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...paso una y otra vez frente al elefante acróbata de Barceló instalado en la explanada delantera del edificio de Caixa Forum: "Gentileza del autor" dice un pequeño cartel al costado de la
elefantiásica pieza y yo me pregunto si quedará allí definitivamente, porque si fuera así, ¡qué regalo exquisito para la ciudad este enorme gesto, irónico y festivo, del inagotable mallorquín! Barcelona, tan pobre en esculturas de calidad, no ha logrado nada parecido de este artista supuestamente cercano, y el gato gordo de Botero, callejero al fin, desprovisto de dueño, deambula de un lado a otro sin encontrar un destino definitivo donde aposentarse.
Finalmente, el último día de mi viaje entré a ver esta exposición retrospectiva y, entre todas las obras expuestas, volví a elegir, ya que nadie iba a cobrarme por hacerlo, el gran lienzo con tomates cortados, y recortados, (ver foto) sobre un fondo al que podría llamar con total impunidad
blanco, si no fuera porque recuerdo aquel texto de Borges donde lo matizaba, como Barceló, de acuerdo a sus mil variantes posibles.
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A unos metros de allí
La Fábrica exponía fotografías de Diane Arbus, otro viejo conocido mil veces frecuentado; de esos que ya no te sorprenden, pero a los que siempre alegra, aunque resulte paradójico por la incisiva crudeza de sus temas, volver a ver una vez más. Era consciente de otra paradoja: me estaba despediendo de la colorida, luminosa y libresca ciudad rebosante de primavera, con aquel cortejo de fantasmales presencias fotográficas.
Un momento antes había dejado mis trastos en la consigna de Atocha y gastaba mis últimas horas de Madrid por las cercanías de la estación, con la misma sensación de permisible despilfarro conque se gastan los últimos centavos de una moneda extranjera de imposible uso en nuestro lugar de origen.
Esa misma mañana, mientras desayunaba en la Plaza de la Plateria, rodeado de gorriones espabilados (¡piaf, piaf!) que roban de los platos apenas te descuidas, y de gente amable con caras humanas que repetían en plan slogan, desde sus negras camisetas impresas, un texto del
Romeo y Julieta de Shakespeare -"Lo que el amor puede, el amor lo debe intentar"-, había recibido
una recomendación pictórica y un florido consejo: "tendrías que acercarte hasta la rosaleda del Botánico, aquí enfrente mismo, girando a la izquierda".
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Me gustan las rosas y tenía pensado dar un paseo hasta el Palacio de Cristal, así que, por supuesto, fui hasta ellas. Vi mariposas y mirlos, cuadrillas de muchachos silenciosos camuflados de hoja ocupándose de la jardinería, señoras charlando animadamente debajo de árboles majestuosos y sobre todo muchísimos gorriones (¡piaf, piaf!) dispuestos a no dejarme olvidar del espectáculo,
¡Piaf!, que había visto la tarde anterior.
Dejo para el final mi encuentro con la magia imprevisible del teatro, que en este caso estaría presente inclusive más allá del escenario -un despliegue de talento que quizás, por despiste o ignorancia, pasará desapercibido para el gran público de España-, una magia a la que podríamos poner muchos otros nombres, pero, se llame de la manera que nuestras creencias permitan o decidan llamarla, estuvo presente en todo lo que sucedió la tarde del domingo a partir de mi llegada al Nuevo Teatro Alcalá, un espacio cómodo, precioso, entrañable y con una ubicación realmente privilegiada.
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Todo comenzó cuando acerqué los labios al cristal separador de la taquilla para pedir lo que deseaba:
-Una entrada, por favor...Elija usted una desde donde se vea bien, que no conozco el teatro... y que además no sea de las más caras...Vengo desde Barcelona.
El
taquillero me mira sin decir una palabra y me alcanza un trozo de cartulina por debajo del cristal:
-Llévate ésta. Lo verás muy bien, te lo aseguro.
-¿Primera fila del anfiteatro? Arriba? ¿No será muy lejos?
Sonríe ahora, el
boletero con gafas:
-Te aseguro que lo verás mucho mejor de lo que puedas imaginarte.
Cuando una hora después entrego la entrada en la puerta principal del teatro, el joven receptor me dice:
-Aguarde un momento aquí. Ahora vendrá una compañera para ubicarlo.
La compañera es joven, bella y muy simpática; ágil, a pesar de su muy notable embarazo.
-Buenas Tardes, señor. Tengo una oferta para hacerle. Si no le molesta lo puedo ubicar en platea. Hay algunos espacios libres.
Digo sí, por supuesto. Fila cinco, primer asiento del pasillo izquierdo. Una posición inmejorable.
El montaje es perfecto, un prodigio de ritmo, iluminación y puesta en escena. La visión de los entretelones vitales de la Piaf es discutible, aunque se entiende porque la autora, Pam Gems, es inglesa y el gorrión de París sigue siendo uno de los símbolos sagrados de la nación francesa, esa amistosa enemiga.
Todo el público aplaude en pie. Fin del espectáculo.
Cuando salgo al
foyer la guapa embarazada me pregunta mi opinión sobre la obra:
-¿Y, le ha gustado?
Asiento con auténticas ganas y un segundo después, como Borges y Barceló, matizo. Hablamos un rato sobre los proyectos futuros de la compañía y entonces me entero que no montarán la obra en Barcelona: cuando acabe la temporada de Madrid piensan dejar de representarla. Elena Roger vuelve a Londres para otro montaje inglés, gran parte del elenco retorna a su ciudad de origen, Buenos Aires, y sólo dos o tres de los bailarines piensan tentar suerte en Europa.
Antes de despedirme, le digo:
-Gracias por todo...y que el niño o niña llegue con mucha felicidad.
-Es un niño, ya lo sé- me dice contenta-. Se va a llamar Dante.
Escalofrío, vellos tiesos como espinas, incredulidad, emoción, asombro.
Le paso una tarjeta de primavera-verano:
-Es que yo también me llamo Dante... Es inaudito!
Nos tocamos las manos para alejar cualquier sospecha de alucinación y después de contarnos emocionados algo más de nuestras vidas, decido dejarle un volumen de
amorimás que llevaba en el bolso. En la primera página escribí, sin que me ella lo pidiera, una dedicatoria:
"A Damiana, pero sobre todo, y perdón por esto, al futuro Dante".
Un delicioso viaje este que hice por Madrid.
Habría que creer un poco más en la bondad de los extraños.
Fotos de Bertini: Arbus and me, Charla-Botánico, Barceló-tomates, RomeoJulieta, Roger-Piaf.