lunes, diciembre 31, 2007

Yves Tanguy en Barcelona


Pilar y José Luis, José Luis y Pilar, nos llaman para que vayamos a ver juntos la exposición retrospectiva de Yves Tanguy en el MNAC. Decimos "sí" sin dudar porque en realidad ni siquiera nos habíamos enterado de que estaban haciéndola. Demasiadas fiestas. Demasiadas felicidades, demasiadas bombillas de colores y deseos de bienaventuranza. Hay que subsanar tanta superficialidad con un poco de Gran Cultura. Café con leche en Habaluc y a ponerse en marcha. No sé si es que necesitaba dormir un poco más, pero me da cierta cosa tomar un metro en la estación Passeig de Gràcia, pleno centro de Barcelona, y bajarme en otra que se llama Espanya a secas. Es como si nos propusieran cambiar de país con sólo diez minutos de viaje. ¿Hay vuelos tan rápidos? ¿Hay aves, perdón, Aves, que nos trasladen en tan poco tiempo de un país a otro? No espero respuesta. Si alguien contestara mis preguntas, posiblemente perdería toda su gracia el más que gracioso paseo. Jejé.
El M(u)NAC:
En su momento no me gustó casi nada el acondicionamiento de Gae Aulenti, sin embargo el tiempo ha ido acomodando las cosas. Limó algunas asperezas, quitó el color de recién acabado a los "inserts" de la diseñadora italiana y, sobre todo, hizo crecer las palmeras que adornan las terrazas. El verde siempre ayuda. Encontré muy agradable entrar a aquel recinto. La librería tiene mucho material interesante a precios bastante más altos que los de mi barrio, aunque me pareció relativamente lógico porque este edificio está ubicado muchos metros más arriba. Jejé. Siempre que voy a un museo, entro primero al shopping. Es una forma de acercarme desde los márgenes, desde las reproducciones, a lo que voy a ver dentro. Antes, cuando vivía en Buenos Aires, no podía hacerlo. Si veía un buen libro de arte que casi nunca podía comprar -Mr Maravilla Taschen todavía no editaba- y en él alguna reproducción respetuosa de una obra que me gustaba, solía pensar: "¡cómo me gustaría ver el original!" Si al original lo tienes allí, muy cerca de la copia, resulta sumamente fácil cumplir tus deseos.
Yves Tanguy:
Tuvo dos esposas y muchísimos buenos amigos. No eran gente común. Esos amigos se llamaban Benjamin Péret, Man Ray, Dalí, Tzará, Breton, Jacqueline y Pierre Matisse, Paul Elouard, René Crevel, Max Ernst, Peggy Guggenheim o Jacques Prévert. Afortunado y/o exquisito, compartirá vivienda con varios de ellos en uno de los primeros edificios diseñados por Pierre Chereau. La divertida y enriquecedora etapa de bohemia juvenil parisina acabaría con el principio de la guerra. Su segunda mujer Kay Sage, estadounidense, lo arrastra primero (1939) a Nueva York y de allí a una hermosa granja en Connecticut, donde acabaría sus días en enero de 1955, a los recién cumplidos cincuenta y cinco años. No tuvieron hijos, pero si dos gatos siameses, un gran estanque artificial fabricado por el mismo Yves, un taller para sus pinturas, una casa anexa para alojar a los tan prestigiosos como queridos invitados y otra muy acogedora donde colgar los originales de Calder, Masson o Miró, leer y charlar, inventar a dúo christmas únicos, ingeniosos y divertidos, o tomar con despaciosa delectación los daikiris que tanto les gustaban. Muerto Yves -mientras dormía, de una trombosis cerebral- Kay Sage (¿llave de la sabiduría?), se dedicó a catalogar la obra de su marido durante los ocho años siguientes. Terminado este arduo y complicado trabajo, se quitó la vida con un revólver que él le había regalado cuando se mudaron a la granja. Las cenizas de la pareja fueron esparcidas en la costa de la Bretaña francesa por su amigo y marchand Pierre Matisse.
La exposición:
Hay tres etapas muy diferentes en la vida y obra de Yves Tanguy. Se dice que comenzó a pintar impactado por un cuadro de Giorgio de Chirico. Sin embargo no hay rastros notables de este pintor onírico en sus primeras obras. Sí las hay del expresionismo alemán, cargado de sátira costumbrista y aguda crítica social. Su obra posterior, la de mayor difusión, la más conocida, es la de su juventud europea, enmarcada en la corriente surrealista, en el automatismo y los "cadáveres exquisitos", en los impulsos supuestamente descontrolados de un inconsciente pre-freudiano. A partir de su llegada a Estados Unidos, la pintura de Yves Tanguy se vuelve más clara, menos visceral, y sus dibujos con lapicera Rotring, despojados de aquel fantasmal inconsciente manipulador, muestran una limpieza y contención que, sin restarle misterio, añaden elegancia y madurez a su obra.
¿Me ha quedado un poco académico? Puede que sí, pero lo otro sería contarles cómo me gustaron hasta la emoción las fotos de familia, con él y sus amigos payaseando. O las de su casa en Woodbury, USA , con la pareja de gatos siameses durmiendo sobre los sillones. Si lo pienso un momento, probablemente me guste más el personaje y su entorno que toda su pintura. Sin embargo vale la pena ir con tiempo y detenerse en los detalles. También en el último cuadro que pintó, inteligentemente adquirido por el MOMA neoyorquino. Y guardarse una hora y media para el espléndido documental francés sobre su vida y su obra fechado en un todavía cercano 2006.
ilustran : dos obras de Tanguy y su retrato por Man Ray.

miércoles, diciembre 26, 2007

Soy Leyenda

Isolda, lírica, desenfrenada, heroica, canta hasta su muerte. Hace horas que Wagner está sonando en la radio y, lamento contradecirte, mi estimado Woody, todavía no tengo ganas de invadir Polonia. Baremboim, ese compatriota de la No Patria, dirige Gran Ópera Alemana desde la muy cercana Italia. La noche es tan desapacible que ni siquiera quise ir a ver la nueva versión de Soy Leyenda junto a la pareja de amigos que llamó por teléfono para proponérmelo. La veré otro día, por supuesto. En ella, Will Smith es Robert Neville, un flaneur apocalíptico con la única compañía de un perro ovejero y de la música del Rey del reggae, Bob Marley. Alguna vez, durante el cada día más antiguo siglo pasado, lo ví tocar en la plaza taurina de Ibiza. A Bob Marley, digo. ¿Se atreven a imaginarlo? Pocos lugares podían ser peores. Era imposible no bailar con el ritmo y la voz de ese candente y al mismo tiempo introvertido rastafari jamaiquino. Todos, mal o bien, bailábamos. En realidad habíamos ido especialmente a eso. Lo único que daba pena era la superficie sobre la que nos veíamos obligados a hacerlo: un fino polvo ¿de ladrillo? que se te metía en la garganta, en los ojos, en la piel y los huesos. Asqueroso, aunque a nadie le importara demasiado. Éramos muy jóvenes y estábamos descubriendo el paraíso terrenal junto a un buen puñado de amigos. ¡Amigos! Hoy desayuné con algunos, almorcé con otros. Fue nuestra manera particular, soslayada, sobria, sin gritos, cigarros ni cava, de festejar estas fiestas que en muchos momentos se me antojan ajenas. Amigos. Un poco de calor humano en medio de este tiempo gris, apenas destemplado, apenas húmedo. "Señores pasajeros, si este clima otoñal es el crudo invierno, estamos atravesando Barcelona." De haber tenido un destino menos incierto, más aquietado y barrial, un día como hoy debería estar sudando con los calientes, malos, pocos aires de la Ciudad Autónoma de los Buenos Aires y posiblemente lo hiciera junto a un pesebre tan falso como ridículo, con su nieve de algodón hidrófilo, sus animales de barro cocido y sus pequeños lagos de espejo. Festejábamos un nacimiento en medio del desierto decorándolo con una nieve extranjera que tampoco allí, en la auténtica Belén, habrá existido nunca.
Si nuestra vida fuera una cinta de moebius sin principio ni fin, donde nos viéramos obligados a repetir siempre las mismas situaciones de unos días precisos -como en la novela El perjurio de la nieve, de Adolfo Bioy Casares, transformada en la película El crimen de Oribe por Leopoldo Torre Nilsson y su padre- yo estaría deambulando por mi casa paterna, y sobre la gran mesa de madera oscura, desplegada totalmente para la ocasión, habría pavo al horno, puré de manzanas, frutos secos, panettone italiano -hecho por mi madre a partir de la receta de otra señora argentina llamada Petrona C. de Gandulfo-, ensalada de frutas variadas, auténtica sidra asturiana ("El gaitero, famosa en el mundo entero") y algún falso champán francés de procedencia mendocina: el menú de un invierno europeo del siglo pasado en una tórrida ciudad latinoamericana enceguecida por la tozudez de no aceptar su condición de tal. Supongo que estoy hablando del pasado. Supongo que hoy todo será distinto. Han sucedido demasiadas cosas como para que podamos seguir negando ciertas contundentes realidades. Ya en los setenta y pico, antes de la gran estampida, se proponían menús más acordes con el verano sudamericano e inclusive algunos pesebres mostraban paisajes calientes, parecidos a los del norte argentino.
También por aquí las costumbres han cambiado bastante. Hay muchos más consumidores y muchos menos nacimientos. No sé qué nos contará la película de Will Smith, pero al final del libro de Richard Matheson, escrito hace algo más de medio siglo, Robert Neville, único superviviente de un desastre planetario, acosado por un ejército de criaturas mutantes ansiosas de sangre, decide darse por vencido, deponer las armas. Reconociéndose como último exponente de una raza extinguida, acepta convertirse en "una nueva superstición que invade la fortaleza del tiempo" poco antes de poner punto final a su vida y al libro. En mi primera adolescencia, aquella frase final, la misma que da título al film, a la novela y a este post, resonaba con esperanzadores aires de victoria: un renunciamiento heroico convertía a aquel ser relativamente común en un héroe de bronce y peana. Pasada la ilusionada, ilusoria, ilusa pubertad, dejaron de interesarme los monumentos post mortem. Será porque a pesar de todos los horrores circundantes, de todos los idiotas con sus discursos sin sentido, del ruido y la furia, sigo prefiriendo esta desprolija, insensata, tumultuosa vida, a la silenciosa y sombría paz del cementerio.

