lunes, diciembre 29, 2008

La Vie en Rose... Pourquoi Pas?

Hace algunos días una visita anónima me dejó de regalo
un video de Grace Jones cantando La vie en rose.
En aquel momento pensé:
MEJOR IMAGINARSE LA VIE EN ROSE...
YA SE ENCARGARÁ ELLA DE MOSTRARNOS TODOS SUS OTROS COLORES
Excesivo que soy, agiganto el tema acercándoles distintas versiones con las que teñir de rosa cada uno de los meses del año 2009.
Para este Enero, que todo y todos nos anuncian por demás oscuro,
la versión de su creadora, Edith Piaf:
http://www.youtube.com/watch?v=DUcJWaC-2Co&feature=related
Febrero y Marzo, irregulares, imprecisos, inestables,
merecen dos versiones de Grace Jones, una, posiblemente la primera, del año 1977:
La otra, de hace pocos años:
http://es.youtube.com/watch?v=modA9aa_ihA
Para mí la primavera será siempre Audrey Hepburn, así que para Abril les dejo su surrante versión de La vie en rose enfundada en el personaje de Sabrina:
http://www.youtube.com/watch?v=vydmcT9xLPw&feature=related
Hasta el 30 de Mayo, no te quites el Satchmo.
Todo el confortable y reconfortante calorcito de Louis Amstrong: http://www.youtube.com/watch?v=TbHAvBfmvFM&feature=related
El indefinible Junio pasénlo con Celine Dion.
Podrá ser un poco distante, pero canta inobjetablemente bien:
http://es.youtube.com/watch?v=en5xf_Qq4sA&feature=related
Para el que será con toda seguridad un tórrido mes de Julio,
un auténtico bochorno.
La estática, estereotipada Sara Montiel, cantando con el canalillo y las caderas: http://es.youtube.com/watch?v=vnRqP5I15nE
El aleonado Agosto se merece una auténtica fiera: Cindy Lauper http://www.youtube.com/watch?v=jNdi56FVAaQ&feature=related
Septiembre, otoñal, melancólico, nos trae a Olga María Ramos,
reina del chotis, gran dama del cuplé:
http://es.youtube.com/watch?v=kHf8o-kDzcE
Para noviembre, el mes de mi cumpleaños, les dejo a un siempre
impredecible e inmenso Jack Nicholson:
http://es.youtube.com/watch?v=Ilu-Xpnt_J4
Como todo tiene un final, cierro el año del nueve con el sorprendente dúo de una pareja imposible: k. d. lang y Tony Bennet
Y CON ESTO Y UN BIZCOCHO
¡DOY POR TERMINADO EL OCHO!

viernes, diciembre 26, 2008

Les deseo un...

Ya pasaron ocho años, pero nunca he vuelto a ver
una explosión de vitalidad tan impactante:

posdata: primer día de ausencia http://amorimas.blogspot.com/

viernes, diciembre 19, 2008

estrellas de fin de año

Por diferentes razones de índole personal (¡vaya!) hace días que ni siquiera puedo acercarme a la máquina... No es que estas fiestas me causen un placer especial: nunca han logrado encontrarme feliz ni festivo y tampoco consiguieron que por su sola, insoslayable y anual aparición, mi humor y circunstancias se transformaran en las de algún personaje, galán protagonista por medio, de aquellas comedias dramáticas con toques navideños que dirigía el siempre optimista y cariñoso Frank Capra. Consciente de la carga subjetiva de mis contradictorios sentimientos, prefiero sin embargo lanzar al aire esperanzadas felicidades y guardar mis malos humores para después de las fiestas.

viernes, diciembre 12, 2008

invenciones geni(T)ales

¡Esta semana he visto una película suiza!
Tal vez parezca extraño mi contento, pero es que ni siquiera sabía que los suizos tenían cinematografía propia. Pues parece que tienen. Pesqué este film del Garçon Estupide en el pay-per-view de Imagenio. A veces, cuando no tengo nada bueno para ver por otros canales, me meto allí y encuentro cosas que había despreciado en su momento, como Irina Palm, Michael Clayton o esa Sweeney Todd tan bella de imágenes como insoportable en casi todo lo demás. Si resultan ser películas conocidas, si exhiben alguna griffe prestigiosa en su ficha técnica o han tenido la suerte de gozar de una mínima difusión mediática, no se hace necesario detenerse a leer los escuetos comentarios críticos ni tampoco zamparse esos tráilers mechados con publicidad de automóviles que el canal te brinda. Pulsas el botón rojo de compra, luego el código paterno (?) y tienes la película en propiedad durante 24 horas. Muchas noches de absoluto desvarío gustativo sólo veo trocitos de películas sin quedarme finalmente con ninguna. Jamás me quejo. Después de todo siempre había querido disfrutar de secciones más extendidas de "Próximos estrenos en esta misma pantalla" o "Próximamente en esta misma sala".
Este estúpido muchacho suizo estuvo apareciendo durante meses entre las últimas novedades, de allí pasó a la lista de películas recomendadas, después a la lista mogollón sin más y por último a la de ¡cuidado que se la pierde definitivamente! El cartel anunciador estaba bien, tenía su morbo, pero reconozco que la estupidez no es un tema que me motive lo suficiente como para pasar una "Noche de Cine en mi Hogar", sobre todo cuando estoy con una dieta que no me permite ingerir ese otro tipo de tonterías que resultan nocivas para mi salud y hacen peligrar la de las básculas domésticas.
Sin embargo semejante insistencia publicitaria hizo mella en mi desconfianza y decidí comprarla. No me arrepiento. El chico protagonista resultó ser tan poco estúpido como la aparentemente estúpida Pantera Rosa de los dibujos animados de Friz Freleng: un personaje que atraviesa la vida sin preguntarse demasiado y al que le cuesta definirse, no por falta de lucidez, sino porque en realidad no posee una personalidad única, coherente, compacta. Va haciendo, y siendo, aquello que necesita en cada momento. Su vida es como la danza de los derviches giratorios: un vértigo que encuentra su sentido precisamente en ese vértigo aparentemente sin sentido. A pesar de todas mis resistencias previas, debo reconocer que me gustó. Cuando la gente habla de buenas películas, ¿en qué está pensando? A mí me gustan las que me entretienen, haciéndome olvidar que estoy gastando unas horas de mi vida en observar proyecciones fantasmagóricas sobre un fondo neutro. Me gustan las que están bien fotografiadas, tienen actuaciones creíbles y me cuentan alguna historia nueva -algo harto difícil- o narran más o menos lo de siempre con una nueva y personal mirada. Este Garçon Estupide (2004) tiene bastante de todo lo anterior, y además, si les va el morbo erótico, incluye algunas escenas de sexo explícito. Al día siguiente, tal vez para contrastar con el puritanismo decadente y facistoide de la televisión italiana, decidida a convertir Brokeback Mountain -un tórrido y explícito romance entre dos hombres a/de caballo en una película de vaqueros demasiado amistosos, CTK-Imagenio proyectó otro film con temática gay: Les Témoins, (2007) del francés André Téchiné. Ambientado sin demasiadas filigranas estilísticas en los primeros ochenta, el filme cuenta la triste historia de otro muchacho de pueblo nada estúpido e igualmente sincero consigo mismo. Enamorado de un policía casado y con un hijo recién nacido al que la madre escritora no puede soportar, logrará una relación más plena que la vaticanamente censurada de los vaqueros bisexuales de Ang Lee, hasta que la aparición del SIDA, la misma parca de siempre con un disfraz hasta ese momento desconocido, pondrá punto final a algunas historias y agregará puntos suspensivos a otras.
Inesperados regalos navideños, estos dos filmes son más efectivos, menos estúpidos, que los abetos a pedal de nuestros imaginativos gobernantes barceloneses. Ayer mismo, la señora Inma Mayol, propulsora de estos engendros a los que pretendía "ecológicamente sostenibles", tuvo que disculparse ante la prensa. Con un costo de aproximadamente cincuenta mil euros por unidad, se supone que ahorrarían mucha electricidad y, por ende, una buena cantidad de dinero a los cada día más pauperizados contribuyentes. No ha sido así, ya que, como nadie quiere darle a los pedales que producen la energía que debería mantenerlos encendidos, las autoridades se han visto obligadas a conectarlos a la red, so pena de que parezcan lo que realmente son: un cono de hierros entrecruzados con una faldita publicitaria de tela plástica negra. Me pregunto si no hubiera salido más barato plantar unos árboles auténticos. A pesar de las crisis, todo hace suponer que estas fiestas navideñas seguirán celebrándose, ¿no sería muchísimo más gratificante ver cómo nuestros abetos van creciendo año tras año?

