Hay otros mundos, pero están en este, escribió alguna vez el poeta francés Paul Éluard.
La frase sirvió para vender un número notable de cosas distintas, desde refinados perfumes franceses a estrafalarios circuitos turísticos, casas de "auténtico ensueño" o automóviles de impresionante lujo.
En estos días, conmovido por los temblores de Murcia, una catástrofe que como muchas otras de los últimos tiempos deja tras de sí amplísima destrucción y numerosos muertos, vuelvo a pensar en esta frase tan manoseada como irrebatible, porque en la calle, a escasos metros de donde escribo, un fondo sonoro de petardos, bocinas, gritos y estribillos cantados acompaña las celebraciones barcelonesas por la consecución de otra Liga Nacional de Fútbol.
Alegría y tristeza, placer y dolor, nacimiento y muerte. El reino de la dualidad no admite las tonalidades medias, parece olvidarse de ellas.
¿De esto se trata? ¿Esto era todo?
Conocí esta canción en la versión de Ornella Vanoni, cuando tuve la suerte -gracias, Carlos S.- de ver a la bella y sugestiva cantante italiana en su única actuación en el
Club 676 de Buenos Aires, en alguna fecha más que pretérita del siglo pasado.
Durante años no pude reencontrarme con ella, a pesar de que preguntaba a cuanto italiano se cruzaba en mi camino si por casualidad la conocía, si podía darme datos más concretos sobre este particular himno al más virulento descreimiento. Yo en realidad no recordaba ni el nombre -no podría asegurar si alguna vez lo supe- pero cada cierto tiempo, frente a algún hecho particularmente emotivo volvía a recordar la anécdota que se contaba en ella y la emoción, entre angustiosa y satisfactoria, que había sentido al escucharla por primera y única vez.
A medida que pasaba el tiempo y no encontraba a nadie que conociera la evanescente canción, llegué a dudar de su existencia; tal vez fuera una invención de mi memoria abarrotada o algún desliz onírico-musical de mi silencioso, al mismo tiempo que infatigable, inconsciente.
Gracias a Google -sí, gracias otra vez, ya que es de bien nacido ser bien agradecido-, en estos días he podido reencontrar, ¡al fin!, la canción desaparecida y saber bastante más sobre ella. Entre otras menos importantes, de cotilleo sentimental, que los autores son
Jerry Leiber y Mike Stoller, dos monstruos sagrados de la música popular estadounidense (ambos en plan laderos angélicos de un todavía joven Elvis Presley en la foto que abre este post).
Como cierre de una semana poética que pasó a hurtadillas, sin hacer temblar los muros de esta inconmovible Ciudad Condal, aquí les dejo la canción recuperada en tres sensibles, emocionantes versiones -dos de ellas en su inglés original-, además del texto en italiano, de fácil comprensión. También la posibilidad de que, como yo, entretenidos en buscar raíces y ramificaciones, autores e intérpretes, se mantengan alejados de todo tipo de tem(bl)ores.
Mi ricordo quand'ero una bambina
la nostra casa s'incendiò
Non ho mai dimenticato l'espressione
sul volto di mio padre
quando mi prese in braccio
e corse attraverso la casa che bruciava
e mi posò sul marciapiede
E io stavo lì,
tremando nel mio pigiama
e guardavo il mondo che bruciava
e quando tutto finì
io dissi a me stessa:
E' poi tutto qui? Un incendio?
E' poi tutto così?
E' poi tutto qui?
Perché se è così,
vabbè, lasciamo andare,
non vale la pena
di provare
s'è poi tutto qui
E quando avevo dodici anni
mio padre mi portò al circo
Il più grande spettacolo del mondo!
C'erano clowns, elefanti, orsi ballerini
e una signora bellissima in tutù rosa
che volteggiava sopra le nostre teste
E mentre stavo lì a guardarla
mi sentii come, come se qualcosa non quadrasse
non so bene cosa
E quando tutto finì io dissi a me stessa
E' tutto qui un circo?
E' poi tutto qui?
E' poi tutto qui?
Perché se è così,
vabbè, lasciamo andare,
non vale la pena
di provare
s'è poi tutto qui
E poi e poi m'innamorai
del ragazzo più meraviglioso del mondo
Camminavamo ore e ore lungo il fiume
gli occhi dentro gli occhi,
eravamo proprio cotti.
Ma un giorno lui mi lasciò
e io credetti di morire,
ma non morii.
E quando non morii,
io dissi a me stessa:
E' tutto qui, l'amore?
E' poi tutto qui?
E' poi tutto qui?
Perchè se è così,
vabbè, lasciamo andare.
Ah, io lo so cosa vi state dicendo:
Se è così che sente,
perché non la fa finita
per sempre?
Oh, no! Non io.
Non sono ancora pronta
per quest'altra delusione
Perché io so,
come so d'essere qui davanti a voi,
miei cari,
che quando verrà la mia ora,
io tirerò l'ultimo respiro,
io dirò a me stessa
E' poi tutto qui?
E' poi tutto qui?
Perché se è così,
vabbè, lasciamo andare,
non vale la pena
di provare
s'è poi tutto qui...