lunes, diciembre 24, 2007

la estrella de esta semana: Charles Aznavour


la bohème, la bohème,
quiere decir éramos felices...
la bohème, la bohème,
quiere decir teníamos veinte años...

No creo que esté descubriendo a Charles Aznavour. Sin embargo lo he visto nuevamente, y con nuevos-buenos ojos, gracias al músico y compositor Jorge Sarraute, que me mostró estas dos versiones de La bohème, con muchos años de vida y escenario de por medio. En ambas, el feo, canijo, entrañable Aznavour, pinta un cuadro que sólo él puede ver, se cuida las mangas de la camisa, se limpia las manos sucias de pintura, arroja, o abandona, ese pañuelo supuestamente usado, ya inútil. Una preciosa voz acompañada de intención, sentimiento y clase. Aplausos sostenidos y a ser posible un bis.
http://it.youtube.com/watch?v=jPjXSwz30TM&feature=related
http://it.youtube.com/watch?v=P7fjH-YZ43Y&feature=related
¿Soportará los años, de la misma manera, el film de Truffaut(1960)?

viernes, diciembre 21, 2007

¡FELICIDAD!

Mi mejor amigo es Jimmy:
No tiene chimenea.
Así que, ¿cómo pasara la navidad?
Cuando Santa Claus vuela sobre las casas
Y se detiene en cada chimenea,
¿Se saltará a Jimmy
porque no tiene chimenea?
(Yo espero que todos vosotros tengáis una, y si no es así, a no preocuparse. Estos señores maduros de barba blanca saben como apañársela para que recibáis vuestros bien merecidos regalos)
POEMA DE CARSON MCCULLERS, ILUSTRACIÓN DE DANTE BERTINI
DEL LIBRO "DULCE COMO UN PEPINILLO Y LIMPIO COMO UN CERDITO"
EDITORIAL LA POESÍA, SEÑOR HIDALGO, 2007

martes, diciembre 18, 2007

Virginia Luque, la estrella de la semana

Preocupado porque Google me informa de que hay una joven guitarrista clásica con el mismo nombre, he decidido colgar en este blog un video de la para mí única e inolvidable Virginia Luque. Cantante de tango, actriz de cine y televisión, esta auténtica estrella argentina cumplió ochenta años el pasado mes de octubre. A pesar de que la Wikipedia nos informa de su retiro, no me extrañaría que aún siguiera cantando. Aquí interpreta un clásico del compositor Mariano Mores: Adiós. La escena es de la película "Vivir es formidable" (1966) y en ella aparecen también algunos jóvenes actores de la época: +Gilda Lousek, +Enzo Viena y el uruguayo Walter Vidarte, que vive y trabaja en España.
Con este post inauguro una nueva sección que llevará por título: "La estrella de la semana". Y será semanal, por supuesto.



lunes, diciembre 17, 2007

Encadena(dos)

El sábado por la noche fuí con un grupo de amigos a ver la última película de Ang Lee. Éramos cinco, y aunque ninguno de nosotros dijo "no me gustó", "me aburrí como un cochino" o "¡vaya bodrio!", me parece que no hemos salido del cine especialmente satisfechos.
Lust, caution, que de ella se trata, fue traducida al castellano como Deseo, peligro, una decisión que sin ninguna duda le restará una buena cantidad de posibles espectadores. Casi cualquier otra traducción hubiera sonado mejor que esta. Desde alguna con onda muy latina, del tipo Peligro carnal o Abismos de pasión, hasta una de andar por casa en plan "transición aperturista", como Ojos oblicuos, entrepiernas calientes o La China se pone cochina. Para mi gusto, la traducción mas sugerente y respetuosa del original sería Cuidado: lujuria, aunque tampoco resulte un título fácil de decir y aún menos de retener en la memoria.
Ang Lee me cae bien, sus películas me gustan. Voy a verlas porque son suyas, de la misma manera que veo las de Scorsese, Woody Allen o Paul Thomas Anderson y en otras épocas esperaba con ansiedad el estreno de un Fellini, un Hitchcock o un Bergman. Lee es un director con una filmografía extraña, donde podemos encontrar desde vaqueros gays luchando contra sus impulsos sexuales o jóvenes inglesas debatiéndose ardorosamente entre sense y sensibility, hasta airados hombres mutantes con complejo edípico y notable propensión al verde intenso. Tal vez en otra época se lo hubiera llamado "un hábil artesano", pero de ser así no hubiese recibido leones de oro venecianos ni estatuillas doradas del tío Oscar con tanta profusión. Tampoco, supongo, se hubiera atrevido a hacer declaraciones tan personales y categóricas como estas que hizo hace nada a un periódico español:
«El amor es tortura. Si no hay dolor se trata de un sentimiento superficial. Sólo cuando sientes dolor sabes que es amor de verdad. Por eso nos dedicamos a torturarnos los unos a los otros».
En este momento no me importa discutir semejante generalización. Tal vez lo que Ang Lee llama amor es ese goce del que suelen hablarme algunos lacanianos: un caramelo de placer envuelto en piel de látigo.
No puedo decir que su película me haya dejado indiferente, sin embargo tampoco puedo dejar de pensar que, sin abandonar algunos temas recurrentes en toda su obra, Lust, caution es un producto pensado para el actual mercado chino, con una pequeña burguesía ascendente deseosa de consumir todos esos productos occidentales que hasta hace poco tiempo no estaban a su alcance. Hay algo errático en la narración de este largo film -casi tres horas- que me dejó gran parte del tiempo fuera de su juego, pensando en parecidos aparentes y parentescos cercanos, como si yo también me hubiera perdido por las calles de esas ciudades chinas dominadas por los japoneses, con rubias prostitutas europeas ofreciendo su servicio por las esquinas y camareros occidentales atendiendo a los clientes de bares elegantes con marcada estética vienesa o londinense. Por allí, entre los pliegues de este amor en tiempos de guerra y bruscos cambios sociales, se asomaban el Doctor Zhivago y Casablanca, Senso, El puente de Waterloo y Arco de triunfo, Si no amaneciera y un más que "notorius" Encadenados, magnífico exponente de la síntesis narrativa y el romanticismo más apasionado. Tanto en aquellas antiguas películas como en esta recién estrenada, hay verdaderos ejércitos de gente desesperada buscando algún lugar donde aposentar sus hambrientos y maltratados cuerpos, hermosas mujeres que ansían algún tipo de ternura y hombres hoscos de mucha acción y poquísimas palabras, recortándose todos ellos como frágiles figuritas de papel sobre desoladores paisajes de amenazas, destrucción y muerte.
Según se apresuraron a adelantarnos las gacetillas antes del estreno, este film se diferenciaba de muchos otros por sus más que explícitas escenas de sexo. Quizá estas escenas sean demasiado fuertes para espectadores que jamás hayan visto un porno puro y duro, algo casi increíble a esta altura de los tiempos, pero para mí, que sólo puedo presumir de haber dejado de fumar hace bastantes años, resultó mucho más impactante la fruición conque casi todo los personajes se zampan un cigarrillo tras otro durante las casi tres horas de película.
Quizá la clave esté en la banda sonora, salpicada de voces oscuras como la de Marlene Dietrich y de tangos dramáticos de la más rancia escuela clásica. Esta es una historia de otra época, contada con todos los guiños necesarios para atrapar a un público que recién ahora puede darse el lujo de soñar con rutilantes estrellas de cine; siempre rodeadas de glamour, siempre envueltas en esas sinuosas volutas de humo que, tras su tan fascinante como estudiada fotogenia, esconden desvastadoras propiedades adictivas.
Posdatas:
1) dado que ya adjunto trailer de Lust, caution, preferí ilustrar este post con una imagen del hoy casi cincuentón Chistopher Meloni. ¿Razones? Además de otras muy notables a simple vista, hoy mismo me enteré que su hijo más pequeño se llama Dante Amadeo y, buscando, buscando, descubrí a este contundente papá italoamericano interpretando escenas de amor torturado y pasional en una serie del siglo pasado (1997) nunca emitida en España: OZ. Como supongo que todos sois mayores con criterio propio y probablemente este video será censurado en los próximos días (pasó con el del Ercole de Vivaldi en Spoleto), invito a verlo lo antes posible.
2) toda la trama de la llave oculta y la botella de cava Freixenet en el anuncio-homenaje realizado por Scorsese, también refiere de forma muy directa a Notorius (Encadenados). Mr Hitch, imitando a sus oscuros y amenazadores pájaros, sigue entre nosotros.