viernes, diciembre 05, 2008

entre templos y góndolas

Leo a Joseph Brodsky (Leningrado 1940 - New York 1996). Marca de agua, su libro, es un recorrido por Venecia a través de diversas estadías y muchísimos años; una serie de descripciones que de no ser tan profundamente literarias me atrevería a llamar pictóricas.
De su primer viaje a la ciudad de los mármoles y las góndolas narra una anécdota que retrata su carácter de poeta intelectual, elegante, ensimismado. La encargada de recibirlo es una mujer que lo encandila y a la que en un primer momento describe como "una visión maravillosa ". Pocas líneas después se anima con algunos detalles más de aquella aparición tan deslumbrante: "un metro sesenta, huesos delicados, piernas largas, cara alargada, cabellos castaños y ojos almendrados color avellana", una descripción casi superficial, si no fuera porque agrega que también tiene: "un ruso pasable en aquellos labios maravillosamente dibujados y una sonrisa cegadora en esos mismos labios". Finalmente, perdida ya toda compostura, atrapado por un irrefrenable éxtasis erótico, se lanza a definirla como "esa clase de mujer que humedece los sueños de los hombres casados." Mientras esperan el vaporetto que los llevará al lugar donde piensa alojarse, el poeta, sensibilizado por la cercanía de esa bella veneciana envuelta en piel de nutria, sólo atina a preguntarle qué opinión le merecen los Motetes de Eugenio Montale, publicados por aquellos días. No recibe respuesta alguna, así que ingenuamente supone que la pregunta ha sido descortés, dado que el autor ni siquiera es veneciano. Empecé a leer el libro de Brodsky casi al mismo tiempo que los noticieros de televisión nos mostraban a la bellísima ciudad italiana nuevamente inundada. ¿Y si para nuestra desgracia continuara hundiéndose? Estoy convencido de que lo haría con parsimoniosa inexorabilidad, como me gusta imaginar que se sumergió en las aguas del Atlántico la poeta argentina Alfonsina Storni, aquella de "Tú me quieres blanca, tu me quieres alba, tú me quieres casta..." Tal vez, de la misma forma en que ella no pudo con tanta hipocresía machista, la exquisita Venecia no pueda aguantar el peso del puente inventado por Calatrava, una modernidad que tampoco Joseph Brodsky hubiera soportado. Refiriéndose a los arquitectos de su época, el ganador del Nobel de Literatura de 1987, escribe: "esos hijos de la repugnante posguerra han hecho más daño a la línea del horizonte europeo que cualquier Luftwaffe." ¿Les suena cercano?

Desde Taschen me llega el anuncio de otro de esos espléndidos libros para (ad)mirar en reposada soledad o en ajetreada compañía: Thornton, el Templo de Flora. Inmediatamente pienso en mi madre, por supuesto. Es verdad que tengo una amiga que también se llama así, pero ya se sabe: madre hay una sola y a ti te encontré en la calle. Ella, mamá, solía ocultar con ahínco ese nombre con el que tanto la habían torturado durante la infancia los compañeros de escuela. "¿Por qué tu hermana Fauna no vino con vos? ¿La dejaste en el zoológico?". Para muchos el chiste tendrá su gracia, pero en mi pobre madre sólo acrecentaba su natural inseguridad. La hacía sentir distinta, extranjera; una niña de pueblo trasplantada -el vocablo surge espontáneamente, sin premeditación alguna- a la gran tan temida megalópolis, capital de la República. Flora no sonaba demasiado bien en la Argentina de las Marcelas, Patricias, Adrianas o Martas, y el hippismo, que debería haberlo reivindicado, ni siquiera se enteró de su existencia. A mí tampoco me gustaba, lo reconozco, aunque he logrado valorizarlo con el paso de los años y mi creciente amor por las plantas, los árboles y las flores. A pesar de algunos tópico sobre la natural libertad creativa de los niños, de pequeños no queremos ser diferentes al resto del rebaño. Las madres de mis amigos más apreciados se llamaban Silvia, Isabel, Ana María; sus padres Alberto, Juan José, Rubén, Eduardo o Enrique. Las veces que alguna maestra, imbuida por el estro divino del lenguaje florido, se dirigía a mí, diciendo: "Póngase en pie, Bertini. ¿Podría decirnos cómo se llaman sus progenitores?" a mí me costaba responder. Cuando tímidamente lograba susurrar "Flora y Dante", me parecía que una brecha profundísima se abría de pronto en el suelo encerado de nuestra clase, separándome de manera irreversible, brutal, definitiva, de mis demás compañeritos de clase, todos hijos de otros nombres más propios, más normales.
Aunque sé muy bien que no es verdad, me gusta pensar que este libro está dedicado a una pequeña y cálida mujer llamada Flora, mi madre.
A ella también le hubieran encantado estas bellísimas, coloridas y sensuales imágenes de su perdido, mitológico reino.
ilustran: María y Joseph Brodsky fotografiados por el bailarín Baryshnikov; Brodsky y su gato, por Julia Schmalz.

Posdata: a partir de estas dos fotografías con las que me encontré por puro azar, empecé a ver de otra manera a Brodsky. Lo poco que he leído de él no me llegaba al corazón. Rozaba mi sensibilidad, planeaba sobre mi inteligencia, pero en ningún momento conseguía emocionarme. A partir de estas imágenes casi domésticas ya no siento igual. Una de ellas, además, está conseguida por uno de los bailarines que más admiro. Una pirueta de la suerte, de su buen ojo y su gesto decidido para apretar el disparador. Me gusta esta pareja que pasa ante nosotros: abrazada, cercana. El ojo de la mujer escapa, entre curioso y desconfiado, en pos del fotógrafo, mientras se deja llevar por ese hombre casi anciano que tiene muy claro hacia dónde quiere ir. De la otra foto no necesito decir demasiado. Brodsky está con su gato, y no soy nada imparcial en cuanto a esto.

lunes, diciembre 01, 2008

Joan Baptista Humet: adiós.

A poco de llegar a Barcelona, su canción Layetana abajo sonaba constantemente en las radios españolas. Me gustaba su voz adolescente, menos grave e impostada que las de otros cantautores del momento. También, y mucho más, que la ciudad en la que yo había recalado casi por casualidad tuviera una canción para hacerla sonar en mi cabeza mientras la caminaba.
Suelo ser de esa manera: me gusta ponerle una banda sonora a mi vida, y cuando encuentro alguna canción perfecta para según qué situación o según qué lugar, no dejo de susurrármela mientras los transito con mi habitual y gozosa parsimonia. Algunas ciudades como Buenos Aires, París o New York, tienen decenas de canciones enzalzando o simplemente describiendo sus supuestas particularidades. De Madrid y Valencia no conozco tantas, aunque sí algunas muy emblemáticas. Cuando llegué a Barcelona trataba de encontrar en mis archivos alguna canción que la representara sin encontrar ninguna. Serrat, a pesar de todos mis intentos por casarlo con el entorno ciudadano, sonaba mucho más de pueblo; de mar y playa, espacio abierto, mesón o patio.
Hoy, nada más despertarme, me encontré con la noticia de esta muerte. Aunque demasiado tarde, me entero de que Joan Baptista Humet llevaba una web donde intentaba seguir conectándose con la gente a través de la palabra. Si hubiera entrado antes le hubiera dicho que Clara, el personaje de otra de sus canciones más difundidas, se ha cruzado conmigo más de una vez por las calles de esta ciudad de Barcelona, tan poco adicta al encuentro de miradas como a la desnudez de sentimientos.
No puedo precisar si este hombre de voz suave y rasgos sensitivos se ha ido con demasiada, y merecida, gloria. Puedo asegurar que lo hace con toda mi más profunda pena.

jueves, noviembre 27, 2008

Miho Naomi BCN (storybook)

Como ya dije antes, Miho y Naomi llegaron para pasar un fin de semana en Barcelona...



