Qué va! Es aburridísimo".
Las opiniones no son menos variadas cuando se trata de definir a los habitantes de un hipotético cielo: "Todos tienen la piel blanquísima, unos 25 años y son superguapos"; "Allí no hay ninguna supermodelo"; "Todos están desnudos y comen espaguetis"; "Está lleno de monos, sólo monos"; "Está a tope de punks".

Transcribir este texto viene a cuento porque, hace ya quince años y en aquellas columnas, había pedido piedad municipal para los vecinos de la calle Balmes, a mi parecer una de las más agresivamente feas de Barcelona. Estrecha de aceras, ruidosa y despojada de árboles, caminar por ella era lo más parecido a un calvario en el que no apetecía detenerse ni siquiera para recobrar fuerzas. En estos días el ayuntamiento está ensanchando las veredas y plantando en ellas unos tilos jóvenes que alguna vez, supongo, serán preciosos ejemplares de ese árbol de tronco oscuro y flores fragantes.
Paraíso se llama en Argentina a algunas especies de acacia. Acacias son también las que este mismo ayuntamiento mandó podar hace una semana, en plena floración. Frente a aquel acto de malvada inconsciencia, mi paraíso personal se vio atacado en uno de sus flancos más preciados y me quejé aquí mismo por ello. Hoy cumplo dejando constancia de esta buena noticia, poblada de tilos y aceras transitables.
No todo verdor perecerá, según parece.
Foto propia: Drag Kong en el Paseo de Gracia.

domingo, junio 14, 2009

la importancia de llamarse John Wayne

Una semana atrás, zapeando a la hora de la siesta, me encuentro con un extraordinario western en blanco y negro de los años treinta. Euskal Telebista acostumbra emitir a esa hora verdaderas joyas del cine estadounidense, en buenas copias y sin cortes publicitarios. Pedir además que lo hicieran en versión original, sería, supongo, demasiado, así que no exijamos tanto y gocemos de este milagro mientras dure.
Enseguida quise saber más sobre aquella auténtica obra maestra, vetusta (1930) pero nada anacrónica, rodada en escenarios naturales y con una veracidad que dificílmente logran trasmitir los efectos especiales del cine actual. Vestuario y maquillaje impecables -las barbas no eran postizas, la ropa no pretendía parecer pobre, vieja y gastada: lo era- y una serie de actuaciones creíbles, sobrias, ceñidas al guión y a la historia, sin pretensiones estelares, captadas por una fotografía sensual y precisa que no necesitaba del color para mostrarnos lo que pretendía. Recién al final de la proyección me enteré que habíamos visto The Big Trail, dirigida por Raoul Walsh e interpretada por, y aquí viene para mí la sorpresa, un John Wayne jovencísimo (23 años), de rasgos refinados y andares de gacela, todo lo opuesto al macho duro que nos vendería a lo largo de su carrera, siempre con un rifle protegiendo su cara torva y su boca de hachazo, aparentemente negada para los discursos afectivos o intelectuales.
Hoy supe que en estos días se cumplían treinta años de su muerte. Si rastreas por internet buscando imágenes de este otro Wayne joven e ingenuo, te encuentras conque así como Marilyn pasó a la eternidad con la falda izada hasta su cara por un golpe de aire subterráneo, y James Dean será para siempre un chico neurótico con cara de variados complejos y poquísimos amigos, este muchacho sencillo y sensible de mirada clara, desapareció para siempre de la imaginería popular dando paso al ranchero de arma rápida y vocabulario reducido. Tristezas de la fama: requiere una inmutable personalidad fácilmente reconocible, adaptada sin resquicios ni quiebres a un arquetipo rígido, ingrediente básico para el endiosamiento popular. Posiblemente por esto la Pantera Rosa tiene bastante menos adeptos que el casi octogenario ratón de Disney.