viernes, diciembre 14, 2007

primera reseña (diario El Mundo de hoy)

Hoy por la tarde me trajeron un ejemplar recién salido del horno (del encuadernador, en realidad) del libro de poemas infantiles de Carson McCullers: Dulce como un pepinillo y limpio como un cerdito. No es la primera vez que hablo de él, lo sé. Pero es que estoy bastante contento con los resultados. Esta misma mañana salía la primera reseña periodística (los diarios recibieron el libro en versión digital). Si quieren leer lo que dice Matías Néspolo, piquen sobre el recorte de periódico, arriba de este texto. Si les interesa ver algún dibujito más, serán muy bienvenidos a mi blog de dibujos y trabajos gráficos: CRACKFAKE, aquí al ladito mismo. Pueden pasar directamente, sin llamar ni concertar cita con anterioridad, picando sobre las letras lilas en mayúscula.

martes, diciembre 11, 2007

sin motivo aparente

Hoy no tengo nada interesante para decir, sin embargo quería poner una foto que saqué ayer en Paseo de Gracia y necesitaba alguna excusa. Recién estuve visitando el blog de Fanmakimaki. Él no para de viajar por los lugares más diversos. Yo casi siempre me muevo por los alrededores de mi casa. No viajo, vagabundeo. Un paseo de unas horas por esta ciudad de límites precisos, me deja exhausto, me carga de información y a veces también de peso. Soy lo más parecido a un hombre de las cavernas. Merodeo un rato, y algunas veces hasta cazo. Sin armas de fuego ni proyectiles especiales. Como ellos, nuestros antepasados más peludos, lo hago a puro y duro golpe, aunque los míos son de billetera, tarjeta Visa, talonario. Demasiada información, demasiada oferta, el poder adquisitivo necesario. Al margen del consumo imprescindible con algo del superfluo -alimentos espirituales y terrestres- a esto que suelo hacer desde siempre, practicamente desde que tengo uso de razón y autonomía-¿tendría cinco, seis o siete años?-, a este deambular sin razón ni destino preciso, algunos lo llaman "flanear". Es traducción libre; no pierdan tiempo buscando en el diccionario. Flâner, dicen los franceses, inventores del término. Para Baudelaire, el autor de Las flores del mal, este personaje, el flâneur, representaba el arquetípico paseante ciudadano; un voyeur vagabundo, un observador despreocupado con una pizca de dandy y otra pizca de niño. Mucho después, Walter Benjamin -imposible no estremecerse frente a su monumento recordatorio de Portbou (gracias, Pilar), apedreado un día de cada dos por facistas y neonazis-, usaría el término y la imagen del flâneur como ejemplo del individuo distanciado de la masificación alienante de aquel, "su" enceguecido y homicida, mundo moderno. Ayer mismo por la tarde, durante una reunión de trabajo, alguien preguntaba por qué "nuestro" mundo moderno no se preocupaba más, como había hecho en otras épocas, por lo que nos deparaba el futuro. Me atreví a decir que quizá fuera así porque ese futuro que nos preocupaba tanto antes, finalmente ha llegado. Y no hay otro imaginable más allá de mañana. Explotan demasiadas bombas, se derrama demasiada sangre, se grita demasiado. Nuestros sentidos están saturados de ruidos estridentes, de olores y sabores corrosivos, de imágenes dolorosas y por demás obscenas. Y cuando digo obscenas no estoy hablando de desnudos ni sexos. Me refiero a la obscenidad de la tortura, de la violencia, del exterminio y la ignorancia; a la de las metálicas y huecas carcajadas mediáticas y a la de la publicación coloreada y brillante de los detalles más íntimos y menos interesantes de un puñado de vida privadas sin demasiado interés.
Por suerte todavía hay otros mundos y están en este. Sin siquiera esperar nada semejante, puedes salir a flanear un rato y encontrarte con un sueño surrealista nada más doblar la esquina, y, con sólo sacar del bolso que llevas a un costado de tu cuerpo ese pequeño aparato mágico captador de imágenes, arrastrar contigo hasta tu guarida a esa giganta soñada por Apollinaire, digna de Robert Desnos o Tristan Tzara. Para tenerla cerca de tí y mirarla cuantas veces quieras; para colgarla de tu blog, y después, hoy mismo, obligarte a acompañarla con palabras.
Photo : Dante Bertini.

sábado, diciembre 08, 2007

¿todo el año es navidad?