Según habíamos convenido por email, nos encontramos el viernes por la noche en la recepción del hotel donde eligieron alojarse. He pasado frente a ese mismo edificio cientos de veces, pero nunca había asomado la nariz para ver cómo era por dentro. ¡Cáspita! ¡Pardiez! ¡Lapucha! ¡Collons! ¡Que maravillita de otra época! Inaugurado a principios del siglo pasado, está hecho con materiales y artesanías de primera calidad: mármoles, maderas y bronces trabajados con barroca delicadeza. Entre este hotel deliciosamente anacrónico y esos precarios, perecederos, provisorios emprendimientos de pretendida (y pretenciosa) vanguardia creados para alojar a los neoturistas, hay la misma distancia que podríamos encontrar entre algún auténtico abeto centenario y los árboles de metal que se han sacado de la chistera los perversos creativos del Ayuntamiento barcelonés. ¿No podrían haberlos llamado Postes de Información, Mojón Decorativo o Engendro Sinmás? En este momento no puedo darles más detalles, lo siento, aunque supongo que sí podrá hacerlo la señora Inma Mayol, presuntamente implicada en los desgraciados hechos. ¿Cuántos árboles de verdad se podrían haber plantado con el dinero que costaron estos ingenios? Me imagino una justicia que obligara a pedalear ocho horas diarias durante unos cuantos años a los responsables del invento. La misma justicia que podría obligar a los arquitectos responsables de según qué edificios inhumanos, inhabitables, a vivir dentro de ellos por el resto de sus vidas.
Vuelvo a la visita de mis, hasta ese momento desconocidas, amigas japonesas. Unos minutos después de mi llegada al hotel, algo respuesto de mi broncíneo shock, hicieron su aparición en escena Miho y Sakato. Suaves, delicadas, tímidas, encantadoras y, en plus, cargadas de regalos y regalitos. Libros con clásicos grabados eróticos japoneses -envío del ausente señor Toru-, postales y cuadernos diseñados por Miho, azucarillos de colores pastel, álbum fotográfico con un gato casi idéntico a Federico y más cosas y cositas que ahora mismo no recuerdo. Ellas, que después confesaron haberse burlado un poquito de mí, saludaron con las manos juntas sobre el pecho y repetidas inclinaciones de cabeza. Yo les respondí con unos cuantos amistosos besos a la argentina que las pusieron un poquito incómodas. Poco después Monsieur Ch. se unió al grupo y nos fuimos a comer tapa-tapa -Miho dixit- a un taperío cercano al hotel. Para mi sorpresa tenían menús en japonés. Como yo sigo con mi dieta comí una ensalada, mientras mis acompañantes se zampaban croquetas, tortillas y otras delicias fritas de la cocina española. El segundo día no fue muy diferente, aunque al grupo se añadieron Jaume y Kyoko que nos sirvió de traductora directa del japonés al español y viceversa. Un aperitivo en casa -a Miho la ilusionaba conocerla- y una cena en el Flash Flash, un clásico de los fashion victimes barceloneses. Como yo sigo con mi dieta comí otra ensalada, mientras mis acompañantes se zampaban croquetas, tortillas y otras delicias fritas de la cocina española. Podrán notar que no compartimos salidas culturales. Pido disculpas por ello. El domingo por la mañana nos fuimos de escalada con el Toyota de mi amiga Joyce. Queríamos mostrarles la ciudad desde lo alto del Montjuic y el Tibidabo, y como las alturas despiertan el apetito, en medio de uno y otro hicimos una escala con cafés y cruasanes (para ellos) en la Fundación Miró. Yo, que insisto con mi dieta, preferí saborear un delicioso descafeinado con edulcorante. El paseo les gustó más que a nosotros, algo incómodos por la notable falta de higiene de muchos rincones presuntamente verdes. Nuestros diálogos ocuparían muy pocas líneas de este guión; muchas menos que todas las risas que soltábamos frente a nuestros intentos de comunicación oral. A media tarde nos despedimos, queriéndonos muchísimo más, frente al Templo Expiatorio de la Sagrada Familia. Como habéis podido comprobar, no hubo indecisiones amorosas, bodas suspendidas, sexo grupal ni escapadas en avión a Oviedo. Es que, a diferencia de la película barcelonesa del Woody, esta no contó con ninguna subvención del Ayuntamiento.

lunes, noviembre 24, 2008

Miho Naomi Murcia

¡Vaya qué graciosillo estoy!, parafraseando en mi título al señor Woody Hereu... Y todo esto a pesar del mediocre hacer de los tenistas argentinos en Mar del Plata, tan rebosantes de soberbia como faltos de entrega, y de los comentarios desagradables de muchos periodistas españoles, decididos a hacer con este triunfo deportivo una gruesa cortina con la que cubrir los serios problemas sociales de un país y un mundo en crisis. Quizás mi contento se deba a que el viaje por Murcia y el Levante español han llenado mi cuerpo y mi corazón de nuevas energías, casi tanto como Eva, José Miguel y Carlos, un amigo que conservo desde la adolescencia, llenaron nuestra estadía de afecto y nuestro auto de solares naranjas recién arrancadas de los muchos árboles que rodean su casa. Me gustó Murcia, me sorprendió Cartagena, me enterneció Orihuela, las tres con innumerables plazas meciéndose con suavidad al ritmo de sus fuentes de agua y rebosando de acacias, olmos, palmeras, palos borrachos, ombúes, ágaves y yucas. Por muy poco no me quedé pegado a la Plaza de la Catedral de Santa María, imponente y barroca, con un costado muy próximo a la escuela de Danza y Artes Escénicas y a su joven alumnado de estética Fame; o me quedo a vivir en plan clochard en la Plaza del Ayuntamiento, junto al río con su gran sardina varada -toda ella de un metal al que supongo bronce- y sus patosos patos auténticos, de carne, pluma y huesos. Casi podría asegurar que esta gente murciana mima mucho a sus árboles. Nuestros amigos nos contaron cómo, hace ya algunos años, del inmenso ficus elástica de la Plaza de Santo Domingo se desprendió una rama que mató a un transeúnte. Otros ayuntamientos más demagógicamente vengativos hubieran talado el árbol para dar ejemplo a sus congéneres, pero el de Murcia decidió rodearlo de una especie de previsora glorieta circular que imposibilita la repetición de ese fatídico accidente.
Por primera vez estuve viviendo en lo que los argentinos llaman Country y aquí suelen denominar Golf: una gran urbanización de casas y apartamentos -a los que sus siempre redundantes promotores añadirían "de alto standing"- rodeando un muy cuidado campo para la práctica de ese particular deporte, sin prisas ni jadeos, tan pausado como paseado. Me gustó pernoctar allí, aunque echaba a faltar el ruido, el desorden y la mugre ciudadana. Tal vez porque Laborare Stanca y no hacerlo también, o porque en mis oídos mar y mal se confunden demasiado inquietándome mucho, dejamos para otro viaje una visita turística a la Manga del Mar Menor. Apenas pasamos por Elche y no nos detuvimos más de lo necesario en una demasiado exprimida Altea, lanzada a la fama popular por su mar, su sol y su siempre escurridiza Pepa Flores, más conocida como la prodigiosa niña... Marisol.
Ahítos de autopistas, llegamos el jueves por la noche a nuestra casa de Barcelona. Stop. Descargamos los bultos y las naranjas. Stop. Nos abrazamos calurosamente con Federico, el felino feliz. Stop.
El viernes a las nueve de la noche, acompañado por un ramo de rosas de color rosado, me presenté en el hotel donde paraban Miho Sakato y su amiga Naomi. Los dorados salones del Avenida Palace fueron una verdadera sorpresa. Con ellos no temo equivocarme como con la sardina murciana: por todas partes hay bronces bruñidos de brillos dorados. Habré pasado por la acera de este céntrico hotel varios cientos de veces y nunca me había asomado siquiera a su interior. Seguramente aparecerá en algunas de las fotos que acompañen este o un próximo post.
De Naomi y Miho no contaré demasiado.Las dos visitantes llegaron tan parcas de palabra -ninguna sabía hablar el idioma del otro- como cargadas de sonrisas tímidas y regalos exquisitos. El emaki que narra nuestro encuentro está todavía sin terminar, es poco más que un boceto. Según dijeron ellas y yo sé muy bien, nos gustamos nada más vernos.
Hoy domingo, a las tres de la tarde y después de un paseo por los montes cercanos, las dejamos frente al Templo Expiatorio de la Sagrada Familia. Nos costó bastante despedirnos. Seguían faltándonos palabras, aunque a esas alturas ya nos sobraran sentimientos. (continuará)

ilustrando este post: Murcia ciudad
leyenda en una pared exterior de la Escuela de Artes Dramáticas y un estraño personaje custodiando la puerta de un antiguo palacete transformado en edificio de oficinas; el imponente ficus gomero o árbol del caucho protegido de sus desprendimientos; el Casino en rehabilitación; el surrealista Monumento a la Capa Española; el teatro Romea, cubierto para su restauración.