Volviendo a John Wayne, the Duke, el Duque, fue tanto su predicamento entre algunas gentes que podemos encontrar varios famosillos que llevan como nombre el suyo artístico completo unido a otro apellido cualquiera. Uno de ellos fue el asesino en serie John Wayne Gacy, conocido también como "Pogo, el payaso asesino". Si les interesa el tema, carnaza sangrienta para estómagos fuertes, pueden buscarlo en Internet: tiene multitud de entradas.
Yo solamente me pregunto cuál hubiera sido el destino de este actor, el vaquero duro por antonomasia, si el responsable de su lanzamiento al estrellato, el prolífico y no siempre bien valorado Raoul Walsh, no hubiera decidido cambiar para su carrera cinematográfica el ambiguo nombre conque sus padres, los Morrison, habían tenido a bien bautizarlo: Marion.

viernes, junio 12, 2009

Baldío


En septiembre del 2007 publiqué este poema, Baldío, en mi blog amorimás. Aunque está guardado en la carpeta de posibles de algún editor, hasta el día de hoy nunca fue publicado en libro. El lunes de esta semana lo leí en la librería Bertrand y al final del encuentro varias personas se acercaron a preguntarme donde podían encontrarlo. Regalé las dos o tres copias que llevaba conmigo y además prometí hacerlo llegar a todos aquellos que me lo pidieron. Aquí y ahora cumplo, como es debido.

Volvería.
Si supiera que tú estás allí,
parado ante la misma puerta
y la puerta estuviera en su lugar
enmarcada en su marco
encastrada en sus goznes.
Si existiera todavía aquella casa
en la misma esquina
con la misma farola, el mismo árbol
yo volvería.

Volvería, sí
si pudiera encontrarte caminando por la misma calle
si pudiera sentarme a conversar contigo como antes
asustado yo de tu energía desbocada
cabalgando vos en ella, sin importarte nada.
Volvería, sí que volvería.
Si pudiera entrar en el portal que acogió mi infancia
si pudiera trepar por la escalera, atravesar las puertas,
encontrarme a mis padres esperando ante la mesa recién puesta.
Volvería, no lo dudes,
volvería
si la casa que fue
fuera mi casa
y no un campo yermo, desolado
donde de mí no queda nada.


En la foto -de Carlos Saevich, gracias- mi amiga Diana Godement y yo, ambos con dulces diecinueve años en la terraza de mi casa paterna: Rivadavia 3819, barrio de Almagro, Buenos Aires.

martes, junio 09, 2009

una pizca de sal, otra de aceite

Mediodía de hoy, martes 9 de junio. Salgo a la calle, todavía contento por el exitoso encuentro poético del día anterior en la nueva librería Bertrand de Rambla de Cataluña.
Necesito buscar unos impresos en la Delegación de Hacienda de Plaza Letamendi.
La que hasta ayer mismo fuera una de las plazas más verdes y bonitas de la ciudad, quizás la única agradable por esta zona, ha caido en las manos podadoras de Parcs y Jardins. Acacias y Jacarandas florecidos, con copas tan verdes y sanas como no se habían visto en años, están siendo convertidas en muñones lastimeros por una cuadrilla de hombres uniformados. Los bancos, los juegos infantiles, las zonas de recreo, no muy abundantes, quedan expuestas ahora al calcinante sol del verano.
Uno podría decir que a nuestro Ayuntamiento no le interesa que ni niños ni adultos se detengan allí, pero hace menos de una semana terminaron unas ruidosas y polvorientas "maniobras", realizadas, supuestamente, para mejorar las zonas de juegos infantiles.
¿Qué extrañas ideas tendrán nuestros ediles respecto a los árboles?
El jacaranda y todas las demás acacias pierden sus hojas en invierno. Si se las cortamos cuando están en su esplendor, ¿qué servicio prestan estos árboles?
¿Las podas no se deben hacer bastante tiempo antes de la eclosión primaveral?
Varios expertos me han dicho que con podas como estas las únicas beneficiadas son la pestes devoradoras de árboles, muy activas en épocas de calor.
¿Acaso se pretende convertir a los árboles de la ciudad en tochos molestos, sin ninguna utilidad concreta, para así contar con una razón valedera por la que eliminarlos definitivamente?