"Navidad, navidad, dulce navidad..." Aunque desde hace unos días esa cancioncita resuena en el interior de mi cabeza sin dar tregua, debo reconocer que mis humores no parecen demasiado navideños. O al menos no son como los que desplegaba el Papá Noel de un serial argentino de los años sesenta, con un título que durante mi infancia me producía ilusión y hoy encuentro sencillamente amenazador: "Todo el año es Navidad". Aquella telenovela tenía muchísimo éxito de público y tanto los niños como los adultos adoraban a ese Santa Claus bonaerense de traje y corbata, experto en arreglar todo tipo de entuertos, en acercar paz y felicidad a cuanto desgraciado encontraba en su camino. A pesar de tal despliegue de bondad, los Savonarola de la época descubrieron que Raúl Rossi, el actor maduro, calvo y con bigotes que interpretaba a Santa Claus, tenía apetencias sexuales "algo desviadas", hundiendo su carrera y hasta borrándolo, según pude comprobar hoy mismo, de la historia oficial del espectáculo televisivo en Argentina.
Y hablando de desviaciones, ahora mismo caigo en la cuenta de que también yo me desvié un poquito de lo que pensaba contarles acerca de mis humores poco festivos. Es que estoy particularmente picajoso (has visto, Isabel: he logrado colar la palabrita). Muy picajoso, sí, y aunque me reconozco algo ciclotímico, no lo soy tanto como para pasar sin razón alguna de la euforia de la semana pasada al malhumor de estos dos últimos días. Tengo razones valederas, al menos dos, para estar bastante agrio de carácter. La primera es que ha cerrado definitivamente el Vips de Plaza Cataluña, uno de los pocos lugares barceloneses donde me sentía acogido en los horribles atardeceres de domingo. Allí conseguía magníficos libros de arte a precio de revista y películas interesantes y muy baratas en medianoches de solitaria tristeza ciudadana. Un nuevo tsunami para mi corazón, y este casi más devastador que aquellos que convirtieron los dos Happy Books del ensanche en comercios abacanados donde nunca querré entrar. La segunda razón es más pesada y al mismo tiempo menos concreta.
Resulta que el lobo de la censura aparece donde uno menos se lo espera y a mí me sorprendió en la página "literaria" de un prolífico y premiado escritor de Barcelona. Algún desorientado dijo en ella, porque sí, sin dar razones ni acercar ejemplos, que el binomio Jorge Luis Borges - Adolfo Bioy Casares era un absoluto timo, y que, tanto juntos como por separado, sólo habían sabido copiar a otros escritores. El dueño de la página aplaudió la libertad y valentía del supuesto detector de plagiarios, animando a esas masas -masitas más bien, teniendo en cuenta los demoledores resultados del último informe PISA- a esas masitas, repito, de interesados en el tema literario, a tirar abajo, cual devaluadas estatuas de Mao, Lenin o Stalin, al aburrido Shakespeare, a ese coñazo llamado Joyce, al infumable Proust y a unos cuantos escritores más de la misma calaña, todos ellos pedantes defensores de la literatura con mayúscula. Hubo algunos quisquillosos decididos a no aceptar estos asertos, mientras un habitual de la página aprovechaba la movida para decir que Harold Bloom se podía meter sus cánones literarios por la contratapa. Una frase nada elegante, aunque, reconozco, relativamente ingeniosa. Si en lugar de contratapa hubiera escrito abierta y simplemente culo, muchos podríamos haberlo tachado de grosero, y hasta, ¡diosnosguarde!, de machista. Después de aguantar durante varios días los denuestos desaforados en contra de, básicamente, Bioy y Borges -el señor Walt Disney también cayó en la voleada, pero eso daría para al menos otras tres entradas diferentes de este blog- decidí contestarle al detector de plagiarios lo que realmente pensaba de él y de su agresiva e irracional actitud. Pero no tuve suerte. El amo y señor del lugar rechazó la publicación de mi envío porque, según parece, " no quería propiciar los ataques frontales". ¡Venga ya! "¡Por qué no se calla señor Bertini!" O peor: tú me pegas con la olla a presión y cuando yo paro el golpe con la tabla de picar carne, me dices que soy un tipo de lo más agresivo. Un concepto muy especial, tal vez desconstructivista, de la democracia. La historia es más larga y seguramente no terminará aquí. Un amigo cercano dice que soy una persona muy tenaz y tal vez tenga razón. Sin embargo, aquí y ahora, sólo puedo confesarles mi desazón frente a los embates de la más cruda realidad. Cuando cosas como estas me suceden estando fuera de casa, corro a refugiarme en ella, pero si los golpes llegan del exterior, atravesando las paredes protectoras de mi acolchada guarida, necesito lanzarme a la calle en busca de aire fresco. Vivo en Barcelona, por si no lo sabéis: una de las ciudades más contaminadas del mundo. Como si esto fuera poco, en los últimos años gran parte de la ciudad se ha visto convertida en un verdadero campo de batalla después de la batalla. Muchos de ustedes recordarán cuando Mel Brooks pasó por Madrid promocionando una de sus últimas películas y se encontró con toda la ciudad en obras. Era tanto el descalabro, que el cómico estadounidense deseó a sus habitantes suerte suficiente como para dar con el tesoro que buscaban. Desgraciadamente los madrileños no lo deben haber encontrado y nuestros... (no sé cómo llamar a los que deciden estas cosas), bueno, "esos", ustedes ya saben, han decidido ponerse a buscarlo por esta ciudad. El paisaje actual es realmente conmovedor. En el barrio donde vivo casi todas las calles están levantadas, cercadas, cortadas, fracturadas, horadadas, pero, en un intento de tapar con brillos los desastres de esta guerra que puede durar diez años, algunos de los pocos árboles que van quedando en pie y prácticamente todos los locales comerciales, han decidido recordarnos la proximidad de las fiestas navideñas iluminando alegremente sus despojos. No estuve en New York después del ya lejano 11 S, pero dudo que los neoyorquinos hayan alumbrado con lucesitas el mismísimo lugar del atentado. Aunque tal vez sí lo hayan hecho y una vez más les estamos copiando sus, nunca mejor dicho, brillantes ideas. Y mira por dónde, esto me devuelve al asunto de los homenajes, las inspiraciones, los plagios y los malos humores.
Aunque mejor me calmo, ya que ni siquiera me queda el Vips para gratificarme con alguna peli inocente de los años cincuenta.
photo : cacho de pan
BSO : Bing Crosby canta a la navidad

martes, diciembre 04, 2007

Antepasados


(para fanmakimaki y zbelnu, que no creen demasiado en las bondades familiares)

Anoche la abuela no me dejó dormir. Estoy seguro de que fue ella, la vieja entrometida. Colándose en mis sueños, enfriando el aire alrededor de mi cama, golpeando puertas y ventanas, haciendo aparecer una vez más en mis pesadillas personajes e historias que estaban bien muertas y enterradas. Nunca entendió que no la quisiera, como si ese sentimiento, el de quererla, fuera algo innato, hasta podríamos decir genético, en todos sus parientes, en todos sus hijos y sus nietos. Pues por lo visto yo no heredé esos genes. Me negué rotundamente a sentir como ella pretendía, no hice el menor trabajo por despertar en mí con voluntad y esfuerzo lo que nunca había nacido de forma espontánea. No, no me gustaba nada doña Concepción. Mi madre, preocupada por esa antipatía que yo hacía evidente en cada contestación que le daba, en cada mirada que le dirigía, solía decirme a manera de suave reprimenda: "No me gusta que la trates así..." Y un segundo después, como si hubiera necesitado tomar aire para recordarme una vez más ese desgraciado parentesco que yo nunca olvidaba, añadía con un hilo de voz casi inaudible: "Es tu abuela". Lo repetía por costumbre, sin demasiada convicción, como si ni ella misma creyera que semejante eventualidad tuviera algo que ver con el cariño. Todo el mundo la llamaba "Conce", y a pesar de ese sobrenombre que pretendía empequeñecerla, para mí ella seguía ocupando demasiado espacio. Era cuadrada y gorda, muy gorda y lenta. Aunque ya se sabe: la memoria desbarata cualquier realidad y los niños pequeños siempre ven a los adultos como seres inmensos. Cumplía años el 8 de diciembre. Supongo que de allí salía su nombre. Sin embargo las anécdotas que la tenían como protagonista exhibían muchísima crueldad, perversas dosis de sadismo. Se decía que ataba a sus hijos a un árbol como castigo a sus travesuras o desobediencias, amenazándolos con dejarlos allí hasta que se los comieran las hormigas, que eran tan negras, abundantes y hambrientas como para producir un terror similar al de los pájaros de Hitchcock. De mi abuelo Maximino, su marido, nunca supe demasiado. En la familia se decía que había sido "un hombre de poca estatura, pero con un gran carácter". Sin embargo, después de la muerte de aquel hombre ya viejo, jamás oí decir a Doña Conce "si estuviera mi marido" o alguna otra frase que hiciera notable su ausencia. Mi pobre abuelo. Yo lo recuerdo siempre de espaldas o de semi perfil, con la mirada evadiéndose del lugar donde se hallaba, como si su interés pasara por otro sitio distinto a aquel donde se veía obligado a estar. Tal vez fuera pura y simple deformación profesional, la de alquien que constantemente está viendo llegar y alejarse trenes a los que nunca podrá subir. Es que el abuelo habia sido empleado del ferrocarril; jefe de estación según me dijeron. Yo veía aquella ocupación como algo anacrónico, de otra época, y las imágenes enmarcadas en metal que decoraban las superficies enceradas de distintos muebles de la que había sido su casa, confirmaban esa idea. Don Maximino aparecía en ellas agrio y ensimismado, consciente de que su concentración era necesaria para que el resultado final de la imagen fuera medianamente satisfactorio. Así como hoy casi nadie se preocupa por quedarse quieto frente a la cámara en el momento de ser retratado, en aquella época la orden de "no se mueva" del fotógrafo se parecía bastante a la de los policías: ambas anunciaban la inminencia del disparo. Es notorio que a don Maximino no le costaba demasiado acatar aquella orden. De mi abuelo materno no se conservaron anécdotas. Tampoco alguna frase dicha con más enfásis u oída por alguien cualquiera con mayor atención. Enjuto, serio, esmirriado, falto de humor, contenido, malhumorado, tiránico, calvo, son los únicos adjetivos que despierta en mí la memoria de don Maximino Dizandez, a quién siempre se le supuso ascendencia española. Yo siempre me permití dudarlo porque Maximino es el nombre de un emperador romano y Dizandez no aparece como un apellido oriundo de tierras españolas. Es probable que alguien sordo o semi analfabeto haya sido el encargado de anotar la entrada de los parientes inmigrantes de mi abuelo a la Argentina, cambiando un Di Santis italiano por una españolización sonora sin raíces genealógicas. Si fuera así, este pequeño personaje sin anécdotas podría llegar a ser el fundador de una particular dinastía de hombres sin historia.
photo : retrato de Charles y Ray Eames
BSO : último movimiento del concierto nº 3 para piano de Rachmaninov