jueves, noviembre 20, 2008

fuegos y cenizas

Como tengo unos días ajetreados, preciosa palabra de nuestro maravilloso, creativo y multifacético idioma, no esperen de mí un post suculento donde detalle minuciosamente mi agradable viaje al Levante español. Quedará para más adelante, el lunes supongo, ya que esta noche tengo cumpleaños y mañana mismo llega desde Tokyo la muy viajera Miho Sakato. Me avisa que no habla castellano ni inglés, así que la conversación tendrá que dejar paso a otro tipo de comunicación más silenciosa. ¿Podremos entendernos?
Ayer, mientras volvíamos a Barcelona, ya muy cerca de Valencia, nos sorprendió de pronto una blanca y espesa columna de humo que parecía desprenderse del medio mismo de la carretera. Un automóvil que iba en sentido contrario al nuestro se estaba quemando, y el conductor, un hombre moreno, joven y bastante robusto, saltaba alrededor como si estuviera bailando alguna extraña sardana unipersonal.
"La danza ritual del fuego", pensé, y de inmediato, y como siempre, fallé con Falla, confundiendo la popular Danza del fuego con el no menos célebre Bolero de Ravel. Entonces la música envolvente y pretendidamente española del compositor francés sonó en mis oídos y la imagen del bailarín argentino Jorge Donn bailando la coreografía de Béjart, otro Maurice de Francia, pareció tomar cuerpo ante mí, sobre el metalizado capó delantero del Toyota. A veces, cuando viajas demasiadas horas, el traqueteo del auto te adormece. Otras puede producirte alucinaciones tan equívocas, danzarinas y cosmopolitas como esta.

Todos ellos, Ravel, Donn, Béjart, son las estrellas de esta semana. Os dejo otros dos links.
Para que alucinéis conmigo.
http://www.youtube.com/watch?v=Lnut9tB78BE

ilustra: retrato de Jorge Donn como Nijinski, clown de dieu, foto de autor desconocido.

jueves, noviembre 13, 2008

Vivir en Argentina

Jorge volvió el sábado de su viaje a Buenos Aires. Decir que vuelve de Argentina sería casi una mentira. Ese enorme país no merece semejante síntesis geográfica, una amputación tan descomunal de sus verdaderos límites. Los porteños estamos acostumbrados a hablar de Argentina como si esta se redujera al espacio que ocupa la ciudad capital de la extendida república sudamericana, ese, desde siempre, cosmopolita y preci(o)so lugar donde mi padre, un treintañero italiano de Lucca, conoció, amó y fecundó a mi madre, una provinciana menuda y alegre de apenas diecinueve años. Tengo en alguna caja, escondida de los aviesos ataques de mi pulsatillesca melancolía, las postales que mi padre enviaba a mamá, escritas en un itañol muy suyo que pretendía ser castellano. En casi todos los reversos de esas postales él la trata de "Mi negrita querida", algo que a mi madre, tan oscura de piel como puede serlo un andaluz algo cetrino, dudo pudiera caerle demasiado bien. Para aclarar el porqué de este posible desagrado, se hace necesario decir que dentro de las discriminaciones propias de algunos porteños discriminadores está el llamar cabecita negra a todos los provincianos que no sean rubios, de piel transparente y ojos claros.
Jorge vuelve, y vuelve entusiasmado con la polifácetica Buenos Aires, otrora Capital de las Américas y orgullosa Reina del Plata, medallas que la ciudad se colgó, o le colgaron, cuando todavía la palabra corralito se podía definir como un pequeño espacio cerrado y descubierto donde encerrar animales o niños para evitar su escapada. Sí, Jorge vuelve feliz y entusiasmado, aunque consciente de que "la andinización avanza", según le ha dicho a mi amigo viajero un experto en esas cosas de gobernar personas. El mundo se globaliza, y Argentina, que siempre estuvo globalizadamente constituída - "un crisol de razas", solían eufemizar maestras y políticos apenas le ponían un micrófono delante-, se ve obligada a abandonar sus heredados rasgos europeos, sus tics de oronda señorona afrancesada, para ocupar el espacio que tal vez, por simple causalidad geográfica, por puro determinismo histórico, está destinada a ocupar desde su nacimiento.
Rebelde y contradictoria, pulsionalmente cercana a la histérica, e histórica, "Gata Flora", esa imaginaria felina nacional que "cuando se la ponen grita y cuando se la sacan llora", la lejana Argentina de mis pañales húmedos y mis primeros balbuceos hará lo que deba hacer o de lo contrario hará cualquier otra cosa, aunque no tengo dudas en que siempre será a su manera: tan dramática, caótica e imprevisible como imaginativa y desenfadada.
En estos días de festejos y reencuentros, la casualidad, una señora a la que mis psicoanalistas siempre han quitado toda importancia, ha vuelto a mostrar sus facultades. Desde Taschen me llegan dos libros -Living in Argentina y Buenos Aires Style- que muestran la Argentina interior, esa a la que no tenemos acceso los que ni siquiera somos amigos de los dueños de casa. Viviendas particulares con estilo, mansiones de lujo que mezclan un pasado de clara influencia europea con este presente más sensible a los rasgos telúricos; la otra cara de esa Argentina marginal y paupérrima que habita las seiscientas villas de emergencia contabilizadas por el gobierno.
Pobres habrá siempre, se llamaba una vieja película argentina (1958) dirigida por Carlos Borcosque. Ricos también, podríamos añadir nosotros mientras nos deslizamos plácidamente por estos espléndidos libros. Sin embargo no todos los que abren las puertas de su intimidad a la mirada sensible del fotógrafo argentino Ricardo Labougle son necesariamente millonarios con un decorador a sueldo. Artistas ya desaparecidos -la ascética casa de Xul Solar es un extraño homenaje a la ausencia de decoración en medio mismo de un libro que básicamente está dedicado a ella- junto a otros mucho más actuales, como Juan Gatti -su piso recupera una época que le es particularmente afín- y Ricardo Cinalli -un pequeño apartamento con las paredes transformadas en un mural único por el que transitan sus recurrentes obsesiones- pueden ser ejemplos de un tipo de riqueza menos tangible, más espiritual, no necesariamente pecuniaria.
Ilustra una vista general de La Esperanza, foto de Ricardo Labougle.

Posdata: ¡casi una semana sin nuevo post! Lo siento, pero estoy paseándome por tierras murcianas. Ya contaré a mi regreso, aunque adelanto que me asombra la vitalidad de estas tierras, el tamaño de sus árboles y las fuentes que nunca faltan en sus inumerables plazas. Un abrazo a todos y hasta la vuelta.

lunes, noviembre 10, 2008

El día después...