También me gustaría conocer los escrutinios finales de nuestro distrito en las elecciones del último domingo. Se me ocurre que esta poda fuera de tiempo podría ser una venganza, nada sutil, de los que salieron menos favorecidos.
Si alguien tiene respuestas, por favor, no se las calle.
POSDATA: FALTA NADA PARA QUE SUME MIS PRIMERAS CIEN MIL VISITAS!!! ¿QUIÉN SERÁ EL/LA NÚMERO 100.000?

lunes, junio 08, 2009

a vuelo de ratón


Iba a titular este post a vuelo de pluma, pero me pareció que, además de prestarse a interpretaciones sesgadas, era un título por demás anacrónico.
Ahora mismo, ya escrito y releído, resulta impresionante: me gustan poco los murciélagos,y ellos son los únicos ratones voladores que conozco.
Casi una semana sin subir un post a mi querido blog. Demasiadas incertidumbres en el entorno más próximo. Elecciones, decepciones, frustraciones. El cacho de pan nuestro de cada día. No debería inquietarme, pero hoy tengo una presentación y estoy algo nervioso. No por el evento en sí, sino por varias colateralidades de las que NO soy responsable.
Mi amiganalista me citó para mañana. Le dije: "Bueno, está bien, iré...Si el lunes no me acuchillan...". "Te vienes igual", respondió, "aunque sea arrastrándote".
Ella es así. No se corta nada por un par de tajitos.
Ayer voté, votamos.
¿Hoy deberíamos botar de contento o saltar por la ventana?
Todavía no tengo una respuesta. Como nací en un país donde las elecciones solían suspenderse por largos períodos, el solo hecho de ver una urna y pilas de papeletas con logotipos diferentes, ya me pone la mar de contento. Otro anacronismo.
Igual que Coco, la película que narra una parte de la larga y controvertida historia de la señora Chanel. Ni siquiera es un típico biopic. Tal vez los productores de la película sean tipos muy ambiciosos y hayan ideado una serie de filmes donde ir contándonos diferentes épocas en la vida de esta mujer fascinante y moderna. Coco One, Coco Two, y así hasta agotarla, y agotarnos, por completo.
No digo que la película sea mala. Solamente digo que es rácana y morosa al mismo tiempo. Veánla si quieren, no tengo muchas ganas de hablar de ella. El poster mismo, aquí arriba, parece una cubierta de Hola o de Marie Claire. Clase media con pretensiones. La Señora Chanel era más exclusiva, de Vogue International o Harper's Bazaar.
Siguiendo con este vuelo apresurado, les cuento que hoy a la mañana vi en un diario llamado El periódico una extraña publicidad de la cadena SER a favor de la tan necesaria donación de sangre. Muestra a un grupo de locutores de esa radio poniendo un brazo con el puño cerrado por delante. La otra mano aprieta ese mismo brazo un poco más arriba del codo. No se si entenderán la imagen, pero más que solidarios donantes de sangre parecen unos tipos dispuestos a hacernos un corte de manga apenas les demos la espalda.
Hay creativos publicitarios con las ideas algo confundidas.
¿Será por esto que las campañas incitando al voto "europeo" no dieron resultado?