sábado, diciembre 01, 2007

muy buena impresión

estoy muy relajada... llamaron de la gráfica para decir que la impresión de MIS POEMAS ILUSTRADOS (ver link) ha marchado viento en popa... ¿que lo de viento en popa os suena un poco antiguo? ¿debería decir fetén, chachi, estupendo o superguay? bueno, después de todo soy una chica sureña de otra época... ah! y Patsy Cline (ver link) me encanta... ¡aunque Vivaldi no está nada mal! (ver link)

martes, noviembre 27, 2007

Gauguin sobre gris

Días atrás, a raíz de un post que ilustré "casi casualmente" con una sensual fotografía "tahitiana" de Gian Paolo Barbieri, recordé a Paul Gauguin. Es un pintor al que han dañado -sin pretenderlo, supongo- las mueblerías y grandes superficies, inundando sus estanterías y paredes con reproducciones, no siempre demasiado cuidadas, de sus obras más características. No es el único damnificado, por supuesto. Las obras del abigotado pintor parisino comparten cartel con el Guernica y los arlequines de Picasso, muchos preciosos retratos de Modigliani, varias de las invenciones surrealistas de Magritte, el cristo suspendido de Dalí y las niñas bailarinas de Degas. Son a la pintura lo que Marilyn es al cine o el Comandante Ché Guevara a la revolución social. Un ícono-resumen, la imagen que supuestamente vale más que mil palabras y nos libera de otras tantas acciones.
Aquel día, recordando a Gauguin, me trasladé por un momento hasta la habitación que ocupaba en casa de mis padres durante mi más temprana adolescencia, el primer lugar que de alguna manera pude considerar "mi auténtica casa". Cercana a esa gran terraza superior donde mi padre y yo desplegábamos nuestras inquietudes de jardineros urbanos, había un cuartucho de tres por tres con una puerta acristalada y una pequeña ventana que se abría a un lavadero interior; un habitáculo sin demasiado interés, pero absolutamente despegado del resto de la vivienda. Abandonado durante años, aquel espacio sin ángel significaba una posibilidad de independencia que yo anhelaba y el resto de la familia, sobre todo mi madre, temía.
Como "no se puede conseguir todo lo que deseas pero sí lo que de verdad necesitas" -¡alta sabiduría la de los Rolling Stones"!- finalmente pude hacerme con aquella habitación. En pocos días logré reunir los pocos muebles imprescindibles entre aquellos deshechados por mis padres, una buena cantidad de enseres útiles que gracias al rechazo familiar se veían convertidos en incómodos habitantes de rincones siempre necesarios para cualquier otra cosa. Una cama de una plaza algo destartalada -la mía habitual "debía" quedar donde estaba-, una estantería muy estrecha y alta de madera barata que pinté de gris oscuro -mi querida biblioteca personal hasta mi alejamiento definitivo de aquella casa- y el baúl que había usado mi padre, don Giovanni Dante, en su traslado desde Italia hasta Argentina. Extraño destino viajero el de este artefacto: de Europa a Sudámérica y de allí de nuevo a Europa. Su cuerpo oscuro, de madera de nogal recubierta con una espesa, resistente e impermeable tela negra, ha paseado por varias ciudades italianas, ha recorrido Buenos Aires, Madrid, Canarias, Ibiza, París y, sólo en Barcelona, ha descansado en al menos cuatro casas. ¿Cuántos de su misma especie habrán viajado tanto? ¿Cuántos de ellos sobrevivirán a estos últimos y accidentados ochenta años?
Cuando los amigos de aquella época entraban por primera vez a mi cuarto, solían preguntar algo parecido a: ¿No te quedó demasiado oscuro? Aunque eran todos muy machitos, sus madres les pintaban las paredes de colores pastel, generalmente verde "Nilo" o rosa "Bouquet", sin siquiera preguntarles una opinión que probablemente tampoco hubieran tenido. Sí señores: mi cuarto era bien oscuro. Gris foncé(e), según los franceses. Me parecía que ya había bastante color en los lomos de los libros y en la manta escocesa que cubría la cama, así que pinté todo el cuarto, techo incluído, del mismo color de la estantería-biblioteca, para después clavar sobre la pared donde se apoyaba el baúl viajero negro una hermosa rama de árbol seca y ennegrecida que encontré en la calle. El otro adorno de las oscuras paredes era una reproducción a cuatro páginas -espléndido regalo navideño de la revista alemana Schöner Wohnen- de, -¡y al fin enlazo con el principio!- una magnífica obra de Eugène Henri Paul Gauguin: ¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Adónde vamos?
Mientras escribo esto me doy cuenta que muchos años después, y sin ningún milagro de por medio, he logrado reverdecer más de una rama casi muerta y he podido dar bastante más color a mis paredes. También he llegado a contestar(me), siempre para mí y a mi manera, aquellas tres incómodas preguntas del pintor francés. Aunque si a nadie le molesta o/y saben disculparme, todo esto lo dejaré para otro día en el que no me encuentre tan cansado.

domingo, noviembre 25, 2007

Flora, mi madre

A la vuelta de mi casa hay una florería que sólo vende rosas. Sus dueños, ajenos a cualquier rebuscada metáfora, le han puesto "Au nom de la rose". Un nombre sin duda alguna borgiano, pensé yo en su momento, sin embargo cuando les hice un comentario al respecto ellos pusieron cara de no saber de qué les estaba hablando. Ayer por la mañana, después de un nada frugal desayuno en la cafetería del Flamant con el editor del libro que estamos diseñando/ilustrando, pasé por la puerta de la tienda de flores y me encontré con un cartel que decía: "Hoy, 24 de noviembre, Santa Flora: Regale Rosas". No sabía que había una santa con el nombre de mi madre, y aunque son muchos los hijos que piensan que sus madres merecerían un altar, yo estoy convencido de que la mía nunca hubiera llegado a estar siquiera nominada para la beatificación. Y no porque haya sido una mala mujer o estuviera desprovista de bondad y carisma, sino porque nunca tuvo patrocinadores ocupándose de la promoción de sus mil y un milagros domésticos. Mi pequeña y cariñosa madre. No pienso demasiado en ella, lo reconozco, pero ver su nombre allí, rodeado de rosas de todos los colores, me emocionó mucho. Como decía María Belinchón en su bolero "La estúpida": "lagrimita que te asomas negándote a caer, rueda, rueda tranquila, que nadie te puede ver". Cuando finalmente salí de mi estupor, compré tres rosas de color evanescente y origen ecuatoriano. "Son para mi madre", le dije al vendedor, sin aclararle que ya estaba muerta. "Estas huelen muy bien", me dijo él suponiéndola viva y con todos sus sentidos alertas. Ahora tengo las tres rosas al lado del ordenador, en un alto tubo de ensayo que suele oficiar de florero. Como ni siquiera conocía su existencia, le pregunto a Google quién era esta Santa Flora. Entre otras muchas respuestas me quedo con esta, la mejor redactada:
Santa Flora (?-851), virgen y mártir hispana. Hija de padre musulmán y madre cristiana, nació en Sevilla durante el reinado de Abd al-Rahman II. Denunciada por su hermano, fue sometida a tortura para que renegara del cristianismo. Estuvo varios años recuperándose de sus heridas, en un lugar llamado Ossaria, en Jaén. De vuelta a Córdoba, fue llevada de nuevo ante el cadí (juez musulmán) acompañada de otra virgen de nombre María (posteriormente también santificada como santa María de Córdoba), religiosa del convento de Guteclara. Ambas fueron decapitadas el 24 de noviembre del año 851 y sus cuerpos arrojados al río Guadalquivir, de donde los cristianos recogieron sus cabezas para trasladarlas a la iglesia de San Acisclo. Su festividad se celebra el 24 de noviembre.
¿Qué puedo decir ante esto? Te recuerdo con mucho cariño mamá. Hasta mañana mis queridos bloggeros. Photo : Abelardo Morell