...solía levantarme tarde y con resaca. No necesariamente física, por supuesto. Había cumplido un año más, y el pescado, o la carne, seguía sin vender. Mi familia no era muy afecta a las fiestas de cumpleaños. Nunca sobraba el dinero y para seguir disfrutando de nuestra ajustada posición pequeño burguesa, se hacía necesario sacrificar unas cuantas cosas consideradas superfluas. Jorgito Abelleira, el único hijo de nuestros vecinos de la planta baja, apenas sabía escribir, dibujaba como el culo y no era ni la mitad de simpático que yo. Tampoco me ganaba en altura ni en belleza y eso de la inteligencia parecía no preocuparle demasiado. Sin embargo sus cumpleaños tenían siempre muchísimos más regalos que invitados. Era aquel un partido amistoso anual que siempre perdíamos los visitantes con un resultado humillante: Amigos dos, Regalos dieciocho. Un par de estos últimos los llevábamos Ricardito Arredondo y yo, el resto, los de verdad importantes, los ponían sus padres, que para algo eran los dueños de la mercería Yoly, la más surtida y transitada del barrio. Ricardito y yo, como buenos amigos íntimos que decíamos ser de Jorgito el mercero, odiábamos y necesitábamos su presencia a partes prácticamente idénticas. Entre otras cosas porque no había otro lugar mejor para jugar que aquella casa-trastienda siempre algo abandonada y caótica, llena de cajas con cierres de cremallera, con lanas, hilos y botones de todos los colores, con hebillas y plumas, con sobrecitos transparentes rebosando de lentejuelas, paillettes y ojales metálicos, un mundo, en fin, de cosas tan bonitas como, a juzgar por el éxito más que evidente del negocio, absolutamente necesarias. Allí, entre aquellas cajas polvorientas, debajo de una enorme mesa que nos dejaba a cubierto de las inquisitivas miradas adultas gracias a un largo mantel de hule verde estampado con estrellas y planetas de colores desvaídos, teníamos nuestras primeras experiencias de sexo grupal: mirar revistas de cine donde las estrellas mostraban sus hombros y canalillos en los estrenos y poco más que sus piernas y ombligos en las piscinas de sus mansiones. Adorables mujeres de cera con peinados impecables y sonrisas idénticas, tan planamente virtuales como nuestras ilusiones, eran las encargadas de introducirnos a ese mundo que tanto daño y placer iba a producirnos en un futuro de sentimientos más desgarradores, menos lúdicos, que, para algunos como yo, estaba muy cercano.
Hoy, un día después de otro cumpleaños, miro hacia atrás sin ira. Me imagino descubriéndonos en nuestros juegos prohibidos debajo de aquella mesa que oficiaba de guarida, presenciando desde la invisibilidad de la distancia los encuentros y desencuentros de esta relación triangular inocente y perversa. No hay resaca alguna junto a mí, sólo regalos.
La corriente de la vida me ha arrastrado hasta este lugar que ocupo, ha ido convirtiéndome en este hombre que escribe y se pregunta, aún hoy, aquí y ahora, en este mismo y placentero instante, qué sentido ha tenido todo esto.
El apasionado, radical Wilhelm Reich, no le otorgaba ninguno. Decía que la gracia de este juego siempre sorprendente no radica en llegar a la meta, sino simplemente en recorrer sus diferentes tramos con nuestro propio paso, con nuestro más íntimo y personal aliento.
Es lo que intento cada día.
Posdata: sobre la mesa, algunos regalos. Las flores y el sello con tampón rojo, de Isabel y Vanessa N.; el maravilloso libro con nuestra jerga argentina, de Laurafrú y Edgardo; el exquisito Dior de la misteriosa Sigourney; el CD y la carta de Dan y Giosafat; los "interiores" de Inés R.; el chaleco y la gorra de lana, del señor Bertini, y las chapas numeradas que distinguen los edificios de Buenos Aires y Rosario, un muy meditado regalo de Monsieur Chapuis que merecerá un post propio un día de estos. Posdata dos: mi amigo Héctor Zampaglione me manda como regalo esta foto. El día y yo lo agradecemos.

viernes, noviembre 07, 2008

doble cumpleaños

Este blog cumple dos años el mismísimo día en el que yo cumplo un año más.
Noviembre es un mes de grandes sucesos históricos. El último, según no paran de repetir los medios desinformativos, la elección de Obama como presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. Como hace tiempo que no creo en las palabras de los políticos, en sus presumibles fantasías populistas, democráticas y liberadoras, en sus repetitivas y jamás cumplidas promesas sobre profundos cambios sociales, desearía me muestren realizaciones concretas para recién entonces hablar de la llegada al poder de este longilíneo señor como un suceso a ser tenido en cuenta. Me niego a admitir que la aceptación del color de su piel por una gran cantidad de ciudadanos más pálidos sea de por sí una revolución sin precedentes, aunque si recuerdo que sus derrotados contricantes trataban de vendernos como opción para el cargo de vicepresidencia un peinado sumamente vulgar, de cabello recogido y flequillo despeinado en plan college, puedo entender bastante mejor de qué van los tiros. (Los más sensibles tienen permitido cambiar esta última frase por otra menos violenta, como por ejemplo: "puedo entender de qué va la cosa". Con tanto magnicidio histórico, mejor ni nombrar las armas cuando se habla de líderes y/o presidentes.)
Y ahora, ya que se supone que todo lo relativo a USA y su presidente es absolutamente nuestro, volvamos a lo mío en particular, o sea a este doble cumpleaños que me encuentra algo más viejo que el año anterior. Lloverán comentarios diciendo que viejos son los trapos, lo sé y me adelanto a agradecerles tanta buena intención, pero yo me remito a tr(3)s hechos muy concretos para decir lo que digo:
1) por primera vez en mi vida estoy haciendo dieta.
2) por primera vez en mi vida elijo acostarme mejor solo que bien acompañado.
3) ha dejado de apasionarme la televisión.
Me parecen tres síntomas muy claros de una madurez aviesa y sin atenuantes. ¿Qué voy a hacer a partir de este momento con mis ratos de ocio? ¿Qué será de mis noches futuras si no tengo nada apetitoso que llevarme a la boca?
En vista de que los índices de desempleo no paran de subir, tampoco puedo ilusionarme con trabajar mucho más que ahora, así que me veo obligado a sublimar de verdad.
Y es aquí donde empiezo a sentirlo por ustedes.
Es probable que a partir de mañana abra cinco o seis nuevos blogs y no pare de subir posts en todos ellos.
Aunque tampoco esta idea me convence demasiado.
Presumo que serían absolutamente idiotas. Ni siquiera Antonio Gala o Saramago pueden prodigarse tanto.
Otra posibilidad sería dedicarme a la filatelia, al crochet o a la pasamanería por correspondencia, pero ninguna de las tres me parece suficientemente entretenida.
¿Saben qué? Aparcaré este tema hasta después de mi cumpleaños.
Deseo que este irrepetible 9 de noviembre de 2008 resulte ser un día muy feliz.

ilustra : autorretrato otoñal sobre una foto de Humberto Rivas.
Galería Hartmann, Barcelona

miércoles, noviembre 05, 2008

She, Julia Roberts

Julia Roberts es la estrella (fugaz) de esta semana... Porque es de escorpio, como yo, y acaba de cumplir 41 espléndidos años hace unos pocos días...Porque es bella, buena actriz, su sonrisa ilumina cualquier escena y su mirada transmite credibilidad...Porque la canción de Charles Aznavour me emociona y queda muy bien en la voz de Elvis Costello...Y finalmente porque sí, que es una razón como cualquier otra.
http://www.youtube.com/watch?v=-3E46dXvSjs&feature=related
(pulsar aquí arriba)

lunes, noviembre 03, 2008

Quemar después de leer

"Hacia el infierno por las tetas" fue el primer título que se me ocurrió cuando pensé en escribir este post. Después, con el más que humedecido, empapado correr de estos últimos días, barajé otros títulos posibles. Uno de ellos era La bella y los tarados, ya que pensaba meter en el mismo post un comentario sobre el recital de Jessye Norman y mi opinión sobre la última película de los hermanos Cohen, de la cual finalmente he copiado el título. Cuando escribes en un blog después de haber publicado sobre papel, tienes la sensación de escribir en el aire. Sabes que pasados unos días lo escrito quedará flotando en el espacio virtual y es muy probable que jamás nunca nadie se detenga a leerlo. La inmediatez de este medio es casi mayor que la de los periódicos, aunque el destino de las hemerotecas se parezca bastante al de la memoria de la red. Sin embargo, difícilmente alguien pueda quemar, aunque no le falten ganas, lo que hemos publicado sólo virtualmente.
Como resulta obvio, pero no todos saben, el título de la película de los Cohen alude a una regla básica de los servicios de espionaje: por razones de seguridad, los mensajes cifrados deben destruirse nada más leídos. Quemarlos o comérselos da igual, y el cine nos ha mostrado ejemplos a montones de esas y otras posibilidades más rebuscadas. ¿Es entonces Burn after reading una película de espionaje, una spy movie más? Como no soy demasiado afecto a la clasificación por géneros, contesto con otra pregunta: ¿nos atreveríamos a colocar El pianista de Roman Polanski en el mismo anaquel de las películas de terror? Me cuesta creerlo, y no será porque le falten escenas auténticamente terroríficas. Aquí aparecen ciertos archivos supuestamente secretos, uno que otro diplomático siniestro, varios muchachos de la CIA y un par de los siempre peor vestidos agentes rusos, pero en realidad, si tuviéramos que sintetizar todo el filme con una sola frase, podríamos decir que su tema central es la tan frecuente como lamentable estupidez humana. Tarados del alma, que no físicos, los personajes de este guión que me atrevo a calificar de modélico, son seres de absoluta actualidad que desempeñan profesiones consideradas modernas. Pertenecientes a distintos estratos sociales, empujados por intereses no siempre económicos, todos se verán envueltos en una trama retorcidamente original, repleta de gags y sorpresas, que, y aquí la maestría de estos dos prolíficos hermanos, nunca suenan a falso, a rebuscado o gratuito. Empleados del gobierno, instructores de gimnasio, publicistas, pediatras y matarifes a sueldo de los servicios de información, se ven mezclados en una trama que hereda lo mejor de algunas comedias de Peter Bogdanovich, mezclándolo sabiamente con cierto clima enrarecido que recuerda a los de Cassandra's Dream y Match Point. Como en esta última, la arbitraria fortuna tomará cartas en el asunto, definiendo como realmente le venga en ganas el destino final de los personajes. Mi mención a las tetas y su relación con el averno la entenderán cuando vean la película. No quisiera develarles nada de la trama. Solamente les diré que una de sus primeras escenas transcurre en el consultorio de un cirujano plástico donde Frances McDormand oficia de paciente. Tilda Swinton, tan filosa como elegante, John Malkovich, un señor que no quisiera encontrar cerca al despertarme, y el siempre seductor George Clooney en el papel de un simplón de bragueta descontrolada y paranoia creciente, son para mí lo mejor del quinteto de estrellas protagonistas, en el que la antes mencionada McDormand y Brad Pitt se exceden demagógicamente en su interpretación de dos descerebrados ambiciosos de baja estofa. Un detalle accesorio y sin embargo notablemente perturbador: los enormes árboles y las preciosas casas del residencial barrio de Georgetown, en la ciudad de Washington. Después dicen que todos los yanquis son horteras.
Ilustra: foto propia del escaparate de un spy shop de Barcelona