martes, junio 02, 2009

Dior, Ladies and Gentlemen


Un título sencillo, de esquizofrénica elegancia: Christian Dior y yo. Así tituló a sus memorias el modisto francés que logró hacer de su nombre un sinónimo de la Alta Costura. El ejemplar que tengo en casa me costó dos de las hoy minusvaloradas pesetas en una mesa de saldos de la calle Aribau. Tiene mi firma en la primera página y debajo de ella una fecha también manuscrita: noviembre de 1992. La edición -tapa dura entelada en verde con una sobrecubierta en blanco, amarillo y negro, ocupada en su casi totalidad por las manos de Dior dibujando uno de sus elegantes vestidos- es del año 1957. Se hace responsable la editorial Marfil de la ciudad de Alcoy, dejando constancia de que la traductora ha sido doña Juanita Espinós Orlando.
Al escribir estas páginas empleo una forma de expresarme que no es la mía. Lo hago con un poco de inquietud y sin la menor vanidad. ¡Vanidad! Ante esta palabra algunos podrían sentir la tentación de sonreír:
-Escribe usted un libro en el que no se habla sino de usted, de su casa y de su profesión, ¡y no quiere ser tachado de vanidoso!
Pongámonos de acuerdo. En este libro hablo de lo que entiendo. Aquellos a quienes no interese la costura y lo que ella representa no lo leerán. Los demás encontrarán natural que sea yo quien lo escriba. Lo presuntuoso en mi caso consistiría en hablar de otra cosa, figurándome que por haber triunfado como modisto sería interesante mi opinión sobre el arte abstracto o sobre la reforma de la Constitución.

¡Bravo, monsieur Dior! Jorge Luis Borges, ese reconocido escritor argentino enterrado en Ginebra (en el mismo pequeño cementerio donde están los restos del reformador Calvino y también las tumbas de una honorable familia Bertini, más el escultórico mausoleo de una solitaria señorita Chapuis*), solía quejarse de que por lo habitual sus entrevistadores le hacían preguntas sobre política para luego criticar acerbamente sus opiniones.
-Siempre les digo que no es un tema que domine, pero ellos insisten hasta que logran vencer mi resistencia, -solía quejarse el escritor.
"Periodismo de investigación" llaman a esta tarea inquisitorial algunos profesionales de la pregunta.


Entre todas las delicias que podemos encontrar en el libro de Dior, hay una que toca de forma directa al corazón:
Existe una categoría de mujeres que permanecen tiernamente fuera de la moda: son las que continúan vistiéndose como en los tiempos de su última felicidad. Pero esta extravagancia no se puede consentir sin pelos blancos sobre la sien.
No puedo asegurar que Carmen Dell'Orefice, chica de tapa del exquisito Fanzine 137 en su volumen número 1 de Ladies and Gentlemen, se permita semejante extravagancia. Con una carrera de más de medio siglo como modelo profesional de primera línea, es uno de los personajes que pueblan este nutrido volumen de tirada reducida y numerada (por mi casa deambula el 0958). Otros muchos, no menos talentosos, bellos y elegantes, -Art Hirschfeld, Alex Katz, Richard Avedon, Karen Graham, Barbra Streisand, Herb Ritts, Francesco Scavullo, Bob Colacello, Cecil Beaton- aparecen en imagen y/o en obra en esta publicación que muestra un particular cuidado en el diseño y la impresión, sin descuidar en ningún momento el interés de los abundantes textos.
Volvamos a Dior. Según él:
Todos tenemos una debilidad que constituye nuestra fuerza. Nos sostiene en el hastío de la vida diaria y da a nuestro éxito práctico su mejor justificación: haber ganado lo suficiente para satisfacerla.
No develaré cuáles eran sus debilidades porque, como es de suponer, este hombre de minuciosa complejidad tenía más de una, sin embargo puedo adelantar que compartíamos las más esenciales. Entre aquellas que podríamos llamar inocentes, guardo desde muy pequeño dos que me hacen especialmente feliz: pasear la mirada por revistas de lujo como Ladies and Gentlemen, leer las memorias de gente creativa y brillante como Christian Dior.
Encuentro que son formas divertidas, ligeras, de aprender a vivir.
(*En algún próximo post entraré en detalles.)


Photos: Dior con una de sus modelos en los años cincuenta, autor anónimo - Carmen Dell'Orefice en la London Fashion Week, England 2008, por Tim Whitby/Getty Images - Sobre un sillón, foto de Dante Bertini.