Posdata: mi madre había nacido en la provincia argentina de Corrientes, mi padre en Lucca, Italia. Yo los conocí a ambos en Buenos Aires, maduritos y en pareja. Para los que no conozcan la ciudad porteña, un buen reportaje de la Sexta, conducido por Imanol Arias:
http://es.youtube.com/watch?v=jUioi22-fKQ&feature=related

viernes, noviembre 23, 2007

una semana mortal

Desde mi butaca de espectador gocé especialmente, aunque de distinta manera, con la obra de estos dos artistas.
Aunque a veces lo parezca, dada la constante, inabarcable, aparición de productos supuestamente artísticos, supuestamente culturales, los creadores no abundan. Si además son arriesgados, honestos, desprejuiciados, buenas personas, el número decrece considerablemente.
Esto es poco más que un dolido adiós a Maurice Béjart y Fernando Fernán Gómez, con quienes nunca más podremos encontrarnos. Posiblemente no se merecían volver a la nada, pero la parca suele ser así de igualatoria.
(El retrato de Béjart es de Jean Loup Sieff.
Quería recordar también al Fernando Fernán Gómez joven, de mirada irónica y pelo rojizo, pero la red sólo lo muestra mayor, muy mayor. Quede aquí esta foto de una de sus primeras películas, con barba y ropa de misionero)

miércoles, noviembre 21, 2007

intermezzo

Zbelnu cuelga en su blog Crucigrama una foto que saqué el domingo a primera hora de la tarde, después de un almuerzo Gaucho en un clásico restaurante argentino. Caminábamos entre las ruinas de este urbano campo de batalla que alguna vez fue una tranquila ciudad provinciana con edificios extraños y rincones sorprendentes, cuando ella redescubrió, medio oculta entre los restos de cemento y la grisásea mugre de la indiferencia general, esa chapa conmemorativa adornando la acera frente al colmado Quilez de Rambla Cataluña y Aragón. "¡Qué bonita! Uno de estos días tengo que volver para sacarle una foto", dijo con una entonación entre esperanzada y pesimista. "Si quieres se la saco yo", sugirió sin demasiado énfasis el que ahora escribe. Algo extrañada por este ofrecimiento inesperado, Isabel me preguntó si verdaderamente llevaba la cámara encima. Le dije que sí, que estaba en el fondo de mi bolso negro, junto a una serie de otros muchos utensilios, conformando eso que me gusta llamar "mi set de supervivencia y primeros auxilios". Lápices y lapiceras, algunas libretas de Muji, aspirinas, algo de ibuprofeno, una tijera de podar, gafas de sol, una bufanda, un gorro tejido comprado en Cadaqués, un vaporizador de/con perfume y otras chorraditas que, como voluminosas pelusas, se van acumulando por los rincones sin ocasión de demostrar(me) su presunta utilidad.
Desde muy pequeño tengo la capacidad, tal vez muy habitual en todo el mundo, de sobrevolar algunas situaciones específicas. El domingo, mientras trataba de enfocar aquella barroca placa conmemorativa de bronce ennegrecido, rodeado de mis "espectantes" amigos y del polvoriento entramado de andamios y lonetas que cubre actualmente el frente del "tradicional colmado Quilez" -proveedor desde tiempos inmemoriales de la nostálgica colectividad argentina en dos rubros patrios fundamentales, la yerba mate y el dulce de leche- pude desdoblarme -es un decir- y vernos por unos segundos desde lejos. No creo necesario entrar en detalles. Me parece redundante. Sin embargo me gustó mucho lo que ví: tres seres adultos jugando a buscar un tesoro escondido.
ilustración: René Magritte, La condición humana.

lunes, noviembre 19, 2007

Casualidad(es)

Los días pasan, inexorablemente. Y entre pitos y flautas -una antigüedad, lo sé- o flautas y pitos -suena más moderno-, se me olvidó escribir, como había amenazado, sobre ciertas coincidencias literarias (ver el post Benjamin Biolay vs Harry Connick Jr. del 7/11/007), coincidencias que, sin quitarme el sueño, me hacen "to think about".
Resulta que hace unos meses, ganó el Premio Loewe de Poesía- bien dotado económicamente, aunque, vaya a saber por qué, no especialmente prestigioso- un señor de nombre Juan Antonio González-Iglesias por su poemario Eros es más. ¿Verdad que parece una conjunción-homenaje a los títulos de dos de mis libros de poemas: Eros desencadenado y Amorimás?
Cuando escribí mi primera, e inocente, novela, Salvajes Mimosas (1992), decidí subtitularla El Cuarteto de Barcelona como recuerdo-broma-homenaje al célebérrino Cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell. Cinco años después, en 1997, Manuel Vázquez Montalbán publica El Quinteto de Buenos Aires, en lo que, de no ser él quien era ni ser yo quien soy, podría haberse interpretado como una retribución con intereses devengados, a esa, mi pequeña aportación a los festejos de la Barcelona Olímpica. En el año 2000, otra coincidencia. El brillante y prolífico escritor Javier Marías publica una recopilación de sus notas periodísticas bajo el título de Salvajes y sentimentales. Aunque quizás esto último sólo me resuene a mí. Ni siquiera tengo demasiado claro si los sentimentales son necesariamente mimosos.
Poco después del premio La Sonrisa Vertical (1993), presenté a la convocatoria para subvenciones del Ministerio de Cultura el proyecto para una novela, ajuntando una sinopsis y el primer capítulo ya acabado del libro. Mi pedido fue rechazado. Algunos meses después un escritor sevillano sacó a la luz un largo relato supuestamente ambientado en Argentina, donde, en un extraño episodio de (clari)videncia, no sólo aparecían varios personajes de aquella novela finalmente nunca escrita -todos ellos con nombres por demás singulares, ya que habían sido extraídos del lunfardo argentino- sino también algunas anécdotas casi gemelas a las de la sinopsis presentada al Ministerio.
El filósofo francés Voltaire dijo (entre otras muchísimas cosas) : No existe la casualidad, y lo que se nos presenta en forma de azar surge como un torrente incontenible desde fuentes muy profundas. Sin pretender tanta profundidad, el para mí ignoto grupo musical ¡Miranda! acaba su nada conocida canción Casualidad con esta vibrante y esperanzadora estrofa: Puede ser que este encuentro casual nos lleve a dormir juntos por ultima vez...
La foto que ilustra este post (encontrada casualmente entre las páginas de un antiguo libro sobre Trajes y costumbres de los pueblos indígenas) es de Gian Paolo Barbieri.

miércoles, noviembre 14, 2007

Tú, Dexter: ¡por qué no te callas!