viernes, octubre 31, 2008

Una orquídea llamada Jessye Norman

Pueden envidiarme si quieren. Anoche pude oír, y ver, a la imponente Jessye Norman desde una distancia de pocos metros, dos o tres a lo sumo. Cantaba en el Auditorium, y gracias a unos amigos -qué sería de nuestras vidas sin ellos-, pude asistir a este recital que posiblemente no vuelva a repetirse, con una primera parte dedicada a la ópera europea y una segunda a compositores estadounidenses tan conocidos como Leonard Bernstein, Rodgers y Hammerstein, Morton Gould y George Gershwin. La acompañaba la orquesta sinfónica del Teatro Liceo bajo la dirección de otra estadounidense: Rachael Worby. Tan histriónica como eficaz, la delgada, elegante y carismática directora neoyorkina -casi un clon de la Mónica de Friends interpretada por Courteney Cox Arquette- logró sacar pompa, brillos y sutilezas a una orquesta de más de ochenta excelentes músicos. Con un aforo que se anunciaba completo, tuvimos la suerte de conseguir pocos días antes unas entradas que temíamos fueran las peores: primera fila de un lateral sobre la orquesta. Resultó ser una magnífica ubicación, ya que era el lugar por donde entraban y salían las divas y, repito, las teníamos casi al alcance de las manos. Jessye Norman logró una primera parte insuperable. Vestida de gasa rojo fucsia de pies a cabeza, sólo al caminar deja entrever los muchos años que lleva vividos. Diosa, vestal, símbolo, icono, cualquier apelativo grandilocuente calza a la perfección con su imagen espectacular, con la belleza de sus rasgos y la maravillosa, yo diría acuosa, calidad de su voz. La cumbre de su actuación fue sin duda alguna el final de la primera parte: un aria de la ópera Sansón y Dalila de Camille Saint-Saëns, Mon coeur s'ouvre à ta voix. No sé si todos los espectadores abrieron sus corazones a la voz de Jessye Dalila, pero puedo asegurar que al que esto escribe casi se le paraliza el propio cuando la soprano alzó la mirada para dirigirla hacia donde estábamos. Hummmmm.... a no dudar, señores, que tengo tres testigos. Desde mi probada inmodestia, consideré que estaba devolviéndome las palabras de amor que le había dedicado en uno de mis libros. En la segunda parte, que todos suponíamos aún más espectacular, la cantante apareció vestida en gris y negro, con un extraño atuendo de plisado Fortuny y reminiscencias japonesas que yo atribuiría sin dudar a Issey Miyake. Para mi desconcierto, también llevaba un micrófono no inalámbrico en la mano. Algún percance del que no tuvimos conocimiento o simplemente el resultado de un esfuerzo excesivo en las primeras arias, hizo que su voz sonara menos potente en el repertorio estadounidense. El segundo bis, obligado por un público que no quería abandonar la sala, fue de auténtico regalo: un negro spiritual tradicional con aires de canción de cuna que Jessye Norman cantó a capella y con los ojos cerrados. Sentada en primera línea del escenario, con la orquesta y su directora espectantes y el público sobrecogido por ese inesperado soliloquio susurrado con emotiva y contenida sensibilidad, la soprano se despedía contándonos una historia íntima cargada de contenidos raciales, de dolor, tristeza y laceraciones. Tal vez por eso una voz se alzó entre los aplausos, los vivas y los bravos para gritar solamente un nombre: ¡Obama! Es evidente que los seres humanos no podemos vivir sin ilusiones. Creo que tampoco podríamos soportar vivir sin música.Posdata: lo de Jessye Norman como orquídea no es un invento mío. Hace muchos años pusieron su nombre a una variedad de esa flor.

martes, octubre 28, 2008

Muertos y Enterrados

La red trae ecos de muerte. Tengo los propios, no los necesito, pero entiendo que en un momento de crisis como este, una crisis a la que nadie intenta, quiere, puede ponerle adjetivos, la parca aparezca encarnada en todos los terrores personales, gozosa sacerdotisa de la ceremonia de los últimos miedos. Me llama gente que nunca lo hace para agradecer favores que, de serlo, deberían haber tenido su agradecimiento hace un montón de tiempo. Llegan tarde, lo siento; estoy en otra cosa. Qué suerte poder decir esto, qué alivio decirlo con la absoluta certeza de su veracidad. Otro amigo me escribe un email muy escueto donde adjunta una dirección de blog con el mismo misterioso hermetismo de una clave oculta. Voy hasta allí y en él se habla de uno de mis amigos muertos. Se lo mando a su madre y como respuesta ella me dice que por qué insistir con lo del sida si ni siquiera está segura de que su hijo mayor tan querido no esté realmente vivo: "Lo llevo todo el tiempo conmigo, siempre me acompaña". Tiene muchos años, tantos como los que tenía Matilde Horne, la traductora argentina de El Señor de los anillos al idioma castellano, muerta en Ibiza hace algunos meses. Estaba internada en un geriátrico gracias a la ayuda económica que le brindaba Cedro y que habíamos gestionado hace algún tiempo la ACEC y yo. No era feliz en su internamiento. Mujer culta de innumerables intereses, lectora infatigable y conversadora contumaz, tuvo que pasar sus ultimos años rodeada de gente con la que ni siquiera podía charlar.
"Son parcos", decía, "no hablan, cacarean". Puedo imaginármela, lúcida hasta el final, intentando intercambiar opiniones sobre filosofía o literatura con sencillos ancianos payeses perdidos en su desmemoria. No es país para viejos. Ninguno lo es, sobre todo si esos viejos son tan pobres como lo era ella.
La cris económica revuelve las entrañas de mi inconsciente, desata sueños que me enfrentan otra vez a miedos supuestamente superados. Llego a mi trabajo en un periódico anónimo sin saber siquiera si todavía pertenezco a su plantilla. Me pierdo en escaleras y ascensores que no llevan a ninguna parte, y cuando finalmente arribo a una oficina donde alguien aguarda detrás de un escritorio, me obligan a pasar una prueba sin otro sentido que el de la humillación. "¿Ve esto que tengo en la mano?", pregunta la mujer repeinada con mirada de ave carnívora. "Pues le falta un pedazo. Búsquelo inmediatamente. ¡Y rápido! Lo necesito ahora mismo." Muestra en su mano izquierda un trozo rectangular de papel impreso al que le falta una de las puntas. Sobre su escritorio hay miles de otros papeles arrugados, carpetas rebosantes de documentos, tazas de café a medio tomar, ceniceros llenos de colillas. Me pongo a buscarlo y lo encuentro. Cuando estiro la mano para alcanzárselo, una voz en la radio anuncia que son las ocho de la mañana y el clima se ha vuelto invernal en toda España. Podría quedarme como estoy, permitirme descansar hasta que tenga verdaderas ganas de hacer otra cosa, pero recordar que ahora los días son tan cortos me hace saltar inmediatamente de la cama. Estoy vivo, aunque no sé hasta cuando. Mejor aprovecharlo.
ilustra : figuras artesanales mexicanas de autor desconocido.