Sí... bien, es verdad; lo reconozco. El título es de lo más tramposo y demagógico, un intento seguramente inútil de este blog, a todas luces minoritario, por llegar a las audiencias masivas de, por ejemplo, Telecinco te la hinco (lo dicen ellos; yo sólo actúo como repetidor) o la cadena de radio Ser o no Ser. Pero para mi descargo, esta no es la única razón que me ha hecho titularlo así. Desde hace varios días tengo esa frase grabada en la cabeza y la única manera de exorcizarla es aceptando que el suceso sucedió Realmente, que la imagen que nos muestran por televisión una y otra vez es tan Real como real, que la escalofriante y sobreactuada escena no es parte de los Guiñoles del Guiñol y los personajes que aparecen allí sentados no son muñecos de gomaespuma, sino auténticos dirigentes mundiales que, además de poder, tienen en sus manos nuestros ya de por sí procelosos destinos.
¡Ay!
¡Cómo duele asumir la Real-idad!
Esto no es todo. ¿Y las insoslayables angustias producidas por incertidumbres varias, quién me las aventa? Porque, ¿alguien se imagina lo que habría ocurrido si la Sugerencia Real hubiera tenido como destinatario a Bush, Putin o al nada apocado Sarkozy? Noviembre está regido por Marte, un planeta de lo más belicoso y, al margen de mi plácido y encantador nacimiento, siempre han acontecido en él catástrofes, guerras, revoluciones y epidemias de todo tipo. Tan violento y raro es este mes, que la cadena de televisión Fox ha decidido lanzar Dexter, una serie absolutamente macabra, nauseabunda, despreciable... e hipnótica.
Después de haber comprobado durante toda una temporada que el material lanzado al aire no tenía inmediatos efectos secundarios, la serie, que ya está emitiendo su segunda tanda en USA, llega hasta nuestras casas proponiendo los asesinatos seriales como nuevo estilo de justicia. El actor protagonista -un impresionante Michael C. Hall, atormentado hermano gay en Dos metros bajo tierra- ha dado un salto desde la funeraria empresa familiar hasta la producción directa y personal de cadáveres. Como podrán ver en la foto que ilustra este post, sus manos son muchísimo más blancas que su rostro y su cuello, bronceados ambos con ese tono Caribe Glamour que solamente puede brindarnos el sol de Miami. ¿Extraño, verdad? Aunque tengo muchas ganas de hacerlo, no me atrevo a asegurar que esta diferencia de tonos se deba a los efectos del formol, los guantes quirúrgicos o la sierra eléctrica conque este aparentemente inofensivo médico forense estudia o desmantela los cuerpos de las/sus víctimas. ¿O este muchacho será tan atrevido como para posar apoyando la cabeza en una extremidad ajena?
Charles Bronson, un actor duro con aspecto de estrella porno y, ¡vaya casualidad!, nacido también bajo el fascinante signo de Escorpio, protagonizó una serie de películas donde interpretaba a un hombre de la calle que por diversas circunstancias personales se veía "obligado" a hacer justicia por su cuenta. Durante los años setenta del siglo pasado, Paul Kersey -así se llamaba el personaje- despachó a una buena cantidad de violadores, asesinos y traficantes de droga, en seis o siete películas con el mismo esquema y casi idéntico argumento. Se suponía que era un justiciero social, un pobre desgraciado empujado a convertirse en verdugo no remunerado por la inoperancia de la justicia y las fuerzas policiales frente al injustificable asesinato de algunos de sus seres queridos. Treinta años después, los creadores de Dexter no pueden engañarse ni engañarnos. Saben algunas cosas más sobre pulsión, perversiones y fantasmas, han frecuentado varios divanes psicoanalíticos y diversos volúmenes especializados en esas materias. Dexter es un psycho killer que goza sin resquemores ni culpabilidad con su esmerado trabajo de limpieza. En cada historia, en cada capítulo, la serie nos plantea un problema moral que su protagonista resuelve en plan Raid o Mister Proper, con prueba del algodón incluida. Sin perder el apetito -en pocas series se come tanto y tan seguido-, sin hacer concesiones fáciles a lo políticamente correcto ni gastar su tiempo en dialogadas justificaciones, Dexter inquieta nuestras conciencias algo abotagadas, responde, por la fuerza de la acción pura y dura, algunas preguntas que ni siquiera podíamos formular(nos). Esperemos que ningún censor bienintencionado se interponga en el descarnado monólogo de este terrenal ángel exterminador, decidiendo convertirlo en un buen padre de familia que mira quien baila y opina lo que le dictan.

(Otrosí : Cayetana Altovoltaje es la estrella invitada en Crackfake )

sábado, noviembre 10, 2007

otro ramito de violetas

Ayer, nueve de noviembre, este blog cumplió su primer año de vida.
A todos los que pasaron por aquí, hayan dejado o no sus comentarios, muchas gracias.
Harry, Benjamin (conozco el secreto que encierra tu nombre), os pediré un favor: retribuir por mí tanta gentileza. Y hacerlo cantando como vosotros sabéis.

A los que recordaron o entendieron que también era mi cumpleaños y me dejaron algún buen deseo, dos veces muchas gracias. Y una vieja canción que España me regaló nada más llegar.


Photo : Irving Penn!!!

miércoles, noviembre 07, 2007

Benjamin Biolay vs Harry Connick Jr.






Hay coincidencias extrañas.
El mismo día y a la misma hora ofrecen un concierto en Barcelona dos cantantes que me gustan especialmente: Benjamin Biolay y Harry Connick Jr. Los dos saben de qué se habla cuando se dice swing y son exitosos sin exageración, tienen carreras diversificadas y labios extremadamente sensuales. Además, casi podría jurar que tanto uno como otro son miopes. Los dos se presentan -creo que por primera vez en esta ciudad- al día siguiente de mi cumpleaños. Sábado 10 de noviembre; Sala Bikini, Palau de la Música. El problema de los indecisos es la existencia de más de una opción. Anoche mismo tuve que optar entre el premio Herralde y una exposición sobre Fetiches en la galería de la Fundación Foto Colectania. No sabía decidir, así que me quedé en casa trabajando muy feliz de la vida. A veces, frente a la indecisión, ayuda imaginarse en cada una de las situaciones posibles. ¿De pié en la Bikini, aunque con el Benjamin cercano, o envuelto en los modernismos del Palau y con el Harry Connick cantando y tocando a lo lejos?
Releo este post, escrito después de una dura, aunque gratificante, jornada de trabajo, y me digo: Tendrías que hacértelo ver...¡Nadie puede ser tan superficial! Pido disculpas si es que alguien puede sentirse herido por el cariz de mis preocupaciones, pero dado como está el mundo exterior, con quince mil hinchas escoceses gritando, rompiendo y vomitando por los alrededores, el mapa, presque lunar, de socavones por doquier, los técnicos japoneses anunciando un posible hundimiento del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, los niños secuestrados del Chad, las agresiones racistas sin castigo, mi tan próximo cumpleaños, las también cercanas fiestas navideñas, la D final de muchas bellísimas palabras, convertida, por obra y gracia de una panda de creativos algo extraviados, en una Z de zopenco, zarrapastroso, zafarrancho, zácate, zafio o zoquete, las imposiciones nacionales de distinto signo, la subida de precios en los alimentos básicos y el futuro casamiento de Alberto de Mónaco, por nombrar sólo las primeras cosas angustiantes, increíbles o demoledoras que cruzan por mi cabeza en estos momentos, sólo puedo sobrevivir aferrándome a mis más bajas pasiones.
Como segundo regalo anticipado de cumpleaños, la encantadora Ava Gardner me ha otorgado el Thinking Blogger Award. Muchas, muchas gracias. Veré si la nueva edad me encuentra con fuerzas suficientes como para hacer todo lo que supuestamente debería.
Es tarde, tengo sueño y mañana quisiera trabajar desde muy temprano en lo que estoy haciendo. Esto de las coincidencias no acaba aquí, lo prometo. Tengo que contarles sobre algunas otras que me unen a Vazquez Montalbán, Javier Marías y un señor que ganó el último premio Loewe de poesía.

domingo, noviembre 04, 2007

Elvira Ríos: un regalo


http://www.youtube.com/watch?v=a9t0bZXmJ7g
Uno de sus apellidos auténticos era Cerda. Inmerecido, porque parecía una inmensa pantera. Es lo único que encontré en google... Tras ella, entre ángel guardián y amo de toda la cosa, un señor que fue muy famoso y al que tal véis conozcáis... En el año 1942 (!!!) Elvira filmó una película en Argentina: Ven, mi corazón te llama, donde además de despacharse al amante infiel de mala manera, cantaba varios temas de su repertorio... La fotografía que ilustra el post es de Irving Penn.
Ah! David Nalbandian juega al tenis como los dioses. Acaba de ganar el título en el torneo de París por la Serie Masters de la ATP. Nalbandian se impuso por 6-4 y 6-0 frente al número dos del mundo, Rafael Nadal. Lo pongo aquí porque no me parece que su triunfo haya tenido la cobertura que se merece. A relajarse y gozar, señores. No se puede ganar, ni perder, siempre.

miércoles, octubre 31, 2007

Helmut Newton, tres años después

La trama es perfecta. Y si resulta no serlo da igual, basta conque lo parezca. Ayer mismo Jorge Chapuis y yo recordábamos -contándoselo a un amigo fotógrafo- una exposición que habíamos visto en París un invierno de hace muchos años. Helmut Newton exponía dos versiones de una misma pasarela. Fotos de enorme tamaño, más grandes que el real, de unas modelos bellísimas, el cuerpo oculto tras sus ropas de alta costura y, a un lado, la misma toma con ellas desnudas sobre sus zapatos de tacón. Con aquellos retratos a flor de piel, Newton, voyeur apasionado del cuerpo femenino, obsesivo admirador de la belleza, desvestía sus fantasías poniendo al descubierto algunas de las nuestras. ¿La mujer como objeto? No, en realidad como crisálida. Un ser enigmático, prácticamente desconocido hasta para ella misma; una bella durmiente despertando de su largo sueño para iniciar un largo proceso de conocimiento y transformación. Hoy paseo por el blog de mi estimado "perdedor" y me encuentro, algo escondidos a una primera mirada superficial, varios videos con fotos de Newton. Me llamó la atención esta coincidencia de intereses, si bien no es la primera notable entre bloggeros afines. Sabía que Newton, hombre de mirada perversa y humores desbordantes, era como yo un nativo de Escorpio, así que busqué -en Google por supuesto- la fecha exacta de su nacimiento. Casi todo lo existente, salvo la maldad gratuita y la destrucción porque sí, tiene utilidad en este mundo. La astrología, tan denostada por algunos, puede ayudarnos a recordar cumpleaños. El autor de tantos retratos exquisitos, de tanto desnudo inquietante, hubiera cumplido años hoy. Lástima que la parca envidiosa (o el Señor celoso, que diría el tango) haya puesto punto final a su biografía en enero del 2004. Nos queda su obra, sí, pero él no está para gozar, como sin ninguna duda lo hacía, de esas visiones estremecedoras, fantasmales, corporizadas para todos nosotros por obra y gracia de un talento sin prejuicios ni racanería.