Posdata : ansioso que soy, me apresuré a colgar este post. Pretendía desearles un feliz Halloween. Creo que nadie entendió que iba de conmemoraciones. La próxima vez intentaré ser más claro.

domingo, octubre 26, 2008

con los pájaros volados

Anoche fuimos al cine con el canario alemán. Digo fuimos porque también estaba Giosafat, el divino palermitano. Algo apático, dejando que los ojos se me escapen como perros hambrientos tras las tapas, bocadillos, espaguetis, pizzas y demás delicias culinarias de la comida rápida con disgestión lenta, pedruzcos que la demoníaca serpiente de la tentación va poniendo en mi camino para que recaiga, humano al fin, en otro pecado nada original, el de la gula, me sumergí en el cine Alexandra, delicioso local de mi barrio que conserva además de su monárquico nombre, algunos gratificantes toques de distinción muy propios de las salas cinematográficas de otra época. Habíamos optado por una película argentina de estreno muy reciente: El nido vacío. Casi podría asegurar que la idea fue del canario, muy afecto a los vuelos transnacionales con el consiguiente abandono esporádico de las mullidas comodidades hogareñas. La película nos gustó a los tres. La recomiendo. Como siempre, estoy en total desacuerdo con el crítico del diario El País, que, según me comentó nuestro canario amigo, la encontraba excedida de diálogos. Un hombre con tantos años de carrera no debería asombrarse ante algo tan obvio. ¿Es que acaso se podría decir que las películas japonesas están sobrecargadas de ojos rasgados o que las de Tarantino se extralimitan con las salpicaduras de sangre? No voy a entrar en detalles. La Gran Crisis me ha quitado las ganas de explayarme. Para qué hacerlo: ya se encargan los políticos y periodistas de explicarnos lo inexplicable. Unido a ello, la dieta proteínica del doctor Carlos me obliga a gastar las pocas energías que me quedan en reprimir las ganas de arrebatarle el bocata a todo turista comilón que se me cruza por la calle.
Probablemente esta película no pasará a la Historia del Cine, a pesar de que en sus volúmenes bien nutridos están algunos filmes más que discutibles y faltan otros cuantos que llevo atados a mi vida como si fueran anécdotas propias, de esas absolutamente imposibles de olvidar. En El nido vacío hay buenos actores, diálogos brillantes, una idea sencilla y al mismo tiempo original, más un plus de sorpresas tan inesperadas como gratificantes. Se centra en un maduro escritor en panne y sus relaciones con la difusa, variable y subjetiva realidad. No les cuento más. Creo que se pueden gastar en ella siete euros, sobre todo teniendo en cuenta que posiblemente mañana tengan aún menos valor que hoy.
Posdata : quisiera flotar en el mar Muerto estando vivo. Un rato nada más, y después volver a casa.

viernes, octubre 24, 2008

Alexander Ródchenko en Barcelona

Esta noche, Lou Reed, caminante de oscuridades e incertidumbres, recitará poemas de autores catalanes traducidos al inglés. Lo acompaña la compositora y performer Laurie Anderson, otro must de la vanguardia neoyorkina. Cuando los periodistas españoles le preguntaron si votará por Obama, Reed decidió cantar zumbonamente su respuesta afirmativa, para después agregar: "si no gana, tendremos que venirnos todos a vivir a Barcelona". Don Lou, usted nos pone muy difícil los deseos.



Más silenciosamente, aunque con igual espectacularidad, la Obra Social de Caixa Catalunya muestra en las salas de exposición de la Pedrera, cerca de 250 obras de Alexander Ródchenko (1891/1956), otro vanguardista a ultranza. Pintor, diseñador gráfico, fotógrafo, exhaustivo investigador de las artes visuales, fue además diseñador de ropa revolucionaria, y, como sofisticado y certero publicista, ilustrador de los textos del poeta suicida Vladimir Maiakovski (ver dibujo de David Levine). Recomiendo ir sin prisas y con zapatos cómodos. Hay mucho para ver, dos interesantes documentales incluídos. Sin embargo no es necesario entrar en pánicos ni ansiedades incontrolables: tenéis tiempo hasta el 5 de enero -fecha de clausura de la muestra-, aunque yo aconsejaría no dejar para mañana lo que te pueda sorprender hoy.
Con muy buen tino, el servicio de prensa de la Pedrera incluye en su dossier algunas frases antológicas de este iluminado creador. Transcribo las que más me impactan para aquellos que no quieran o no puedan comprar el magnífico y exhaustivo catálogo.

Es hora de que el arte se funda de manera organizada con la vida. ¡Abajo el arte como medio de alejarse de la vida!
El arte está al servicio del pueblo, pero al pueblo se lo conduce quién sabe dónde. Lo que yo quiero es llevar la gente al arte, no llevarla a cualquier otra parte con ayuda del arte. ¿He nacido demasiado pronto o demasiado tarde? Debemos separar el arte de la política...

ilustran : fotografía, autorretrato con mono de trabajo de diseño propio en franela y piel, collage antibelicista y cartel de promoción de la lectura, todas obras de Ródchenko.












Posdata : Lou Reed firma autógrafos sobre el libro con las letras de sus canciones en el patio del CCCB. Siempre así de molesto y poco sonriente. Walk on the wild side...

lunes, octubre 20, 2008

El juego del ahorcado

El canal CTK -los omnipotentes dioses de las transmisiones televisivas nos lo conserven por mucho tiempo- programó anoche dos películas donde la pena de muerte por ahorcamiento, pende, y nunca mejor dicho, como una amenazadora sombra sobre sus protagonistas. Dinero caído del cielo e Historia de un crimen -nombre con reminiscencias Garci(anas)- son los títulos que eligieron los distribuidores para la traducción castellana del atípico musical Pennies from Heaven (1981) y del demoledor biopic Infamous (2006), centrado este último en un momento específico de la vida de Truman Capote: el de la creación de la que fuera consideraba por los más importantes críticos literarios de la época como su obra cumbre, A sangre fría (In Cold Blood). ¿Les suena de algo toda esta historia? Es probable que sí, aunque si piensan en una película seguramente la confundirán con Capote (2005), otra producción americana casi gemela -no digo clónica porque no tengo información suficiente sobre la fecha de gestación intelectual de una y otra-, que resultó ganadora de un Oscar para la mejor interpretación masculina, la de Philip Seymour Hoffman en el papel del amanerado autor de El arpa de hierba y Desayuno en Tiffany´s.
Yo no pude soportarla, y estoy refiriéndome a la interpretación del cuentista Hoffman, un actor acostumbrado a restregarnos por la cara la calidad de sus actuaciones y a quien se le nota demasiado su animadversión por el personaje del escritor. "Un tour de force", dirían algunos, aplaudiendo el esfuerzo. Yo prefiero no enterarme de que lo están haciendo. Me gusta sentir que el actor ha logrado encarnar humilde y entregadamente al personaje, algo que logra con creces el inglés Toby Jones. Y si alguien tiene dudas al respecto, puede acercarse al Capote original a través de una fallida película de 1976: Murder by Death (Un cadáver a los postres) donde el autor de Otras voces, otros ámbitos oficiaba esforzadamente de actor. Como para abrir boca, Infamous comienza en el famoso y sofisticado club Morocco, donde la satinada Gwyneth Paltrow canta, con un colapso como intermedio, un inmenso tema de Cole Porter: ¿Qué es esa cosa llamada amor?
Lujosa en su casting de secundarios, aparece por allí una Sandra Bullock poco habitual. Despojada de los habituales aliños de Barbie Morena, luce algo desdibujada en el papel de la escritora Harper Lee, amiga de Truman Capote y compañera inseparable del autor durante los primeros tiempos de su investigación sobre el crimen múltiple de Kansas. Un plantel de estrellas de buen ver y mejor vestir decoran los momentos High Society del filme. Isabella Rossellini, Juliet Stevenson y Sigourney Weaber se pasean y sueltan alguna que otra frase intrascendente mientras lucen modelos y joyas dignas de un desfile de Karl Lagerfeld o Thierry Mugler. No sé si sería soportable, aunque sí interesante, poder ver de un tirón las tres versiones existentes sobre el mismo tema. La primera (1967), dirigida por Richard Brooks y con el mismo título del libro original, In Cold Blood, es un oscuro drama en blanco y negro que copiaba con total acierto el clima y el estilo periodístico del original literario. Robert Blake, actor con una vida personal de ribetes trágicos, interpretaba el personaje del asesino cojo Perry Smith, el mismo que en Infamous le ha tocado representar al actual agente 007, el ambigüo, perverso y erotizante Daniel Craig. Para los que intentamos escribir, resultan especialmente interesantes los comentarios sobre la profesión del ácido, implacable Truman, mostrándose siempre tan insatisfecho y renuente como atado a ella.
No me olvidé de Pennies from Heaven, un musical ambientado en los años de la Gran Depresión (¿ya tendremos que poner "la Primera"?) con todos los números -musicales y artísticos- necesarios para triunfar. Entre ellos destacaría las cuidadas reconstrucciones de algunas imágenes de Edward Hopper y las de las coloridas e ingenuas publicidades de las revistas de la época, además de varias escenas inspiradas en las multitudinarias simetrías coreográficas de Busby Berkeley. A pesar de todo esto, y debido posiblemente a su desoladora imagen de la vida, el amor y las relaciones humanas, Pennies from Heaven se ha convertido en una película de culto sin lograr jamás el exito masivo que sin ninguna duda se merecía. De un elenco de actores maravillosos aunque no demasiado carismáticos para el gran público, sobresale Christopher Walken con un streap-tease espectacularmente chulesco, bailado y cantado sin doblajes ni dobleces de ningún tipo.