Posdatas:
presentación en la ACEC,
canción triste de las calles porteñas
y un libro finalmente editado

sábado, octubre 27, 2007

Woody Allen ¿o Allien?

Viernes a la mañana. Hojeo un diario de mucha tirada que no suelo comprar, en una de las cafeterías donde desayuno casi cada día. Encuentro una larga crónica -poquito menos de media página- en contra de la última película de Woody Allen: Cassandra's Dream. Ya había leído comentarios similares en ocasión de su pre-estreno en el último Festival de Cannes. Hablaban del estupor -vaya- de todos los asistentes a la exhibición; de la más que notable desilusión -mira- de los periodistas especializados y demás gente del gremio, descontentos con esta historia, a la que encontraban repetitiva, anodina, falsa, vulgar. Hasta se aventuraban a decir que siendo esta película tan mala, poco se podía esperar de la siguiente, esa de título incierto (Vicky Cristina Barcelona) que rodó en esta ciudad. Recién había terminado de leer la nota en la que finalmente su autor -en plan alucinación selenita- se preguntaba si no habría sido otro Allen (un Allien, digo yo) quien dirigió este film recién estrenado, cuando recibo el llamado de una amiga y vecina proponiéndome ir a verla esa misma noche. Le cuento lo de la crítica demoledora del diario, aunque aclarándole que pensaba verla igual porque el periodista había hecho una lista de sus WoodyAllens más odiadas y la encabezaba con Stardust memories e Interiors, dos joyitas-homenaje, una a Ocho y medio de Fellini y la otra a casi cualquiera de las más interiores de Ingmar Bergman. En fin: cine Boliche, primera función de la noche. Había una buena cantidad de gente que, como nosotros, obvió la crítica flamígera del periódico. Nuestro grupo (cu4tro) salió más que satisfecho. Podría ubicarla junto a Match Point, aunque, si me apuran, en un peldaño más arriba. Una película seria, meticulosa, incisiva, tanto que por momentos resulta dolorosamente triste. Es como si con los años Allen hubiera adquirido piel y carne de esponja, sensibilidad de ángel. De la misma manera en que se impregnó de Cole Porter, Gerswing, Billie Hollyday o/y Capra para idear Manhattan, o recreó la Dolce Vita del siglo veintiuno en la espléndida y tampoco muy apreciada Celebrity, aquí parece inspirado por los fantasmagóricos espíritus de Patricia Highsmith, Hitchcock y los grandes directores del New Cinema Inglés de los años sesenta. Si esperan reírse con los chistes del neurótico judío neoyorkino, no vayan. Hay que estar muy atento para descubrir al Allen de siempre, mundano, socarrón, irónico, en dos o tres momentos muy específicos del diálogo. Woody ha decidido que tiene edad suficiente como para no jugar más con ciertas cosas.

jueves, octubre 25, 2007

Una patada en nuestra cara


Por aquí nada parece andar sobre ruedas, salvo los conflictos. La foto muestra el frente de un edificio en el Paseo de Gracia de Barcelona. La enorme lona con el anuncio publicitario cubre las obras de restauración y limpieza que se están llevando a cabo en él. Al mismo tiempo trata de convencernos, con la doble imagen de Thierry Henry y una frase en catalán, que cada persona oculta dos diferentes. Ángel y demonio, bueno y malo, positivo y negativo, pacífico y violento. Esa supuesta dualidad humana. La historia del metro de Barcelona y la agresión a la adolescente ecuatoriana, insultada, manoseada y finalmente pateada en la cara por un sujeto despreciable que ni siquiera la conocía, me hace pensar que en algunos casos ese dos se multiplica por cien. Y ahora no tengo ganas de ponerme a escribir doscientos insultos diferentes para definir a ese personaje de desgraciado presente y, con toda seguridad y la ayuda de mis más profundos deseos, un todavía más patético destino.
photo : Dante Bertini

lunes, octubre 22, 2007

Una sonrisa suspendida

Es raro. Después del último viaje a París me quedé sin palabras. ¿O debería decir sin escritura? Colgué varios posts con fotos de esa ciudad tan luminosa, me encontré con amigos, fui a ver Eastern Promises de David Cronenberg -una gran película con unos minutos finales para la tijera o el olvido y un Viggo Mortensen merecedor de, al menos, una nominación al Oscar-, volví a encontrarme con amigos, no pude trabajar en nada, me sentí cansadísimo, me encontré con otros amigos, seguí sin poder trabajar en casi nada, me encontré nuevamente con amigos, tomé cafés, devoré cosas que engordan y todo esto sintiéndome de lo más extraño, sin decidirme a trabajar y viendo más y más amigos. Viajar nuevamente a París fue como abrir el cajón que guarda esas fotos de otra época que nunca nos atreveremos a tirar pero tampoco deseamos volver a ver, al menos "por el momento". Un momento muy largo, diría Silvina Bullrich. Sí, Silvina. Un largo momento suave, algo melancólico, acunado por La bohéme de Aznavour o My Way de Sinatra, por un aria de Puccini en la voz de la Callas y, cuando atardece, por cualquier pieza corta de Satie repetida hasta el agotamiento. Y después de ese momento tan dulce llegará el siguiente. Entonces será Chabela Vargas con guitarra dolorida e intención quebrada; o Bola de nieve, con piano y sin aliento; o Cole Porter, tan amante de París, deletreado por la en muchos sentidos inmensa Ella Fitzgerald. Toda música antigua, de otras épocas. Sin embargo no he puesto a la Piaf o a Barbara. No podría soportarlo.
Y danzando sobre la nada, la última sonrisa de mi madre antes de subirse al avión en Barajas, de regreso a Buenos Aires: tristísima, húmeda, desgarradora. Una sonrisa que después de tantos años sigue allí, como la del gato de Cheshire; colgada del espacio, atravesando paisajes y circunstancias. Hasta ahora mismo tampoco he podido escribir, y esto nunca me ha parecido una ocupación pesada, un puro y duro trabajo. Entonces me digo: "vamos a ser sinceros", y he llegado a la conclusión de que no puedo aguantar las pérdidas, los abandonos, las ausencias. Resulta que un amigo de otras épocas se muere en Ibiza. Me lo comunican dos fantasmas del pasado que encuentro por casualidad en el aeropuerto parisino. Cargados de bolsas de Dior y Versacce, sueltan la noticia sin más, como si estuvieran comunicándome el casamiento de Borja Thyssen o la separación de Cecilia y Monsieur Sarkosy.
Suena el Requiem de Verdi, alguna sonata de Schubert, el otoño porteño de Piazzolla. También las campanas aquellas, las mismas que un día, tal vez no muy lejano, sonarán por mí.
Y por favor: nadie debe preocuparse. No estoy triste.
photo : Michael Stipe (R.E.M.)

miércoles, octubre 17, 2007

Post-París

resaca de París: me puede.
cuelgo un poema en otro blog para los que quieren letras y no fotos:
http://amorimas.blogspot.com/
ésta, la foto, es de Duane Michals.

lunes, octubre 15, 2007

¡blogactionday!

un pequeño paréntesis para unirme a este día, al que también podéis adherir todos vosotros entrando aquí

domingo, octubre 14, 2007

París callejero (y cinco)


la Tour se pone de fiesta y Johnny Halliday las gafas de Aflelou

el último día, un regalo de París: vernisage Soutine

caluroso octubre, primaveral otoño
Fauchon se viste de rosa bombón
y las grandes tiendas imitan a Christo

paredes vegetales de Patrick Blanc en el nouveau Nouvel
mientras, monsieur Chapuis pasa revista a la tropa de vélib-velo

photos : (c) Dante Bertini

sábado, octubre 13, 2007

París l'autre (y cu4tro), l'ombre de la lumière









un pasaje al infierno: accidente en la calle, una clocharde grouchoniana, la muerte y sus representaciones y un disparo amenazador sobre el cristal.
photos : (c) Dante Bertini