ilustran: cartel publicitario original de Infamous, Robert Blake en In Cold Blood y retrato de Capote en 1959, por Roger Higgins.

sábado, octubre 18, 2008

perversiones

En las necrológicas del diario La Vanguardia de ayer aparecía una esquela que debajo del nombre del finado reciente, consignaba de forma muy destacada su profesión: "jardinero". Esposa, hijos, nietos y bisnietos, despedían con el consiguiente y explicitado dolor a este hombre muerto a los 94 años de edad. Detuve unos segundos la ingesta del bocadillo de jamón serrano que esperaba sobre la barra del Flamant, para despedir a aquel absoluto desconocido de noble, enorgullecedor oficio. Me lo imaginé rodeado por una tan numerosa como colorida representación de todas las plantas y flores que había cuidado en su vida, y un segundo después, entre nostálgico y desesperanzado, me pregunté si dentro de otros 94 años seguirán existiendo los jardineros sobre esta cada día más desarbolada tierra.
A menos de cien metros de donde estoy, una cuadrilla de empleados municipales cava zanjas a fuerza de pico mientras otros cortan baldosas con la sierra circular. Lo hacen sin ningún tipo de protección para los viandantes. Como soy uno de estos, el aire, mi ropa, mis ojos, se llenan de polvo. No me enceguece tanto como para impedirme ver que mientras nuestras autoridades municipales se ocupan de eliminar árboles y tapar subrepticiamente los alcorques vacios que alguna vez albergaron tronco y raíces de grandes plátanos, sus agentes mediáticos publicitan en los periódicos la habilitación de más plazas de estacionamiento pagas en las pocas zonas arboladas de esta, nuestra condal ciudad de Barcelona. No sé si con un extraño, muy particular sentido del humor, o con una más que lacerante ironía, insisten en llamarlas "Áreas Verdes". Absolutamente perverso. ¿Será obra del mismo creativo que ideó aquello de "daños colaterales"?
Photo de Irving Penn

martes, octubre 14, 2008

tóxicos y desintoxicadores

Presumido que soy -ya muchos avispados lo comentan sin ningún disimulo por las esquinas de los blogs- he decidido no pasar por alto una realidad confirmada de forma más que notable durante las últimas horas: conozco mucha gente talentosa, inquieta y creativa. Y no me detendré en la pléyade de maravillosos personajes amigos que habitan allende los mares, -el Sur, además de existir, lo hace con una potencia realmente arrolladora- para dedicarme sólo a algunos de los que han hecho mi vida más agradable y llevadera en la condal, ruidosa y polvorienta ciudad de Barcelona durante la última semana. Comienzo por el final, ya que ayer presentó su libro de memorias -Los años contados- José Luis Giménez Frontín, secretario de la ACEC, escritor y amigo, además de habitual anfitrión del que esto escribe en su blanca casa veraniega de Cadaqués, a la que soy, somos, muy afectos. Junto a él y a la insustituíble Pilar Brea, a sus tres gatas de mimoso nombre -Gina, Woopi, Gala- y a la también peluda y felina Nikita, una invitada de piedra siempre bienvenida, hemos pasado momentos que, si bien no tienen la relevancia necesaria para ser incluídos en ningún volumen de memorias, seguramente permanecerán en nuestro recuerdo afectivo por bastante tiempo. Anoche la librería La Central del Raval mostraba con bastante claridad el porqué de su nombre. En la mesa de presentadores estaban Eduardo Mendoza, Ana María Moix y Anna Caballé. Enfrente, apiñados y a la vez contentos, había una buena cantidad de (re)conocidos profesionales de esta ciudad. Se sabe que al enumerar siempre corremos el riesgo de no recordar lo suficiente, pero pido disculpas anticipadas y me atrevo a nombrar a los que tuve más cerca: Magda Bosch, Enrique Badosa, Agnès Agbotton, Neus Aguado, Luisa Cotoner, Esther Tusquets, Nora Catelli, Isabel Núñez, Lázaro Covadlo, Montse Conill, Daniel Najmias, Pilar Gómez Bedate, Susanna Salvat, Alberto Tugues y el poeta Antonio Tello con su esposa Beatriz, una mujer de sonrisa franca y ojos deslumbrantemente claros. Desde una lejanía no solamente física, pude entrever a la bailarina sudamericana Marta Binetti junto a una pintora neo-fauve germana de apellido y nombre impronunciables. Presumido que soy -ya muchos listillos lo comentan sin ningún disimulo por los rincones más oscuros de los blogs- debo confesar que tengo el libro de José Luis en casa desde hace unas semanas, mucho antes de su distribución en librerías. Me guardaré mi opinión para cuando lo haya terminado de leer, aunque anticipo que muchos amantes del morbo colchonero lo acusan de elegante y discreto, dos discutibles defectos que hasta hace poco tiempo estaban incluídos en una más femenina lista de apreciadas virtudes. De ser presentados frente a un tribunal inquisidor de la misma calaña -¡la democracia no lo quiera!- se me hace imposible asegurar que Giosafat y Dan, amigos recientes, fueran acusados de los mismos pecados. Elegantes y discretos en su vida privada, algunas de sus apariciones públicas muestras facetas inesperadas de sus ya de por sí muy facetadas personalidades. Para muestra la foto que incluyo aquí, tomada durante la perfomance de apertura para una muestra sobre Fantasía Erótica Japonesa en la Galería Artz 21 del barrio del Borne. Last but not least, el domingo pasado tuvimos en casa visita de músicos: Sandra Rehder, Pablo Andrés Giménez y Guillermo Rizzotto llegaron cargados de ideas, tartas y buenas intenciones. Pueden envidiarme si quieren, también me dejaron su música. Para demostrar la nobleza de mi nada presumido corazón, dejo alguna muestra de ella en el siguiente link: www.myspace.com/pabloandrsgimenez
Corolario: decididamente, debo ser un tipo afortunado. No veo a mi alrededor, ni en mis visualizables cercanías, gente a la que pueda llamar tóxica. Un tema que despierta hoy mismo el interés de la redactora del diario La Nación, Miss Loreley Gaffoglio, quien escribe:
Las neurociencias dicen que sí, que la gente "tóxica", encarnada por aquellos seres rapaces que inexorablemente perturban el bienestar ajeno y vampirizan al semejante, existe. Y endilgan a fallas químicas la irrigación de esa toxicidad. Sus conductas se traducen en patologías, y la coexistencia con ellos resulta imposible. El que destila un odio visceral y se regodea con la humillación del otro, el que avasalla al semejante, el que busca manipular con mentiras, el que agrede innecesariamente y desvaloriza al otro para sentirse bien él, el que daña con intención sin jamás proponer una reparación, el que incomoda con sus imposturas, el envidioso de todo lo ajeno y el que urde los problemas para acercar luego sus soluciones. La nómina de personas dañinas la completan el autodestructivo, el narcisista patológico, el perverso, el violento impenitente y el estafador. En el psicoanálisis y la psicología, la literatura está dividida. No obstante, ambas se inclinan por los vínculos y comportamientos "tóxicos" más que por las personas, ya que lo que es "tóxico" para unos puede ser perfectamente aceptado por otros. En todo caso, se trata de una percepción subjetiva, dicen. Lillian Glass (una mujer que sabe expresarse correctamente), advierte en su best seller Toxic people (Gente tóxica), que nadie es "ciento por ciento sano, ni física ni psicológicamente; por eso, es importante atender los patrones caracterológicos y sus efectos".
Sin comentarios.
Para los que puedan estar interesados en la que supongo transparente, frágil señora Glass y sus teorías sobre la pesada y oscura toxicidad ajena, dejo aquí este otro link: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1059017
Retrato de Giosafat por Dante Bertini

Posdata 1: Parece que hoy festejamos el BLOG ACTION DAY... Si alguien puede explicarme de qué va todo esto, lo agradeceré.